miércoles, 10 de septiembre de 2014

Cautivo - 13

Hola a todos, aquí traigo un capítulo más de esta triste historia. Espero no tardar más y subir pronto los capítulos nuevos. Gracias por leer *-*~
Pasaban los días en esa fría celda. Lo que más le molestaba a él era no poder ver el cielo. No había una ventana ahí dentro y los paseos en el patio eran de media hora por día. El resto de las horas estaban en lugares designados. En las mañanas podían estar en la biblioteca, pero todos los libros eran tan aburridos, luego del almuerzo podían estar en algún taller productivo, él escogió uno de mecánica, dijeron que le pagarían algún salario por reparar máquinas. Ese era el entretenimiento de la mayoría. Georg, su compañero de celda, también lo acompañaba en eso.

Después de casi un mes, ellos empezaron a hacerse amigos. Tom no recordaba en su vida cuándo había tenido uno, por lo general nunca caía bien a la gente por su mal genio, por su carácter introvertido, la mayoría interpretaba algo de él, pensaban que era un tipo frío y sin nada importante que compartir… y muchos no estaban lejos de la verdad, aunque realmente pocos habían conocido su corazón, entre esos pocos estaba Bill.

—Tom —llamó Georg ya dentro de la celda, era hora de dormir, y preferían leer alguna revista antes de tener que adormecerse en esa aburrida y fría celda.

—Qué. —Estaban frente a frente cada uno en su cama.

—Bueno, estoy pensando estupideces… —dijo dudoso, algunas veces ellos habían discutido mucho, a Tom le molestaba que él sea tan curioso y a Georg le molestaba que Tom sea tan serio y aburrido.

—Habla de una buena vez.

—Pero… jeje… —Tom lo miró desafiante y Georg sólo rió—. Ya Tom, deja esa cara, sólo quiero saber una cosa. —Tom dejó su revista y se enfocó en Georg, éste se encogió en su cama—. Olvídalo.

—Qué idiota eres, ¡habla ya! —Georg pestañeó algunas veces.

—¿Te has arrepentido? —Soltó así sin más—. Humm… olvida lo que dije. —Prefirió darle la espalda pues Tom era de a veces reaccionar violentamente y eso les traía problemas a los dos después. 

Hubo un silencio incómodo, Tom dejó de mirarlo y se enfocó en el techo de la celda, aspiró aire y cerró los ojos, recordando…

—A veces pienso que estoy mejor aquí que allá —dijo y Georg volvió a encararlo, curioso—. Es como cuando sabes que eres incapaz de hacer algo bueno, sólo andas por ahí cometiendo errores, uno tras otro… entonces es mejor dejarse amarrar, ¿no crees? —Hubo un silencio mientras Georg pensaba en esas palabras—. Él estará mejor si yo estoy aquí.

—Oh… pero ¿y la rubia? La que vino la otra vez… ella quería ayudarte. —Tom frunció el ceño molesto, recordar eso le incomodaba.

—Ni me la menciones.

*

Hace algunas semanas había recibido la visita inesperada de Cindy. Toda arrepentida, le dijo que su intención en sí no era perjudicarlo, sin embargo, sus palabras no podían ser creíbles.

—Lárgate Cindy, no te quiero ver nunca más —dijo levantándose de la silla.

—Espera Tom, yo lo hice por dinero y ahora… estoy comprometida.

—Oh, que genial, bien por ti, ahora vete. —Soltó serio.

—Eso no era lo que vine a decirte… es que ahora tengo dinero y con dinero uno puede hacer todo. Mi novio es abogado, trabajo con él, si tú quieres…

—No. —Le interrumpió—. Déjame aquí…

—¿No me has preguntado por él? —Pero qué mujer para ser tan hiriente… ella no sabía que todo lo que decía de su boca terminaba por llenar de ira a Tom, él hizo puños tratando de contenerse y empezó a crisparse—. Bill no está bien…

—¡Calla! Si vienes a recordarme eso, mejor vete, no quiero que lo menciones. —Un oficial se le acercó debido a que gritó y Cindy se puso en pie.

—Ten. —Le pasó una tarjeta—. Este es su número, del abogado, sólo no quiero que estés aquí… tú me ayudaste mucho en su momento…

—¡Vete! ¡Sólo sal de aquí!

La tarjeta terminó en el suelo.

***

Había pasado ya más de ocho meses…

Bill volvió al Instituto de música, otra vez a sus clases de violín. Andreas era su novio ahora, tanta insistencia de su parte logró convencer a Bill a decirle un “Sí” forzoso. Todos sus amigos consideraban que Andreas era buen tipo para Bill siempre tan atento y era el que más se preocupaba por él, era el indicado, aparentemente.

