jueves, 10 de julio de 2014

Cautivo - 7

Hola a todos *-* continuando con las actualizaciones, aquí les dejo un capítulo más de Cautivo. Saludos a Nico :3
Habían pasado algunos días y aún no dejaba de extrañarse por el comportamiento tan raro de Bill. 

Ahora estaba sentado en una silla frente a un espejo mientras el otro lo peinaba, según Bill, Tom necesitaba verse más joven.

—En verdad es necesario —dijo mirándolo a través del espejo, le sonrió y Tom alzó una ceja.

—¿Estás seguro que sabes de ese tipo de trenzas?

—Totalmente. Me gustaba antes hacerlas a amigos, aunque demora mucho, pero ya verás, tienes un lindo cabello y del tamaño ideal para estas cornrows. —Las delicadas manos de Bill iban separando sus cabellos como si fueran de una chica, muy delicadamente.

—Si tú lo dices…

—Yo lo digo. —Le sonrió otra vez.

Esta vez Bill no dejaba de verlo a través del espejo y cuando él lo miraba a través de éste, no podía evitar sonrojarse. Él podía apreciar lo guapo que era Tom, muy aparte de su carácter extraño y ser él el causante de su dolor principal, no podía evitar sentirse atraído, cautivado por su extraña belleza masculina. 

Se suponía que él no era gay, al menos no se sentía así a pesar de que era de maquillarse y de tener un comportamiento un tanto delicado. 

—¿Te gusto? —le preguntó Tom provocándole un sonrojo de inmediato, no sabía hacia dónde mirar y agachó la cabeza negando.

—No, no me agradas. —Sus manos temblaron un poco por la pregunta. Se sentía incómodo.

—No te creo, a ti te gusta lo que hacemos en las noches… creo que lo disfrutas más que yo. —Bill le jaló una trenza—. ¡Auch! —Se quejó.

—Yo… —Suspiró nervioso—. No me gusta lo que me haces… no es natural, no está bien. —Se puso más nervioso, tratando de seguir trenzándole. Tom miraba cada gesto suyo por el espejo, le fascinaba ponerlo así, sonrojado y nervioso y que ni tenga que usar la fuerza o intimidarlo para poder darse cuenta de que sí le atraía, curiosamente sí.

—No hay nadie que diga que no está bien, yo sólo sigo las respuestas de tu cuerpo.

—Pues que te quede claro que es sólo mi cuerpo que reacciona así, mi mente siempre está en otra parte.

—¿Ah sí? —Enarcó una ceja y le sonrió. Dándose la vuelta lo tomó de la cintura, Bill muy sonrojado trató de zafarse sin éxito—. ¿Dónde está tu mente en este momento? —Bajando sus manos un poco, le tocó el trasero, y luego alzándolo lo sentó en sus piernas, Bill se resistía pero como siempre, Tom dominaba y le privaba de toda reacción, era casi mecánico, las manos de Tom tocaban su cuerpo y Bill reaccionaba, se agitaba e incluso podría predecir lo que le quería hacer. 

—Está en terminar tus trenzas, en… en eso pienso. —La mano de Tom estaba totalmente dentro de los bóxers de Bill, acariciando sus nalgas y adentrándose en busca de su entrada, Tom sonrió cuando la encontró—. Ahh… —gimió cuando empezó a sentirse penetrado por un dedo. 

—¿Aún piensas en mis trenzas? —Bill cerró los ojos fuertemente y se alzó un poco apoyándose en los hombros de Tom. Empezó a sudar y a temblar, no era la primera vez que eso pasaba, pero su cuerpo siempre se agitaba tanto como si nunca lo hubieran tocado así.

—Pienso que eres… malo. —Arañó un poco sus hombros. 

—Sí, soy malo. —Besó sus labios sintiendo como Bill se estremecía. Jamás había sido tan sincero, pero sentía que no podía ocultarle algunas cosas a Bill, sentía que podía confiar en él.

