martes, 16 de julio de 2013

El Hada Azul - V

x_x se me borró este capítulo, es el cinco, espero poder modificar esto. Los quiero *-*
Algunos días habían pasado tan rápido, Tom se sentía demasiado bien, toda la tristeza y preocupación se había ido gradualmente mientras estaba junto a Bill. Al parecer había descubierto el primer amor, aún no sabía cómo había pasado, pero lo que sentía por Bill cada día crecía un poco más, se hacía intenso.

Lo mismo pasaba con Bill, su todo era Tom y estaba agradecido de la vida por permitirle ser lo que era, su hada azul, su hombre solo de él y para él.

Estaban en el bosque, era una mañana soleada y Bill podía dar algunos pasos ya sin ayuda. Se había acostumbrado a caer y que Tom lo socorriera. Después de tantas caídas y tropezones al fin podía caminar.

—Después de caminar, te toca correr… Sé que podrás hacerlo.

—Quiero intentarlo —Tom le tomaba de la mano y le soltó, Bill caminó un poco más rápido— ahh… quiero, pero creo que…

—Nada de peros, anda, avanza —se alejó de Bill un poco iniciando un nuevo juego—. A que no me atrapas —cada vez caminaba más rápido instando a Bill a ir por él. Así fue, el pelinegro avanzó casi trotando por la motivación de querer ir junto a Tom.

—No huyas —reía nervioso y se impulsó hacia delante pudiendo correr, llegando donde Tom y perdiendo el equilibrio cayó sobre el suelo lleno de hojas. Tom también cayó junto a él, ambos rieron—. Te tengo, Tom.

Le miraba a los ojos. Tom trataba de no aplastarlo, tenía todo su cuerpo sobre Bill, se irguió con la intención de levantarse, pero Bill cerró sus piernas atrapándole entre ellas. Hacía algo de fuerza y Tom vio positivo ejercitarlas de esa manera.

De las risas nerviosas, pasaron a una seriedad extraña, ambos se miraban fijamente, sin decirse nada. Tom estudió cada parte de su bello rostro así de cerca. Se cuestionaba cómo podía sentirse enamorado de un hombre, pero amaba esa sensación en su pecho y vientre, todo eso le hacía sonreír y le llenaba de sensaciones placenteras a cada momento, incluso cuando solo lo pensaba.

Bill suspiraba a cada momento que podía, llevó sus manos hacia las rastas de Tom y las acarició.

—Eres precioso —le dijo Tom y luego acortando la distancia le besó en los labios, tomando su rostro para acariciarle.

No eran de besarse muy seguido, más les gustaba estar juntos, conversar o hacer alguna cosa divertida, algún juego que otra cosa. Pero aquel beso sobre las hojas del bosque fue especial. Poco a poco las manos de Bill se aventuraban a tocarlo un poco más, su espalda, sus costados, su cuello. Lo mismo hacía Tom, dejó de solo tomarle el rostro para meter una de sus manos por debajo de la polera de Bill… Sus manos sobre su piel, jamás se había sentido así de delicioso. Podía sentir los temblores del otro y como ambas respiraciones comenzaban a agitarse y los movimientos de ambos parecían desesperados de algo, de tacto, de más cercanía.

Bill estaba ruborizado hasta las orejas, sentía mucho calor, incluso comenzando a sudar. Mantenía los ojos cerrados y sentía la mano de Tom ascender hasta su pecho, acariciarle ahí, tocando su piel con delicadeza. Aún tenían sus labios juntos, besándose cada vez más, tanto que la lengua de Tom estaba ya dentro de su boca, acariciando la suya en movimientos suaves.

Un gemido pequeño escapó de sus labios y Tom se separó un poco. Lo miró desde su posición, aún entre sus piernas.

—¿Qué somos? —le cuestionó Bill con una mirada acuosa, agitado además de ruborizado.

—¿Qué somos? —se quedó pensando… Era cierto, aún Tom no le había dicho qué eran, que mal de su parte, poco caballero él. Es que apenas tenía catorce años, y aunque no sabía la edad de Bill, al parecer tenía su misma edad, aunque era un poco más alto— Somos… dos almas gemelas —le declaró cerca de sus labios—. Eres mi novio —Bill abrió un poco la boca, se quedó pensando en aquella afirmación.

—Lo soy —le sonrió—, tu novio y tú el mío.

