miércoles, 2 de julio de 2014

Cautivo - 6

Hola a todos n_n~ otro capítulo más de este fic fuerte y_y espero pronto estar subiendo los capítulos nuevos de este fic. Saludos a Nico~
Al despertar, se sentó en la cama y vio que era la mañana del día siguiente, no podía creer que había dormido tanto. 

Se tapó la cara avergonzado de recordar la noche anterior, se había descontrolado de tal manera, como queriendo perderse en todo el placer, como queriendo salir de este mundo, de su mundo de cautividad. 

—Oh, por qué —se lamentó y mirando la cama echa un desastre, sin Tom, recordó todo detalle a detalle y temió verlo ¿Con qué cara lo haría después de todo? 

Se puso sus bóxers y tuvo que salir de la habitación pues tenía sed. En la cocina no había nadie, por un momento se alivió, pero luego su corazón latió ansioso por buscar la manera de escapar, aunque rápidamente decidió no intentarlo, pues imaginar ser encerrado en el sótano oscuro lo deprimía en sobremanera. Así que se sentó en el sofá a esperar a su captor. 

Efectivamente después de unos minutos, él regresó.

—Hola —dijo con una sonrisa y algo en sus manos.

Bill se sonrojó y quiso responderle, pero su vista descendió a lo que tenía en sus manos, se asustó al ver que se trataba de un animal agonizante. Una liebre semi blanca era tomada de las orejas.

—Cenaremos liebre —dijo sonriente y Bill palideció.

Inmediatamente fue donde Tom tomando el animal con cuidado en sus brazos, se desesperó porque viviese.

—¡Qué le hiciste! ¡¿Por qué está agonizante?! —Tom no entendía sus reclamos, se suponía que era el almuerzo y lo prepararía para Bill.

—Bill, es nuestra comida, lo cacé en el bosque, cayó en una de mis trampas y pues, por eso está así, por morir, así que si me permites, dámelo que le daré muerte de una vez.

—¡No! —Sus lágrimas caían por sus mejillas. 

La liebre era un poco grande y pesada, pero Bill la recostó en el sofá y desesperado trató de reanimarla. Miró a Tom amenazante y éste puso los ojos en blanco así que se adentró en la casa.

—Voy al baño, ya vuelvo —dijo.

Bill aprovechó para traer un vaso con agua y tratar de hacer que el animal volviera en sí, puso su mano en el pecho de la liebre y se dio cuenta de que latía muy rápido, esa era buena señal.

—Oh, por favor, tienes que vivir… no permitiré que mueras —decía desesperado, no pensó que se aferraría a un animal salvaje tan rápido, pero en verdad quería que viviera, quería que saliera de ese estado.

El animal empezó a reaccionar, se movía y tenía los ojos abiertos, su naricita olfateaba todo a su alrededor, y Bill buscó un lugar donde ponerla y donde darle de comer. Le trajo más agua, zanahorias y una manta en donde instalarla. Cerca de la cocina, buscó un lugar, lo adecuó para que el animal pudiera reposar tranquilo. Tom le dio el alcance algo incómodo.

—Bill —llamó serio y él se le acercó algo temeroso.

—¿Sí? —respondió agachando la cabeza, aún por la vergüenza de lo ocurrido anoche.

—Ese animal es nuestro almuerzo, lo traje para eso. —A Bill se le aguó la vista, y otra vez la frustración lo invadió cuando Tom entró a la cocina buscando un cuchillo, su corazón comenzó a latir temeroso. 

Tom cogió el cuchillo y agachándose hacia la caja en donde estaba puesto la tomó de las orejas. Bill ahogó un grito, las piernas le temblaban, aún así corrió hacía él y poniéndose de rodillas tomó la liebre y la cubrió con su cuerpo sollozando súplicas.

—Por favor no… no la mate, no, no… —Estaba llorando, Tom no podía matar a esa liebre, al menos no por ahora.

—Bill, ya, basta de llorar. —Se alejó un poco de esa escena, le perturbaba en cierta forma ¿Tanto podía aferrarse a una comida? Ese animal estaba agonizante, mejor si moría, aliviaría su sufrimiento además de servir de cena, así se supone que es la naturaleza.

Las presas no se salvan… 

Al no soportar el llanto de Bill, desistió en matar al animal. —Entonces tú verás qué me preparas —dijo ocultando el cuchillo en un cajón con llave. Bill supo entonces donde tenía todo lo punzo cortante. 

