martes, 6 de enero de 2015

Cautivo - 21

Hola a todos, esta es la continuación de una tercera parte de Cautivo, luego de haberse dado una segunda oportunidad, por lo complejo de la relación, decidí imaginar qué podría venir, pues un "y vivieron felices para siempre", no es nada real en este tipo de relaciones, por eso, creé esta tercera parte que es un poco más corta que la segunda. Le pongo una numeración correlativa pues no quiero confundir más, seguimos la secuencia. Gracias por leer.
Los meses habían pasado entre peleas y reconciliaciones. Todo parecía un espiral de nunca acabar, un círculo vicioso.

—¡Ahh! —Bill despertó en la oscuridad de la noche, estaba agitado y tenía sudor en la frente. 

—¿Qué pasa? —dijo Tom a su lado.

Los dos desnudos luego de una reconciliación, estaban en la cama del departamento que habían comprado hacía poco. La mayor parte del dinero lo había puesto Bill, era un músico exitoso y casi famoso, aunque tenía limitaciones y justamente eso era el centro de las peleas, el “qué puedes hacer y qué no.”

Bill había tenido otro de esos sueños repetitivos de cuando se encontraba en el pozo maloliente de la cabaña y el cuerpo de dolía, luego venía algo muy negro, un monstruo muy fuerte y lo ultrajaba con violencia por detrás, eso lo desesperaba pero a la vez le gustaba, muy en el fondo, encontraba satisfacción por sentir ese tipo de dominio sexual, pero luego, cuando todo era más violento despertaba asustado.

—¿Otra vez sueñas eso? —Incrementaba la culpa de Tom. La última vez que Bill le había contado qué tipo de sueños soñaba al menos una vez por semana Tom había discutido mucho porque era como darse cuenta el daño que había causado—. Estás conmigo, no te violaré más.

—Tom… —Bill evitaba hablar sobre eso, lo ponía incómodo porque era darse cuenta que algo malo pasaba con él.

Él quería creer que todo era perfecto.

—El doctor Müller dijo que debemos hablar. —Tom siempre imponiendo sus ideas a como dé lugar.

—Pero no quiero, el doctor Müller dijo sobre respetar la decisión del otro.

—A la mierda lo que dijo un tercero, estoy cansado de verte así, ¿qué quiere que haga? Anda, dime, ¿quieres que tu maldito secuestrador y violador se aleje de ti de una vez por todas?

—Tom, no empieces.

—Tú empezaste, siempre buscas alguna razón para hacerme sentir menos, pues bien, soy una mierda por todo el daño que te hice. —Se levantó de la cama buscando sus ropas esparcidas por la habitación y trató de no ver las de Bill pues éstas estaban rotas, era una especie de juego sexual el romperle la ropa y hacerle el amor de forma fuerte.

—¡No te vayas! —A Bill le aterraba esa idea, de que lo dejara solo con sus pensamientos cada vez en picada. Pero a Tom le gustaba castigarlo cuando se sentía acorralado y salió de la habitación.

