jueves, 25 de septiembre de 2014

Cautivo - 15

Hola a todos *-* este capítulo corresponde a la segunda parte que quise crearle al fic, una vista hacia el futuro no tan lejano de los personajes en donde busca ver cómo lograron anteponerse ante la situación vivida del secuestro y el esperado reencuentro. Espero entiendan el mensaje, tiene varias partes y luego estaré subiendo los capítulos inéditos, años después. 
Algunos años después Tom se encontraba leyendo un libro dentro de su celda. Georg hacía lo mismo.

—Amigo —llamó Georg y el otro volteó a verlo—, creo que me queda poco tiempo aquí… me están diciendo que saldré dentro de meses. —Tom se preocupó, estaría más solo de lo que se sentía.

—Entiendo. Bien por ti. —Centrándose en su libro fingió ignorarlo, pero no podía concentrarse, estaba ligeramente angustiado. El tiempo en la cárcel sin Georg iba a ser difícil.

Pasaron algunos días y en el día de visitas, el guardia tocó su celda.

—Visita para Tom —anunció y éste se sentó en su cama preocupado ¿Quién le buscaría? ¿Y si fuera Bill? Su corazón latió nervioso, miró a Georg, no quería admitir que se sentía así, pero su amigo pudo descifrarlo.

—Anda, ve quien es —animó calmado. Tom se pasó una mano por sus trenzas, Georg se las hacía ahora y decidió dar la cara.

Caminó por el pasillo que lo conducía hacia la sala de visitantes. Caminó hacía una mesa y dio con aquellos ojos. Otra vez, suspiró resignado incapaz de decir o de hacer algo.

—Otra vez tú —dijo fríamente—. Sabes que no quiero volver a ver tu cara.

—Tom —dijo ella algo molesta—. No sabes lo que me cuesta venir aquí, así que sólo siéntate y escúchame. —Suspiró resignado y jalando su silla se sentó.

—Tienes una panza muy grande. —Ella rió un poco.

—Estoy embarazada.

—Oh, gran sorpresa, ¿eso venías a decirme? Cindy, ¿sabes lo que causa tu presencia en mí? —Ella frunció el ceño, jamás él la había tratado así de frío o indiferente.

—¿Puedes calmarte? Aún no sabes para qué he venido hasta aquí. —Ella extendió un papel que tenía en la mano, tímidamente lo empujó para que él lo viera.

—¿Qué quieres? ¿Qué es esto?

—Sólo lee, y luego me dices. —Tom leyó y torció la boca dudoso.

—¿Un abogado? No necesito uno. —Hizo de lado la hojita de papel.

—Bien —Se levantó de su silla—. Que te quede claro que hice hasta lo imposible por ayudarte, te lo he pagado Tom, es uno de los mejores abogados de Alemania, puede sacarte de aquí con sólo chasquear sus dedos. —Tom se levantó de su silla, pero tomó el papelito—. Piénsalo…

Regresó a su celda algo consternado, se recostó en su cama y miró a Georg quien estaba impaciente por saber quién era su visita.

—Fue la puta, no fue Bill.

—Oh —dijo sorprendido. 

—¿Cuánto te falta pasa salir?

—Aproximadamente dos meses… —Tom asintió, él realmente quería quedarse ahí, quería, pero sin Georg, no sería lo mismo.

—Creo que me iré contigo.

***

Algún tiempo después.

Cuando te quitan el corazón, te quitan las ganas de vivir. Pero ¿qué es un corazón? Sólo un órgano más. Es mejor tragarse el dolor y seguir adelante.

Bill era otro. Había logrado muchas cosas. Cosas, era lo que no le faltaba.

Vivía en un pequeño departamento en la cuidad de Hamburgo, con sus veinte años, trabajaba en una academia de Música, tan joven él, y era el profesor más cotizado, dictaba clases en su mayoría a chicas adolescentes. Parecía que tenía un club de fans. 

Amaba su trabajo, su departamento, su violín… y su soledad.

En los años había intentado dar oportunidad al corazón, había tenido una novia, una de sus alumnas, Catherine se llamaba, era muy hermosa y compresiva, pero en muchos aspectos Bill no podía satisfacerla y ella tampoco a él, así que quedaron como amigos.

En su academia, planificaba un concierto de violines para la noche. Era algo obsesivo en cuanto a la organización, le gustaba cuando todo salía lo más cercano a lo perfecto. Era muy detallista, podía pasarse días sin dormir organizando todo y hasta moriría por su trabajo. Tanto esfuerzo le había traído muchas ganancias y fama, pero solamente eso.

