Artificial - 2

Hola *-* ¿vieron mi regalo? Es hermoso *-* y por eso este capítulo está dedicado para Kamila<3 Espero les guste n_n respondí todos sus comentarios, gracias por leer~

Tom salió con Bill caminando detrás suyo. Los científicos lo dejaron en la puerta de la planta, cerca de su pequeño auto de una sola persona y se fueron.

—No tengo idea de cómo llevarte al departamento, solo hay espacio para uno. —La mayoría de autos eran individuales, era ese nuevo sentido moderno de individualidad.

—Iré sobre el auto —dijo Bill viendo el auto y registrando en su mente cómo subirse a él.

—¿Estás loco? Eso es peligroso.

—No estoy loco y no peligro, sé aferrarme a una máquina, su auto lo es. —Tom dejó de verlo y luego vio un auto volar con un robot sobre el techo, las personas solían transportarse así.

—Vaya, la ciudad enloqueció.

Tom subió a su auto y Bill al techo, se sentó ahí y buscó su equilibrio.

Los autos volaban pues los edificios eran altos y Tom tenía su departamento en el piso treinta de la empresa de plantas y hacia allá se dirigió.

No podía dejar de pensar en el robot que llevaba, sobre todo en lo parecido que era de una persona… casi igual o mejor dicho tan igual que lo único que lo hacía robot era ese mismo concepto de saber que era uno, pues si lo hubiera visto en otras circunstancias fácilmente lo hubiera confundido con un humano hasta que comenzara a servirlo ya que las personas no eran amables como un robot.

—Llegamos —anunció con una sonrisa y con un pequeño nerviosismo, a pesar de que sabía que era una máquina, era interactuar con un ser que no conocía nada excepto que era un robot.

—Su casa es hermosa —dijo al ver la puerta.

—¿Cómo sabes? Lo dices porque estás programado, bah.

—No, no, lo digo por los colores de las paredes, la puerta de madera, eso no se ve en este tiempo.

—¡Pero tú recién has “nacido” no tienes recuerdos de este mundo! —gritó fastidiado porque sentía que el robot quería engatusarlo. Bill se molestó y eso molestó más a Tom, los gestos que hizo, esa forma de cruzar sus brazos parecía tan humana—. ¿Por qué esa fea cara?

—Usted se ha molestado conmigo.

—Porque eres ilógico.

—Me retracto entonces, su casa es fea porque no la conozco.

—Bien. —Tom parecía estar satisfecho con eso y abrió la puerta.

Bill entró detrás de él y se quedó parado cerca de la puerta observando todo, cada objeto extraño como plantas bonsáis, cuadros antiguos, y la sensación de haber entrado a una casa del tiempo antiguo.

Tom dejó sus llaves sobre la máquina que tenía cerca de la cocina.

—Una computadora —dijo Bill mirando la máquina en forma de un televisor de pantalla plana con cajones abajo, como un mueble y había un horno, una parrilla y una pequeña máquina de lavar platos o ropa—. Una muy antigua.

—Sí, ¿viste? No dependo de robots, esa máquina me ayuda en lo que pueda, todo lo demás lo hago yo, no necesito de… de ti. —Bill aparentó tristeza—. No tienes por qué poner esa cara, sé que todo está programado.

—La pongo porque deseo serle útil.

—Pues qué pena.

—Eso es lo que siento, pena.

—¡No sientes!

—¡Sí! Me programaron para sentir, ya que tanto habla de programación, estoy programado para sentir. —El tono que usaba era tan cercano a lo humano, Tom se llevó las manos a la cabeza.

—Estás programado para confundirme más, aléjate de mi vista. —Bill obedeció, bajó la cabeza y caminó hacia la cocina donde Tom no podía verlo, se quedó parado ahí, oculto.

Tom suspiró fastidiado y decidió tomar una ducha. Tecleó en el pequeño teclado de su máquina antigua “ducha” y automáticamente la tina se llenó de agua, la música relajante y antigua se programó y los aceites de baño salieron de sus lugares esperándolo en el baño.

Un minuto de tranquilidad era lo que deseaba.

Bill, en la cocina, analizó la situación, lo mejor sería deshacerse de esa máquina para que Tom no dependiera de esa sino de él, la idea de no sentirse productivo lo incomodaba pues los robots estaban programados con sensaciones, si todo iba bien funcionaban bien, pero si fallaban, si ya no servían, voluntariamente se activaba su sentido de autodestrucción e iban solos a sus fábricas a entregarse como chatarras. Él era nuevo, no podía tan siquiera pensar en eliminarse, debía eliminar la competencia pero de una forma sutil, algo que no pusiera en peligro la vida de Tom u otras humanas.

Tom salió más relajado del cuarto de baño y fue a su habitación no sin antes teclear en su máquina “cena” para que se vaya calentando la cena mientras se secaba las trenzas de su cabeza, un look bastante antiguo pues la nueva moda siempre era cabellos con aplicaciones de texturas, de plástico, de metales, de todo, pero Tom no tenía más que sus cabellos muy bien trenzados.