Bill llevó ambas manos al rostro y comenzó a llorar. Tantas personas le habían dicho lo mal que hacía en vivir con un ex presidiario además de que había sido su victimario por dos meses en cautiverio.
*
—¿Cuánto tiempo me tendrás? —preguntó cuando Tom le lavaba la cabeza. Ambos en la tina de la cabaña, desnudos, se bañaban y Bill buscaba sin querer las caricias de Tom, algún contacto que no le asustara.
—¿Cuánto? No sé. —Tom era poco expresivo. Escuchar su voz para Bill significaba mucho.
Casi tres semanas en cautiverio, extrañando a su familia, pero a la vez se había adaptado a esa forma de vida, no le quedaba otra.
Suspiró buscando no alterarse y es que si lo hacía sabía que el Tom malo aparecería y lo haría suyo a la fuerza. Pero algo había en Bill, un monstruo por el cual él se sentía culpable, había pasado algunos días en los cuales él mismo había buscado al Tom malo sólo para sentirlo. Era contradictorio, pero eso pasaba porque sabía que al final haría alguna acción para recompensar el daño.
Bill apartó la mano de Tom que acariciaba su cabeza y nuca. Le daba la espalda y quiso levantarse de la tina—. Déjame —insistió y eso enfureció a Tom.
El violento Tom salió y lo tomó de la cintura para regresarlo con brusquedad a la tina. Bill gritó e hizo todo lo que ya estaba acostumbrado a hacer, buscar su seguridad entre pataletas, insultos y llanto, pero sabía que Tom siempre ganaba.
Tom había aprendido a excitarse con todo eso, hasta le parecía que Bill lo hacía apropósito para buscarlo de esa manera.
Terminó gimiendo sobre Tom, de espalda a él. Tom lo tenía de la cintura y besaba su nuca e incluso le daba pequeños mordiscos. —No te irás… —le susurraba entre jadeos—. Eres mío, Bill, mío. —Bill cerró los ojos y llevó la cabeza hacia atrás haciendo presión hacia abajo para sentir a Tom muy dentro y hasta sonrió con lo que le dijo.
Todo en su mente era contradictorio. Lo que sentía no era correcto a cómo pensaba.
Bill llevó ambas manos hacia los lados de la bañera y se cogió muy fuerte para impulsarse hacia atrás liberándose en un gruñido.
Las manos de Tom, aun en sus caderas, se percataron de los huesos de Bill, estaba adelgazando más que antes, sabía que lo estaba descuidando, eso lograba sólo mortificarlo.
Terminó dentro de él y lo dejó solo en la bañera. Bill suspiraba y luego de que toda la emoción pasara, lágrimas bajaron por sus mejillas y se sintió mal. Tom había salido y eso era desesperante.
Pasados los minutos, Tom entró encontrándolo todavía en el agua, decaído y sin ganas de verlo a los ojos.
—Hum… —Tom buscaba reivindicarse—. Bueno, hay leche con galletas, humm… —podía percatarse que Bill se encontraba mal y eso lo molestaba, pero ya se había desquitado con el mismo Bill, ¿qué más hacer?
Se acercó y arrodilló y sólo se dedicó a observar su bello rostro aunque demacrado. —Pareces un… —calló y eso llamó la atención de Bill quien lo vio de reojo con curiosidad. Tom le sonrió y eso aceleró su corazón.
—¿Qué? —buscaba con la mirada suplicante algún adjetivo que lo sacara de ese estado.
—Al… —Tom no quería decir una ridiculez, pero algo pasaba por su mente cada vez que veía los ojos del aún adolescente Bill.
Bill sacó una mano del agua jabonosa y la llevó hacia parte de su cabello, buscando arreglarse un poco, Tom le iba a decir algo, debía poner de su parte.
—Te pareces a un objeto que tenía cuando era niño. —Eso desconcertó a Bill quien enarcó una ceja, quería explicaciones, Tom siempre había sido raro. Eso de que le parecía un objeto sólo era un indicador más para creerlo loco, Tom actúa como un anormal.
—¿Un objeto? —preguntó preocupado, esta vez no iba a recibir algo bonito de Tom, alguna cosa que hiciera acelerar más su corazón y al menos sonreír en la pesadilla que vivía. Tom asintió y le sonrió—. ¿Es un objeto bonito? —preguntó inseguro. Tom estaba arrodillado a su altura, viendo sus reacciones, las que él quería ver, que Bill se había enamorado a pesar de saber que Tom no era un buen tipo, no tenía que aparentar nada para complacerlo.
