viernes, 29 de mayo de 2015

Cautivo - 24

Hola a todos n_n después de un mundo<3 al fin subo un capítulo nuevo y les voy diciendo que tengo otros tres en la lista de espera, este fic lo he estado avanzando con mucha cautela y espero pronto darle un final, pero por ahora estarían faltando unos seis a siete capítulos que están siendo creados. Gracias por seguir esta complicada historia n_n
Terminó en el hospital, desesperado por saber si se salvaría o no. Sus familiares se enteraron y fueron a discutir con él. Estaba hecho un desastre y logró ofuscarse por las muchas críticas que todos le decían.

Todos querían hacerle ver la realidad que él tanto negaba, ocultaba y no admitía de miles de formas.

—… no me secuestró, déjenme en paz.

—Bill, estuviste en un desfile y luego… luego te llevó.

—Fui con él. —Simone comenzó a llorar otra vez.

—Recapacita, hijo, tu padre está tan furioso, no sabemos qué hacer, ahora eres mayor de edad para darte cuenta y busca ayuda, lo que te hizo no tiene nombre. Vamos hijo mío, salgamos de este lugar y rehaz tu vida lejos de ese monstruo, que la justicia se encargue de él.

—No levantaré cargos.

—¡Bill, por favor! 

—¡Lárguense todos! —gritó a punto de perder el conocimiento y las casi diez personas que habían ido a verlo en el hospital terminaron yéndose de a pocos.

Nadie tenía esperanza en él.

Había una parte de Bill que le decía que hiciera caso a la razón, a su familia, a todas esas personas que tanto le decían que se alejara de Tom; pero había también una muy grande parte que le decía que debía constatar que Tom esté vivo y… y estar a su lado.

Estaba recostado en una habitación temporal, le habían hecho análisis y sólo lo encontraron con moretones y un cuadro de deshidratación además de desnutrición.

Se levantó de la camilla y buscó alguna enfermera.

—Necesito saber cómo está él.

—Espere, necesitamos hacerle algunas preguntas. —Bill frunció el ceño—. Hay un especialista que quiere hablar con usted.

—No quiero psicólogos, psiquiatras, o lo que haya en este hospital, quiero ver a Tom.

—Jovencito, son protocolos, usted recibirá la visita de un profesional de la salud mental, espere tranquilo, no salga de esta habitación y luego le daremos de alta.

Bill suspiró y se resignó con mucho fastidio. Ya sabía cómo iría todo.

—… necesitamos velar por su seguridad…—decía la psicóloga, buscando entablar empatía con el paciente que ni siquiera la miraba—… quizá está sufriendo el síndrome de Estocolmo…

—¿Quiere no hablarme de eso? Por favor, lo he escuchado tanto y no deseo más de eso.

—No se preocupe jovencito, usted sabe lo que es mejor. —Bill estaba cruzado de brazos, mirando la ventana y sintiéndose el ser menos comprendido sobre la tierra.

—Nadie sabe cómo es esto, nadie.

—¿Y cómo es? ¿Cómo lo explicaría?

—Usted no sabe, nadie sabe cómo se puede… se puede amar. Lo extraño de miles de formas nada sanas, ¿para qué explicarle lo que siento por él si seré juzgado? Amo sus manos capaces de destrozarme, amo pertenecerle a pesar de que sé que mi vida está en peligro.

—¿A qué llamas amor? —Bill se quedó pensando por mucho rato, no podía definirlo luego de haber sido secuestrado por segunda vez.

—¿Puedo ir a verlo? Quiero irme a casa… —Esa era una mentira, no quería irse a casa.

La psicóloga lo dejó ir no sin antes llamar a su asesor de tesis para explicarle que había encontrado un caso del Síndrome de Estocolmo llegando a mencionarle al doctor Müller, ya retirado, de quién se trataba.

—¿Bill Kaulitz? Es un caso conocido de secuestro, pero es de casi cuatro años atrás, no es algo resiente.

—Lo es profesor, fue secuestrado recientemente y tiene todos los síntomas.

—No es posible… por segunda vez.

—¿Segunda vez?