Otro beso más en sus labios. Sensaciones nuevas e intensas mezcladas con entrega y pasión del primer amor. No podían controlar aquella explosión de éxtasis que comenzaban a sentir con cada roce. Al parecer el mundo entero se había enfocado en solo ellos dos. Toda su atención se lo daban el uno al otro.

Pronto ya Tom le remangaba el polo que Bill tenía, uno ancho como los que Tom usaba, es que era de Tom inicialmente. Le besaba la suave piel de su pecho, sentía los temblores de Bill, así como los latidos potentes de su corazón. Bill estiró sus manos hacia atrás y se aferró en algunas plantas, se sentía tan a gusto con cada caricia. Las cosas parecían querer salirse de control y con un jadeo sonoro Bill se removió y tomó el rostro de Tom en sus manos…

—Llévame a… a la casa —apenas dijo. No sabía por qué pedía semejante cosa, pero sentirse algo expuesto en el bosque le incomodaba un poco. Además sabía que había criaturas ahí que quizá le estaban mirando… Sintió vergüenza.

Tom lo miró algo extrañado, intentaba descifrar aquella mirada, no sabía cómo actuar o qué decir. Solo se levantó de sobre él y le extendió una mano, Bill se la tomó y fue alzado, caminando a su lado, aún agitado y algo avergonzado. Todo eran sensaciones nuevas y extrañas. Tom le tomaba de la mano, caminando por entre los árboles, ambos sin decir nada, ambos con cierto apuro extraño y una sensación de intranquilidad.

Al estar frente a su casa, Tom lo miró algo dudoso, Bill solo le siguió. Era apenas la tarde, el cielo se ponía rojo, el sol se estaba yendo. Al entrar a casa, Bianca cocinaba algo despreocupada.

—Oh, llegaron, ¿dónde andaban? —Tom se incomodó un poco.

—En el bosque, jugábamos…

—Recuerda que tienes que hacer tus tareas Tom, además tus padres llamaron, debemos pensar qué le diremos de Bill.

Bianca había permitido que Bill se quedara en casa, si no tenía donde ir, ni vestido, ni comida, no iba a echarlo a la calle, además de que había notado cierta atracción de Tom para con él, eso le había incomodado en su momento, mas ella decidió no meterse en ello, si Tom estaba a gusto, ella también lo estaría, además Bill irradiaba una ternura natural. Pero estaba preocupada por la reacción de los padres de Tom para con ellos.

—Bill se quedará con nosotros, yo hablaré con ellos —Aún le tomaba de la mano, Bianca no podía evitar quitar sus ojos de aquellas manos entrelazadas.

—Ten cuidado, Tom —dijo algo nerviosa y vio como Bill agachaba la cabeza—. Bill, haremos lo posible para que eso pase, eres un buen chico.

Aún faltaba algo para la cena y después de algunas palabras más de Bianca, ambos chicos subieron a la habitación… Lo que había estado pendiente entre ellos pasó a un segundo plano por el mismo nerviosismo de ambos.

Bill se sentó en la cama mientras Tom buscaba su mochila sacando sus cuadernos. Tenía que fingir que aún estudiaba.

—¿Qué has pensado hacer, Tom? —le preguntó mirando como acomodaba sus cuadernos en su pupitre. Vio nerviosismo y preocupación en su novio.

—No tengo la menor idea… Cuando mis padres vengan, me gustaría primero hablar con ellos en privado por si alguna cosa mala me llegara a pasar… Quiero que estés a salvo —hablaba como si eso sería una catástrofe. Es que quizá lo sería. Haber sido expulsado de la escuela por una falta tan grave como robar un examen lo había condenado y sus padres quizá castigarían eso con alguna fuerte sanción.

—Estaré para apoyarte. Dispuesto a… lo que sea Tom, tú me tienes —Tom lo miró y le sonrió un poco. Eso era cierto, sabía que le tenía, que era su soporte, la única persona que sabía de él y le conocía casi completamente, desde que era un bebé.

—Gracias.

No había tareas que hacer, no había nada más que estar con él en ese momento, aunque Bianca estuviese abajo, Tom se le acercó necesitado de un abrazo, de sentirse confortado y querido. Aún la culpa de su error le carcomía por dentro cada que pensaba que debía dar la cara al mundo y enfrentar lo que había hecho, hablar con sus papás sería como asistir a un interrogatorio en una cárcel.