—Al señor ciervo. —Bill abrió la boca sorprendido, no sabía nada de quién era el señor siervo o qué cosa era. Tom rió por su emoción—. Justamente, reacciona así cuando está frente al león, ¿lo sabías? Es ingenuo… es… —acarició su mejilla viendo cómo Bill se enrojecía poco a poco—. Es lo contrario del gran león.
—¿Señor ciervo? ¿Gran león? —preguntó curioso y eso sólo hizo reír a Tom quien lo jaló de la bañera y lo alzó en brazos sin importarle mojarse la ropa.
Bill gritó emocionado y al ver la sonrisa de Tom se aferró a su cuerpo, oliéndolo, sólo queriendo estar así, unido a él.
—¿Quieres galletas? —Bill negó con la cabeza aun con los ojos cerrados—. ¿Quieres… quieres que te folle otra vez? —Frunció el ceño y negó frenéticamente—. ¿Quieres…? Vamos, di qué quiere y te lo daré, menos libertad. —Bill abrió los ojos para verlo de cerca y por un momento estaba callado mientras Tom lo sacaba del baño y lo llevaba hacia la habitación.
—Quiero un beso de verdad. —Tom se detuvo ante su exigencia y seguido lo complació dándole un beso suave en sus labios.
*
Bill, sentando en la cama, aun con las luces apagadas, esperaba por Tom, porque regresara y se disculpara, hiciera todo su esfuerzo por decirle cosas lindas o prometerle algo y arreglar con un beso suave de novios. Pero eso no pasaba.
Tom se había cansado, estaba abrumado por el peso de la culpa. Poco a poco, cada vez aumentaba con cada queja que Bill decía; estaba harto, quería respirar y pensó si podría tener el valor de ser él quien se alejara de Bill para que así el sufrimiento de ambos se terminara.
La terapia había funcionado pero no de forma total, aún tenían problemas y eso aumentaba poco a poco, recientemente era muy frecuente.
Tom sabía que la causa era que Bill quería más libertad. Todos miraban con admiración a Bill, todos podían ver lo lindo y hermosa persona que él era, pero cuando veían a Tom, los rumores habían corrido ya y todos sabían quién era él… un psicópata ex presidiario, abusivo, mal hombre, ¿cómo podía estar cerca de Bill? Y por más que Bill le decía que no importaba el resto, que sólo eran ellos dos, que todo era consentido, Tom no podía cambiar esa realidad, él era un daño para Bill, lo quiera o no, lo era.
*
El día era agobiante. Trabajo y más trabajo, Tom siempre le reclamaba por qué tanto, pero Bill se había acostumbrado a esa forma de vida y parte del reconocimiento que no obtenía de Tom lo conseguía de los demás.
Bill era impresionante, alto, bello, de cabello corto, lucía masculino y su delgado cuerpo había cambiado a uno atlético.
Siempre que caminaba, sea cabizbajo, sea como sea, captaba las miradas de medio mundo, Tom siempre odió eso, Bill era como un ángel que resplandecía.
Apenas pudo sonreír al momento de entrar al instituto, no podía sacarse de la mente a Tom y su débil relación. Escuchar los murmullos de la gente a su alrededor sólo causaba incomodidad. Desde ya sabía que era deseado por muchas personas, pero difícil y le daba la oportunidad a alguien.
Se puso a pensar cuando entró a su oficina y se sentó por un momento para tomar aire y dentro de poco dar sus clases en la academia de música. Se tapó el rostro con ambas manos y suspiró pensando en la última conversación que tuvo con su madre la reciente Navidad…
—Hijo, ¿estás bien? Sabes que ese señor no es bienvenido aquí —dijo cuando le abrió la puerta, habían quedado en cenar juntos, toda la familia y sus abuelos habían llegado. Bill venía con su compañía, vivía con Tom hacía meses y su familia lo sabía.
—Mamá… —reclamó, Tom se acercaba muy asustado luego de estacionar bien el auto.
La mirada de la mamá de Bill fue muy fría. Lo recodó con el traje naranja y encadenado, escuchando la sentencia que el juez le impuso luego de leerle cargo por cargo las maldades contra su único hijo.
Tom se quedó frío, parado detrás de Bill, mirando a la señora con cierto temor.