—Por favor… —dijo jadeante al separarse—. No me confundas más. —Agitado, lo miró a los ojos y Tom notó que tenía las pupilas dilatadas, las mejillas sonrojadas, así que pensó que era lo más sexy que había visto de él hasta el momento, esa especie de pureza y deseo combinado.

—Termina primero de hacer mis trenzas —dijo soltándole a lo que Bill bajó de sus piernas—. Luego, luego veremos… —Le sonrió a través del espejo y Bill sólo se sonrojó aún más y con manos temblorosas volvió a trenzar lo que quedaba.

Parado detrás de Tom, no sabía cómo ocultar la erección en sus bóxers. Otra vez se odió a sí mismo, ¿cómo así se había excitado? Pero por más que se lamentaba mentalmente, estaba tan caliente que evitaba pensar en la culpa y solo intentaba terminar con lo que estaba haciendo, las trenzas. Lo único que podía hacer para que se sintiera aliviado era trenzar más rápido.

—Que prisa tienes —se burló Tom, podía ver que intentaba trenzarle tan rápido que a veces se equivocaba y debía trenzar otra vez. Bill ante eso tiró de una trenza un poco fuerte—. ¡Auch! —Se lamentó y Bill soltó una risita. Hermosa sonrisa de sus labios, Tom se le quedó observando por unos minutos a través del espejo y Bill lo miraba de rato en rato—. ¿Terminas? —preguntó con grave voz a lo que Bill se mordió el labio inferior fuertemente.

—Ya casi… —Temió amarrar la última trenza y cuando lo hizo, Tom volteó y lo tomó con ganas, empujándolo a la cama.

Bill cayó en ella soltando un gemido reprimido y la única prenda que tenía le fue quitada violentamente.

Cerró los ojos esperando sentir a Tom tan cerca… y aunque sentía que hacía muy mal, en ese momento evitó lo más que podía pensar en eso.

Minutos después gemía bajo su cuerpo, tan deseoso incapaz de reprimirse. Tom, con cuidado, tomaba sus caderas y profundizaba en él, a Bill se le escapaban lágrimas, era todo tan intenso como ya lo iban haciendo varias veces al día.

—Te gusto —le dijo Tom—. Sé que te gusto. —Bill no dijo nada, sólo continuó gimiendo.

En su interior, se lamentaba, pero no podía contradecirle, ¿qué decirle? Es que era verdad, a él le gustaba, no supo cómo pasó, pero ya en su pecho estaba instalado un calor, una atracción por él, un deseo fuerte que le quemaba y eso le gustaba.

—Sólo… ahh… haz que me corra… —Atrajo a Tom hacia su cuerpo y lamió su mejilla—. Por favor… humm…

Tom obedeció e hizo lo que le pidió. Se enfocó en darle placer y entre gemidos y temblores hizo que terminara.

*

Después de todo, Bill tomaba una ducha, cansado. Probablemente dormiría toda la tarde. 

Tom debía salir. Es que él trabajaba en mandados esporádicos, lo llamaban al móvil y tenía que acudir para repartir recados de una empresa, se lamentó porque estaba cansado, y a la vez, quería pasar más tiempo con Bill. Pero ahora eran dos en una cabaña que debía ser mantenida y provista, el dinero que alguna vez su abuela le dejó, ya lo había gastado, todo en un amor que trajo consecuencias. 

Recordarlo sólo le hacía sentirse aún más idiota. Y justo ese recuerdo lo golpeó este día…

*

Una rubia se paseaba desnuda por su habitación mientras él la contemplaba, a ella le encantaba estar desnuda por toda la cabaña y claro, que Tom nunca le pedía que se vistiera. Las curvas que tenía, esa piel blanca y sus pecas, lo volvían loco.

—¿Qué buscas? —preguntó Tom desde la cama, él tenía planeado muchas cosas con ella ese día. Sería un día especial.

—Mi ropa, mi vestido negro. —Se agachó a buscarlo debajo de la cama—. Ya lo encontré.

—¿Saldrás? —Tom se sentó en la cama—. ¿A dónde irás? —La miró curioso.