Era una obsesión de llenar su vida con algo, porque por dentro seguía igual de vacío…

—Ya Bill… —dijo Catherine dándole un masaje en los hombros. Bill estaba sentado en una silla en el local en donde sería la presentación, estaba probando las luces—. La compañía de efectos se encarga de eso.

—Debo probarla, Catherine, tengo mi lista de cosas por hacer. —Se suponía que la sugerencia de su psicólogo era ayudarle a planificar su vida, pero Bill se había obsesionado con hacer lista de cosas por hacer, eso era parte de él ahora.

—Verás que todo saldrá bien… por cierto, tus rastas son perfectas. —Había decido cambiar un poco su estilo.

—Gracias – Le sonrió y ella se fue.

*

En la noche, terminaba de ensayar con sus alumnas. Ya había un público allá afuera esperando. Sus padres en primera fila e incluso Andreas, su aún amigo después de todo, él se hacía llamar “su gruppie”. 

—Vamos chicas, hoy daremos todo de nosotros, por favor no me desilusionen… 

El concierto empezó, los grupos de sus alumnas tocaron muchas piezas clásicas, él seguía todo desde atrás supervisando cada detalle. Incluso hubo bailarinas de ballet que él contrató para dar más realce al evento. 

El tiempo pasó volando y había llegado su turno, la estrella principal era él.

Al salir, miró a su público, a sus padres con los ojos llenos de orgullo, a Andreas devorándole con la mirada, las personas que lo esperaban incluso se pusieron de pie para darle el recibimiento. 

—Gracias por estar aquí en este evento cultural, ¿qué haríamos sin la música? Al menos yo moriría… —Hubo un silencio mientras acomodaba su violín, las luces giraron y cambiaron de color, todo estaba fríamente calculado—. La siguiente pieza que tocaré, es una muy especial para mí, nació muy lejos de aquí cuando solamente éramos los dos… “En la cautividad de tu corazón” —diciendo esto cerró sus ojos, suspiró y empezó a tocar esa melodía.

Su corazón latía rápido, se le hacía tan cercano el pasado. Por más que intentó olvidar, en cierta forma lo consiguió, pero… el recuerdo provocaba una serie de sentimientos en él. Uno de ellos era la Nostalgia.

La noche transcurrió y el evento finalizó dejando al público lleno de una emoción inexplicable. La gente recomendaría ese evento otra vez, su éxito estaba garantizado. Su academia de música estaba llegando a ser la más prestigiosa de la ciudad.

En su camerino terminaba de alistarse, quería ir a casa, las horas sin dormir estaba causando en él un debilitamiento, amarró sus rastas en una coleta.

—Joven Bill —llamó un hombre desde la puerta.

—Pasa.

—Disculpe, me han mandado a traerle algunos presentes, no sé donde ponerlos. —Traía una caja consigo.

—Oh…—Se puso en pie—. Déjala ahí, gracias.

El hombre así lo hizo y salió. Bill miró la caja llena de cartas, peluches, flores, tantas chucherías y empezó a sacar algunas cosas, buscaba alguna caja de chocolates, algo útil que no sea peluches, flores, cartas. Debajo de todo había una pequeña canasta llena de frutas pequeñas, de moras, fresas… frutas del bosque.

—¿Qué es esto? —¿A quién se le había ocurrido mandar frutas como regalo? Estaban tan bien acomodadas y tenían un plástico protector que impedía que las frutillas se salieran. Él tenía hambre, así que abrió la canastita y empezó a comerlas… no había ninguna tarjeta, frunció el ceño, ¿y si estaban envenenadas? En eso entró su amiga Catherine.

—Bill, esto fue genial, estaba buscándote, algunos personajes quieren hablar contigo, la prensa ¡ay! Hay tanta gente allá afuera. —Hablaba rápido, agitada, Bill aún miraba la canastita de frutas—. ¡Bill! Qué esperas hombre, debes dar la cara, qué haces aquí ¿comiendo frutas? —Se acercó y le quitó la canasta.

—¡Ey! Eso es mío.

—Es la cosa más ridícula que he visto son… frutitas. —Hubo un silencio, en eso ella reaccionó—. ¡Vamos Bill, vamos, tus alumnas están hablando por ti! —Bill le quitó la canasta y la puso en su bolso. 

—Ya joder, vamos.

La noche se alargó aún más, entrevistas, fotos, invitaciones a salir a eventos, de todo. Bill sólo quería regresar a casa y dormir, pues en días no había tenido una noche tranquila. 