—No entraré si no es con Tom —amenazó y estuvo dispuesto a irse. Pero al final su mamá lo dejó pasar.
Fue la cena Navideña más incómoda de todas. Nadie dijo nada, excepto Simone quien se le acercó cuando Bill estuvo en la chimenea recordando las botitas que de niño ponía con mucha ilusión.
—No te veo feliz —dijo ella preocupada—. Sé que es un capricho, sé que es sólo porque fue el primer en… en hacerte cosas, hacerte creer de la existencia del amor, pero si le das oportunidad a otros, serás feliz. —Bill volteó a verla, no sabía explicarle todo lo que sentía, ¿era amor? No lo sabía, ¿era costumbre? Tampoco lo sabía, ¿qué era? ¿Un amor extraño?
—A su modo me hace feliz —dijo para calmar a su madre—. No es perfecto, mamá, no lo será, pero nos entendemos.
—¿No te das cuenta, Bill? ¡Es tu verdugo! —Bill frunció el ceño.
—Debemos irnos, gracias por la cena. —Simone se impacientó y lo detuvo de la mano.
—Mi hijo merece ser feliz, mereces librarte del pasado, de la tortura, de la cautividad.
Bill salió de la sala y encontró a Tom mirando algunas fotos familiares cerca de su padre, inofensivo, como una persona normal; pero le jaló del brazo para sacarlo de su casa.
Tom salió un poco consternado, pero entendió por qué Bill salía así de apurado, notaba su incomodidad y él también se sintió así. —Nunca lo aceptarán, ¿verdad? Para ellos siempre seré tu secuestrador. —Bill lo miró en el auto y sintió tanta tristeza, no sabía qué decirle. Tom sonrió con sarcasmo—. Bah, de qué me ilusiono, el pasado nunca cambiará, la gente siempre me verá como la peor mierda del mundo.
—No digas eso. —Intentaba encender el auto, calentaba el motor.
—Es que es la verdad, ¿por qué tapar el sol con un dedo? Nunca le caeré bien a nadie que conozcas.
—Pero soy yo el que decide y desde antes decidí estar contigo. —Arrancó el auto y prosiguieron. Tom se quedó pensativo.
—¿Desde la cabaña? ¿Me querías estando en la cabaña? —Estaba un poco sorprendido, él sabía todas las cosas que le había obligado a hacer, la forma en cómo conseguía infundirle miedo para que no se escapara… tantas maldades, de las peores, cada una de ellas las sabía, cada moretón, cada jalón de pelo, cada ultraje.
—Sí —dijo en un susurro, recordando esas veces en la cama de Tom cómo era capaz de pensar en él pese a todo, pese al dolor que sentía en el cuerpo—. Quizá no de una forma correcta, es todo tan confuso, pero sentí algo por ti muy fuerte, te lo dije… —Tom recordó al pequeño Bill, frágil, delgado y maltratado que le dijo que lo quería cuando habían salido al bosque y las hojas de los árboles caían en el otoño, se había empinado y le había dado un beso que lo había consternado.
Todo era muy extraño.
—Soy tan afortunado —dijo Tom sonriendo hacia la nada—. Nunca me dejarás, ¿verdad? —Bill sonrió con las manos en el volante, extrañaba escuchar algo así de Tom.
—Nunca, te amo Tom, nunca te dejaré.
*
Tom manejaba su auto, otro día más que faltaba al trabajo, pero sentía que debía hacer algo por Bill, por él, por la misma sociedad.
El peso en su conciencia no se había ido desde que había sido sentenciado, podía creer que se sentiría un preso, un ex convicto por mucho tiempo y hasta sentía que se lo merecía.
Llegó a la casa de Bill, la misma casita hogareña con el mismo perrito pequeño que al verlo se adentró por la puerta semi abierta, escapando de él. Suspiró hondo unas tres veces, debía calmar su ansiedad como el psiquiatra le había aconsejado antes de cometer alguna locura.
—Pero tú qué haces aquí —salió Simone indignada, había visto a su perrito asustado y decidió salir a ver de quién se trataba.
Tom retrocedió un poco, mordiéndose los labios, mirando a todos lados, Simone se le acercó y le dio una bofetada que lo sorprendió. —Hace tanto quería ser capaz de hacer esto, pedazo de mierda, arruinaste la vida a mi hijo, si no fuera por él hubiera persistido en reabrir el caso y hubieras regresado a podrirte en la cárcel, no sé cómo saliste. —Tom la miró con furia, detestaba mucho sentirse inferior. Tuvo que respirar hondo antes de que se atreviera a regresarle el golpe. Otra vez esos ojos negros como los de Bill menguaron su ira.