Ella se sentó en la cama dándole la espalda y empezó a vestirse.

—Debo hablar contigo.

—También yo… —Tom se puso en pie y buscó sus ropas, empezó a vestirse junto a ella.

Ella, ya vestida, buscó su bolso. Se puso nerviosa, tenía cosas, planes y algo que decirle a Tom, muy distinto a lo que él le diría. 

Él se le acercó mirándola con adoración y la abrazó por la cintura, besando su cuello.

—Amor, tengo algo para ti, no quise dártelo antes pues… ya sabes. —Le sonrió y ella sintió que el corazón se le estrujaba. 

Tom se arrodilló y ella se tapó la boca nerviosa, sacó una cajita negra y la abrió frente a ella, algo brilló tanto que ella parpadeó sorprendida.

—Tom…

—¿Quieres casarte conmigo? —Él había ensayado mejores palabras, pero en el momento nervioso sólo pudo decir eso. Su corazón latía, por ella.

Pero no esperó su seriedad, no esperó que ella le diera la espalda y se quebrase en llanto. 

—¿Cindy? Cindy, amor, no te pongas así. —Se levantó nervioso y consternado, tomó su brazo y quiso encararla, pero ella se resistió, aún encogida lloraba. 

—Tom… —sollozó—. No… —Ese “no” no sabía cómo interpretarlo.

—¿No qué?

—Perdón, perdóname. —Cindy lo encaró y a Tom se le partió el corazón—. No puedo… no se puede. —Lágrimas caían por sus mejillas y tenía la nariz roja de tanto llorar—. Debo irme…y… oh Dios, es tan difícil.

—¿Qué pasa? Cindy, por qué lloras así. —Él no sabía cómo reaccionar cuando alguien lloraba, pero esta vez, se conmovió y acercándose la abrazó, sin pensar que iba a ser rechazado, otra vez. Ella lo empujó y él sintió otro dolor en el pecho.

—Es que… eres, oh Dios, eres un niño… —Eso le dolió aún más, no lo entendía, ¿qué quería decirle? —. Necesito un hombre. —Y eso fue un golpe bajo—. … Conocí a alguien… es… es abogado como yo. Lo siento, lo siento tanto. —Eran súplicas, ruegos, la voz de ella lo partía aún más, pero lo que decía lo enfurecía, era una mezcla extraña de sentimientos. 

—¡Me estás dejando! ¡Después de todo lo que te di! —gritó furioso.

Le había pagado parte de su carrera con el dinero que su abuela le dejó. Se suponía que se compraría una casa en la ciudad y dejaría de vivir cerca al bosque, se suponía que estudiaría música, que sería un guitarrista profesional, se suponía que tendría una mejor vida; pero todo se lo dio a ella, porque consideró que era el amor de su vida, la futura madre de sus hijos. 

Pero el amor, no se compra ni obliga.

Ella lo conoció cuando una vez fue a la oficina de abogados a recoger un encargo, ella aún era una estudiante y estaba realizando sus prácticas en esa casa de abogados. El flechazo fue tan rápido, que semanas después ella comenzó a frecuentar la cabaña, semanas después se mudó ahí pues le salía más económico y Tom la llevaba a sus estudios todos los días y la recogía, también le pagaba las mensualidades, todo. Cindy sabía que él dependía de la herencia de su abuela, sabiendo todo eso siguió con Tom simplemente porque eso la rejuvenecía y además le convenía.

En el corazón no se manda, ella por más que quiso, no logró amar a Tom de verdad, para ella todo era sexo y nada más. 

Pensó que Tom entendería, la mayoría de los hombres se sentiría feliz de tener a alguien que no busca algún compromiso, pero Tom no era como todos…

Ella conoció a un abogado, su jefe, un hombre con buena posición económica y amante de mujeres bellas como ella, no le faltaría nada. Él le había propuesto vivir juntos, y había decidido aceptar. 

