miércoles, 10 de julio de 2013

Rebelde - 6

Lamento tardar tanto con este fic e_e no volverá a pasar. Los he extrañado mucho, pero estoy de vuelta *-*
Cuando Bill tenía catorce años, y sus padres habían muerto. Él salía mucho de casa en busca de alguna distracción que le hiciera olvidar su patética vida.

Hubo un día que él no lo recuerda muy bien. Solo recuerda pequeños fragmentos y lo doloroso que fue en muchos sentidos.

Junto a Gustav, entró a una fiesta y la pasó muy bien. Tragos iban, cigarros venían. Amigas locas bailaban sin sujetador sobre una mesa. Una fiesta loca, y luego se encontraba en una casa, junto a Gustav también.

Era la casa de Jimmy, un… un don nadie de más de veinte de edad. Tenía una barba áspera. Bill se preguntaba por qué mierda no se afeitaba, quizá se vería algo atractivo, o estéticamente, agradable, con esa barba parecía un mendigo o un cualquiera, es que así era Jimmy.

Él no puede recordar cómo terminó en una de las habitaciones de aquella casa. No podía ver en la oscuridad de la habitación a su acompañante. Sabía que alguien más estaba con él, sobre la cama.

Pero Bill se sintió tan frágil en aquel momento. No sabía que sería su primera vez. Solo se removía en la cama desesperado por liberarse del otro. Pero no tenía fuerzas.



“Déjeme en paz” pedía amable… podía sentir que era alguien mayor que él. Y sintió la barba áspera. Luego olvido lo que ocurrió. Su recuerdo regresó en cuando sentía algo muy doloroso en su trasero. Estaba boca abajo y sentía que se asfixiaba en la almohada, la mordía para soportar el dolor. Algo en él entraba y salía tan rápido moviendo la cama de una manera que lo asustó. Y luego no recordó nada más.

Sus recuerdos van de cuando estaba en la tina de su baño, solo. Sin Tom, sin ningún amigo. Sin nadie. No podía hablar, sentía que había vivido una pesadilla y se sentía asqueroso.

Luego de aquello, la percepción del sexo y de la vida, cambió… Él no debía ser un jodido maricón del cual cada quien querría aprovecharse. Él debía ser quien se aprovechara de otros. Y solo se acostaba con quienes él podía sentirse ‘superior’. Tom estaba fuera de esa lista. Pero se aprovecharía de él si tuviera una oportunidad.

Y ahora volvía a sentirse una víctima sobre una cama. Eso lograba enfurecerlo. Pero tenía un plan. Y haría todo lo posible para mantenerse lucidez como sea, debía ser ágil.

Arrodillado en aquella cama, podía escuchar sus propios latidos, poco a poco la adrenalina llegó en cuanto David le mostró su enorme pene para que lo ensalivara.

Bill cerró los ojos, y se concentró en ello. Acarició con sus labios la punta del miembro del otro, luego abrió los ojos mirando hacia arriba a David. Su vista estaba borrosa, eso lo angustió un poco. Pero pudo distinguir como el otro cerraba los ojos. Debía apurarse. Divisó a su alrededor… Una puerta de salida… Luego miró a un lado de la cama, sus calzoncillos, los tomó disimuladamente mientras dejaba que el otro le penetrara la boca lentamente.

Aún no sabía si tenía fuerzas o no… Pero lo hizo. Con sus filudos dientes, le dio una fuerte mordida que sintió como le provocaba una herida ahí…

El hombre dio un grito desgarrador y se encogió en la cama, incapaz de poder hacer algo, inmovilizado por el dolor espantoso.

Bill aprovechó eso y cayó de la cama, comenzando a arrastrarse por el suelo. Intentó ponerse en pie, cayendo muchas veces al piso en donde se puso su ropa interior.

Debía salir de ahí… Un pasillo con muchas puertas. Siguió corriendo, cayendo y levantándose. Luego un patio en donde la noche lo azotó así… desnudo solo con calzoncillos.

Una puerta de salida cerrada. Se sintió morir. El hombre podría ir tras él pronto y quizás se vengaría de muy malas maneras…

Se agitó y casi lloró al sentir su cuerpo tan débil y su poca concentración para idear cómo salir de ahí.

***

Tom intentaba llamar a Bill por milésima vez. Su celular estaba encendido, podía escuchar las timbradas, pero simplemente éste no contestaba.

—¡Joder, Bill! —dijo tirando el teléfono lejos de él. Bill no contestaba y eso era mala señal. Su reloj daba las tres de la mañana.