—¿Puedo saber quién es su secuestrador?

—Pues… —rebuscó la historia clínica que había levantado—. Es un tal Tom Trümper, está también internado por intento de suicidio, pero el joven Bill no quiere presentar cargos en su contra, por eso me notificaron el caso, el problema es que tiene un comportamiento muy cerrado y hostil.

—Déjalo.

—¿Cómo dice?

—No tomes ese caso, pueden haber otros más, pero no tomes ése.

—Pero, ¿por qué? Este es perfecto.

—No lo es, es demasiado patológico, secuestrado dos veces, esto escapa de tu perfil. Déjalo. —Y colgó. Pero el doctor Müller se puso su saco y salió hacia el hospital.

Recordaba a Bill, a dos tipos de Bills. El primero era el adolescente de diecisiete años que llegó por primera vez acompañado de ambos padres quienes con lágrimas en los ojos le contaron el caso como una película de terror. Un monstruo había secuestrado y ultrajado a su hijo por casi dos meses y ahora que era libre no había quedado normal. Tenía síntomas marcados de depresión y el claro síndrome de Estocolmo. Bill lloró defiendo a Tom en su relato al momento de la primera entrevista, quería persuadir al doctor para que éste visitara la prisión y hablara con el supuesto monstruo y le diera un recado de parte de su víctima, recado que había quedado en su anciana mente hasta el día de hoy.

—¿Cómo dices?

—Dígale… —gimió por el llanto—. Dígale que pienso en él todo el tiempo, que… que no olvido todo lo que me ha hecho y que aún le pertenezco… que lo amo. —El doctor Müller estaba sorprendido de lo afectado que estaba ese jovencito.

La terapia se extendió en una o dos veces a la semana. Bill era obligado y hasta recibía medicación psiquiátrica. Había estado internado por varios meses, sin embargo, no podía recordar ningún día de internamiento. Cuando salió era una especie de sombra de lo que antes había sido y cuando llegó a terapia con el doctor Müller, todo lo que deseaba era regresar a la cabaña de Tom.

El segundo tipo de Bill vino años después, cuando lo buscó y Tom estaba libre. Era un muchacho exitoso, recuperado, era físicamente más fuerte, pero al momento de que Tom llegó a su vida otra vez, varias características del anterior Bill regresaron volviéndolo vulnerable hacia su propio captor.

Cuando conoció a Tom pudo ver en él muchos rasgos psicopatológicos, Tom no era para nada un sujeto normal, pero el doctor Müller creía mucho en que el amor era una energía poderosa capaz de cambiar la mente y las conductas de la persona y se tomó muy enserio el poder ayudar a Tom a volverse más humano pues había descubierto que detrás de su traumática vida podía amar, podía desarrollar empatía o al menos aprender a tenerla.

Al final supo que se habían mudado juntos y aunque sabía que tendrían siempre problemas, no vio peligrosa la unión… no la vio tan peligrosa como ahora. Sus manos estaban frías y por su avanzada edad debía controlar sus emociones.

Muchas cosas pasaron por su cabeza, debía convencer a Bill alejarse de Tom.

Al momento de llegar, como lo esperaba, encontró a Bill sentado al lado de la camilla de Tom, acariciando sus cabellos negros y viéndolo dormir.

Cuando Bill lo vio, se sorprendió y no sabía si abrazarlo o decirle que no le dijera nada… temía a la crítica, podía verlo.

—Cuánto tiempo, Bill…

—Doctor, por lo visto mis familiares no me dejarán en paz y le pidieron venir.

—No, no pienses eso, tu familia no se comunicó conmigo. ¿Cómo estás? —Bill se puso serio y evitó verlo. El doctor se sentó a su lado, en otra silla y observó con que devoción miraba a Tom quien descansaba.

—No le han podido dar un poco de mi sangre, dicen que estoy anémico pero he insistido y no me hacen caso…

—Pregunté cómo te sientes tú, Bill Kaulitz, cómo está ese corazón soñador, artístico y sensible. —Bill apretó sus labios, no quería verlo a los ojos.

