Adultez - 8

Hola a todos~ hum, este capítulo es un poco extraño, no sé si entenderán a Tom, me gustaría mucho saber su opinión. He leído cada uno de sus comentarios, mil disculpas no poder responderlos, tengo el internet lento siempre y no tengo tiempo u_u Espero les guste este capítulo *-*~

Estaba tan indignado, pero cuando quiso hablar o replicar, Tom ya le había dado la espalda y se estaba yendo por el pasillo como si nada.

Sintió impotencia, una extraña mezcla de sentimientos que lo debilitaban, y claro que no haría caso a Tom en lo más mínimo.

“Ignóralo, Bill, ignóralo, haz de cuenta que no existe”, se dijo a sí mismo y esperó un momento a que la cólera se le pasara, lo cual fue difícil pues aún sentía las molestias en su cuerpo. Estaba hiperventilando y sentía que necesitaba tomar aire, salir un momento. Pero Liam esperaba su cena en el comedor y si no lo atendía a tiempo, de seguro se pondría a destrozar el jardín o alguna otra cosa similar.

Terminó de preparar lo que sería la cena para Liam aun con sus manos temblorosas y luego casi corrió al comedor. El pequeño estaba corriendo en la sala con un avión en manos, ya tenía las manos sucias otra vez.

—Te tardaste y ya no tengo hambre —desafió no queriendo ir al comedor.

Bill suspiró poniendo la comida en la mesa, debía relajarse o sentía que perdería la paciencia. Fue donde Liam y tomó su brazo demostrando su autoridad.

—Es hora de comer —dijo serio, jalando al menor a la cocina para que se lavara las manos.

—Ya no me simpatizas —se quejó.

El pequeño podía darse cuenta del cansancio de Bill, lo veía diferente, como sin ánimos de seguir y eso lo aburría.

Sentado en la mesa, jugaba con su comida cosa que molestaba mucho a Bill, deseó poder estar en casa y desaparecer del mundo por un momento.

—Estás así por Tom —dijo el niño refunfuñando por no querer comer.

—Liam, por favor, solo come y no me lo menciones. —Pedirle eso a un niño era mucho.

—No lo entiendo, no les entiendo, ustedes eran amigos que se besaban y ahora pareces estar molesto.

—No estoy molesto y ya te expliqué, tu hermano y yo no somos nada.

—No quiere jugar conmigo, no quiere salir de su habitación.

Bill quería evitar pensar en eso, pero Liam insistía. Para el pequeño era importante lo que acontecía con Tom y creía que por medio de Bill quizá podría entrar a su habitación y preguntarle si quería salir, o jugar o hacer algo. Pero Bill estaba muy lejos de desear tal cosa. Él quería solo irse a casa.

Liam estuvo muy inquieto y desobediente toda esa tarde hasta la noche. Luego de que Bill le permitiera correr un poco más en el patio, se había cansado y quería dormir.

Subió con él a su habitación para arroparlo evitando hacer ruido para que Tom no lo escuchara. 

—Promete que te portarás bien en la semana, Liam, tú eres un buen niño, no hagas que piensen lo contrario. —Lo arropó con las mantas. Liam parecía serio, inquieto y fastidiado.

—Hum… Bill —éste lo miró a los ojos—. Habla con Tom, él te escuchará, dile que quiero que esté bien y que mamá no lo echará otra vez porque también escaparé si hace eso. —Bill bajó la cabeza, de todas formas todo lo relacionado con Liam lo afectaba.

—Tranquilo, pequeño, no pasará eso, tu mamá no lo echará, no tienes que pensar así, Tom volverá a ser el mismo de siempre contigo, solo que quizá está cansado…

Liam no pudo dormir temprano y Bill tuvo que quedarse con él hasta que aburrido cerró los ojos y se dispuso a dormir.

Bill cerró la puerta de su habitación y caminó despacio por el pasillo para salir de esa casa, estaba cansado y deseaba sentirse seguro.