Casi no pudo dormir. Estuvo en su cama removiéndose ahí, pensando y pensando en todo lo que había pasado… ¿Él le gustaba a su hermano? ¿Cómo puede ser eso posible? Pero luego frunció el ceño al ser conciente de lo inconciente que era Bill. De seguro lo tomaba todo a broma, a juego, solo quería provocarle y luego le dejaría, o simplemente lo tomaría como un pasatiempo sexual.

Tom se sentó en la cama, pensando. Debía idear un plan con urgencia, alguna forma de hacerle ver a Bill que él lo quería, no como un pasatiempo sexual… Y aún dudaba en qué nivel podía quererlo, pero quería mantenerlo a su lado, y que pudiera dejar la vida loca, establecerse, madurar y ser un jovencito de bien. Eso quería para con él.

La mañana llegó… Y bajó a preparar la comida. Esperaría por Bill, pero algo en su interior le llenaba de angustia. No tenía esa calma ni certeza de que su hermano se encontrara bien, y no había forma de poder ayudarlo.

Respiró hondo, sintiéndose mejor, estaba sanando. Solo le fastidiaba ese yeso que tenía en uno de sus brazos. Sin esa cosa, estaba seguro que estaría trabajando en la cafetería.

Las horas pasaron… Él se aburrida y angustiaba de no saber de Bill. Casi ya eran las doce del medio día.

Y el teléfono de casa sonó. Fue rápido a responder.

—¿Con Tom? —habló una voz masculina.

—Sí, él habla.

—Su hermano está aquí conmigo, dígame si es él —a Tom se le encogió el estómago de nervios.

—¡Bill! —gritó en la línea y luego se escuchó el susurrar de una voz.

—Tom… soy yo, ven a recogerme por favor, por favor, lo siento —hablaba en susurros angustiosos. Tom se desesperó.

—¿Dónde estás?, claro que voy.

—Tráeme ropa —musitó—, te paso con el señor…

La otra voz otra vez sonó en el teléfono, le dio su dirección de casa. A casi una hora de donde vivía Tom.

Tom salió de la casa, con una bolsa de ropa para Bill, ¿qué había pasado? Estaba angustiado.

Se subió a su auto, y tuvo que manejar a una gasolinera para cargar combustible. Los euros salían de su bolsillo, pero no le importaba, debía sacar a su hermano de donde sea que se encontrara.

Llegó a una zona media lujosa, y buscó la dirección que tenía anotada en un papel. Los minutos pasaban y pasaban, ya eran las dos de la tarde y al fin llegó a una linda mansión pintada de color blanca.

Se bajó del auto y casi corrió con una mochila en su hombro. Tocó la puerta y un señor con traje le abrió.

—Dis-disculpe… yo… Me llamaron aquí para recoger a mi hermano —el hombre lo miró de pies a cabeza y lo dejó pasar.

—Un momento, tome asiento —se sentó en un living, impaciente por ver a su hermano.

Salió un señor que llevaba del brazo a Bill envuelto en una toalla blanca, con la cabeza agachada, no quería darle la cara a Tom.

—No sé en qué anda su hermano, es menor de edad —le habló un señor de edad ya avanzada—. Cayó a mi jardín esta mañana, estaba drogado y desnudo, y mire —codeó a Bill y éste alzó la cabeza, un enorme moretón estaba en su ojo.

—¡Bill! —Tom fue con él, sosteniéndole de un brazo, Bill debilitado se apoyó en su pecho, sentía que podía caer.

—No le hable —dijo el anciano—, responde incoherencias, a las justas me dio su teléfono en cuanto quise llamar a la policía, como lo vi tan chico e indefenso, decidí llamarlo a usted —Tom estaba en shock, las manos de Bill se aferraron en su pecho, se notaba que quería salir de ahí.

Debajo de la toalla, se escondían muchos moretones en todo su frágil cuerpo.

—Y además está todo golpeado… no sé de dónde apareció, no me da respuestas coherentes, será mejor que lo lleve a un hospital.

—Gracias señor, por llamarme y por no botar a mi hermano de su casa —dijo con los ojos brillantes de emoción, abrazando a Bill, lo cargaría hacia el auto si le fuera posible—. Le devolveré su toalla.

—No, descuida. Anda, llévatelo, y será mejor que lo vigiles… es tan niño como para andar drogándose.