Bill se negaba a ver a sus amigos, ya no salía como antes, prefería estar en casa encerrado y Andreas estaba a su lado la mayor parte del tiempo. 

Pero en su mente, casi la mayor parte del tiempo, estaban aquellas vivencias junto a Tom, de cuando estaba en su habitación en aquellas sábanas, de cuando hablaban, de cuando lo besaba de esa manera tan dulce, o de cuando salieron a esas supuestas vacaciones en algún pueblo, las vivencias en su auto, aquella vez que hablaron de ellos bajo la luz de la luna, lo llenaban de nostalgia y de una tristeza incomparable. Algunas de esas vivencias se las había contado a Andreas quien sólo escuchaba, a veces se indignaba, pero al final era su soporte, su único amigo. 

Había asistido a terapias, pero él consideró que su mejoría se debía al tiempo que había pasado y a las ideas que él tenía…

Pero no era el mismo… tal vez nunca lo sería. 

Lo que más le gustaba era encerrarse en su habitación con la luz tenue, quitarse toda la ropa y dormir así, esa sensación sólo le recordaba a alguien… a Tom.

*

Hoy era un día especial, era el cumpleaños de Bill, al fin tenía dieciocho años, al fin sería libre como él lo pensó.

—¿Qué haremos hoy? —preguntó Andreas. Ambos estaban sentados en el jardín de su casa—. Es tu cumpleaños.

—No quiero hacer nada… ya sabes, ¿Para qué? No quiero fiestas, sólo quiero que este día pase—. Andreas se le acercó y besó sus labios.

—Te tengo una sorpresa, mi nene. —Bill se incomodó, en realidad no quería nada—. He reservado… —Se puso nervioso—. He hecho una reservación en Tokio Hotel. —Era uno de los mejores hoteles de la ciudad, el más caro por así decirlo, tenía todos los servicios más exclusivos—. Quiero que vengas conmigo esta noche a cenar. —Bill supo por dónde iba la invitación, ya no era un niño inocente. Sabía las intenciones de Andreas, lo habían hablado tanto, Bill se negaba a tener relaciones sexuales, no porque no lo deseara sino porque no amaba a Andreas, sólo lo veía como un amigo, uno muy bueno, aunque cuando se enteró de que había mantenido relaciones con Tom éste se había molestado mucho, las palabras que le había dicho ese día lo habían hecho sentir más culpable. Andreas iba a insistir a partir de ese momento. Debido a todo eso era su interés de probarlo, Bill sabía eso, nada más era orgullo de hombre, si había sido de Tom, ¿por qué no de Andreas que era ahora su novio? Era lo lógico y esperado… sintió ese malestar que le obligaba a aceptar. 

Pero hoy tenía planes. Sí, lo había pensado y planeado mucho y necesitaba hacerlo.

—Andreas… yo… no podré, hoy saldré con mis padres, sé que te debo mucho, pero por ahora no podré aceptar la oferta.

—¿No lo has pensado? 

—No es eso… sí lo pensé y aún no estoy listo, es eso. —Andreas se incomodó un poco, lo estaba rechazando—. Lo siento, ¿lo dejamos para otro día? Prometo complacerte. —Andreas asintió aunque un poco fastidiado, ¿cuánto más tendría que esperar para tener a Bill bajo su cuerpo? Tal vez mucho.

Después de despedirse de su novio y guardar la tonelada de dulces que le había regalado fue a su habitación, con las manos frías de tanto nerviosismo. Se miró al espejo, su rostro lucía mucho mejor, más saludable a cuando salió aquella vez… suspiró hondo y sonrió ante su reflejo, se sentó y empezó a maquillarse. Luego tomó su chaqueta y salió.

Tenía dieciocho años, era libre de hacer lo que quiera.

Manejó más de dos horas, miraba su reloj ansioso, no quería llegar tarde. Muy lejos de la ciudad estaba el Establecimiento Penitenciario, aquel frío lugar en donde estaba Tom.

Con los nervios carcomiéndole el cuerpo se presentó en la puerta de visitantes con sus recientes documentos. Pasó la primera puerta y dejó sus datos.

—¿A quién visita? —preguntó el encargado.

—A Tom Trümper.

—¿Usted es su…?

—Amigo. —Registró la visita en una computadora.

—Pase. —Lo condujo a otra puerta, una que iba por un pasillo hacia otro lugar.

Pasó la segunda puerta.