Al final, iba con Catherine hacia el estacionamiento de autos para irse. Ella estaba abrazada a Bill, y le robó un beso de sus labios antes de subirse a su auto, a Bill le disgustó eso pero no pudo prevenirlo.

Después de que su amiga se fuera, buscaba en su bolso la llave de su auto, encontrándose la canastita de frutillas, se le hizo agua a la boca, así que sacó alguna de ellas y empezó a comerlas, con los ojos cerrados, aquel sabor le recordaba a algo… a los desayunos con frutas.

—Humm… humm… —decía apoyado en su auto, disfrutando.

—¿Te gustan? —Una voz grave le hizo abrir los ojos, se le escarapeló el cuerpo, frente a él estaba aquel hombre, su tortura en años. Bill no dijo nada, no podía, notó que el hombre retrocedió un poco—. Perdone… —dijo nervioso—. No me he presentado… Me llamo Tom. —Bill pasó el bocado de frutilla que tenía en la boca—. Lo siento. —Retrocedió un poco, sus nervios lo mataban.

Estaba arrepentido, ese tipo de cosas no iban con él, aunque lo intentó, pero le era tan difícil, aún más cuando vio el rostro de Bill en una mueca inexpresiva, no sabía si le rechazaría, si le gritaría, podría llamar a la policía y él estaba en desventaja. Retrocedió aún más y se dio la vuelta acelerando el paso frustrado, debía caminar una larga distancia antes de poder llegar a la estación del tren.

Por su lado Bill, no lo podía creer, estaba petrificado viendo como Tom se alejaba más de él ¿Qué debía hacer?



Tom aceleraba el paso, jamás se había sentido tan cobarde y nervioso… se quedó pensando en todo lo que tuvo que hacer para llegar hasta ahí.



***

Tiempo atrás tuvo que llamar a aquel abogado, y luego de aquello tuvo una visita suya. El abogado fue muy claro, sí podía ser libre, pero tendría una libertad condicional, no podría salir de la ciudad, tendría que firmar todos los meses. Pero sería libre, eso contaba. Lo único era que debía esperar por ello y sobretodo esperar con buena conducta. Eso aparentemente era muy fácil para él, junto a Georg, hablando sólo con él, no se metía en problemas, Georg le había enseñado que mejor era no tratar con ningún preso, cuanto más reservado eras, mejor te iría.

Georg salió semanas después, le dio sus datos, donde podía encontrarlo cuando saliera. Se abrazaron y despidieron, ahora Tom estaba solo en la fría celda, en los tiempos de estar en el patio, prefería aislarse y cuando estaba en el taller sólo se juntaba con los profesores y técnicos. 

Hasta que una noche, le trajeron a su nuevo compañero. Un preso al que acusaban de secuestro y asesinato, en realidad debió haber sido derivado a un establecimiento psiquiátrico, pero la gente intervino tanto por la justicia de ese caso, mejor que esté preso a que quiera librarse de responsabilidades “fingiendo” estar loco. Así que para que todos estén contentos Gustav terminó en la cárcel, en la celda de Tom.

Tenía los ojos rojos de la rabia y su respiración estaba agitada cuando entró, Tom al verlo supo distinguir que no estaba bien, mantuvo la distancia, su abogado le había dicho que evitara meterse en problemas mientras él armaba todo un alegato para poder sacarlo de ahí moviendo influencias, pero tenía que estar limpio de todo.

—¡Por qué no me miras! —le gritó—. ¡Qué tienes contra mí, hijo de puta, esta es mi celda! —gritó Gustav.

Así empezaron las cosas aquella noche. Tom no pudo dormir, oyendo cada cosa incoherente de parte del otro, incluso le destrozó alguna de sus cosas.

Los días pasaban y Tom sufría maltratos, no podía comer bien, terminaba vomitando, Gustav solía golpearlo constantemente, pero sabía cómo hacerlo, cuando nadie podía verlos, y Tom evitaba quejarse, pues una queja ameritaba de una investigación y él siendo envuelto en una investigación sobre alguna pelea le sería perjudicial.

—Maricón —llamó Gustav—. Ya sé quién eres tú, me lo dijeron en el comedor. —Empezó a reír exageradamente. Tom evitó mirarlo intentando concentrarse en un libro, lamentablemente le faltaban páginas, él loco las había roto—. ¿No me vas a hablar? Pero si por presentarnos hubiéramos empezado… pensé que eras de esos tipos, de esos que chocan su auto y usp, matan a alguien, pero tú eres igual que yo. —Tom tragó saliva y suspiró tratando de calmarse—. ¿A quién tuviste encerrado? ¿Eh? Habla… ¿te gustaba jugar con ella? —Hizo un sonidito de excitado, empezaba a agitarse y Tom empezaba a tener náuseas.

