miércoles, 5 de noviembre de 2014

Cautivo - 18

Hola a todo :3 aquí un capítulo más de este fic complejo u_u lamento la demora! Espero seguir actualizando seguido. Los quiero *-*
Sus manos aún temblaban, aún no podía creer lo que había pasado, todo había sucedido tan rápido.

Aún estaba desnudo y podía ver las marcas moradas en sus costados, en su cadera, Tom lo había magullado. Sentarse le costaba, estaba que reprimía sus sollozos, ya no quería llorar más, quería desaparecer como aquella vez en que no vio ni sintió esperanza, sin Tom. Pero esta vez se sintió sin él completamente pues aunque lo amaba, sabía que amaba a un monstruo del cual preferiblemente debía alejarse o terminaría muerto. 

Había dejado el cuchillo de cocina en la mesita de la sala. Tom no había querido irse, Bill tuvo que amenazarlo con llamar a la policía, entonces prácticamente el otro salió corriendo de ahí, dejándolo solo completamente con aquel cuchillo en mano. Si tan sólo tuviera el valor para matarse, hace rato lo hubiera hecho, pero no podía, era un cobarde, no podía ni siquiera matarse…

—Vamos, que cobarde, toma ese cuchillo y acábate —se dijo a sí mismo pero inmediatamente su niño interior salió suplicante, aquella voz de la conciencia que todos tenemos —No puedo, sniff… —Empezó a llorar otra vez.

Se dirigió a su habitación para tomar un baño, lo necesitaba con urgencia… Luego de todo, las horas habían pasado y él se sentía morir. En la oscuridad de su habitación sólo quería dejar de pensar en Tom, pero no podía, y no podía creer que pese a todo, lo extrañaba en sobremanera. 

Regresó a la sala y pudo sentarse frente a la mesita de centro en la cual yacía aquel filudo cuchillo… había un dolor intenso que quería salir de él, su mente maquinó una serie de cosas para sentirse más tranquilo. Tomó el cuchillo y sintió como los latidos de su corazón se aceleraban en esa sensación de querer sacar su dolor… pasó la punta de su dedo índice por la parte filuda del cuchillo. 

—Sí… —musitó al sentir el ardor producto de la herida, pero luego su mano tembló al darse cuenta de que deseaba aumentar ese daño —no estoy bien, no está bien —aún dentro de él estaba esa voz salvadora, aquel impulso que había creado para intentar salir a delante.

Tomó su teléfono móvil y revisó la agenda de números, ¿a quién llamar? ¿A quién acudir? Su corazón latía por eliminarse… ya estaba maquinando formas aún más severas… Pero algo dentro de él lo incitaba a buscar ayuda, y vio aquel número de teléfono que sólo en un caso de emergencia podría usar, el teléfono de su doctor, el psicólogo Müller, quien hace años le había dado su número sólo para cuando Bill se sintiera morir, había sido específico, sólo en casos de emergencias se le debería dar un número de teléfono a pacientes cuyos antecedentes demostraran riesgo suicida, como en su caso. Así que lo llamó cruzando sus dedos para que le contestara y sobre todo que recordara quien era él.

—Aló… —dijo una voz al otro lado de la línea.

—Aló, soy Bill…

—Aló Bill, ¿podrías identificarte mejor?

—Ahmm, soy Bill Kaulitz ¿se acuerda de mí? —hubo un silencio al otro lado de la línea, el doctor no podía evocar en su mente a su paciente. 

—Quiero acordarme de ti, ¿pasa algo hoy que realmente te perturba?

—Quiero… quiero desaparecer, sólo eso.

—Quédate en la línea y dime ¿cuándo fue la última vez que te atendí?

—Pues… hace cuatro años —Aquel señor corrió en su oficina hacia sus expedientes.