Las cosas para Tom empezaron a hacerse claras. Muchas salidas, muchas veces no regresaba a casa por días argumentando tener trabajo, muchas veces no tenía el móvil encendido, muchas veces ya no era la misma en la cama. Tantos indicios que Tom lo interpretó como falta de “amor” de parte de él hacia ella, así que quiso formalizar, quiso tomarse enserio la relación casándose con ella.

Pero no esperó una negativa de su parte, esto le cayó peor que balde de agua fría, esto había sido como punzadas en su corazón, así que deseó que la tierra lo tragase, que ese día fuera borrado de su vida y simplemente no supo qué hacer.

Cindy no dejaba de llorar y Tom, aguantaba la frustración de golpearla o de tomarla y amarrarla a una cama para que nunca se fuera. Pero antes de que él pudiera reaccionar, ella se dirigió hacia la puerta, y miró hacía Tom, quien le daba a la espalda.

—Sólo espero que no olvides cada momento que vivimos, Tom… —dijo con la voz entrecortada—. Yo lo llevaré… 

—¡Calla! —gritó con todas sus fuerzas y ella calló. 

Sólo escuchó el cerrar de la puerta y luego de eso, su vida no volvió a ser la misma.

Todo lo que ella dejó fue una foto de ellos, un vestido negro y un lápiz labial.

*

Acomodando sus nuevas trenzas debía despedirse de Bill, él quería, pero la hora le ganaba, fue hacia la puerta del baño y tocó.

—Bill —llamó impaciente—. Abre. —Así lo hizo, aún con jabón en su cuerpo, lo miraba curioso.

—¿Sí? —Totalmente desnudo y con un ligero rubor en sus mejillas, tuvo que carraspear y mirar fijamente sólo a los ojos de Bill.

—Estás… eres precioso. —Bill agachó la cabeza, tanto cumplido de alguien despreciable pero a la vez encantador le causaba confusión—. Debo irme… y… debo dejarte aquí, no tardaré, trataré de volver en la noche para hacerte compañía. —Bill asintió triste—. ¿Quieres que te traiga algo en especial? —El pelinegro pestañeó varias veces mirando a Tom.

—Yo… no tienes por qué…

—Sí tengo, vamos pide algo, lo que quieras, menos ropa. —Vio la cara de decepción que Bill puso, claro que Bill no pensaba en algo material, aunque ropa era lo que necesitaba para dejar de andar semi desnudo por toda la casa.

—Hemm… quisiera… quisiera un violín. —Oh qué difícil… cómo Tom conseguiría un instrumento como ese.

—¿Un violín? ¿Pero cómo lo conseguiré?

—Hum… no lo sé… —Tom se le acercó tocando su mojado cabello, acariciando sus labios con la yema de sus dedos.

—No prometo nada, pero haré lo posible. —Se acercó a él y besó sus labios, sintiendo la ligera resistencia de Bill, pero después de mover los suyos Bill abrió la boca, respirando agitado, besó sus labios y pasó su lengua por ellos al separarse—. Espérame despierto. —Bill sólo se mordió el labio y agachó la cabeza.

*

Tom manejaba su camioneta, dirigiéndose a esta empresa de zapatos para entregar mensajería por pocos euros, aún no podía creer que estaba en la quiebra total todo por un amor, por esa desgraciada. Aunque el desgraciado literalmente era él.

La ciudad se veía como siempre, él pasaba por los mismos lugares casi todos los días, pero esta vez desvió su camino mientras buscaba la dirección de la empresa. Manejó hacia la casa de Bill. Sabía que no podría tomar su violín, pero al menos vería más de cerca la vida que antes tenía su pelinegro. 

Estacionó su camioneta cerca de la casa y se bajó de ella. Caminó temeroso y sigiloso, vio frente a él a los padres de Bill, su madre vestía de negro y su padre tenía un traje gris, ambos caminaban cabizbajos rumbo a uno de sus autos, se veían muy estresados. Vio en el poste cerca de la casa muchas fotografías pegadas de su pelinegro, una corona de flores en la puerta con saludos y tarjetas. Sintió remordimiento ya que hacía daño a más de una persona. 

