miércoles, 19 de febrero de 2014

Vacaciones - Capítulo final.

Hola *-* este es el capítulo final, pero aún falta un epílogo. Espero les guste, muchas gracias a todos los que llegaron hasta aquí. 
Por Jörg:

Decepcionante, vergonzoso y doloroso. 

Esas eran las únicas palabras que pasaban por mi mente mientras pensaba y pensaba en qué tenía la culpa. ¿En permitir que mi hijo Bill se maquille desde pequeño? ¿En comprarle sus revistas? ¿En permitirle caminar y moverse como lo hacía? ¿Era yo el culpable de su afeminado comportamiento?

Y qué decir de Tom, creo que se me pasó la mano con él, era más mi rabia decepcionante al saber lo que había hecho con Bill, si pensé que con Tom no había problemas de identidad sexual, él parecía tan normal, tan parecido a mí en muchos aspectos, jamás pensé que pudiera tener alguna inclinación por los chicos, en este caso Bill. 

Mis pensamientos me hacían sentir peor, era tan difícil digerir todo esto. 

Simone regresó de hablar con ellos, yo no podría subir otra vez, de seguro esta vez salía moliendo a golpes a Bill. Sus ojos al impactar con los míos allá en la habitación, horas antes, me partieron el corazón. Él se aferraba a Tom como si fuese lo único que tenía en esta vida, por eso sólo tuve el valor de golpear a Tom y no a Bill. 

—¿Hablaste? —Ella asintió totalmente nerviosa, mi mujer lucía devastada, no era para menos—. ¿Qué dijeron? —pregunté preocupado.

—Se irán… —El dolor que sentí era como si mis dos hijos se hubieran muerto. Para mí lo estaban.


—Que se vayan entonces. —Ella empezó a llorar otra vez—. No son más hijos míos, han muerto para mí. —Sus ojos… me recordaban a los de Bill con esa desesperación instalada en ellos, pero ya lo había dicho—. Que no se diga más, que saquen todo lo que tienen aquí y se vayan a donde mejor les parezca.

Ella no dijo nada. Sólo esperaba no perderla, sólo eso.



Por Tom:

—¿Todo eso llevarás? —Bill había terminado de empacar y Dios, traía consigo dos maletas grandotas de todas sus cosas y hey… un momento ¿Peluches? Fruncí el ceño ante esa idea, sólo era una idea pero en mi mente ya era real, él traía mucho ahí a dentro y podrían ser peluches de Gustav—. Revisaré todo lo que tienes ahí —le informé.

—Pero Tomi…

—Nada de Tomis, trae acá. —Resignado dejó que me acercara a sus dos grandes maletas, las abrí ahí en el pasillo sin hacer mucho ruido, pues de seguro papá y mamá estarían por la casa rondando, esperando que nos vayamos.

Ropa de todo tipo, útiles de aseo, la plancha de pelo, maquillaje en exceso, y tantas chucherías más. Ajá, ¡sí! Un repugnante oso, lo saqué inmediatamente.

—Trae acá, Tom —Me miraba molesto.

—No, esto no sale de aquí, es un peluche de ese Gustav, se queda, es más debería quemarlo. —Me dio una palmada en el hombro con el ceño fruncido.

—Es tu regalo, bestia, me lo diste cuando éramos niños, ¿qué no lo recuerdas? —Lo miré detenidamente, ni siquiera era un oso, era un monito de peluche, esto se lo había dado hace tanto, cuando éramos infantes, me lo dieron a mí, no me gustó el color y se lo di a él, eso fue todo, pero creo que para él había significado mucho.

—El monito… —dije nostálgico, él asintió y se lo di otra vez, él tenía algo que yo le había dado, y yo en la mochila no tenía más que algo de ropa y mis dibujos. 

—¿Dónde iremos, Tomi? Llevo todo esto por si algo debo vender o empeñar para sobrevivir…

Por ser el mayor debía pensar en algo, mientras alistaba mis cosas me carcomía la cabeza pensando y pensando. Aún no había gastado el dinero que mis padres me habían dado para comprar nuevas cosas de todo lo que habíamos perdido en el incendio allá en la casa de los abuelos. Con ese dinero rentaría una habitación de hotel por esta noche, ya mañana buscaría trabajo y también vería lo del Instituto. Todo lo que tendría que hacer por Bill.

—Nada de sobrevivir, vienes conmigo, yo cuidaré de ti. —Sus ojos brillaron, se me acercó tan tierno y suspiró.