Se levantó de ahí con la liebre en sus brazos, tratando de calmarse, sabía que Tom detestaba que llorase, así que no quería molestarlo después de permitir que la liebre viviera.

Después de horas, Bill preparaba algo improvisado, mientras a cada rato iba a ver el estado de salud de la liebre, ella permanecía asustada en un rincón de la cocina, veía que ni comía ni nada, estaba dentro de una caja temblando de miedo, sintió pena, así que pasaba ratos sentado en el suelo frente a ella, tratando de calmarla, tratando de que se diera cuenta de que él no era malo. Él no.

Tom, sentado en la sala, observaba a Bill, últimamente lo hacía seguido. 

Él no pensó que de la noche a la mañana cambiaría unos pechos voluminosos por unos planos, una cabellera rubia por una morena, unas caderas prominentes por un buen trasero, una mujer por un hombre, nunca lo pensó. Esa no era su idea al principio.

Es que había un principio. Recordó entonces cómo así Bill llegó a sus manos.



Se encontraba en su camioneta, estaba algo alterado por el ruido de la ciudad, y viendo a tanta gente caminar de un lado a otro sonriente y feliz, gente muy joven, adolescentes del instituto de música para ser específicos. 

Él solía observar a una jovencita, una rubia muy risueña, sabía que se llamaba Sandra, sabía dónde vivía y sabía que tenía un parecido con Cindy, eso era lo que le interesaba de ella, aunque Cindy era de cabello lacio y Sandra de rizos. Él había hecho un plan, ella sería suya.

Días antes estuvo intentando acercarse a ella de buena manera. Ella una vez lo miró coqueta, pero nunca estaba sola, en ningún momento, siempre estaba con más de dos amigas o a veces amigos y lo que más detestaba Tom era tener que socializar en grupo, así que evitaba acercársele cuando estaba con muchas personas.

Un plan maquiavélico pasó por su mente y lo persiguió por semanas, entonces en casa preparó todo por si la ocasión llegase… La capturaría sólo para él. 

Pero la ocasión nunca llegó, ella en ningún momento se libraba de sus amistades, no caminaba sola, nada. 

En una tarde Tom, desde su camioneta, estuvo observándola en el Instituto. Ella salió con sus típicas amigas caminando con sus libros en brazos hablando amenamente, y luego alguien se detuvo a saludarle, otra chica, eso pensó Tom al principio, la vio guapa, aunque bastante plana y delgada, entonces, al mirar todo su atuendo se dio con la sorpresa de que no era una chica, era un chico, uno muy lindo. Los ojos de Tom se agudizaron en observar ese perfil, ese porte que tenía, esa empatía con los otros, se reían los muchachos en grupo, bromeándose los uno a los otros, algo que Tom no entendía.

—Un chico lindo —se dijo así mismo—. Totalmente distinto a… a… —No lo dijo, pero la idea de cambiar de objetivo le sonó esperanzador.

Entonces por el resto de semanas, siempre que iba a observar a Sandra, la rubia amiguera, terminaba por saber algo más del chico pelinegro. Supo su nombre, su dirección y amistades. Supo por donde andaba y cuales eran sus intereses, a parte de la música, lo era también ir de compras.

Una tarde, decidido, lo siguió sigiloso por todo el camino de regreso a su casa, casi al otro extremo de la casa de Tom. Vio que se despedía de su amigo rubio y bajó de la camioneta. Caminó detrás de él hasta pasarlo y ocultarse por entre los árboles, luego que la lluvia de esa tarde se intensificara, y él se asegurara de que nadie más estaba en el camino, se le acercó y vio la mirada dudosa en aquellos ojos maquillados, luego lo golpeó tan fuerte que Bill cayó de espaldas inconsciente. Tom lo alzó en sus brazos y lo llevó inconsciente a su camioneta, ahí, le puso un pañuelo en la nariz, uno con una sustancia que adormecía. 

Viajó todo el camino con Bill recostado atrás de su camioneta. 

Al llegar a casa, lo metió y recostó en el sofá, observó cada detalle de su bello rostro, y le quitó cada prenda que tenía. Vio su blanca piel al descubierto y se quedó fascinado. Sabía que todo lo que hacía era realmente enfermo. Pero en ese estado en el que se encontraba su conciencia no tenía voz ni voto. 