—Deje sus pertenencias de valor aquí. —Puso su reloj y cadenas en una caja que le proporcionaron, sellaron su brazo con una enumeración tipo código. El oficial le revisó todo el cuerpo pasando sus manos hasta por sus piernas—. Alce los brazos. —Continuó revisándolo—. Pase. 

Pasó la tercera puerta, entró a una sala.

—Espere aquí por favor. —Lo sentaron en una silla con una mesita pequeña delante, miró a su alrededor muchos presos vestidos con un traje naranja hablaban con sus visitas en mesitas enumeradas. Sus manos frías y el dolor estómago lo mataba, había esperado mucho para este acontecimiento y casi lo sentía como un sueño, ¿cómo estaría Tom?

*

En su celda hablaba amenamente con Georg, ambos habían hecho un gran equipo.

Georg era un preso por venta de drogas, lo había hecho por necesidad, ambos se contaron partes de sus historias, ambos habían empezado a entenderse aunque a veces peleaban, pero, ¿acaso no así es cuando uno tiene un amigo? Georg era el primer amigo en la vida de Tom. 

Habían aprendido algunas cosas ahí dentro como mecánica, así que trabajaban cuatro veces por semana por un sueldo tan bajo que ahorrarían para cuando salieran. Si es que ese día llegara en sí…

—Trümper —llamó un oficial abriendo su reja—. Tienes visita, es un milagro. —Se burló, pues él era uno de los pocos al cual casi nadie lo había visitado.

—¿Quién es? —preguntó curioso, temió que fuera Cindy otra vez.

—¿Yo que sé? ¿Acaso soy tu madre? —Georg lo miró y alzando los hombros le animó a ir.

Pasó por un pasillo largo, la última vez que lo había hecho fue hacía casi siete meses cuando aquella mujer le había visitado ofreciéndole la tarjeta de un buen abogado.

Llegó a una sala, la sala de visitas y buscó con la mirada quién lo buscaba, ¿quién podría atreverse? 

—Mesa 48 —dijo el oficial. Tom miró los números que estaban en las paredes, más al fondo, aún más al fondo, avanzó por entre las mesas con el oficial custodiándolo. Tom se detuvo al ver aquellos ojos del joven agitado. Sentado ahí con la mirada de esperanza, algo que Tom no esperaba, se intimidó por eso. Se detuvo faltando poco para llegar. Bill se puso en pie y sonrió nervioso, su corazón se le quería salir.

—Tom. —Tom cerró los ojos y suspiró hondo, esto no se lo esperaba, aún estaba a tiempo de evitarlo.

—Oficial, pido regresar a mi celda —dijo con voz nerviosa, casi inaudible.

—¿Cómo? – Preguntó el oficial y Bill se le acercó—. No pueden hablar de pie, deberán sentarse, sólo tienen media hora. —Le jaló la silla y lo impulsó a sentarse.

Bill se sentó frente a él nervioso por ver su rechazo. Tom no quería hablar, él no hablaría. El oficial terminó alejándose quedándose en la sala custodiando las mesas.

—Tom… —Sus nervios hicieron que las palabras que tanto quería decirle se atragantaran en su garganta, sus ojos brillaban de emoción, pero su cuerpo estaba helado y tenso.

—Bill, escúchame, tú y yo no tenemos nada de qué hablar… —dijo serio pero con un dolor en el pecho que empezó a descontrolarlo, empezó a agitarse de impotencia, él no quería ver el sufrimiento del único a quien consideró bueno.

Pero como siempre, lo hacía sufrir. Vio descender lágrimas de los ojos de Bill.

—Yo… me cuesta olvidar lo que viví. —Su voz se entrecortó—. Contigo… sniff… —Las lágrimas caían por sus mejillas y los temblores del llanto se hacían presentes intensamente.

—Lo siento. —Sus ojos se le aguaron y su garganta se le cerró… él no iba a llorar delante de Bill, apretó sus labios y se levantó de su silla—. Este no es lugar para ti. —dijo casi en un susurró y retrocedió un poco.

Bill se levantó junto con él y no soportando más se le acercó abrazándolo tanto como podía, y eso le partía el corazón a Tom.

—No me dejes… —lloró en sus brazos y empinándose le dio un beso. Tom sólo intentaba retroceder cuando el oficial se le acercó tomándolo del brazo.

—No están permitido besos aquí —dijo frío y terminó por separarlos. Las lágrimas de Bill habían empapado las mejillas de Tom.

—Pido regresar a mi celda.

—¡No! —Gritó—. Tom —logró decir al ver que él retrocedía y el oficial se lo llevaba—. No… —Su corazón se rompió… Tom lo dejaba, lo rechazaba, así pensó él.