Escuchó la puerta del cuarto de Tom abrirse y no dio la vuelta, sino quiso correr.

—Hey, niñero, a dónde vas. —Era el Tom de siempre, el testarudo y cerdo Tom, eso logró molestarlo, pero no le daría el gusto de detenerse.

Bajó las escaleras evitando voltear, sabía que si lo veía podría caer o podría afectarle. Pero no pensó que Tom fuera tan atrevido de ir corriendo a su alcance y lo tomó de la cintura en un rápido movimiento.

—Pero qué te pasa —casi chilló siendo acorralado en la pared por un Tom demandante. Lo vio a los ojos y su mirada era de… de algo muy cercano al odio, no estaba más ese Tom cariñoso y comprensivo o el Tom que le sacaba una sonrisa con sus tontas ocurrencias, ahora veía alguien violento dispuesto a hacerle algún tipo de daño.

—Ni se te ocurra gritar, niñero, además no hay nadie en casa. —Eso era verdad, Arthur estaba en su habitación lejos de la casa y los padres de Tom estaban en un evento social, no tardarían en llegar pero eso a Tom no le importaba.

Bill no podía adivinar las intenciones de Tom ni tampoco el porqué de su mirada tan airada, estaba comenzando a asustarse y a forcejear para que lo soltara.

—Será mejor que me sueltes, Tom, deseo irme a casa, no quiero saber de ti. —La sonrisa que Tom le dio lo asustó un poco.

—Vaya, ¿crees poder hacer lo que te viene en gana? No te das tu lugar, ¿dónde está el sándwich que pedí?

—Tom —reclamó tomando sus manos que se habían aferrado a su cuello y luego gritó cuando lo jaló del cabello rumbo para su habitación.

—¡He dicho que no grites! 

Bill creía vivir una pesadilla, ¿qué pasaba? Tom lo maltrataba, arrastrándolo lo llevó a su habitación y cerró la puerta tras sí.

—¡Qué pretendes, Tom, suéltame!

Tom parecía ser otro tipo. Bill estaba asustado de su forma de tratar, de su voz, de sus gritos y de la fuerza que usaba para con él.

—¿No dices que soy un cerdo? Apuesto que quieres hacer lo que dice en la libreta, ¿no la leíste completa? —Lo empujó hacia la cama.

—Estás loco, estás loco si pretendes forzarme.

—Yo nunca fuerzo a nadie, solo me divierto.

—No es divertido.

—Lo será si dejas de hablar.

Bill cayó en la cama y trató de levantarse, pero rápidamente Tom estaba a ahorcadillas sobre él, tomando sus manos lo aprisionó en la cama viendo su desesperación…

Él nunca había forzado a nadie, nunca, pero en ese momento sentía la enorme necesidad de estar cerca de Bill, sentirlo aunque sea a la fuerza.

Bill estaba absorto, desesperado y por más que intentaba zafarse, no lo conseguía, estaba atrapado y poco a poco perdía fuerzas para seguir luchando.

—Tom… —volvía a suplicar—. Estás mal de la cabeza, suéltame ya.

—No me da la gana de hacerlo. —Tom se detuvo a observar su bello rostro, no podía creer que se había enamorado y esa sensación lo llevaba a cometer semejante acto. Sabía que Bill no se dejaría por las buenas, Tom ya se sentía un perdedor.

—¿Qué piensas hacer? ¿Violarme? —preguntó algo asustado, estaba tan agitado y por la forma en cómo Tom lo miraba había llegado a esa conclusión, Tom pensaba ultrajarlo.

—Hum, ganas no me faltan… —diciendo eso tomó sus brazos y los llevó al cabecero de su cama, Bill intentó librarse pero no lo consiguió. Tom usó una correa y lo amaró a los barrotes de su cama. Bill casi chilló por el dolor, el nudo era fuerte y casi le cortó la circulación de sus manos. Ahora estaba agitado y miraba a Tom muy asustado.