Después de besarlo, lo tomó en brazos y lo llevó a donde él pensó sería su lugar para siempre, en el sótano que antes utilizaba para depósito, ahí lo pondría y estaría con él hasta que se hartase y lo matara.

Cuando Bill despertó, él lo marcó como suyo, era la primera vez que lo hacía con un hombre.

Él no pensó que cambiaría así a una persona especial… como tampoco pensó que alguien alguna vez lo dejaría.



Sentado en su sofá, viendo como Bill se preocupaba por un animal salvaje, Tom se sintió nostálgico. Se sintió solo otra vez, aunque tuviera a Bill, ya que en su corazón y mente algo lo perturbaba, un recuerdo insano.

Bill era su diversión sexual, su pasatiempo preferido, su compañía ideal, así él lo veía, pero aún no sabía si ese pequeño podía llenar su vida del todo, después de lo de anoche, él realmente pensó en Bill como algo serio, pero no estaba seguro, es que su corazón estaba cerrado.

Pero además ¿Cómo tomarlo como serio si lo había violentado, violado y lo tenía privado de todo? Bill nunca le podría querer enserio, siempre estaría la culpa de haberlo tomado de esa forma. Era comprensible que lo odiase.

Cerró los ojos un momento, tratando de escuchar sólo la voz de Bill en la cocina, y esos tonos melodiosos cuando cantaba para la liebre. Pero de repente Bill gritó sacando de su trance a Tom quien fue a la cocina a socorrerlo inmediatamente. Encontrándolo de rodillas con un brazo pegado a su pecho y algo asustado.

—Bill —llamó serio—. ¿Qué pasó? —Vio su pecho mancharse de sangre y se enfureció, lo tomó del brazo y lo miró, lo tenía todo tan rasguñado que sangraba.

—No pasó nada… estoy bien, suélteme por favor. —Lo había alzado cual muñeco de trapo, pero cuando vio que era un arañazo de esa manera empezó a buscar a la liebre con la mirada—. Tom —llamó para que le mirase, tomó su chaqueta sacudiéndola un poco pero Tom no le miraba, él quería matar a ese animal que había herido a Bill—. Estoy bien, déjala, sólo está asustada, no quería hacerme daño.

—Es salvaje, debe morir —dijo soltándolo y avanzando con la intención de seguir buscando, sabía que estaba por ahí, oculta en algún mueble.

—¡No! Por favor… —suplicó. Entonces Tom lo miró.

—¿Qué pretendes? ¿Quedártela? —Bill pensó por un momento y asintió con los ojos aguados—. Mira lo que te ha hecho. —Tomó su brazo y tocó la herida, Bill se estremeció—. No es domesticable, es salvaje. —Una lágrima de frustración bajó por su mejilla.

—Está asustada… cree que le haré daño, pero cuando sepa que no es así, ella podrá estar bien.

—¿Y después?

—Después será libre… —Tom se quedó pensando.

—No, la liebre entró aquí para ser nuestra cena.

—Por favor no… yo cuidaré de ella, yo velaré por ella, no me ha hecho daño.

—¿Por qué tanto interés en un animal, Bill?

—Yo… —Agachó la cabeza—. Supongo que me siento solo —se sinceró. Y eso trastocó un poco a Tom, él no pensaba en eso, sólo quería a Bill a su lado, pero no le importaba si él deseaba a alguien a su lado, aunque fuera un animal salvaje.

—La liebre se irá… ella no pertenece a este mundo, no puede ser domesticada.

—Entonces, déjala libre… 

—Morirá si la dejo afuera, estuvo en la trampa todo un día probablemente, está debilitada. —Tom pensó que hubiera sido buena idea rematarla en cuanto la liberó de la trampa, se hubiera evitado tantos problemas.

—Yo la curaré, me haré cargo. —Tom puso los ojos en blanco, con Bill no se podía.

—Ya… haz lo que quieras. —Vio la sonrisa de Bill, al fin una sonrisa real.

*

Después de curar sus heridas, de dejar a la liebre fuera de peligro durmiendo en una caja, y después de cenar, fueron a dormir. Esta vez Tom abrazó a Bill y se quedó oliéndolo por un momento.

—Bill, hueles siempre bien. —Por un momento pensó en la mención de su nombre.

—¿Cómo sabe mi nombre? —Recordó que muchas veces se lo preguntaba pero Tom no le daba alguna respuesta.

—Te conocía desde antes de traerte aquí. —A Bill le empezó a incomodar la conversación que él mismo inició. Tom tocó sus cabellos y acarició su rostro, Bill cerró los ojos suspirando.