Pero Bill le abrió sus brazos y lo acogió en su cuerpo, le besó la mejilla y Tom avanzó más, recostando a Bill, estando sobre él, aspirando su aire, se sentía cálido y seguro ahí, junto al ser que sabía toda su vida. Le besó en los labios, quería que los minutos se hicieran eternos. Bill lo abrazaba con sus brazos y piernas, correspondía a su beso y poco a poco la intensidad volvió a subir. Era algo de la cual difícil era escapar, todo se hacía más caliente.

Con movimientos que salían de sus cuerpos, cada uno jadeaba en los labios del otro.

—Para, Tom… para —apenas dijo Bill. Algo pasaba con su entrepierna que comenzó a asustarle.

—¿Estás bien? —¿cómo responderle semejante cosa? Bill prefirió ponerse de costado cerrando sus piernas y poniendo ambas manos ahí entre ellas— Oh, es eso —Tom le sonrió y Bill le miró de reojo—. Estoy igual… —Bill bajó la mirada, mirándole ahí entre las piernas aquel bulto que ya había sentido mientras Tom estaba sobre él. Bill no supo qué decir, se mordió el labio, y Tom tomó con cuidado una de sus piernas sintiendo que Bill se dejaba, la abrió lentamente y otra vez entró entre ellas, puso ambas manos a los lados de la cabeza de Bill e hizo presión entre sus cuerpos viendo como Bill abría la boca y cerraba los ojos aferrando sus manos a sus hombros.

—Tom… —jadeó incapaz de hacer otra cosa. Un vaivén entre ellos dos se formó.

Con las mejillas calientes y los labios húmedos, Bill se entregaba a Tom en ese momento especial. La ropa comenzaba a hacerse muy incómoda, rasposa y apretada en algunas zonas. Tom también notó eso. Así que él fue el primero en quitarse la camiseta y luego hacerlo con Bill quien no se quejó, todo lo contrario, sentía que debía hacerlo. 

Al momento de que Tom, con manos temblorosas e impacientes, le bajara el pantalón, Bill tomó sus manos, estaba nervioso y aunque no sentía mucha vergüenza por mostrarse desnudo, no sabía lo que sería tener a Tom tan cerca de su cuerpo, y esa sensación lo tenía al borde de algo. Tom le miró a los ojos y Bill le soltó las manos lentamente, dándole a entender que él quería que Tom le quitase todo.

Quedó sin sus pantalones y con mucho cariño, quedó totalmente desnudo frente a Tom. Éste se detuvo un momento, estaba demasiado nervioso y casi ni podía desabrocharse sus propios pantalones ante la vista que sus ojos le daban, algo así de sensual jamás había visto, sentido o experimentado.

Bill sorpresivamente rió ante esa escena frente a sus ojos y aquella risita llena de suspiros le llenó de ánimos.

Se quitó sus anchos pantalones y ahora Bill cerró sus ojos dándole “privacidad” para que se quitara lo que faltaba. Aún en su mente no podía entrar lo que estaban a punto de hacer, si es que harían algo realmente, no podía espectar algo ni imaginarlo. Pero Tom sí, y eso lo llenó de una especie de angustia placentera, algo desbordante e incontrolable.

Decidió besarlo, se inclinó sobre él y ambos sintieron el contacto de sus pieles al desnudo. Ruborizados y excitados, desesperados y jadeantes, ninguno predecía qué podría pasar. Las ganas de sentirse se hacían presentes en ambos chicos. Y en medio de los movimientos, Tom entre las piernas de Bill, alzándolo un poco con ambas manos sobre su cadera, se precipitó en él, quiso hundirse, estar en Bill quien sorprendido, retrocedió sintiendo un ardor doloroso.

—Duele… para, para —se quejó con una pequeña voz. Tom paró y puso su frente sobre la suya, ya ambos sudaban mucho—. No entrará —le dijo en un susurro.

—Sí… sé que sí —Bill se removió algo avergonzado.

—¿Cómo sabes algo así? —Tom le sonrió desde su posición, le comenzaba a dar besos en su mejilla y mentón.

—Son cosas que se saben… —No tenía ni un poco de práctica en ello, solo sabía que así debía ser.

Intentó un par de veces viendo como el rostro de Bill se contraía en muecas de dolor y sus uñas le rasguñaban los hombros. Y desistió.

—Lo siento —dijo Bill, totalmente agitado, excitado, pero a la vez frustrado—, no entrará ahí… —Tom entendió que quizá no.