Por un momento sintió mucha culpa, le estaba haciendo daño, pero sabía que si lo soltaba quizá no volvería a verlo nunca… quizá y renunciaba para irse a vivir con el profesor y con justa razón le tendría desprecio… Tom sentía que había perdido a Bill para siempre. Esa sensación no le dejaba estar tranquilo.

Bill gimió de dolor y luego de eso miró a Tom con mucha rabia, nunca antes se había sentido así de utilizado ni humillado, no sabía qué hacer o cómo hacer para que Tom entrara en razón, solo se llenó de impotencia y como no podía golpearlo, defenderse o zafarse, solo optó por escupirle en el rostro.

Tom nunca antes había recibido un escupitajo en el rostro, no que recordara, eso le pareció algo muy indignante que le provocó ira. No pensó, no pudo controlar eso que sentía y solo alzó la mano para abofetear el pálido rostro de Bill quien gritó y se quedó con la cabeza girada, la boca abierta y una sensación mayor de incomodidad.

—Oh, yo… no quise —dijo Tom en un susurro. Bill no se movía, solo temblaba incapaz de reaccionar—. Bill, yo… No sabes cómo me siento.

Bill cerró la boca y no quiso voltear a verlo, cerró los ojos sintiendo su mejilla arder. Tom se lamentó mucho al ver cómo su blanca mejilla se tornaba roja, había una marca de su mano formándose que logró asustarlo. Le había golpeado, nunca antes había golpeado a alguna de sus parejas, esto era por primera vez así como todas las sensaciones que sentía entre amor y odio, deseo y venganza.

—Solo no te muevas, no hagas nada —dijo Tom tocando su pecho agitado—. No quiero hacerte daño, Bill, mírame. —Bill negó con la cabeza, estaba indignado, tenía la sensación de vivir una pesadilla y tenía mucho miedo, todo eso lo había privado de reacción—. Bill… —suspiró calmando su ira, no quería dañarlo aunque contradictoriamente lo había obligado y amarrado a su cama.

—¿Por qué me haces todo esto? —preguntó con un ápice de voz, estaba asustado y no quería ver sus ojos pues su mirada era nueva, distinta a lo que él conocía de Tom.

—Yo… —Sus manos acariciaban su pecho y parte de su vientre por encima de su camiseta, la cual, luego de pensarlo y desearlo, decidió remangar hacia sus axilas descubriendo su blanca piel. Bill gimió asustado, quejándose, había llegado a creer que Tom lo haría suyo a la fuerza y eso lo asustaba mucho.

Tom se deleitó viendo su semi desnudez, Bill era delgado, sus costillas podían notarse, y su vientre lucía hundido, su agitada respiración excitaba a Tom quien comenzó a tocarle.

—Yo no sé por qué hago esto —dijo contestando su inicial pregunta—. Yo… —Y no quiso decir más pues sabía que serían cosas no muy bien tomadas. Bill estaba muy molesto con él y por eso se ahorraría sus razones.

Bill pudo escuchar el típico sonido que Tom hacía cuando estaba excitado, solo pasaba cuando intimaban, y su corazón se aceleró por temor. Casi gritó cuando le abrió los pantalones y forcejeó un poco para sacárselos a la fuerza. 

—¡No, qué haces, no puedo creerlo! —gritó indignado—. Estás loco Tom, esto no te lo perdono…

—Lo sé… —dijo con resignación—. Sé que no me perdonarás, pero… —calló otra vez evitando dar sus razones. 

Suspiró profundamente al verlo desnudo y lo inmovilizó. Quería verlo todo, sentirlo, aprovecharse si es posible ya que sabía que quizá sería la última vez que podría tocarlo.

Sus ojos bajaron hacia ese hermoso contraste que gustaba ver, sus bellos púbicos resaltando en su blanca piel. Por un momento se sintió enfermo, pero enfermo por Bill, de Bill mismo ya que las sensaciones eran nuevas y poderosas que motivaban a dejar atrás su razón y hacer lo que hacía en esos momentos.