—Usted está loco… —Le dijo con temor, detuvo sus caricias y Bill abrió sus ojos algo asustado, pero Tom le sonrió.

—Sí, lo estoy… —Un silencio prolongado otra vez, y Bill volvió a cerrar sus ojos.

—Tom, ¿cuántos años tiene usted? —preguntó tímido, no quiso abrir sus ojos pues temía encontrarse con su mirada seria o molesta. Pero el tono de voz de Tom era calmado.

—¿Cuánto crees, pequeño? —Bill abrió los ojos y observó su rostro, sus ojos, su cabello negro suelto, sus labios y ese piercing.

—Supongo que… —Dudaba mucho, lo veía algo mayor pero su vestimenta y ojos parecían de alguien casi cerca de su edad, casi diecisiete —Unos… ¿veintiocho? —Tom frunció el ceño.

—¿Qué dijiste? —Bill tembló un poco y poniendo sus manos en los brazos de Tom trató de arreglar la situación.

—Es mi mente estúpida, lo siento, no sé cuanto tiene usted, no se enoje. —Eso le causó gracia a Tom quien soltó una risita al ver cuanta alteración de parte del otro.

—Tranquilo tú, te diré la verdad. —Bill lo miró interesado—. Tengo veintidós. —Eso Bill no se lo esperaba.

¿Cómo alguien de veintidós lo secuestraría? Bill le había echado más años por eso, y porque carecía de amistades, era retraído y aislado como un anciano.

—Oh… —Aún pestañeaba rápidamente tratando de mirarlo como a un chico de esa edad.

—Sí, entonces que me digas todo el tiempo “usted, señor” no me gusta.

—Lo siento, no le llamaré así nunca más.

—Tutéame, dime tú, Tom, pero no señor ni nada que se te ocurra. —Bill asintió obediente y después de un buen rato se acomodó más cerca de Tom para dormirse, necesitaba a alguien y él se culpaba por eso. 

—Tom.

—Dime.

—¿Alguna vez seré libre? —No sabía cómo responder a esa pregunta… él no quería.

—No quiero. —Bill le dio la espalda, tratando de dormir, tratando de no haber escuchado eso, le partía el corazón... él sí dejaría ir a la liebre…

Sintió las manos de Tom rodearle la cintura y todo su cuerpo pegado al suyo… le besó la nuca y él cerró los ojos fuertemente.

—Pide todo lo que quieras —susurró—. Pero no libertad… —Y Bill no quería otra cosa que no fuera libertad.

—Dime ¿Por qué a mí?

—Estuviste ahí. —No recordaba cuantas veces se había lamentado no haberle hecho caso a Andreas, no haber ido por otro camino, no haber estado ahí.

*

Al día siguiente, Bill se levantó por un olor apetitoso que venía de la cocina. Otra vez miró el reloj, y se dio cuenta de la hora avanzada. Había dormido más de la cuenta y se extrañó pues no había tenido sexo, no había una razón para estar verdaderamente cansado.

Eso se debía a que ahora no tenía ninguna responsabilidad, pero inmediatamente pensó en la liebre, pobrecilla, estaría con hambre. 

Después de asearse salió de la habitación y se dirigió a la cocina.

—Hola Bill. —Tom alistaba la mesa poniendo los cubiertos—. Hoy almorzarás temprano, siéntate.

—Gracias pero antes… —Buscó a la liebre con la mirada, no estaba en su caja y frunció el ceño, Tom le puso el plato en la mesa… liebre asada con papas.

Entonces, muchas imágenes pasaron por su mente en ese momento, se apoyó con ambas manos en la mesa respirando agitado, indignado, enfurecido, dolido, una combinación de sentimientos asfixiantes y miró a Tom intrigado. Sus piernas temblaron un poco y se salió de control. Fue donde Tom y empezó a golpear su pecho, a arañarlo, a gritarle insultos.

—¡Monstruo, eres un maldito monstruo! ¡Cómo te atreviste! —El sólo hecho de saber que mató a la libre aún sabiendo que le tenía aprecio lo sacó de sí.

Pero Tom era aún más fuerte, tomó sus muñecas y lo empujó, su cuerpo chocó contra la pared. A Bill no le dolió, estaba muy airado y descontrolado, así que tomando la silla en sus manos no dudó en tirársela a Tom, él cayó en la alfombra de la sala, y cuando quiso pararse, otro sillazo fue impactado en su cabeza, dejándolo medio atontado.