—Oh, Bill, el músico, cuánto tiempo hijo, ¿dónde estás ahora? —Había encontrado su expediente, un amplio fólder el cual abría y releía avocando a su mente a aquel paciente que tuvo por algunos meses. Había un resumen en sus notas:

“Adolescente de 17 años, liberado de un secuestro, con síntomas de presentar el Síndrome de Estocolmo, paciente con riesgo suicida, Depresivo Mayor, se le aplicó Programa de Terapia Racional Emotiva entre otras” 

—Estoy en casa… en mi departamento.

—¿Puedo hacer algo por ti? 

—Yo… yo… necesito su ayuda, es una emergencia.

Así empezó aquella consulta. Estuvieron conversando de lo que le estaba pasando, le contó que estuvo con Tom, y lo que le había hecho, el doctor se dirigía a una plaza cerca del departamento de Bill, había acordado un punto medio para verlo y manejó en el camino hablando con él por el celular.

Al llegar al punto indicado, ambos se reencontraron, aún tenían mucho de qué hablar.

***

Tom seguía esperando a Georg… lo había llamado pues no tenía ni como volver a su casa. Éste le había dicho que tendría que esperarle casi todo el día a que en la noche lo recogiera, ya que él trabajaba. Tom estuvo oculto en un estacionamiento de autos, pensando, remordiéndose la conciencia, sintiéndose peor que nunca y hasta le dolía la cabeza fuertemente.

Ahí en el estacionamiento, cerca de la tarde, vio salir a Bill, con un saco largo, lentes negros y capucha. Queriendo pasar desapercibido, el corazón de Tom latió tanto, quiso acercarse, pero se arrepintió al verlo hablar con alguien por teléfono, lo vio irse en su auto, quién sabe a dónde, hizo tronar sus dedos de la ira que empezó a sentir.

Después de algunas horas más, su cuerpo dolía de tanto estrés, vio asomarse un auto familiar, su amigo Georg miraba a todas partes buscándolo. Tom corrió desesperado y Georg le abrió la puerta.

—Amigo, qué cara tienes ¿qué pasó?

—No preguntes, sólo maneja de regreso —. Se encogió en el asiento. Georg le pasó una soda, la cual tomó con desesperación y luego en el camino le compró una hamburguesa.

El camino de regreso era largo, aún Georg intentaba saber qué le pasaba a su amigo, lo notaba algo ido, y bastante cansado.

—Te peleaste con el nene —Tom frunció el ceño, apretó sus manos en su pantalón y lo miró.

—La arruiné, ¿contento? —Georg no dijo nada, sólo continuó manejando —Le hice daño… fue sin querer, él… él quería dejarme y no quería eso —su voz se entrecortó —creo que lo perdí para siempre, me asusta eso, ¡Joder, odio sentirme así! —Agachó la cabeza y ahí se quedó.

—Ya, no seas pesimista, lo recuperarás, verás que sí.

—No sabes nada… le hice daño, no me perdonará otra vez, él lo dijo, me encaró con un cuchillo, dijo que nunca más…

Georg se quedó pensando en todo aquello, si había sido grave, muy grave, mejor y no le daba esperanzas a su amigo. El resto del camino lo siguieron en silencio.

***

Algunos días habían pasado, ahora Bill había regresado a las consultas con el doctor Müller, esta vez eran diferentes ya que el doctor estaba jubilado, ya no tenía más un consultorio, ahora atendía en casa.

—Eres un buen músico Bill, tienes tanto futuro —le dio una palmadita en la espalda para que se sintiera apoyado, Bill tenía un pañuelo en una de sus manos con las que se secaba las lágrimas, había entrado en una especie de depresión, sentía que no podía volver así al Instituto, ni retomar su vida de antes —nada está perdido, puedes renacer otra vez.

—¿Por qué a mí? ¿Por qué no me puede querer?

—No lo sé, tal vez no sabe como quererte, ¿recuerdas que te expliqué la complejidad del ser humano? —Bill asintió —Hay gente que aprende las cosas de acuerdo a sus experiencias, no siempre actúan como deberían actuar, actúan como se les enseñó a actuar, o de acuerdo a lo que interpretan de las situación.