— “La máquina tuvo un error” —dijo la voz de la máquina al no poder cocinar la cena y Tom se ofuscó un poco.

Recordó aquellas épocas que pasaba con su abuelo cocinando cerca del bosque, como era cortar verduras, ponerlas en cocinas de fuego, recordar ese saber natural, pero ahora tenía a la máquina que le ayudaba en algunas cosas, tener que cocinar implicaba recordar cosas que lo ponían triste… cocinar era de a dos, no de uno solo, por eso prefería ordenar a su máquina que le hiciera la cena, pero había fallado.

—Ahora qué —dijo yendo a la cocina, encontrando a Bill quien cuando lo vio, salió de la cocina, la orden era que no lo vea, así que se ocultó.

Tom no dijo nada, más bien le pareció correcto que el robot huyera, así aprendía que él no hablaba en vano, no quería ver a esa máquina.

—¿Qué pasó? —se dijo a él mismo cuando luego de reiniciar la computadora ésta siguiera en blanco, marcando error en su pantalla—. No pudo haberse malogrado, no… ya no existen de este modelo, ahora todos son putos robots, no compraré uno… —dijo y luego pensó en que tenía uno en casa, uno que podía ser el culpable de que su máquina no funcionara, pero cómo lo acusaría sin pruebas.

—Bill —llamó y el robot acudió.

—Dígame, amo.

—Bien, arregla esta máquina —dijo con una sonrisa, sospechaba que él mismo lo había malogrado, pero no le daría el gusto de pedirle que cocinara. 

—Sí.

Tom le dejó el espacio, Bill abrió la parte de atrás de la máquina y sacó muchos cables, sacó un rayo de su dedo con el que soldó y Tom comenzó a preocuparse, se acercó para ver lo que hacía.

—¿Qué tanto haces?

—Lo arreglo.

—¿Pero cómo sabes? O sea, qué le haces.

—Le doy mantenimiento, no funciona por eso, además porque es un modelo tan antiguo, y por más que lo arregle quizá sea por un tiempo corto y además te consumirá mucha energía. Temo decirlo pero desactivaré su horno, es peligroso, la máquina puede explotar y eso es peligroso para usted.

—El horno es importante, arréglalo.

—No lo haré, es peligroso, además sus rayos provocan enfermedades.

—Mira, robot, aquí mando yo, tú obedeces, arregla mi horno.

—No, su horno no será arreglado por mí, debo protegerlo del peligro.

—¡Obedéceme! —gritó y Bill frunció el ceño.

—¡Es peligroso! —gritó y Tom pudo ver su mismo gesto reflejado en el del robot… Si él seguía así, Bill aprendería todo su malgenio y cuando lo tuviera que devolver a la fábrica, notarían eso.

Tuvo que suspirar hondo y Bill le imitó.

—Lo siento —se disculpó Tom sabiendo que esas palabras eran para humanos, pero decidió que actuaría con Bill como si fuera una persona, total, nadie los veía, pensó que sería más cómodo tratarlo bien y no perder su “humanidad”, no, eso sería lo último que perdería, aunque estuviera hablando con una máquina lo haría como su abuelo le enseñó a tratar a los demás… como si se tratara de uno mismo—. Lamento gritarte, ya, ese horno no sirve. —Bill le sonrió y terminó de arrancar el horno de la máquina—. Ahora mi máquina quedará con un hueco feo.

—Podemos meterle algo, un adorno…

—No lo sé, no sé, creo que tienes razón, esta máquina es antigua. Quizá debamos dejarla descansar. —Bill sonrió ante ese término y Tom acarició la máquina.

—Dejarla descansar… —Repitió eso buscándole la lógica, como si la máquina necesitara eso como los seres vivos.

—Me sirvió de mucho, mi abuelo tenía una parecida pero no la usaba mucho, solo que cuando murió adquirí ésta en la chatarra, funcionaba aun. —Bill lo miraba fijamente, grabando lo que le decía.

Vio cómo Tom acariciaba la máquina en su totalidad, como dándole un último adiós y Bill sonrió ante eso no solo porque se desharía de ella, sino porque mostraba cuidado para una máquina… como él, quería decir que Tom podía cuidar de él.

—Bill, ¿me haces la cena? —preguntó con una pequeña sonrisa y Bill sonrió aún más.

—Sí, mi amo, le preparo lo que quiera.

—¿Qué quieres hacerme? —Bill se puso serio, no tenía idea, y es más, no tenía voluntad para decidir.

—Mande usted.

—No, no quiero mandar, quiero que nazca de ti.

—Apenas lo conozco, no sé.

—Pero debes tener una idea, piensa.