—Tom… —cansado, agitado, desesperado, volvió a quejarse—. Por favor… qué me harás.

—Me aprovecho —no le mintió, diciendo eso lo besó a la fuerza.

Era un beso hambriento, con todas las ganas que había estado conteniendo y se precipitó sobre él quien no pudo más que solo mover la cabeza evitando el beso, cosa que no podía hacer ya que Tom tenía sus labios.

Se separó y lo vio a los ojos, ahora sus ojos contenían lágrimas y lucía más asustado. Bill frunció el ceño y sus labios temblaron.

—¿Escribirás esto en tu sucia libreta? —preguntó tembloroso y Tom se acordó de ese asunto.

Se puso arisco, se separó por un momento para sonreírle desde su posición, aún a ahorcadillas sobre su desnudez. 

—Ah, la libreta —dijo alzando una ceja—. Fíjate que la tengo conmigo.

—Debí imaginarlo, eres un maldito cerdo, mira hasta dónde has llegado. 

Tom se levantó de sobre él y cogió la pequeña libreta que tenía sobre su mesa de noche, regresó sobre Bill y la puso entre ellos, encima del pecho de Bill, abriéndola. Bill mostró más su incomodidad, evitaba ver ese objeto causante de todo.

—Hum… ¿leíste todo? ¿Leíste hasta el final?

—Qué pregunta es esa y prefiero no hablar de eso, Tom, suéltame de una vez.

—Quiero saber si la leíste completa.

—Sí. Quiero saber por qué tienes esa porquería. —Tom no quería responder esa pregunta, estaba comenzando a incomodarse, Bill no entendería su punto de vista e iba a arruinarlo más de lo que ya había hecho.

—Somos diferentes Bill, tú nunca entenderás lo que es ser yo. 

—Bah, excusas para no reconocer lo cerdo que eres. 

—Soy un cerdo, ¿de acuerdo? ¿Qué más quieres que te diga? Todo esto es lo que soy —puso una mano sobre la libreta, golpeándola—. No quería perder el rumbo, no quería dejar de ser yo cuando esté contigo, era solo eso ya que… ya que me sentía otro. —Bill no lo entendía y le dio mucha cólera hablar del tema, cerró los ojos por un momento e inspiró aire para calmarse—Bill… —llamó queriendo que lo viera, pero Bill no lo haría.

—No quieres dejar de ser quien eres por… por mí —susurró con los ojos cerrados.

Tom suspiró resignado, eso era difícil, Bill no entendía por todo lo que estaba pasando, todo su interior desequilibrado por un sentimiento nuevo, por una sensación más fuerte que su voluntad, por sentir lo que sentía por Bill.

—No.

—Entonces no sé el porqué de esta tonta conversación, no tienes remedio, Tom y me haces daño. —Tom bajó la cabeza y sus ojos dieron con la libreta, con la representación de su yo interior, sus privacidades puestas en varias hojas de papel y cada una de esas hojas significaba una especie de poder, una sensación de haber conquistado y conseguido mucho, cada mujer, cada hombre con el que había estado representaba un orgullo de hombre, una sensación de superioridad ante todos ya que sin eso se sentía débil y él no quería serlo, no quería darse cuenta de que quizá tenía sentimientos, de que podía sentir algo por otra persona, no, todo lo contrario, todos eran como objetos de satisfacción, aventuras, conquistas y debían ser anotadas para alzar su ego.

Pero la libreta había dañado a la única persona que había desequilibrado su mundo.

La tomó con ambas manos temblorosas y buscó la página blanca de Bill, leyéndola mentalmente una y otra vez “Bill Kaulitz, el niñero, el virgen.” Él había escrito solo eso porque no se sintió capaz de escribir algo más específico, quizá debió poder lo que pasó en la noche de su cumpleaños, lo estrecho que estuvo su trasero, mencionar al menos algo relacionado con eso, pero esa noche cuando escribió la libreta se sintió culpable por mezclar a Bill en ese record sucio. Pero ya estaba hecho.