Era como si alguien se moría, como si él mismo moría en vida en ese instante, sus piernas temblaron, el dolor era demasiado.

*

Tom trataba de controlar sus emociones, suspiraba y apretaba los labios, sentía que quería explotar… no quería causar más daño, él ya no quería cargar más con esa culpa. 

Regresó a su celda y al cerrarse esta se precipitó en su cama, boca abajo gritó lo más que pudo contra la almohada, ahogándose ahí.

Tenía mucha rabia y a la vez mucha tristeza…

—¿Qué pasó? —preguntó Georg después de ver toda esa desesperación de Tom.

—Él vino. —Vio como reprimía su llanto, ahí en su cama, la golpeaba con rabia con sus puños, y hasta gruñía.

—Ya… hombre, que puedes llorar, no hay problema conmigo. —dijo intentando ser comprensivo. 

—¡Calla! —gritó rabioso y empezó a llorar.

Georg no dijo más, se limitó en acercarse pues sabía que podría ser golpeado si intentaba consolarlo.

*

Bill salía lo más rápido que sus piernas daban de ese lugar… le parecía peor que una pesadilla. Su corazón estaba roto, su alma sangraba y no tenía más lágrimas que botar, sólo quería… él quería desaparecer.

Subiéndose a su auto miles de recuerdos inundaban su mente, recuerdos que debería producirle escalofríos; él sólo quería que las cosas vuelvan a ser como antes…

En los brazos de su hombre.

*

—Pequeño Bill. —Lo rodeaba con sus fuertes brazos, en un abrazo que le hizo pensar que era especial, sus manos callosas acariciaban sus brazos descubiertos—. La luna es inmensa hoy… es tan hermosa como tú. —Estaban aún en el auto, habían decido parar un momento pues Tom había manejado casi todo el día… debían buscar un hotel, sería más conveniente.

—Creo que la luna se ve más hermosa si brilla en tus ojos. —Lo miró con ternura y le sonrió.

—La luna acaba de sonreírme —dijo en un tonito cariñoso, de esos que poco soltaba, sólo cuando pasaban momentos así, juntos por mucho rato, Tom era de abrir su corazón. 

—Tom —dijo con voz quejosa, algo incómodo por tantas palabras bonitas, a veces lo confundían—. Ya no me digas así…

—Mi luna… quiero decirlo, lo eres. —Le mordió la oreja y él otro rió nervioso—. Quisiera que el tiempo se detenga ahora, para quedarme junto a ti así… por siempre Bill… sé que no quieres, yo sé que preferirías a tu familia mil veces que a mí…

—Tom —interrumpió, pero el otro puso sus dedos en sus labios, callándolo.

—Shh… lamento, en verdad lamento que las cosas hayan tenido que suceder de esta manera… yo no merezco nada de ti, con sólo saber que me quieres, estoy agradecido…

—¿Tú me quieres? —Tom dudó un poco, miró fijamente los ojos de Bill, brillantes, hermosos, ¿cómo no quererlo? 

—Sí, te quiero. —Lo abrazó fuertemente sintiendo el corazón de Tom latir rápido, le creyó, se sintió querido y protegido—. Te quiero… —Esta vez le susurró al oído y luego lo besó, tirando de él lo recostó en el asiento de la camioneta. Ahora la luna brillaba en los ojos de Bill, por lo intenso de su mirada y lo acuosa que era ésta, Tom no dudó que él fuese su luna… 

—Hazme tuyo, Tom… aquí, no importa, sólo quiero sentirte aún más si es posible.

Tom así lo hizo.

Eso bastó para que Bill considerase ese viaje como una luna de miel.

*

Era ya de noche y había una gigante luna que alumbraba el camino, todo lo hacía más fantasmal.

—Tom… —musitó conteniendo sus lágrimas.

Llegó a un puente, se le pasaron miles de cosas por la cabeza… aún más recuerdos de lo vivido con Tom, las partes malas le resultaban anhelantes. 

*

—¡Ya cállate! —Le gritaba. Bill lloraba pues su ratón que había adoptado estaba muerto misteriosamente en su caja—. Es sólo un ratón, ¿no ves?

—Sí… sniff… pero era mío…

Bill no sabía que la noche anterior Tom se había levantado con toda la mala intención de dar muerte al ratón, más que todo por higiene que por alguna otra razón. Pero no quería discutir con Bill, suficiente con lo que había pasado con la liebre. Así que decidido tomó al animalillo y lo aplastó en su mano hasta que dejó de moverse, lo regresó a la caja y supuso que Bill entendería.