Bill tuvo suerte…

Horas antes, David lo encontró en su jardín, tenía un bate de béisbol en sus manos, y con éste le propició la paliza de su vida por casi mutilar sus partes íntimas.

Bill corría, gritaba, trataba de liberarse, y en una enramada en aquel jardín, trepó la pared así, semi desnudo y cayó en otro jardín… trató de escapar de ahí, pero el mayordomo lo vio, quiso llamar a la policía, pero el dueño de esa mansión logró verlo. Con el cuerpo amoratado, gritando de frío y escupiendo sangre en la casi media mañana. Alzó su teléfono para llamar a la policía, pero Bill se le arrodilló suplicándole que no lo hiciera. Los ojos de llanto del pequeño lograron convencerlo de no hacer aquello.

Luego lo interrogó recibiendo respuestas incoherentes de todo. Hasta que lo amenazó con llamar a un centro de salud mental, Bill reaccionó y le dio el teléfono de su casa, y así fue como Tom llegó…

Con el brazo enyesado que tenía, no podía cargarlo en sus brazos, pero aún así, abrazó a su hermano y salieron de esa casa.

Entraron al auto en silencio. Tom le pasó la mochila con sus ropas para que Bill se vistiera en el camino. Y luego le pasó una botella de agua, Bill la bebió con desesperación.

Arrancó el auto con una mano en el volante, manejando con el ceño fruncido de la molestia.

—¿Me dirás dónde estuviste? —Bill lo miró y agachó la cabeza ocultando el feo moretón que tenía en su ojo— ¡Te hice una pregunta! ¡Ahora debes responder!

—No te lo diré… —susurró.

—¿Qué pasa con tu voz? —Bill tampoco lo sabía, al parecer había gritado tanto que su garganta quedó así, sin voz.

—No sé… —susurró.

—Pequeño insolente… Habrá consecuencias, mucha tolerancia de mi parte, ¡No saldrás más! ¡¿Me oyes?! —Bill no dijo nada, no tenía la fuerza suficiente para enfrentarlo, quería tomar un baño y con urgencia.

Una hora manejando, y Bill a su lado se durmió. De rato en rato, despertaba un poco agitado, bebía agua, y volvía a dormir…

Tom estacionó su auto en la casa, y despertó a Bill de una palmadita en su mejilla. Éste abrió los ojos y pesadamente bajó del auto.

Tom tomó su brazo, ayudándole por si se caía en el suelo producto de su falta de equilibrio.

Adentro, Bill se sintió aliviado… estaba en casa y ahí nada malo podría pasarle. Quiso subir las escaleras, pero Tom lo detuvo poniéndose frente a él, encarándole.

—No saldrás, ¿entiendes? Si fui hasta allá para traerte aquí es porque ahora estás bajo mi autoridad, y no permitiré que salgas, si vas afuera prácticamente a matarte —Bill se cruzó de brazos y tuvo la osadía de sonreírle cínicamente.

Pero no dijo nada… No tenía la fuerza suficiente. Tom lo dejó ir, y allá arriba, Bill volvió a desnudarse y se metió en la tina de agua tibia. Ahí se quedó refregando su cuerpo adolorido por horas prácticamente.

Tom le tocó la puerta dos veces, y en la tercera vez, entró abriendo la puerta con la llave de emergencias que tenían.

Bill estaba sentado en la tina, con el agua hasta su cuello. Estaba durmiendo ahí. Tom sintió algo extraño en su interior, pudo ver el rostro compungido de su hermano, esa tristeza aparente y esos moretones que tenía por distintas partes de su cuerpo… Esperaba que no sea nada serio, igual en casa tenían un botiquín, con cremas para hematomas y pastillas calmantes.

Extendió una mano hacia su rostro y le acarició. Bill despertó asustado y dio un grito, resbalando su trasero en la bañera y hundiéndose en el agua para luego desesperado, impulsarse hacia arriba gritando otra vez. Tom rió un poco, y Bill al percatarse que era el, le lanzó agua con sus manos.

—Ya… Bill, lo lamento, tardaste casi… creo que tres horas en bañarte, tuve que entrar —Y Bill sintió vergüenza después de mucho. Sus mejillas se colorearon de rojo intenso al sentirse tan desnudo frente a Tom que tenía esa sonrisa amable en su bello rostro.

—¡Sal de aquí! —gritó desesperado, intentando cubrirse todo. Tom rió otra vez más fuerte, levantándose de ahí, caminando hacia la puerta.