Luego que los padres se fueran, caminó por la entrada de la casa con cuidado. La rodeó hasta encontrar un patio trasero, miró a todos lados y al percatarse que no había nadie alrededor, decidió subir la pared, rápidamente. Entró en aquella casa con mucha cautela y temor, él no pensó alguna vez hacer eso, suficiente era tener a una persona cautiva en su casa y ahora se sentía un ladrón. 

Caminó por la cocina adentrándose sigilosamente, rogaba que no hubiese nadie. Subió unas escaleras que imaginó que llevaban a las habitaciones, y ahí la encontró, supo que era la habitación de Bill pues una corona de flores la adornaba, “que cosa más extraña”, pensó, ¿acaso creían que había muerto o algo así?

Se sentía temeroso por una parte, ya que era entrar a la vida real de Bill, a la vida que él le había quitado. Algo en su pecho dolió, pero ya estaba ahí, así que se armó de valor y entró en su habitación. 

Tan ordenada, todo olía a él, un aroma que a Tom lo volvía loco, era como a vainilla, algo suave y cálido.

Su cama estaba tendida y habían muchos osos de peluches sobre ella, su ropero estaba lleno de fotos suyas, cada una más linda que la otra, con su bella sonrisa y esos ojos tan luminosos, toda la felicidad que él le había quitado. Sobre su escritorio estaban sus libros de música, una radio y algunos escritos de canciones. 

Buscó cerca del ropero y encontró la pequeña mochila con el violín, sabía que era suyo. Lo tomó y apreció las estrellas plateadas que tenía el estuche. Caminó hacia su cama y se sentó en ella, aún quería seguir observando aquel lugar. 

¡Pero qué mimado era Bill! Tenía de todo, mucha ropa y accesorios, pósters de bandas musicales y fotos de él y sus amigos. Se paró de ahí y fue hacia su ropero, de un cajón sacó ropa interior, sabía que Bill necesitaría más mudas de calzoncillos pues era lo único que llevaba puesto con él en casa. Dio una última mirada a esa habitación, y suspiró… el hogar de su Bill era tan como él, cálido e inocente.

Al salir de la habitación, caminando por el pasillo, el mover de una sombra lo asustó, caminó sigiloso, pero un gruñido le hizo ver de qué se trataba, era un perrito pequeño, como un pequinés marrón, que estaba asustado por la presencia de un extraño en su casa.

—Jajaja, perrillo, no sabes cuidar tu casa. —Se burló al verlo correr un poco con la cola entre sus patas, temblando., algo así como cuando Bill lo vio por primera vez, temblaba tanto y trataba de alejarse de él.

Tom lo había domesticado.

De repente el perrito se echó en el piso moviendo su colita tan sumisamente le mostró el vientre temblando como queriendo ganar su confianza, Tom se reía ante ese gesto y se arrodilló para acariciarlo.

—¿Pero qué cosa eres tú? ¿No sabes que soy un ladrón? Soy el que se robó a tu dueño, el de cabellos negros, me hace compañía. —El perrito seguía temblando moviendo su cola y llegó a lamerle la mano—. Eres como él. —Le sonrió—. Te tomaré una foto y se la mostraré.

Metió sus manos a su bolsillo para sacar su móvil, pero no lo encontró, se puso en pie para buscar mejor pasando sus manos por todo su cuerpo, nada, no llevaba el celular con él, pensó que lo dejó en la camioneta, pero… lo cierto es que lo había olvidado en casa. Se percató de aquello y se le bajó la presión. Todos los cálculos que hizo, tanto lo planeó para que un simple descuido pusiera en peligro todos sus planes. 

Se sintió idiota parado en el pasillo con las cosas de Bill sobre su hombro.

*

El pelinegro estaba recostado en la cama, totalmente desnudo, sus bóxers, su única prenda estaba en el baño secando, los había lavado. Estaba tan aburrido que cambiaba los canales de televisión buscando algo interesante y no había nada.