Pero lloraba desconsoladamente. Y eso lo mortificaba mucho.

—¡Basta o te daré una surra! —Bill intentó calmarse pero es que cuando empezaba a llorar le era difícil parar.

—Perdón… —Exclamó yendo al baño, Tom lo tomó del brazo y se lo impidió. Lo jaló y sentó en el sofá, fue a la cocina y trajo un vaso de agua.

—Toma. —Así lo hizo—. Era… era una rata, Bill, ya basta.

—Me siento solo… sólo quería tenerlo, sólo eso.

—Deja de llorar… —Le irritaba.

—¡Que no entiendes que no puedo! —Y Tom lo abofeteó haciendo que de sus manos el vaso de agua saliera volando y terminara roto en el piso.

Bill se encogió en el sofá con la mejilla roja por el golpe y apretó sus labios tratando de no llorar, pero no podía, eso lograba asfixiarlo, así que rompió en llanto otra vez. Tom se le acercó arrepentido, otra vez le causaba daño. Bill se encogió aún más, estaba asustado…

—Soy un jodido llorón —dijo casi en un susurro—. Lo siento… sniff…

—Shhh… —Puso una de sus manos en su hombro, Bill no le daba la cara—. ¿Te duele? —Le pasó una mano por la mejilla enrojecida, secando sus lágrimas.

—No… —dijo calmándose un poco—. Ahí no. —Tomó su mano en su mejilla y la dirigió a su pecho desnudo—. Aquí… duele mucho aquí. —Tom cerró los ojos, incapaz de solucionar ese estado en Bill.

—Tranquilo —susurró mientras se acercaba para besarlo. Besó su cuello y luego acarició sus costados, jalándolo un poco lo acomodó bajo él—. No te dolerá más… —Bill no decía nada, se dejaba hacer. Las manos de Tom lo desnudaron y su respiración aumentó progresivamente—. Hoy me quedo contigo… —Los ojos de Bill brillaron.

—Ahh… —gimió en cuanto lo penetró y luego se dejó hacer abriendo más sus piernas.

Aquel día se la pasaron en eso… en cada lugar de la casa.

*

Se bajó de su auto y caminó por el sendero del puente, había poco tráfico, había pocas personas, estaba solo y la brisa de la noche le hizo titiritar.

¿Para qué seguir viviendo? ¿Qué sentido tenía respirar? Sentía un dolor insoportable en el pecho y ya ni lloraba, sólo sentía que se ahogaba en esa sensación de morirse. Como si un agujero negro estaría bajo sus pies. El dolor era aún más fuerte que el físico, sentía el alma sangrarle. 

Se subió a la baranda del puente mantuvo el equilibrio ahí, respirando agitado por lo que estaba apunto de hacer, miró hacia la luna… “Eres mi luna, Bill” la voz de Tom sonaba en su mente… Mirando hacia abajo, la otra carretera, sería una muerte segura y rápida. Se sintió mareado y relajó su cuerpo… para dejarse caer.

—¡No saltes! —Una voz sonó en el firmamento, él conocía esa voz—. ¡Bill! —Se hacía más notoria, más cercana—. ¡Por Dios, Bill, qué haces!

Bill intentó algo u_u veremos en el próximo capítulo de quién es esa voz. Gracias a quienes van siguiendo este fic, espero comenten. 

3 comentarios:

  1. Fue muy emocional este capítulo :'), me dolió mucho que Tom no quiera verlo la verdad, me sentí muy triste uwu, y ahora Bill se quiere suicidar ;--; no sé quién chu será la persona que llegó, pero si no permite que se tire, será mi héroe(???) ;;
    Sigue subiendo ;; está muy bueno >.<

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  2. Ay Dios!!
    Tanto tiempo sin leer mi hermoso y precioso Cautivo.
    Pinkyyyu siempre es y sera el mejor ficc que has escrito, lo amo, me encanta y aunque siempre me digas "Es muy complicado y no es mi favorito"
    Realmente tú eres la que esta mal, porque te quedo fuerte y crudo.
    Y VIVA EL SINDROME DE ESTOCOLMO, en este ficc♡
    Mi ficc,mi ficc mio de mi y sabes que soy tu fan numero 1 de esta historia, por cierto no recuerdo quien le grita a Bill "No saltes" creo que es la mendiga zorra esa que me cae mal no?

    Atte: Darkaulitz (Espero y recuerdes que asi es mi name, o asi siempre he posteado en blogs) Geniaaaal mi ficc favorito

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  3. Qué?? En que momento paso esto? Son muchas cosas que no recordaba de esto.

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