—Pero si ya me mostraste todo ayer, ¿no recuerdas? —el jabón estaba a un lado de la bañera y terminó en el estómago de Tom—. ¡auch! —se quejó—. Ya, ya, me voy… abajo está la cena, te espero.

Y la puerta se cerró.

Su cuerpo parecía arrugado como el de un anciano, o una pasa blanca, eso lo molestó mucho, se había quedado ahí dormido en la bañera. Pero se sentía más fuerte y sobretodo tenía mucha hambre. Los efectos de esa droga extraña estaban pasando y poco a poco era conciente de él mismo.

Salió de ahí y se vistió, arregló su cabello para que parte de éste tapara el moretón que tenía en uno de sus ojos… esperaba sanar pronto.

Bajó con un pijama ligero puesta en su cuerpo, caminaba lento pues aún sentía su cuerpo adolorido. Y abajo, sobre la mesa, estaba una sopa caliente puesta en su lugar. Se sentó y Tom le siguió.

—Sopa de leche, como te gusta —le sonrió y Bill suspiró, tomando de la sopa con tranquilidad.

—Le pusiste trozos de queso…

—Sí, te gusta también—Bill sonrió y suspiró.

—Haces todo lo que me gusta a mí… ¿qué hay de ti? —Tom se encogió, él no pensaba mucho en él últimamente. Solo se centraba en Bill.

Tom no dijo nada y Bill no lo molestó más. Estaba cansado aunque los efectos de la droga estaban pasando, no tenía las ganas de al día siguiente ir a la escuela, además vería a Georg ahí, y casi por su culpa le pasó algo peor…

Subió a su cuarto sin decir nada a Tom. Éste, con una sola mano, se las ideaba para lavar los platos.

Allá arriba, tomó su libreta y empezó a dibujar algo… unas sombras grandes y negras envolviendo a un pequeño hámster, arrugó la hoja e hizo otro… Dos pequeños hámsters tomados de las manitas y a uno de ellos, al mayor, le puso rastas. Comenzó a reírse de su dibujo tanto que desistió de hacer otro.

—Hago puras mariconadas… debo pensar en hacer algo… —se sintió mal otra vez, esa ansiedad fastidiosa, esas ganas de escapar y morirse regresaron.

Quería decírselo a Tom y que Tom le detuviera a la fuerza haciéndole quedar en casa, que le gritara un par de veces, algo emocionante, alguna cosa en la cual dejara de sentirse como estaba… como si no le importara a nadie.

Salió de su cuarto con la respiración algo agitada y fue al cuarto de Tom… él no estaba. Frunció el ceño y con su pijama, caminó por el pasillo hasta las escaleras en donde se detuvo escuchando una voz allá abajo, una que no era la de Tom precisamente… Se asomó por la escalera y vio un rubio vestido elegantemente, con camisa blanca y pantalón de tela, zapatos muy brillosos y había un maletín en el suelo.

—El estúpido de Andreas… —habló en un susurro para él mismo. No lo creía, Andreas estaba en casa, el amigo de la infancia de Tom, el que siempre los terminaba separando de algún modo.

Tom estaba sentado junto a él, contándole cosas. Agudizó sus oídos.

—De verdad Tom, cuentas conmigo para lo que quieras… Soy incondicional, tomaría un avión así estuviera en la China solo por verte, y esto lo ameritaba —Bill frunció el ceño escuchando eso, qué se creía ese rubio desabrido para ofrecerse así a Tom.

—Gracias Andreas… No sabes lo mucho que esto me emociona —rió algo nervioso—. Que hayas venido desde Suiza, dejando tu congreso…

—No fue difícil. Y mira cómo te encuentro… Todo por el inmaduro de tu hermano; sabes Tom, existen centros de ayuda, albergues, casas en donde reforman a adolescentes rebeldes, es más, yo te ayudaría con el costo —Tom abrió los ojos como encontrando una solución. En cambio Bill, a él se le formó un nudo en la garganta de pura rabia.

Pero luego de pensarlo segundos, Tom vio que no era la forma—. Gracias Andreas, en verdad, pero… es mi Bill, ¿sabes? —Bill abrió sus ojos acuosos de lágrimas ante esas palabras—. Es mío, no es solo mi hermanito rebelde el cual me tiene así sin trabajo y en estas condiciones. El día que mis padres murieron, ese mismo día juré hacerme cargo de él. Sería mi única familia y es lo que es… Si lo pondría en esos centros de ayuda, sería como deshacerme de él como si no me perteneciera su vida… Y él me pertenece hasta que tenga su mayoría de edad, estoy a cargo.