—Creo que cuidaré de ti también, mira cómo estás, odio a papá ahora, cómo pudo hacerte esto. —Lo peor era que no era de quejarme, en realidad lo que más me dolía era ese corte en la espalda, se había hinchado un poco, tomé unas pastillas para calmar el dolor, pero tal vez debería ir a ver a un médico. En este momento era lo menos indicado de pensar.

—Ya pasó, Bill, debemos irnos, iremos a un hotel por esta noche y mañana pensaremos qué hacer. Pero no podemos llevar todo esto. —Señalé sus maletas, además porque estaba seguro que yo sería el que cargara con todo eso.

Resignado perdimos tiempo seleccionando que llevar y que no.

Después de algunas horas más, bajamos con dos grandes mochilas, no sé cómo nos iríamos a estas altas horas de la noche, pero nos iríamos. Silencio total en toda la casa, suspiré resignado y salimos.

Afuera, no hacía frío pues era verano, el aire estaba fresco, debíamos tomar un taxi que nos llevara al hotel Tokio, era uno de los más baratos, sería por mientras. Estuvimos por cerrar la puerta pero mamá nos lo impidió en su bata de dormir, estaba con los ojos hinchados de tanto llorar. Creo que ese era el precio más alto, ver el sufrimiento de la gente que queríamos sólo por amarnos, era algo que nos perseguiría en la conciencia por el resto de nuestras vidas. Ella nos miró y vi a Bill acongojándose, él intentó acercarse a ella, pero ella retrocedió un poco, tratando de no llorar nos extendió un sobre.

—Mamá… —dijo Bill.

—Mamá, no tienes que darnos nada. —Era mi orgullo, pero ella sin decir nada metió el sobre en mi chaqueta, no dejó que dijera nada más, adentrándose en la casa cerró la puerta. Miré a mi Bill, sus ojos se habían aguado otra vez.



Por Bill:

El hotel era horrible, nada digno de mí, pero no diría nada, estaba con Tom y debíamos asumir esta nueva etapa de nuestra vida juntos. En todo el camino discutíamos sobre mamá y papá, sobre los cursos que llevaríamos en el Instituto, que ahora que estábamos juntos, para él era lógico que yo tuviera que llevar los mismos cursos que él, pero no dejaría mi aula de clases, mi promoción, amigos y profesores por ir tras Tom, para mí las cosas no deberían ser así. Sí, éramos novios ahora, pero él tenía sus amigos y yo los míos.

—Es por el idiota de Gustav, ¿verdad? Deseas conservar su patética amistad ¡Es eso! —Otra vez se enfurecía. Estábamos desempacando y alistándonos para dormir por primera vez en un hotel. 

—Sabes que no, es sólo que tenemos nuestros mundos, Tom. —Esperaba que me entendiese. Él me miró intentando comprenderme, pero aún tenía en ceño fruncido, la mirada desafiante, esos celos con los cuales ya me estaba acostumbrando—. Ya no te pongas así.

—¡Vete a la mierda! —gritó encerrándose en el baño.

—¡Tom, eres un jodido infante, ¿lo sabías?! —Sus arranques de rabia ya no me afectaban como antes, sólo me enfurecían, nada más.

Me recosté en la cama, hoy él dormiría en el baño pues estaba loco si pensara que dormiría a mi lado con su mal genio.

Al poco rato, cuando las luces estuvieron apagadas, él salió, sigiloso se metió en la cama. Suspiré resignado había pensado no dejarle dormir a mi lado pero, ¿quién era yo para impedirlo? Me hice a un lado dándole la espalda. No dijo nada, sólo escuché un quejido bajito, se reprimía. Recordé la herida que tenía en la espalda, me puse en alerta y volteé a verlo. Boca a bajo intentaba buscar comodidad.

—Tomi… —susurré.

—Shhh —me chistó.

—Oh, vamos. —Pasé una mano por su mejilla y le sonreí, apenas lo veía por la luz tenue de ¿La mañana? Qué rápido pasaba el tiempo—. Tom

—No digas nada… —me miraba embelesado—. Callado te ves mejor. —Me sonrió.

—¡Tom!

—Shhh —Me besó y yo caí rendido ante eso.

Después de todo éramos novios, así sería siempre. En la intimidad de nuestra nueva habitación provisional cada uno demostró lo importante que era el otro. Para mí Tom era mi todo.

Nuestras peleas ahora eran sobrellevadas con una buena sesión se sexo, amarnos así era una manera de desestresarnos mutuamente, además de que ahora era una parte fundamental en nuestras vidas. ¿Quién lo diría? Acomodándose entre mis piernas me hizo el amor.

Luego de ello, aún tenía energía.