—Tarta francesa, huevos revueltos, sopa de tomate, papas fritas, legumbres cocidas, pasta antigua, masa de sabores, frutas secas o cocidas, puré de verduras, carne de pescado con ensalada, afrecho, germen de trigo, comida para enfermos…

—Ya… —lo calló—. Ven, te enseñaré.

Tom creía poder enseñarle, sabía que Bill tenía conocimientos mucho más avanzados que él, pero la idea de dejarlo solo en la cocina para que le hiciera la cena le pareció tan mala, así que lo acompañaría y de paso le enseñaría sus gustos, él era vegetariano, así que el robot debía aprender a cocinar su comida.

Bill sonrió más cuando Tom se quedó a su lado y observó cómo Tom le enseñaba las plantas que tenía y cómo era para él la cena perfecta.

Hicieron una rica ensalada y Tom se sentó a la mesa mientras Bill ponía su plato junto con los cubiertos.

—Siéntate —le ordenó pues la idea de verlo parado a su lado esperando sus órdenes le pareció muy desagradable, como los esclavistas. El robot obedeció y se sentó frente a él—. Ustedes no tienen idea de lo que es el hambre —dijo comiendo, disfrutando el sabor.

—Es como una necesidad que necesita ser saciada.

—Pero no sabes lo que se siente… hum, esto sabe genial, pero tu lengua no sabe de sabores.

—Sí sabe, por algo tengo una lengua.

—No, no sabes, no sientes.

—Siento, señor Tom. —Tom se molestó un poco y tomó un brócoli.

—Cierra los ojos y abre la boca. —Bill así lo hizo y Tom cambió el vegetal por un pedazo de papa y lo puso sobre la lengua de Bill, y luego la retiró—. ¿Qué era?

—Una papa. —Tom se ofuscó.

—Cierra otra vez los ojos. —Así lo hizo y miró un pedazo de ají en su plato, pensó que era buena idea ponerlo en su lengua, y así lo hizo. Vio cómo Bill fruncía el ceño y luego retiró el pequeño ají—. ¿Y eso?

—Un ají.

—¿Cómo sabes?

—Porque picó.

—No puede ser… —Y recordó que le habían dicho que tenía habilidades humanas, quizá eso era parte.

—Es, mi lengua siente —dijo y sonrió.

—Puedes comer…

—Sí, pero no es buena idea, no proceso los alimentos como usted, deberé luego vomitarlos o se malograrán dentro de mí. No querrá desperdiciar su rica cena solo por verme comer.

—Oh, no, pero… pero creo que, no sé… ¡Ya sé! —Tomó un plato vacío, un tenedor y una cuchara y la puso a la mesa—. Esto es tuyo, también comes conmigo aunque en realidad no, pero es para que estemos iguales…

“Iguales, iguales”, resonó en la mente de Bill, su amo lo veía igual y eso activó sensaciones agradables que le hizo sonreír.

Imitó a Tom en comer, siguiendo sus gestos, masticando el aire y tragando. Tom rió y luego eructó enseñándole a Bill quien hizo lo mismo.

—¡No puedo creerlo! Nunca vi algo semejante…

Parecía estar divirtiéndose, Bill también se reía, estaba cómodo, estaba feliz pues nada malo pasaba y se sintió útil.

Al final del día, Tom preparaba una cama cerca de la suya, sería la de Bill.

—No necesito, no duermo.

—Aprenderás, se supone que estás a mi lado para eso, ¿no? Ese fue el trato, aprender y te enseñaré.

—Aprenderé —dijo Bill recibiendo su cama y su almohada.

Tom se recostó en su cama y Bill lo imitó viéndolo mientras se acostaba.

—Oye, Bill…

—Dígame, amo.

—Sonará raro, pero ahora no me siento solo.

—Tampoco me siento solo.

—Pero tú no sientes, yo sí.

—También siento.

—Está bien, sientes, pero no me puedes entender… —se refería a la soledad humana, no la sentía porque estaba con Bill, con alguien con quién interactuar.

—Explíqueme.

—Solo quería decir que contigo ya no me siento solo.

—Entonces es algo mutuo.

—Pero eres un robot, tú puedes existir solo.

—No señor, no puedo, solo yo me desintegro, le pertenezco. —Tom lo vio a los ojos, frente a frente en diferentes camas y le sonrió.

—Me gusta que me pertenezcas, dilo otra vez.

—Le pertenezco —dijo con una sonrisa.

—Ahora duerme, cierra los ojos y duerme.

Bill así lo hizo, aunque mientras tenía los ojos cerrados repasaba en su mente de computadora toda la información obtenida ese día.

Y bien, Tom no desea comportarse como los demás humanos de fríos... y quizá ése sea el problema u_u quizá por eso fue escogido, ¿no creen? Veremos. Subiré pronto pues lo tengo muy avanzado *-* 

Comentarios, sugerencias y críticas son bienvenidas. Gracias por leer *-*~