—Quiero hablar —apenas dijo.
—¿Qué le hiciste esta vez? ¿Crees que para mí es fácil ver a mi hijo enamorado de alguien tan horrible como tú?
—Quiero… quiero dejarlo. —Simone se sorprendió de eso, no sabía si alegrarse o reclamarle algo, ella sabía lo mucho que Bill lo quería—. Quiero que sea feliz.
—Debiste pensarlo antes y me parece al fin algo bueno de tu parte.
—Usted sabe lo mal que él se pondrá si llega a saberlo. —Simone se cruzó de brazos, ella lo sabía.
—Bien, ¿cuál es tu plan? Yo quiero que te alejes de él.
—Vine a pedirle perdón, sólo eso y me iré.
Simone se sorprendió y abrió la boca queriendo decir algo, se llevó una mano a la frente. —¿Te irás así, sin más? —Tom asintió.
—Quiero su perdón y podré irme en paz, él ya me perdonó.
—Hay cosas que no se pueden perdonar, es algo con lo cual debes aprender a vivir, no hay perdón para tu delito, por arruinarle la vida a mi único hijo. —Tom bajó la cabeza, se había arrepentido de ir a buscarla.
—Si usted no me perdona, regresaré con él —amenazó y Simone se angustió. Para ella no había psicópata más despiadado que Tom, no podía entender qué fue lo que le hizo a su hijo para que éste lo quisiera.
—Te perdono —dijo fría y sin verlo a los ojos—. Ahora, si has pensado irte, espero y sea para siempre porque no deseo ver a mi Bill sufrir esperanzado por tu regreso. —Tom se imaginó eso, imaginó que sería capaz de buscarlo en los peores lugares así como fue capaz de visitarlo en la cárcel.
—¿Y qué hará usted por él? —Simone lo miró consternada—. ¿Qué hará para aliviar ese dolor que sentirá?
—Mi hijo se encaprichó.
—Su hijo me ama, me lo ha demostrado, soy yo el que se ha dado cuenta que ese amor lo está matando y eso me afecta a mí también.
—No sé cómo puede amar a alguien tan despreciable como tú. —Eso mismo pensaba Tom, no entendía cómo Bill lo amaba—. Supongo que lo llevaré a terapia otra vez, haremos algo mi esposo y yo, pero haces bien en pensar en largarte de aquí y no volver más, siempre debió ser así, ¿no crees? ¿Quién en su sano juicio se queda con su victimario luego de tanta tortura? No sé cómo el doctor Müller pudo aconsejarle semejante estupidez a mi hijo, lo llevaré con otro médico.
—El doctor no tiene nada que ver en su decisión, Bill me hubiera buscado así todo el mundo le hubiera dicho que hacía mal.
—Pero ahora hagamos las cosas bien. Vete lejos, vete de una vez y no lo perturbes más, haz algo bueno por tu miserable vida, deja en paz a mi hijo.
Tom no quería escuchar tantas palabras hirientes, pero pensó que era lo que se merecía para entender que debía irse.
No dijo más, dio media vuelta de regreso a su auto y partió sin rumbo.
Tenía en sus bolsillos algo de dinero que había ahorrado en su trabajo, iría a donde le llevara la gasolina.
Había dejado a Bill, sus mascotas y toda su ropa.
*
Bill casi no pudo dar su clase como solía hacerlo, con pasión. Todas sus alumnas lo miraban con devoción, pero notaban lo perdido que él estaba.
Salió del aula con náuseas, algo en su interior no andaba bien, era un extraño presentimiento de que algo malo estaba ocurriendo. Buscó con desesperación su teléfono celular para llamar a Tom, quizá se había calmado, quizá estaba en la casa o en su trabajo, quién sabe, pero necesitaba escuchar al menos su voz.
Se encerró en el baño luego de darles asueto a sus alumnos, necesitaba pedir descanso.
—Tom, si escuchas esto quiero hablar contigo, te necesito… —dejó un mensaje en el teléfono y esperó por varios angustiosos minutos que se dignara en devolverle la llamada.
Se sentía tan mal que sus lágrimas salieron por sí solas, debía ir a buscarlo en la casa, sabía que era extraño que lo le devolviera la llamada, pero mientras eso pensaba su celular sonó con la típica música que había compuesto para él.