—Lo que no entiendo es ¿qué hice mal? Él me regaló un estuche para mi violín, me esperaba después de mis clases, preparaba la comida en casa, era atento, ¿por qué se volvió como un monstruo aquella noche? —El doctor se levantó de su asiento y fue por un fólder, tenía ciertas cosas que explicar a Bill. Regresó y volvió a sentarse a su lado, Bill suspirada algo más calmado, pero aún se sentía tan desdichado, no sabía de dónde sacar fuerzas para superar lo vivido. 

—Lo que me preguntas es interesante, tengo algunas cosas que mostrarte hoy, es como un juego, como para explicarte ciertas cosas tuyas y de él para que entiendas por qué existen esas reacciones en él y en ti, ¿quieres saberlo? —Bill asintió y el doctor puso algunas tarjetas escritas con descripciones y algunos dibujos de animales sobre la mesita del centro de su sala. —Vamos a describir características de animales, por su apariencia y por sus actitudes; empezaré yo, seleccionaré uno y luego tú seleccionarás otro ¿de acuerdo? —el doctor tomó la foto de un león y la puso en el medio, luego tomó los cartones de las características y empezó a seleccionar —es salvaje, es agresivo, es depredador, es dominante, es impulsivo, es ¿bonito? ¿Te parece bonito? Tú también puedes participar en ayudarme.

—De acuerdo, me parece bonito y suave.

—Está bien, es bonito, suave, es grande ¿algo más que se te ocurra?

—Creo que es —pestañeó varias veces pensando en esa imagen —es indomable y temible.

—No están esas características aquí, pero lo solucionaremos haciendo nuevos cartoncitos —escribió eso en nuevas tarjetitas y las puso alrededor de la imagen. —Ya está, eso es lo que es nuestro león, así es su naturaleza, ahora tú harás lo mismo, a ver… te tengo dos imágenes aquí, un cervatillo y un conejo, ¿a cuál quieres describir? —sin pensarlo tomó la imagen del cervatillo.

—Este animal —miró luego los cartoncitos con muchas descripciones, empezó a elegir cuales irían para ese animal —Es salvaje, es bonito, tímido, asustadizo, es tierno…

—¿Puede ser presa?

—Sí, es depredado, también es ágil, inteligente, precavido —siguió colocando sus características hasta que quedó lleno el espacio. —Eso es todo, ya está.

—Ahora voy a pedirte que observes a ambos animales con sus características, ¿se relacionan? —Bill pensó, se puso algo nervioso, sabía más o menos a donde quería llegar el doctor con todo eso, así que optó por buscar parecidos.

—Son salvajes ambos, viven en el mismo hábitat.

—Sí, uno es presa del otro.

—Pero conviven juntos, se necesitan.

—Creo que sólo el león necesita del otro para que sea su comida, pero a eso no quería llegar exactamente, te pregunto, ¿por qué son así? 

—Pues no lo sé, es su naturaleza, así Dios los ha creado…

—¿Crees que pueden vivir juntos? —Bill pensó y se incomodó.

—No podrían… se matarían, el león mataría al cervatillo.

—Sí, porque es su naturaleza ser así, aunque se le lime las uñas y se le domestique, no dejará de ser lo que es, y aunque al otro se le enseñe a usar bien sus cuernos y a defenderse, no dejará de ser un cervatillo, y no se romperá la cadena de que uno quiera comer al otro, así son, es su naturaleza ser así. —Bill suspiró, pero estaba algo molesto.

—Son animales doctor, ellos no pueden pero yo sí puedo.

—No se trata de poder o no poder cambiar, se trata de entender tu naturaleza y la de él, aunque en este momento me interesa la tuya. ¿Cuáles son tus debilidades? —Bill suspiró apoyando su espalda en el sofá.