Bill se sentó en las escaleras, mirando la escena desde ahí arriba. Sintió odio por Andreas, y sintió lo contrario por Tom. Suspiró escuchándole.

—Bueno, igual es una propuesta —habló Andreas—. Quiero que te mejores… no quiero verte cada vez peor, menos por ese niño loco. Hay personas que a las malas deben aprender a vivir. Una de esas personas es Bill, no siempre estarás para salvarlo, ya estuviste en peligro de muerte por él, eso es demasiado… —Bill tenía ganas de bajar y molerlo a golpes, teñirle la camisa blanca de sangre por hablar de algo que no tenía idea, como si le conociera, o como si supiera los problemas de la vida.

—Haría mucho por él… —Hubo un silencio entre los dos. Bill suspiró algo emocionado, estar espiando nunca había sido tan divertido. Hasta que vio a Andreas acercarse mucho a Tom. Le tomó el brazo enyesado y sacó una pluma negra de su bolsillo—. ¿Qué haces?

—Pinto tu yeso —Andreas sonrió dulcemente y escribió algo ahí—. Esto está tan blanco Tom, no va contigo.

Tom rió algo emocionado. Bill se preguntó desde su posición si Tom alguna vez había reído así con él… No halló un recuerdo cercano y se sintió morir.

Andreas parecía querer a Tom y eso enfureció mucho a Bill. El rubio platinado, vestido tan pulcramente, se acercó a su hermano tanto que le besó la mejilla. Tom rió otra vez, sonando nervioso.

—Te quiero Tomi, extraño mucho lo que vivimos…

—Andreas… Si todo fuera diferente, créeme que aún estaríamos juntos —suspiró y el otro le besó en los labios.

Aquel sonido pegajoso lo sacó de sí.

—¡Grr! —gruñó tan fuerte desde las escaleras, bajando como un perro rabioso. Andreas volteó a verlo, todo desencajado, con un moretón en el ojo y con los ojos rojos de la ira—. ¡Aléjate de mi hermano, rata! —la voz le salió rasposa, aún no la recuperaba.

—¡Bill! —gritó Tom poniéndose en pie para calmar a su hermano.

—¡Largo hijo de puta! ¡Largo de mi casa! —Andreas estaba más pálido de lo que era su blanca piel. Tom se puso en medio de los dos alejando a su hermano de que pudiera cometer una locura.

—Será mejor que te calmes —le dijo Tom—. No puedes tratarlo así, ¿me oyes? Ahora su…

—¡Arrhh! —Con la furia in contenida, pasó de Tom, tomó a Andreas y lo arrastró hacia la salida en medio de gritos e insultos.

Como pudo abrió la puerta, lanzó a Andreas a la calle y volvió a cerrarla. Empujó a Tom de su lado, fue al mueble de la sala, tomó la maleta del rubio, volvió velozmente hacia la puerta, la abrió y lanzó la maleta.

Y cuando cerró la puerta, se giró sobre sus talones, encarando a Tom, avanzó hacia él, y tomando su chaqueta le miró fijamente a los ojos…

—¡Tú eres mío! —Gritó Bill. Tom lo miraba con el corazón latiéndole a mil… y asintió.
Tom asintió, qué significará :D
Comentarios, sugerencias y críticas son bienvenidas, gracias por leer~

4 comentarios:

  1. *-* que geniall adsadsads amo como escribes *-* sigue así C:
    beshos *3*

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  2. Más intrigada no pude quedar... Necesito, casi como el aire, necesito leer más de este fic... Por favooor Pink, actualiza pronto este... Por favor :c

    cuidate! Besos!
    Criis.

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  3. Que Tom también cree que Bill le pertenece :D

    Atte. Lily V.

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  4. NUNCA pensé en sentir tanta RABIA por el Bill que haz creado!!! La angustia y desesperación que hace sentir a Thomas por su comportamiento descontrolado por las drogas y el alcohol junto a Geo ( a quien ODIO por ser su complice) LO HACE MERECEDOR DE ESOS GOLPES EN SU CUERPECITO(aunque imaginarmelo me hace :'c ) Y su arranque de furia sacando a empujones al amigo de su hno al escucharlo querer DESHACERSE de él y viendolo dar un beso a Thomas! De qué manera le demostrara a Thomas QUE ES SOLO SUYO??? :O Actualiza en cuanto puedas bonita!! Cuidate muchooo TQM :) ♥

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