—¡Tom! —respondió angustiado.
—Escucha… hum… —Bill palideció, le respondía frío—. No quiero hacerte daño.
—Espera, qué quieres decir, ¿qué daño?
—No te hagas al desentendido, todo es un daño, soy un daño para ti, soy...
—Shh… Tom, lo que sea que estés pensando tiene solución.
—Esto no, esto es… Dios, Bill, estoy cansado. —Bill se tapó la boca, podía intuir que hablaba en serio, lo dejaría, así sin más.
—Te amo Tom, no me dejes, lo prometiste… yo… yo no volveré a soñar cosas malas, ¿es eso? No recordaré ese tiempo, te lo juro, no pensaré en cosas feas.
—No digas esas cosas, no es por eso, es por nosotros, estamos mal…
—Iremos a terapia, juntos, lo arreglaremos, haremos algo juntos para ser felices. —Tom suspiró tantas veces en el teléfono.
—Otra vez dependes de mí y yo… yo te haré daño, estoy cansado de herirte.
—Entonces no me hieras y yo no dependeré de ti. —Bill buscaba soluciones a como dé lugar, quería prometerle tantas cosas con tal que no lo dejara.
—Cuida de Scotty y Casimir, no me los llevé porque no sé a dónde iré. Necesito esto Bill, necesito salir…
—¡Tom!
—No, no llores, no vale la pena.
—¡Si me dejas te juro que…!
—¡No! ¡Bill, no! No vale la pena.
—Tú no sabes lo que siento.
—Lo sé, te juro que lo sé, por eso hago esto…
—Lo haré entonces, y esta vez no habrá ni Andreas ni Cindy para detenerme…
—Piensa lo que haces.
—No tengo nada que pensar, en estos momentos deseo desaparecer. —Tom colgó el teléfono y Bill cayó sentado en el suelo del baño con el corazón roto.
No entendía por qué sentía tanta desesperación, cómo así se había aferrado a Tom de esa forma tan enferma.
Su cabeza le dolía tanto que terminó en la sala de emergencias de un hospital. Todo le daba vueltas, no sabía si se había desmayado, si se había intentado matar, se sentía como fuera de la realidad y que tantas personas lo miraban y sentían pena por él.
—Ya no llores —le dijo una bella enfermera.
—¿Dónde estoy? —abrió los ojos por milésima vez, la luz le empañaba los ojos y le hacía poner muecas de disgusto.
—Tuviste una crisis y te trajeron aquí, te pondré un calmante, no te muevas. —Bill cerró los ojos y más lágrimas descendieron por sus mejillas al recordar la razón de la crisis.
Sintió el hincón de la aguja y luego de eso mucho cansancio. En el fondo deseaba no despertar jamás.
*
Simone estaba sentada en la sala de espera de la clínica. Había muchas jovencitas con los ojos llorosos, eran sus alumnas que no entendían nada de lo que había pasado.
Encontraron a Bill gritando en el baño como si algo muy malo le hubiera estado pasando, lloraba y se desesperaba por… por lanzarse de ese tercer piso al vacío, muchas jovencitas lo cogieron y llamaron a una ambulancia. Cayó desmayado de tanto forcejeo y terminó en la sala de emergencias de una clínica prestigiosa.
Tom acudía a la clínica por un llamado de la misma Simone. “Si te importa, tienes que venir.” Angustiado manejó de regreso a la ciudad.
Entró a la sala y ya era de noche. Simone se puso en pie y se le acercó, sería, inexpresiva y luego le dio otra bofetada. —Te necesita —dijo derrotada.
Entró a la habitación y lo vio, calmado, con los ojos cerrados, pero con unas ojeras y el maquillaje algo corrido. Su pecho se infló y lo oyó suspirar. —Tom… —dijo aun sin abrir sus ojos.
Tom, muy callado, caminó hasta estar a su lado y tocó una de sus manos en la cual tenía una aguja. Bill abrió los ojos y se agitó al verlo. Tom le sonrió comprensivo. —Tampoco puedo vivir sin ti —le dijo y Bill se emocionó—. No sé por qué esto tiene que ser tan complicado, quizá no hay persona en el mundo que nos comprenda.
—No hay… —apenas habló.
—No podré borrar el pasado, Bill.
—No tienes que hacerlo. —Su voz sonaba rasposa—. Aprendí… aprendí a vivir contigo.
Bill quiso irse a casa esa misma noche y Tom se lo llevó. Lo cargó en sus brazos al momento de subirlo al departamento, lo recostó en la cama y le quitó la fina ropa para abrigarlo en las mantas y se sentó a su lado.