—No me separaré de él, doctor, diga lo que me digan.

—No vine a eso —utilizó una pequeña mentira—. Vine por ti, para darte mi apoyo emocional, imagino que todo esto es difícil, no encuentro otra palabra. —Bill suspiró y bajó la cabeza.

—Todos me creen loco, pero nadie sabe cómo me siento.

—¿Y cómo te sientes?

—Me siento… —calló alzando la cabeza y mirando hacia la ventana—… me siento, yo… yo me siento… —Miró al doctor con angustia—. No siento nada, doctor, ¿es eso normal? Pero no siento absolutamente nada… ni bien, ni mal, nada; me siento vacío, me siento muerto… se supone que debería estar… estar aterrado ahora, no sé, debería estar en mi casa, en los brazos de mi madre, con mi violín, pero, ¿puede creer que no lo deseo? Sólo sé que quiero estar aquí, a su lado, aunque no me vea, aunque no me escuche, me siento cómodo estando aquí, a su lado… —vio el rostro tranquilo de Tom quien aún reposaba por los medicamentos que le habían puesto, unos calmantes para que descansara—. Será que no siento nada porque ya sentí todo… absolutamente todo, odio, amor, deseos de morir… de matar, todo doctor. Ya no hay más que sentir.

El doctor lo escuchaba y se percataba de muchas cosas. Una de ellas era que Bill ya no sentía nada porque había sido traumatizado otra vez, eso podía causarle graves problemas después, por ahora su organismo inhibía cualquier sentimiento pues “sentir” era lo que menos le convenía, debía sobrevivir y para eso no se necesita sentir. Lo segundo que notó era la falta de identidad, Tom lo había aplastado en su totalidad, lo había matado en vida, Bill no era nadie porque él mismo se había aniquilado por causa de Tom. Ahora su deseo de vivir y exponerse al mundo era ser la sombra de Tom.

—Cuéntame Bill, cuéntame lo que pasó.

—Usted se asustará…

—Peores cosas me han contado, ¿recuerdas? —Bill apenas sonrió.

—Me secuestró otra vez y a diferencia de la primera yo… yo… yo no sé qué contarle.

—¿No hay experiencias?

—Hay muchas, pero… —pestañeó seguido. El doctor notó su cansancio mental—, solo recuerdo cuando él me liberó, ¿puede creerlo? Tom me hizo libre, pero mientras corría por el bosque, me sentí tan perdido, como si mi fantasma sería el que corriera perdido y había olvidado mi cuerpo en la cabaña, o al revés, mi cuerpo estaría corriendo y mi alma seguía con él… Usted no me va a creer, pero en estos momentos es como si recordara un sueño lejano, una pesadilla y luego tuve tanto, tanto miedo…

—¿Miedo?

—De perderlo y quedarme solo.

—¿La soledad es un problema? Uno puede conseguir muchas cosas estando solo.

—No, no sin Tom… no me diga eso, por favor.

El doctor calló y luego vio cómo Tom suspiraba y abría los ojos, frunciendo el ceño al sentir dolor, incomodidad y al ser consciente de dónde estaba.

—¿Bill? —preguntó cuando lo vio y también se percató del extraño comportamiento de Bill, éste permaneció inmóvil, sentado en la silla con temor de acercarse más y demostrarle su afecto. Se había bloqueado como suelen hacerlo los animales cuando son cazados, se inmovilizan a su suerte, se separan de la realidad por un momento—. No puedo creerlo, qué mierda… —murmuró al percatarse del entorno y luego se sobresaltó cuando vio al doctor Müller al lado de Bill. Tom cerró los ojos bastante avergonzado—. Sé lo que vino a decirme… aléjese de Bill.

—El hospital es un lugar para recuperarse, no vine a causarte un mal, menos a Bill.

—Entonces, ¿a qué vino? —miró a Bill y lo vio inmóvil, casi reprimiendo sus emociones—. Bill… —se centró en él—. ¿Qué haces tú aquí?

—Quiero estar a tu lado —al fin habló y Tom se emocionó, pero no lo demostró.