—Son muchas… no puedo dejar de quererle, me gusta como es ese león, me atrae… quisiera que me coma pero que no me mate… —agachó la cabeza algo avergonzado por tener que admitir eso. —No puedo creer que me atraiga a pesar de todo, pero estoy atrapado en él, lo quiero.

—Polos opuestos se atraen, eso es cierto, pero ninguno ha sabido como contener la naturaleza del otro, no se conocen del todo.

—Él era bueno… él era diferente antes de tenerme a mí, lo sé, él tuvo una novia a la que trataba bien ¿por qué conmigo no pudo ser así?

—Quizá esa novia era una leona…

Bill se quedó pensando en eso, quería respuestas y hablando con el doctor no las encontraría, sintió tanta curiosidad por aquella mujer que Tom alguna vez amó, decidió ir a buscarla.

—¿Crees que debas?

—Sí, quiero respuestas, aún tengo tiempo libre… muchas gracias por la explicación de hoy, y por soportar mis cosas, me siento algo avergonzado por todo lo que le dije hoy.

—Descuida, olvidas que es mi trabajo, me gusta escucharte, te espero la próxima vez ¿está bien? Me traes noticias de cómo estás. —Bill asintió y se despidió.

Luego llamó a Andreas para que le diera la dirección de Cindy, él la conocía. Bill manejó nervioso, no quería verla pero sentía que debía escuchar su versión…

Llegó a su casa, una muy hermosa, ya era de noche así que era probable que la encontrara. Tocó el timbre y una persona abrió, un mayordomo.

—¿A quién busca?

—¿Está la señora Cindy? — Ni siquiera sabía su apellido.

—¿De parte de quién?

—De Bill Kaulitz —esperó un momento y luego una sorprendida Cindy salió y lo invitó a pasar.

—No puedo creer que seas tú, has crecido mucho. —Ambos caminaron hacia una pequeña sala —¿A qué se debe tu visita?

—Perdón que te busque en tu casa y que sea así de inesperado… quiero hablar contigo de un tema delicado, es de Tom —Ella le sonrió y le invitó a pasar a su estudio, era una abogada exitosa además de madre de dos niños.

—Bien, ¿qué pasó con él? —Bill se avergonzó, no le contaría sus privacidades, quería que ella le contara su relación con él.

—Quisiera saber… cómo eran ustedes cuando eran pareja. —Ella sonrió y se evocó a aquellos recuerdos.

—Tu pregunta es extraña, eso corresponde a mi pasado, pero bueno, si quieres saberlo te contaré algunas cosas. ¿Exactamente qué deseas saber? —Bill agachó la cabeza, no quería ser directo.

—¿Te quería? —Pero lo fue, sus ganas de saber la verdad lo motivaron.

—Sí, al menos me demostraba eso.

—¿Alguna vez… él alguna vez te hizo daño? —Ella se quedó pensativa.

—Sabía que podía hacerme daño, por eso fui precavida, nunca le di todo de mí, él era un poco extraño, era bastante posesivo —Bill la miraba fijamente, analizando.

—¿Cómo eras precavida?

—Esto parece una entrevista extraña —rió, pero luego se dispuso a contestar —pues mira, sabía que él quería controlarme así que no me dejaba, sólo dormía con él, pero si veía que podía ser violento conmigo o si me presionaría para tenerme a su lado, me iba de su lado, así lo tenía, hasta que él quiso formalizar y no pude más con todo, y lo dejé. —Bill frunció el ceño, él había tomado muy mal de su parte el hecho de haberlo dejado.

—Te aprovechaste de él.

—Bueno, si hablamos sinceramente, sí, me aproveche de él, pero él nunca de mí… ¿No es amable contigo?

—Bueno… tenía dos caras, el Tom amante y el Tom destructor… la verdad no sé por qué te cuento todo esto, sólo quería respuestas a mis preguntas, gracias. —se levantó de la silla y ella con él, lo acompañó a la salida.