—Así no… —Se quejaba después de haberme dado duro, tanto que la bendita cama chocaba la pared una y otra vez, que vergüenza, de seguro nos habían escuchado los vecinos de la otra habitación. Después de todo eso me tocaba a mí—. No… —Sus “nos” eran invitaciones para mí, no lo tenía sobre su espalda, tenía una herida ahí… estaba boca abajo conmigo sobre él. Le besaba la espalda baja y él pataleaba como un niño—. Ni se te ocurra, Bill —dijo con voz demandante, amenazante—. Ahí no. —Me reí, él creía que le besaría el trasero. Subí otra vez hasta su oído, él ya sabía lo que vendría pues intentaba relajarse.

—¿Ahí no, Tom? —pregunté sugestivamente mientras me restregaba sobre él. Besé su cuello acariciando sus costados—. Ábrete. —Le pedí.

—Tengo una herida…y…

—Seré gentil, lo juro, sólo esta noche, sólo hoy.

—Acuérdate de tus palabras, sólo hoy.

Sólo hoy, era la mejor excusa para dominarlo. Terminamos todo a la luz de la mañana entrando por una fea ventana, pero los rayos del sol de verano nos saludaban a ambos. Tom me sonrió y besó mis labios lentamente. Frente a frente ahora dormiríamos algo.

***

Los días pasaron, cada uno más difícil que el otro. Lo más difícil era adecuar nuestros horarios para tener tiempo para los dos. Él había regresado al Instituto primero que yo, yo busqué un trabajo en las tardes, tendríamos horarios diferentes. Él había ganado algo de dinero en algún trabajo temporal pero buscaba uno permanente.

Yo trabajando en un restaurante, jamás antes lo había pensado. Tenía que lavar los platos, repartir lo pedidos, totalmente agotador por un pago por más decirlo injusto, pero no podía quejarme, era lo que había.

—Tú —me llamó una chica, tuve que ir lo más rápido posible—. Sabes, esta sopa está demasiado salada —¿Y qué quería que haga, yo no era el cocinero? —. Pruebe si quiere, no la quiero —Molesto tomé el plato y lo regresé a la cocina.

—¡Tú, el niño de cabello negro! —El dueño me decía así, pero habían varios que teníamos cabello negro, en fin—. ¡Muévete rápido que para eso te pago! —Ya en la cocina, el señor sólo se dedicaba a gritarnos.

—Esta sopa está salada, por eso la devuelvo. —Me miró molesto.

—¡Clientes de mierda, échale agua y regresársela!

—Pero…

—¡Pero nada! si quiere que le baje la sal, el agua ayuda. —Así lo hice

Al regresarle el plato a la chica ella pareció satisfecha, debía atender más, pero ella me detuvo.

—¿Por qué aceptaste un trabajo así? Escucho que el dueño te grita mucho. —Si supiera, ella no sabía nada, no tenía tiempo para explicarle mi vida a una completa extraña. Ella me miró impaciente, puse los ojos en blanco—. Y bien, ¿por qué? —Ilusa, que quería que le respondiese, pues no aguanté más y contesté.

—Me lié con mi hermano, sí, los dos estamos juntos, nos descubrieron y echaron de nuestra casa, no me queda otra que trabajar para vivir junto con él por el resto de mi vida, ¿contenta? —lo dije así sin más, jamás pensé soltar algo así a alguien desconocido, algo que era ilegal y todo lo demás. Ella me miró atónita, de seguro me tiraría la sopa en la cara, perdería el trabajo… ¡Qué irresponsable de mi parte! Estuve por quitarme el delantal que tenía puesto pero ella me detuvo, con sus ojos abiertos como platos intentaba decirme algo.

—Yo… yo… —Que niña más rara, veía a mi jefe mirándome desde la cocina—. Yo… te entiendo —¡Qué! ¡Qué! La miré al borde de un colapso, qué decía esa chica.

—¿Qué?

—Sí, es algo muy difícil… es algo poco común, pero… pasa… pasa en realidad más de lo que creemos, sólo que nadie lo dice porque... porque no se debe decir algo así, se quedan como secretos familiares… —Ella tenía razón. En realidad esto suele pasar aunque poco se sabe al respecto.

—¡El de cabello negro! —gritó mi jefe, debía atender a otra mesa.

—Gracias, no lo diré nunca más. —Ella asintió—. Gracias en verdad. —Me había alegrado el día, ese sentimiento de culpa, esa sensación de estar cometiendo lo peor de la vida había minimizado en mucho dentro de mí; sólo era amor, uno muy raro, pero era simplemente eso.