Cansado, abatido, durmió sobre el pecho de Tom y volvió a soñar las mismas cosas de siempre, solo que el monstruo de sus sueños, ya no lo ultrajaba, ahora le hacía el amor…
¿Qué les pareció? u_u es triste, ¿verdad? Veremos qué más pasará... difícil podrán cambiar el pasado... ¿comentarios? *.* 

5 comentarios:

  1. Admito que actuaría como Simone por cualquiera de mis hijos!!! ¬¬ Pero aaaaaaaaaaah!-suspiro- El corazón, la mente y el cuerpo de Billy quedaron CAUTIVOS de Tom PARA SIEMPRE!!! Y Tom lo siente SOLO SUYO tmb!!! COMPLICADA Y CONFUSA RELACIÓN PERO JAMAS PERDIDA Y OLVIDADA!!! y ESPERO QUE "SE CUMPLA ESO DE QUE "EL AMOR ES MÁS FUERTE" Espero el próximo capi DamitaRosa cuidate, besitos :) ♥

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  2. El pasado no se podrá cambiar jamás y peor aún creo que en este caso repercutirá por siempre en el futuro que tengas. Están juntos de mala forma, ambos se manipulan u_u pero igual entiendo la desesperación por estar con el otro, lo he vivido y es horrible...
    Hasta el próximo, ojalá todo tenga solución

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  3. No se por qué, pero amo este fic, en lugar de parecerme algo malo y que no debería pasar bajo ninguna circunstancia, siento que es una historia real con un amor fuera de este mundo, no se si sea un indicativo de que tengo problemas mentales, pero me gusta mucho todo lo que pasa, hasta sufro con las partes en que sufren ellos...

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  4. ...¡Jodido mundo! :'( pobre Bill...y también pobre Tom, digo hizo un mal y eso nadie lo cambia. Pero esta arrepentido, ¿por qué no pueden ver eso? Tampoco está bien que no se den cuenta U.u.
    -Sailly:(

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  5. Gracias por sus bellos comentarios, me animan a seguir<3 pobres los dos, es verdad... pero están enfermos u_u

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