—No soy como tú.

—Oh… a qué sí, violabas mujeres en donde las tenías, ¿no? Para sentir sus cuerpecitos retorcerse y pedir ayu…

—¡Calla! ¡Degenerado! ¡No soy como tú, no me hables, no me mires! —Gustav lo miró con furia y se lanzó sobre él. Tom era fuerte también y la ira, el odio de la comparación hizo que reaccionara tomándolo del cuello y asfixiándolo.

Los gritos de ambos se hicieron notorios, aunque no era primera vez de que los guardias escuchaban gritos en esa celda, esta vez acudieron y entraron.

Tom fue llevado al calabozo, su primer castigo en años… aquel hoyo negro era repugnante, inhumano, había ratas, orines y hasta excremento. No se podía respirar con tranquilidad ni menos ver alguna luz, sólo cuando abrían una compuerta en donde le pasaban los alimentos, que eran básicos como un vaso de agua con una rebanada de pan.

Estuvo ahí dos días. No pasaba ningún segundo en donde su mente no evocara el recuerdo de Bill, él había sido capaz de mantenerlo encerrado por dos días, y aunque el pozo sería más cómodo que el calabozo en esa cárcel, él pagaba su culpa con resignación, él sentía que merecía eso como una manera de “limpiarse” de lo que había sido capaz de hacer.

Ahora estaba jodido, no podría ser libre, tendría que cumplir su condena sin ningún beneficio. Le cambiaron de celda, lo pusieron con un anciano que no hablaba, que lo único que le gustaba hacer era dibujar.

—No… —dijo el anciano cuando abrían su celda y metían a Tom con toda y sus cosas.

—Sí, será tu nuevo compañero —dijo un oficial y luego la celda se cerró y el anciano lo miró de pies a cabeza.

—Necesito concentración, hijo, que de esto vivo. —Tom se fijó en toda su celda llena de dibujos y retratos.

—Genial, no hablaré, hágase cuenta de que no existo.

Luego de semanas tuvo una visita, inesperada. Era Cindy, él no sabía por qué tanta preocupación de su parte.

—Supe lo que pasó —dijo ella—. Joder Tom, ¿no podías estar sin pelear por dos meses?

—No sabes nada, nada de lo que pasa aquí adentro, así que si vienes a burlarte, no sé qué hago aquí sentado frente a ti.

—Ya, no vengo a recriminarte, sólo que… pagaré por ti, ya lo hablé, tengo contactos, el abogado que te puse me ha guiado cómo hacerlo y… sales quizá mañana. —Tom se quedó sorprendido—. Es arriesgado, pero intentaré, si no sales mañana, entonces sabrás que el soborno no habría funcionado.

—Como sea… no sé qué decirte, ¿por qué haces esto? Sabes que... si salgo de aquí no quisiera verte.

—Estoy casada Tom, esto lo hago por… por qué sé todo lo que alguna vez sacrificaste por mí, cuando no era nadie, me ayudaste con todo lo que tenías, es simplemente gratitud, no quiero verte aquí encerrado y torturarme por el resto de mi vida que fui yo la que te delató… en parte creí que hacía bien, es que… ese niño merecía ser libre.

—No lo conoces, no hables de él por favor.

—Lo conocí hace algún tiempo. —Tom empezó a ponerse nervioso, no sabía qué decirle a ella, Cindy no tenía que saber sus sentimientos—. No estaba bien. —Ella suspiró, pero pudo ver en los ojos de Tom el interés que le tenía—. Hablo a veces con su amigo Andreas… me dice que retomó sus estudios de música. —Tom sonrió de lado y agachó la cabeza pensando—. Ten cuidado cuando salgas… ya sabes, un error y regresas, y esta vez nadie, ni con dinero, se te va a poder sacar.

—Ya… —dijo algo incómodo—. No soy un niño Cindy, sé reconocer cuando hice mal, descuida.

—Está bien, no tengo más que decirte, bueno, sí, puse a mi hija el nombre de tu abuela, espero y no te molestes por eso.

—Descuida, es sólo un nombre. —Cindy se levantó de su silla y Tom hizo lo mismo—. Gracias. —Fue sincero, ella sólo le sonrió y salió de ahí.

Regresó a su celda y su compañero quiso pintarlo. En eso entretuvo su tiempo.

Y al día siguiente, muy temprano, el guardia se acercó a su celda. 