—Bill, basta —dijo intentado ponerse en pie—. ¡Basta! —Ahora Bill enfurecido le pateaba con su pie descalzo, no le importaba.

—Insensible —Lloraba—. Inhumano, malo, pervertido. —Eso último lo dijo con vergüenza.

Tantos insultos más salían de sus labios y Tom le abofeteó cayendo Bill sobre el sofá con la mejillas totalmente roja por el golpe. Intensificó su llanto tapándose la cara y encogiéndose en el mueble.

—¡No maté a tu liebre! —gritó, pero no le creyó, aún seguía acongojado—. Anda, ve… ve y mira.

—¿Dónde está ella? —Logró decir.

—La dejé libre como tú querías, cogí otra liebre y la maté antes de traerla aquí. 

—No te creo —susurró. Tom salió de ahí molesto y luego trajo la piel ensangrentada del animal en sus manos.

—Tu liebre era semi blanca, esta era gris ¿Contento? —La imagen de la piel ensangrentada le era perturbadora… aun así no entendía como Tom pudo hacerle eso… quitarle a su liebre.

—¿Por qué la liberaste? ¡Por qué! Sabías que era lo único que tenía aquí, me quitaste todo... ¡todo!, no solo la libertad y mis cosas, sino mi familia…mi futuro, todo me lo quitas, me tomas como tuyo y nada me das… - Temblaba sin control en el sofá, estaba llorando y Tom sólo lo observaba, ya le había mostrado que no era su liebre. ¿Qué más debía hacer?

En la mañana decidió liberarla pues la vio mucho mejor, corría por la casa, entonces tendría posibilidades de sobrevivir y al sacarla de ahí vi otra liebre en las trampas que acostumbraba poner en el bosque, tomó a la otra y la mató, entró a la casa y no quiso despertar a Bill. La despellejó y quitó sus vísceras, luego la trozó y la preparó, eso fue todo, no pensó que se originaría todo esto. 

Aún lloraba, y eso descontrolaba a Tom.

—¡Ya basta! —gritó asustándolo—. Cállate ya, ve al cuarto. —Bill se levantó temeroso, aun llorando—. ¡Vete ahora antes que te arrastre por los pelos! —Temblando y secando sus lágrimas caminó hacia la habitación, Tom lo siguió y después que Bill entró en ella lo encerró.

—¡No! —gritó. Él pensó que Tom entraría con él… no que iba a quedarse solo ahí dentro.

Pero Tom necesitaba pensar en todo lo que estaba haciendo… necesitaba tiempo a solas con él mismo antes de cometer más errores, antes de permitir a Bill persuadirlo y entonces, se iría y terminaría como empezó… solo.

Sentado en el sofá, tomó aquella foto que tenia guardada…

—Cindy, maldita perra del demonio, maldita tú —dijo a la foto. Sus ojos se aguaron y una rabia inexplicable lo llenó arrugando la foto pero siendo incapaz de botarla… —Por qué no estás…

Y lloró, lloró tanto que Bill pegó sus oídos a la puerta escuchándolo. Se puso una mano en el pecho pensando… su maldito captor estaba dolido. Él pensó que era su culpa.

u_u quizá pronto acabe el sufrimiento de ambos, quizá, aunque están condenados a sufrir por las circunstancia de como se conocieron... ¿Comentarios? Son importantes *.*

6 comentarios:

  1. Pink quiero leer mas de verdad me encanta este fic ^_^ me da pena que Tom no pueda olvidar a Cindy pero bueno espero que Bill lo ayude en eso...Te dejo mis saludos besos y abrazos de Nico.

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    1. Gracias Nico!! el siguiente capítulo es un poco largo pero explica mucho. Saludos *-* y gracias por siempre comentar! me anima a seguir *.*

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  2. Una cosa, el perfil psicológico de Tom es muy parecido al de un asesino serial. Y eso me asusta.

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  3. ¡Realmente me encanta! No sé, tu manera de narrar. A decir verdad no me espere que un Fanfic me entusiasmara tanto pero lo ha hecho. ¡Excelente trabajo!

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  4. Muy bien escrito. Ya lo leí entero pero vuelvo a repasar algunos capítulos, y la verdad son muy fuertes. Te felicito se nota la complejidad de la situación

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  5. Mmmmmm pobre Bill que angustias 😭😭

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