Regresé a nuestra habitación en el hotel… Tom me esperaba y esa era la única razón de mi vida, mi energía para el día a día. Entré a la habitación y Tom no estaba, dejé la cena en una mesa, tomé una ducha y desnudo decidí esperarlo. El tiempo se hacía lento. ¿Por qué el tiempo es así? Todo el día se pasó volando entre tantas cosas que hacer y ahora, pasaba tan lento que cansaba. Suspiré resignando mirando el reloj, casi las once de la noche. Hice una mueca de disgusto, hoy la pagaría muy caro, él me reclamaba minutos de tardanza o cuando no le contestaba el celular y ahora, él tardaba horas.

La puerta de la habitación se abrió, él entró arrastrando el paso, lucía cansado.

—Tom.

—Hola… —Acercándose a la cama, se inclinó y me dio un beso—. Te extrañé. —Su sonrisa, sus ojos, todo él menguó las ganas que tenía de reclamarle.

—¿Qué pasó? —Se sentó en la cama con su táper de comida que le traje, tomaba su cena desesperado.

—Bueno, ya te matriculé, tus clases empiezan mañana, tengo la relación de cursos, los que quieres llevar.

—Gracias.

—Y… vi a Gustav. —El tono con que lo dijo no era nada bueno, me senté en la cama ¿Qué habrían hablado?

—¿De qué hablaron? —pregunté preocupado. Gustav había dejado de llamarme pues no le contestaba ninguna llamada.

—No hablamos. —Me miró con esa mirada pícara—. Le di una lección de vida que jamás olvidará. 

—¡Tom!

—Nadie besa a quien es mío. —Dejó su comida en la mesa y vino a mí demandante, tomándome el rostro me miró fijamente—. Que no vuelva a pasar. —Asentí.

—¿Se lo dijiste? Lo nuestro ¿Le dijiste? —Me preocupé un poco.

—No… —Rió—. Sólo le di su merecido, allá en el Instituto, le dije que no quiero verlo junto a ti nunca más, que vivimos juntos, eso, no le di detalles. —Recordé que yo lo dije así sin más en el restaurante.

—Hoy se lo dije a alguien… —Confesé bajito. Él me miró molesto.

—¡Pero qué idiotez dices! 

—Pero… ella dijo que me entendía… que esto es algo que pasa Tom. —Se puso pensativo.

—Sí… ¿Recuerdas a los gemelos del pueblo de los abuelos? —Me miró triste, asentí agachando la cabeza—. Claro que pasa, pero los tiempos cambian, sólo espero estar contigo siempre, no pido que la gente comprenda.

—Tampoco yo… —Tomó mi mano y la besó.

—Te tengo una buena noticia… —Lo miré expectante—. Conseguí trabajo, por eso vine tarde ahora.

—Oh, y de qué será…

—No es algo bueno, pero es algo, en una veterinaria bañando perros.

—Algo es algo, Tomi.

—Sí, me daré un baño y regreso. —Me guiñó un ojo y me palmeó el trasero—. Ten listo mi postre. —Le sonreí tímido.

—No demores. 

Bien, la vida no era nada fácil para ninguno de los dos. Aún el dolor de perder a mamá y a papá estaba permanente en nuestros corazones, sólo pedíamos estar juntos.

La independencia nos llegó de golpe, así como el amor… en menos de un mes nos enamoramos, y él permaneció a mi lado siempre.

—Te amo —me susurró a la luz del amanecer… otro día de mierda empezaba, pero amanecer en sus brazos me daba la fuerza suficiente que necesitaba para continuar.

—Te amo también. —Su sonrisa me infundió paz y tranquilidad.

***
Las vacaciones llegaron a su fin. A Bill y a Tom le esperaban días de clases y trabajos. Pero al llegar a su nido de amor, se tenían el uno al otro incondicionalmente… 

Al fin y al cabo lo que cuenta en la vida es eso, el amor.


Fin

Espero les haya gustado *-* subiré pronto un epílogo de esta historia. ¿Comentarios? 

3 comentarios:

  1. Uno siempre quisiera una vida fácil pero no siempre es así, hay que afrontar las consecuencias de nuestros actos aun cuando sean los mas puros como el hecho de amar, y a ellos les ha tocado hacerlo.

    me gusto mucho el final muy real y coherente espero el epilogo XDD

    De las vacaciones mas largas de la historia XDD

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  2. Sin duda la vida no es fácil, pero ellos son fuertes y sabrán salir adelante y estando juntos es seguro que así sera... Espero el epilogo c:

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  3. :OOOOO solo puedo decir: ESPERO EL EPÍLOGO ! <333

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