Él deseaba hablar con alguien, deseaba tanto tener la vida que tenía antes. Ahora encerrado en esas cuatro paredes cada día se sentía más lejos del Bill que fue. Poco a poco tomaba otra identidad, una que él mismo detestaba, era un Bill sumiso ante su amo, un Bill encerrado, cautivo, complaciente de su dueño, bastante patético. Pero en realidad no había otra cosa a qué aferrarse que a su propio captor, la liebre le fue quitada, y cuando quiso adoptar un ratón, éste terminó muerto. Sólo estaba Tom, Tom quería ser el centro de atención de Bill y para él no había otra salida. Sólo tenía a él…

Aburrido, se recostó boca abajo e inspiró aire, oliendo las sábanas, una risita salió de sus labios de sólo recordar todo lo que ahí había pasado.

—Eres un pervertido, Bill —se reclamó—. Un niño malo, muy malo, jijiji —Abrazaba las sábanas, y pensaba en si realmente Tom le gustaba.

Al principio, sentía tanto miedo, y recordar la primera vez que lo tocó aún producía en él sentimientos encontrados, pero ahora las cosas eran distintas, a Bill le gustaba pasar tiempo con Tom y había descubierto que era un hombre guapo, jamás antes pensó mirar a un hombre así. Pero Tom era muy guapo, y cuando estaba sin la polera en la habitación, cuando estaba frente a frente y le sonreía Bill se derretía y se dejaba hacer de todo.

Antes ni sabía como dos hombres podían tener sexo, no sabía que para él eso resultara tan placentero, aunque algo doloroso las primeras veces, las experiencias sexuales terminaban siendo las más placenteras de su vida. 

Abrazado a la almohada de Tom se dispuso a dar una siesta. Total qué más daba, Tom tardaría algunas horas en regresar. 

Pero un sonido algo conocido le llamó la atención, una musiquita de un móvil. El de Tom. 

Se levantó desesperado y empezó a buscarlo, estaba en la cama en medio de ese revoltijo de mantas y sábanas. Tom se lo había olvidado. 

Una luz de esperanza le recorrió el cuerpo, alguna manera de comunicarse con el exterior, con su familia… una manera de escapar.

Tomó el móvil en sus manos y vio la pantalla, un número desconocido, con mucho temor le dio en aceptar y se llevó el móvil a la oreja.

—¿Aló? —Una voz femenina resonó al otro lado de la línea—. ¿Tom? —¿Quién era ella?, pensó Bill—. ¿Aló?

—Aló —contestó nervioso, casi un mes sin hablar con otra persona… estaba totalmente sorprendido, su respiración se agitó y la boca se le secó.

—¿Tom? —¿Qué decirle?

—Sí…

—Soy Cindy… —Hubo un silencio mientras él procesaba todo ese acontecimiento, no supo qué decir. Él sabía cómo era Cindy, él sabía que ella era importante en la vida de Tom y eso lo llenó de algo inexplicable, una sensación que le incomodó mucho. No sabiendo qué hacer, optó por presentarse.

—Soy Bill Kaulitz.

¿Qué pasará? Al fin, Bill podrá tener un contacto más con el exterior, pero no se confíen. ¿Comentarios? Gracias por leer.

5 comentarios:

  1. Aww... Pink quede muy metido quiero saber que pasara!! espero que nada malo...Y esa Cindy es una perra! jeheje >_< porfavor sube pronto el proximo cap estoy muy ansioso por leerlo...Bueno Pink saludos espero que estes bien ^_^ se te quiere muucho y besos!! de Nico.

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  2. Desde qué empeze a leer este fic me encantó espero que actualices pronto. Ya quiero saber como va a reaccionar TOM con el regreso de la maldita de Cindy y BILL que pasara ahhh bueno saludos y espero la actualización :) Att: lilu

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  3. Hola *-* hay más lectores!! wuii~ actualizaré seguido, gracias por comentar :3

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  4. Yo tambiém la sigo amiga!! Gracias por subir! (Martina)

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