—¿Te hice algo grave? Es decir… —calló no sabiendo cómo explicar su punto—. No sé qué fui capaz de hacer.

—Lo sabes —dijo el doctor Müller—. No finjas no recordar nada.

—Doctor… —Bill se puso a la defensiva. El doctor tuvo que callarse.

—Recuerdo, sí recuerdo… yo… —miró a Bill—. Bill —llamó otra vez esperando los gestos de su rostro, alguna cosa—. ¿Te quedarás conmigo? —Bill asintió y Tom suspiró aliviado.

El doctor Müller estaba sorprendido.

—Debo irme —dijo el doctor, poniéndose en pie—. Pero antes debo decir algo, algo serio.

—Ya lo sé —dijo Bill—, mejor evitémoslo.

—No, estoy seguro que no sabes esto que diré, es una verdad de lo que ha pasado y te interesará mucho pues es algo que estás tratando de no ver.

—Doctor… —el doctor Müller se puso en pie y se inclinó un poco hacia Tom, mirándolo a los ojos. Bill estaba un poco asustado, pero el doctor era un anciano a quien no podía empujar.

—Tom, no querías matarse, ¿no es así?

—Me corté las venas.

—Déjame terminar. Y Bill, presta atención, chico, ¿me dices que te liberó?

—Él me liberó, recapacitó.

—No lo ha hecho. —El ambiente se tornó incómodo—. Él solo quiere tenerte aún más, de todas las formas posibles. —Miró a Tom y éste frunció el ceño—. Tú no quisiste matarte. Te cortaste una vena, no las dos, pudiste haberte cortado el cuello, pudiste haberte clavado el cuchillo en el pecho. Pudiste cerrar la puerta, ¿por qué no lo hiciste? ¿Acaso no era porque sabías que Bill volvería? No puedes liberar a un ave que le mutilaste las alas, ¿entiendes Tom? Tú sabías que él no volaría, que estaría perdido en el bosque y al final regresaría a la cabaña con la puerta abierta para que se viera… para que te rescatara de tu desgracia… —Tom abría la boca de rato en rato buscando oxígeno.

—Le juro que quería matarme.

—Doctor… —Bill comenzó a temblar.

—¿No quieres reivindicarte? —miró el doctor serio—. ¿No quieres hacer algo bueno en toda tu vida? ¿No deseas la paz en tu alma? ¿Hay siquiera un poco de amor ahí dentro?

—Sí —dijo Tom comenzando a asfixiarse.

—¡Mientes! Es solo palabra, Tom.

—Se lo juro, no sé qué pasó… yo…

—¡Sí lo sabes!

—Soy un monstruo, pero… pero yo amo —miró a Bill con angustia, éste estaba llorando, temblando sentado en la silla viendo a Tom—. Bill…

—¿Lo amas? —preguntó el doctor—. ¿Amas hacerle daño? ¿Sientes placer con su dolor? Como el prisionero Gustav…

—¡No! No soy un monstruo.

—Hace segundos dijiste que sí, sabes que admitir los errores es una forma consciente de querer cambiarlos. Eres un sádico, Tom.

—No… —dijo débilmente.

—Vamos Tom, mira dentro de ti y dime que ves. —Tom estaba asustado, él no quería ser un monstruo, pero sus acciones decían lo contrario—. Dilo, sientes placer en su dolor… —Tom cerró los ojos y comenzó a girar la cabeza de lado a lado como si no quisiera pensar en eso.

—Y me gusta —dijo Bill tomando el brazo del doctor—. No le haga sentir más así, a mí… a mí me gusta.

—Sé que te gusta, Bill —miró comprendiendo el doctor—. Sólo quiero ver si hay algo de humano en este hombre —señaló a Tom y lo volvió a mirar—. Dime Tom, ¿deseas reivindicarte?

—No hay cómo… soy consciente del daño que le hice. —Miró a Bill—. Que te hice.

—Pero… —Bill intentó hablar.

—Repito, ¿deseas reivindicarte? —Tom lo miró desafiante, estaba asustado, pero apenas pudo asentir—. Bien muchacho, tú sólo tienes que liberarlo.