—Bill, si quieres un consejo, nunca des todo de ti a alguien que no conoces del todo, sé lo que es amar, y a veces cometemos locuras, pero nunca des todo por recibir tan poco —acarició su rostro con una de sus manos, a él se le hizo un cariño maternal, el odio por ella cesó totalmente. 

—Creo que ya no tengo nada más que darle… siento que le pertenezco.

—Eso era allá, en la cabaña, aquí eres libre, creo que debes pensar en eso.

Así se despidieron, él nunca más la volvería a ver, no tenía sentido hacerlo.

Bill regresó a casa con un mar de sensaciones confusas. Aún así extrañaba a Tom, detestaba extrañarlo pero era lo que sentía. Al llegar a su departamento lo único que haría sería dormir, pero el sonido del timbre lo despertó de ese intento. Fue a la puerta y un hombre de cabello largo yacía afuera, la abrió con algo de temor.

—¿Sí? —preguntó nervioso al ver que el otro tenía un paquete.

—¿Bill Kaulitz? 

—Sí.

—Tiene un recado —Le entregó una caja envuelta en un papel platino.

—¿De parte?

—No lo sé… —el hombre se puso nervioso —sólo tómelo. —Bill sospechó, achinó su visto observando al otro sujeto.

—¿Y algo en dónde firmar? — El otro sujeto no tenía nada —Usted no es de ninguna empresa de regalos. —el otro empezó a mirar a todos lados.

—Bueno joven, es para usted, es un recado.

—Sabe que, dígale que no quiero nada de él —cerró la puerta de un portazo y se adentró a su pieza, sabía que era de Tom, lo intuía.

Georg regresó a su auto con la cajita de chocolates y una carta. Tom lo esperaba en su auto, al verlo regresar con todas las cosas, se molestó mucho.

—Amigo, él no quiere —le entregó la caja la cual Tom tiró por la ventana —¡Joder Tom, pudiste haber compartido!

—No me hables —murmuró molesto…

***

Algunos días después… 

Bill se alistaba para salir, tocaba una cita con el doctor Müller, aún no regresaba al Instituto, aún se sentía inestable. Tomó una taza de café, tomó las llaves de su auto y fue cuando escuchó el timbre de su departamento.

—Mierda —exclamó bajito, fue y la abrió. Frente a él estaba Tom, su corazón dio un brinco y su estómago se encogió —Tom… —sus manos se aferraron a la puerta dispuesta a cerrarla, pero algo se lo impedía. Malditos sentimientos, inspiró aire y miró a Tom, tenía una caja en sus manos, lucía nervioso y algo asustado ante Bill parecía indefenso, eso le partía el corazón, quería abrazarlo y llenarlo de besos, invitarlo a su nido de amor y entregarse a él, todo eso quería… pero no debía, otra vez no.

—Bill… no sé como… —se calló, se mordió el labio y pestañeó nervioso, no sabía cómo emitir una disculpa que sonara verdadera —no dejo de pensar en ti, ni en lo que he perdido al no tenerte… —A Bill se le aguó la vista, otra vez estaba con esa sensación de quererlo pero a la vez detestarlo, qué contradictorio, sus uñas se prendieron a la puerta y prácticamente no respiraba bien, quería romper en llanto, se contenía.

—No pasarás… —le dijo en apenas un susurro, Tom empezó a ponerse nervioso y extendió la caja que llevaba en sus manos, Bill no la quiso mirar pero un movimiento de la caja hizo que él bajara la mirada —Pero… —se sorprendió al ver un gatito de pelaje rojizo durmiendo dentro envuelto en una manta blanca. —¿Qué es esto? —su corazón latía mucho.

—Es un gato, para ti —dijo tímido. Bill tomó la caja y no dejaba de ver al animalito ahí dentro. Sentía que iba a caer, sentía que dejaría entrar a Tom y lo llevaría directo a su habitación, sentía las enormes ganas de hacer eso.

“Un manipulador hace estrategias, él león planea cómo cazar a su presa…” las palabras del doctor llegaron a su mente y sus manos temblaron aún más con la caja.