Bill estaba cansándose cada vez más de estar en esa posición, sus manos estaban casi moradas de la poca circulación, el peso que Tom hacía sobre su cuerpo comenzaba a dolerle, en especial su parte íntima. Tom parecía no darse cuenta, a Bill le llamó la atención la mirada extraña que tenía para con esa libreta, estaba mirándola solo a ella, a sus hojas, leyendo su contenido y eso a Bill le pareció repugnante. Pero luego de un tiempo, pudo ver una expresión como de angustia en los ojos de Tom.

—Tom… —llamó algo más calmado y luego se asustó de la forma en cómo Tom comenzó a romper cada hoja. Con ira, con cólera, cada papel era rasgado y los trozos caían sobre el pecho de Bill—. ¡Tom! —se exaltó un poco al verlo así de agitado y violento.

—¿Estás contento? —preguntó luego de haberla roto completamente. Sus ojos denotaban enojo y Bill no supo qué contestar.

Tom botó cada pedazo de papel fuera de su vista y volvió a deleitarse en el cuerpo desnudo de Bill, pero antes que se excitara, decidió soltarlo.

—No estás bien, creo que…

—Evita decirme lo que tengo que hacer, no digas nada y vete —dijo habiendo soltado sus muñecas.

Bill se sentó en la cama con el cuerpo tembloroso y aun desnudo. Tom se apartó de él y le dio la espalda, esperando que Bill recoja su ropa, se vista y se vaya de su habitación, de la casa y de su vida, debía resignarse a perderlo porque no podía tenerlo amarrado a su cama como él tanto quería.

Los ojos de Bill fueron al suelo, a los cientos de papelitos de colores picados que estaban esparcidos por todos lados, entre ellos los trozos del papel blanco que sabía que era de su nombre. Por un momento se le pasó por la cabeza que esos papelitos eran el corazón de Tom, uno sucio lleno de secretos que nadie quisiera saber, pero lo había roto, se había deshecho de ello.

—¡Qué esperar para sacar tu culo de aquí! —le gritó porque ya no soportaba saber que seguía sentado en su cama, que Bill estaba tan cerca pero a la vez tan lejos de él.

—Ya va —dijo asustado, buscando su ropa, comenzando a ponerse su calzoncillo con sus manos temblorosas.

—Puedes irte con ese profesor si quieres, mañana recogeré mis cosas del departamento —dijo sonando frío y Bill sintió un nudo en su garganta.

—Iré por mis cosas también.

—Bueno.

Tom le seguía dando la espalda y Bill terminó de vestirse.

—Tom… —llamó cuando estuvo por irse, pasando por su costado pero evitando verlo—. No iré con Jared.

—Vete ya.

Bill salió muy rápido de ahí, pero dentro de él deseaba que Tom fuera capaz de salir a su tras, que lo detuviera, que le robara un beso, que le diera amnesia y así empezar todo de nuevo, extrañamente sentía culpa de algo que no había hecho, y de todas formas ver la libreta rota lo había confundido un poco.

Pero Tom no lo siguió, solo cerró la puerta de su habitación con un sonoro portazo y se sintió peor que antes… fue a su cama y se tocó el pecho, le dolía mucho, tanto que terminó llorando de rabia maldiciendo los sentimientos que sentía, sentimientos hacia Bill.

u_u ¿Qué piensan de Tom? ¿Creen que su relación tenga futuro? ¿Ahora qué pasará? XD ni yo misma sé, pero pude imaginar hasta los gestos de angustia de Tom en mi mente, espero los haya podido plasmar tal y como el personaje me lo mostró. 

Comentarios, sugerencias y críticas son bienvenidas, gracias por leer~