—¿Qué dice? —A Tom le molestó la idea.

—Vamos, si es verdad que puedes sentir amor, podrás sacrificar tu necesidad de Bill dejándolo libre, pero verdaderamente libre.

—No quiero dejar a Tom —dijo Bill a la defensiva.

—Deja que te libere, Bill, deja que sea capaz de demostrar que puede amar, que puede dejar libre, a su lado sólo morirás.

—Usted no entiende —dijo Bill tembloroso.

—Entiendo perfectamente, como también me siento responsable de haberlos tratado a ambos con la esperanza de que podían reivindicarse y mira, los dos en el hospital y por lo visto no es primera vez, Bill… —lo miró con reproche—. Ustedes dos están enfermos y la medicina está en sus narices, pero se empecinan. —Miró a Tom—. Vamos muchacho, libéralo.

—Pero… —miró a Bill y apretó los labios—. No sé cómo.

—No tienes que hacerlo —dijo Bill.

—Tiene, si no te libera solo demostrará que no te ama y que para él eres su objeto de placer nada más, un pedazo de carne bonita con cual satisfacerse, ¿no es así Tom? —Tom se ofuscó.

—Bill… yo…

—Libéralo, libéralo y sé libre tú también. Desde que lo secuestraste debiste reivindicarte, vamos Tom, este es tu tiempo, no habrá otros más. Me iré dentro de poco y nunca más los volveré a molestar, pero está en ti arruinarle más la vida a una persona que tiene potencial, a una persona que merece vivir, merece ser feliz porque simplemente existe y tú, por tus deseos de vengarte contra la vida que te hizo infeliz, buscas llevártelo contigo, a este ser inocente. Piensa si el Gran león lo hubiera hecho con su cervatillo, con el Señor Ciervo, con el único ser en todo el bosque que se fijó en el más despreciable de todos… —Tom no pudo evitar llorar. En una sesión de hipnosis, hacía años, le había contado algunos secretos con una voz de niño al doctor, ahora estaba asustado por todo lo que le decía, ¿cómo sabía lo de sus animalitos? Lo creyó brujo—. Acabas de mutilarle, ¿no te das cuenta? Destrozaste al único ser que es capaz de amarte. Es tiempo de reivindicarte…

—Sí —dijo con desesperación y miró a Bill quien tenía ambas manos tapando su boca para que su llanto no sonara en la habitación—. Pero no sé qué hacer… —miró al doctor.

—Libéralo.

—¿Cómo?

—Tú lo sabes, hazlo de la manera en como lo sientes…

Miró a Bill y abrió la boca. Por su mente pasaba la escena del pequeño ciervo buscando al león y moviéndole la pequeña cola para darle lametones en su rostro… y luego las garras del león rasgando su hermosa piel de manchitas blancas.

—Bill… —dijo en un débil susurro—. E… 

—Dilo, Tom —alentó el doctor. Bill estaba pálido, temblando en la silla, aun tapando su boca. Tenía los ojos llorosos y miraba fijamente a Tom.

—Eres libre… —dijo y Bill puso los ojos en blanco para caer de costado, desmayado.

Al fin, lo liberó... aunque eso es el inicio de la última parte del fic, la más difícil parte.... u_u veremos cómo logran sobrellevarlo. ¿Comentarios? Son importantes *-*

5 comentarios:

  1. Apenas hoy terminé de leer el último capítuloactualizado en Thficcion y ASKJLÑDJASKJLÑDJASKJLÑDJ acabas de subir otro <3

    Espero que mis nenes sepan llevar una buenavida ahora que ambos son libres ;u;

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    1. Gracias por seguir esta historia y pedir la continuación, estoy por subir lo que sigue *-*

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  2. Sin duda creo que este es uno de los mas importantes de la historia, Tom liberandolo y Bill aceptando que es libre, demasiada intensidad en todo esto.
    Espero el proximo, saludos c:

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    1. Hola<3 sí, es demasiado... pero veremos u_u Tom no es normal... ni Bill.

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  3. Sin palabras, sólo mucho llanto... T.T

    Lily V.

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