“Por más gatito que quiera ser, seguirá siendo un león” Pero eso no podía ser verdad, Tom lucía tan calmado y hasta asustado… Bill lo miraba fijamente, podía notar sus temores, estaba tan vulnerable frente a él.

“Te pedirá perdón, ya verás, regresará a casa y todo volverá a estar bien, pero después cuando haya tensión, lo volverá a hacer, está científicamente comprobado” 

—Es… es muy hermoso —Dijo regresando su mirada hacia el animalito —Gracias —Terminó de tomar la caja y luego retrocedió un poco entrando en su casa, no quiso mirar a Tom, le partía el corazón —Adiós… —le dijo y cerró la puerta, se apoyó en ella con la caja en sus brazos tratando de escuchar si Tom seguía ahí al otro lado… sus lágrimas arruinaron su reciente maquillaje. Se quedó ahí algunos minutos hasta que escuchó los pasos de Tom alejarse… 

No estaba seguro de haber hecho lo correcto, caminó hacia su sofá pues el gatito empezó a maullar, lo sacó de la caja y lo cargó en brazos, el animalito intensificó su maullido al verse en un lugar desconocido.

—Oh preciosura… —acariciaba su cabecita tratando de calmarlo. —Mira como llegaste a mis brazos —Besó su pancita, Tom sabía que a él le gustaban los animales.

Fue hacia su cocina y le preparó un plato con leche, el gatito la tomó con buen ánimo, luego, pasando algunos minutos volvió a dormirse en sus brazos. Alistó una camita cerca de la sala y ahí lo dejó reposar.

Salió cauteloso de su departamento, manejó hasta la casa del doctor Müller tenía que contarle mucho…

Llegó y entró a la casa del doctor…



Frenó el auto en aquella casa y vio como Bill saludaba a un hombre mayor y pasaba a ella. Sus manos fijas en el volante se tensaron hasta que sus nudillos quedaron blancos… Bill salía con otro. Sus lágrimas de desesperación bajaban por sus mejillas, ¿qué más hacer para no perderlo? ¿Qué más hacer para recuperarlo, para tenerlo otra vez?

Horas antes, pidió prestado el auto de Georg. Tom estaba trabajando en una mecánica, no le pagaban tan bien, pero él era bueno en eso, lo había aprendido en la cárcel. Compró el gatito con la esperanza de que Bill lo perdonara, pero no había funcionado, así que lo siguió y llegó hasta esa casa extraña en donde vivía aquel hombre…

Por su mente pasaba cada cosa extraña, y lo peor era que sentía que era verdad, que Bill lo engañaba, que no lo quería…

Estaba por cometer una locura, se bajó del auto y caminó hacia esa puerta, sentía la ira recorrerle el cuerpo, sabía que podía cometer alguna cosa mala con quien abriese esa puerta.

La puerta se abrió, el anciano supo reconocer que no se encontraba bien aquel sujeto, que para él era un extraño.

—¡Él es mío! —le gritó para luego lanzarse sobre él…

Oh, Tom clamaba ayuda desde el fondo de su corazón, aunque su mente siempre tramaba y le impulsaba hacia soluciones erróneas… 

Entró a la casa del doctor de una mala manera, estaba fuera de sí. Bill salió junto con la esposa del doctor a quitarle la fiera que tenía encima.

—Tom Trümper, ¿verdad? —preguntó el doctor desde el suelo, tenía el labio roto. Tom lo miró consternado, aún con la ira en sus ojos, miró a Bill luego, éste lloraba desesperado.

Tom se preguntaba ¿por qué siempre causaba daño? Retrocedió un poco y se apoyó en la puerta mientras el doctor se levantaba y Bill temblaba de miedo. Retrocedió otra vez asustado de sí mismo…

Tom está fuera de control... ¿podrá alguien ayudarlo? u_u quién sabe... ¿comentarios? *-* gracias por seguir leyendo<3

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