—Tom Trümper. —Lo despertó cerca de la madrugada—. No sé a quienes conozcas, pero ven conmigo, no hagas ruido. —Así lo hizo, caminó por el pasillo principal hasta una sala en donde le devolvieron sus ropas anteriores y le hicieron firman muchos papeles de libertad condicional.

Cuando salió del establecimiento, se encontró con una carretera desolada, le habían dado algo de dinero por los trabajos que había hecho, caminó por la carretera y un taxi esperaba por él.

—¿A dónde le llevo? —Tom le dio la dirección de su casa. Más de cuatro horas de viaje, el taxi se internó en la carretera del bosque y lo dejó ahí.

Caminó hacia su cabaña y se percató de algo, la puerta estaba abierta… cuatro años habían pasado y la gente, los que habían sabido del secuestro, habían saqueado su casa, incluso tenía mensajes ofensivos hacia él. Entró en aquella casa, desilusionado, preocupado. La vida de un ex presidiario empezaba así, de la nada prácticamente. Una zorra con sus bebés salieron corriendo de su casa, estaba habitada por animales del bosque ahora. No encontró su ropa, no encontró nada útil, ni su camioneta.

Tenía un poco de dinero y una hoja de papel con la dirección de Georg. Pero tenía mucha hambre. Caminó por el bosque y cogió muchas frutillas, recordando aquellas veces cuando preparaba con Bill una ensalada. Metió en una bolsa las mejores frutitas y salió de ahí. Demoró como una hora en conseguir un taxi con el cual terminaría todo su dinero, rogaba encontrar a Georg pues buscar a Cindy no estaba en sus planes. 

El viaje fue largo, y llegó ha un barrio peligroso, al otro extremo de la cuidad de Hamburgo. Al llegar al departamento de Georg, éste no estuvo, pero Tom no tenía otra alternativa que esperar por él sentado frente a su puerta. Extrañamente el tiempo se hizo largo y se durmió.

—¡Tom! —llamó Georg y éste abrazó a su amigo despertando de su sueño—. Amigo, saliste, pasa, ven, sé cómo es cuando uno sale… 

—Lamento incomodar, pero es que ya no tengo casa.

—Descuida, eres mi amigo y sé como es todo esto. —Una tranquilidad lo inundó. 

Aquella noche cenaron hablando de ellos, de sus planes, Tom no tenía ninguno, debía buscar un trabajo.

—Ten. —Le pasó Georg un periódico de la ciudad—. Hay muchos avisos de trabajos por aquí cerca.

—Si tengo que trabajar mañana mismo no me importa. —Sus ojos se fijaron en una fotito del periódico—. “Noche cultural. Concierto de Violines” 

Y así es como pasó, no pudo estar tranquilo, sentía que debía verlo… al menos de lejos no importa, pero saber cómo estaba él.

—Te llevo —propuso Georg—. Pero amigo, te dejaré ahí y si piensas regresar deberás tomar el tren porque no podré esperarte.

—Tomaré el tren. —Vio la hora en el reloj de pared y se asustaron.

—Es tarde, vamos o no lo verás…

Tom presenció el evento desde la última fila… al ver a Bill ahí, pensó que era un ángel. Había preparado en el camino la canastita de frutillas, Georg se burlaba y bromeaba con aquello, pero Tom pensaba que sería la única forma de acercarse a él. Al finalizar el evento vio una caja de regalos cerca de la puerta y puso la canasta.

Esperó como dos horas más en la puerta del local, viendo a Bill hablar con muchas personas… él lucía tan radiante, alto, muy diferente a lo que antes era.

Luego de esperar tanto, decidió seguirlo… se sentía muy mal por hacer eso, vio que una chica lo besó, pero él hizo una mueca de sorpresa y luego rumbo a su auto empezó a comer una fresa, fue cuando Tom se animó a acercarse.

Había esperado tanto por eso. Pero él… tenía miedo a equivocarse…

Debía verlo... ¿lo verá? Lo veremos en el siguiente capítulo :D espero comenten *-* no sean fantasmas. 

4 comentarios:

  1. DFHGFSAGGSHAD ¡muero por ver la reacción de Bill!, espero que lo acepte a Tom uwu, me imagino lo duro que lo debe de pasar y cómo se sintió cuando le atacaron diciéndole eso :(, sigue subiendo mujer ;;

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    1. hola<3 sí, veremos la reacción de Bill en todo esto y la de Tom también ;)
      muah<3

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  2. Nooooo ya se encontraron y no reaccionó Bill!! Espero que eso cambie prontooo, quiero más :D

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