Bill se quedó pensando, aún Tom se frotaba en esa zona de su cuerpo. Y recordó algunas veces que lo había visto tocarse entre las piernas y lo mucho que le había gustado eso. Le sonrió y Tom alzó una ceja. Una mano de Bill bajó por su vientre con tanta timidez, le tocó ahí entre las piernas y Tom gimió ante ello, sorprendido por el atrevimiento de Bill.

Muchas caricias íntimas, Tom hizo lo mismo con Bill. Y luego de que con sus movimientos alcanzaran el clímax de todo, ambos gruñeron y se vinieron en sus manos.

Se abrazaron impresionados de lo intenso que eso había sido. Se besaron y se sintieron flotar en aquella cama. Tom le acariciaba parte de su cadera y Bill tenía una de sus manos en sus rastas. Reían bajito y suspiraban calmando su anterior estado de éxtasis.

Cayeron dormidos, abrazados aún desnudos, se habían cansado.

Luego de algunas horas llamaron a su puerta. Tom se agitó y se sentó en la cama.

—Hijo, abre la puerta —llamaba su mamá.

Se puso nervioso y a su costado, su Bill abrió los ojos—. Bill, debemos vestirnos, mis papás están aquí —estaba nervioso y eso contagió a Bill— ¡En un momento! —gritó. Felizmente había puesto el seguro en la puerta.

Sentía que debía ocultar a Bill, aunque no estaba seguro, puesto que de seguro su madrina les había dicho que tenía a alguien en la habitación, no sabía cómo tomarían eso sus padres.

Terminaron de vestirse, aún se sentían pegajosos, pero no había otra cosa que abrir la puerta. Armaron la cama tan rápido como pudieron y luego Tom miró a Bill un poco preocupado.

—No quiero ocultarles de ti… Creo que te los presentaré ahora, ¿está bien eso? —Bill pestañeó un poco y asintió, no tenía salida.

Abrió la puerta y su mamá le sonrió algo emocionada. Tom la abrazó y luego los ojos de la rubia mujer se posaron en los del nuevo jovencito que estaba parado dentro de la habitación.

—Mamá, él es Bill, mi mejor amigo, no sé si Bianca te ha dicho de él —Simone, madre de Tom, le miró de pies a cabeza, se percató que tenía la ropa de Tom puesta.

—Hola —saludó ella—, Me llamo Simone —extendió una mano y Bill le saludó, era la primera vez que saludaba a alguien así—. Y sí, ni bien entramos Bianca nos explicó que estudiabas arriba con un amigo.

No sospechas, no pasaba nada malo. Tom pudo suspirar aliviado. Salieron del cuarto y bajaron, Tom trataba de estar al lado de Bill, de no aislarlo y de que no se llevara una mala impresión de sus padres. Abajo estaba Jörg, lucía serio y algo fastidiado por encontrar a alguien viviendo en su casa. Bianca le había dicho que aquel niño no tenía donde ir, y por eso había permitido que esté con Tom, pero el señor Kaulitz no entendía, no quería extraños en casa.

Tom se lo presentó y era claro que no le simpatizaba. Pero no dijo nada, era la hora de la cena y todos se sentaron en la mesa. Tom esperaba que, luego de cenar, pudiera hablar con sus padres sobre Bill, pedirles que se quedara en casa, que si averiguaban de él se darían cuenta de que era alguien solo en el mundo. Tom quería convencerlos de que lo adoptaran… Ese era su plan.

Pero luego de cenar, sus padres no quisieron conversar. Hablarían mañana en la mañana con él, primero discutirían cosas en privado.

Otra noche más en donde Tom soñó pesadillas, algo había en sus sueños que no le dejaba en paz, y Bill fue con él, haciendo silencio se acurrucó a su lado y como estaban sus padres en casa, Tom se limitó a dormir a su lado, abrazándolo.

—Tranquilo… —le susurró Bill— Nada malo pasará Tom, todo saldrá bien, ya lo verás.

A la mañana siguiente, era un sábado, Tom pidió a Bill regresar a su habitación. Nadie se dio cuenta, pero no sabía cuánto más podía ocultar eso.

Abajo en la hora del desayuno, Jörg no estaba en casa.

—¿Dónde fue mi papá? —preguntó Tom algo calmado. Simone le vio.

—A la escuela, quiere recoger tu reporte de notas, es que saldremos de viaje otra vez, quiere pagar tu mensualidad y ver qué tal vas.



Tom sintió como si su ser caía a un enorme hoyo negro. Estaba más que perdido, estaba jodido.

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