Niñerías - IX

Hola a todos, terminé otro capítulo y decidí subirlo. Saludos a cada uno de ustedes y gracias por sus opiniones y comentarios, los valoro *-*

Bill temblaba mucho y pestañeaba confuso mientras Tom casi devoraba sus labios. Tenía saliva hasta por su barbilla y sentía que pronto se asfixiaría por el beso. Una mano de Tom apretó en su cintura y se metió por debajo de su camiseta a lo que Bill se removió y rompió el beso. El sonido que salió de sus labios fue un pequeño jadeo que excitó a Tom. 

—Déjame —susurró Bill y Tom se irguió apoyándose luego en la cama, dejando en el suelo a un Bill rojo de la vergüenza y agitado como pocas veces. 

—Te ves lindo así —dijo mirándolo desde la cama. Bill se tapó la cara con ambas manos, se sentía humillado y luego se puso en pie. 

Miró a Tom con el entrecejo fruncido, después llevó ambas de sus manos hacia su cuello y apretó un poco. Los ojos de Tom se abrieron sorprendidos, se asustó por esa reacción de quien creyó nunca haría algo semejante. 

—¡Voy a dejarte algo en claro! ¡No me gustan los hombres! —gritó Bill en el rostro del otro—. Estoy cansado que me trates como tratabas a las niñeras, no vine a eso aquí, ¿entiendes? —Bill lo soltó al ver que se ponía rojo y al hacer eso Tom comenzó a toser. 

—Eres fuerte, casi me matas. Oye, además a ti te gustó el beso, eso de que no te gustan los hombres diría que es falso. —Bill quiso volver a ahorcarlo pero Tom alzó ambas manos en señal de rendición—. Niñero… 

—¿Te gustan los hombres? —preguntó Bill ofuscado. 

—Quizá, me gusta todo lo que sea lindo y tú entras en esa definición. —La mirada de Tom era atrevida e hizo que el vientre de Bill se contrajera—. Ven aquí. —Extendió una mano—. ¿Por qué no pasamos un buen rato? Cierra la puerta con seguro y verás que la pasaremos bien. —Bill abrió la boca del asombro, no había conocido alguien más descarado que Tom—. Oh, vamos, sé que quieres… puedo complacerte. 

—Sabes qué, si quieres cenar tendrás que ir por tu cena. Me voy a casa. 

—¡Espera! —gritó al verlo irse. Bill se detuvo y volteó—. No te vayas así. —Bill lo miró aún más molesto—. Aishh, ya, lo siento, ¿de acuerdo? Si no fuera por mi pierna iría donde ti y te extendería la mano, pero ya ves, no puedo. Odio esto. —Comenzó a refunfuñar y Bill se le acercó un poco—. Si supieras como era mi vida antes de todo esto... 

—Puedo imaginarlo. 

—No lo creo en verdad, eres distinto a mí, no sabes de qué hablo. 

—No sé, pero puedo imaginarlo. Nunca hacías nada, todo lo tenías servido y ahora dependes de un niñero para que te dé la cena, deberías comenzar por respetarme si quieres ser bien servido. 

—Bah, exageras. —Se cruzó de brazos y Bill le dio la espalda—. De acuerdo, no mucho. Ayúdame que quiero ir abajo. 

—No será necesario, voy a subirte la cena ahora. 

Tom se quedó solo en su patética habitación llena de cosas. Suspiró pensando en su vida. No era nada. No tenía su cabello, ni sus amigos, ni su popularidad, ni siquiera tenía su piercing ya que en el hospital se lo habían quitado. Frunció el ceño, definitivamente no se sentía Tom. 

Bill regresó con el plato de puré en una bandeja, Tom quiso recibirlo sentado en la cama pero Bill negó con la cabeza. —Recuéstate por favor. 

—¿Cómo voy a cenar así? 

—No voy a dártelo si no estás en la cama, acomoda tus almohadas y apoya tu espalda en ellas. 

—Qué serio —se burló Tom y obedeció. La bandeja era puesta en sus piernas y Tom miró su comida con desaprobación. 

—Niñero, llevas semanas aquí y no sabes que a todo lo mío debes ponerle kétchup. —Bill lo miró con asombro, que asco le resultaba el puré con ese elemento rojo—. Qué esperas para traérmelo. —Otra vez se sintió humillado así que se cruzó de brazos a su lado y miró hacia la pared—. ¿Qué pasa contigo? ¿Me haces la ley del hielo? —Bill continuó indiferente y Tom comenzaba a ofuscarse—. Harás que te despidan. 

—Hasta Liam siendo pequeño sabe pedir bien las cosas. 

—Ah, era eso, las palabras mágicas. —Bill lo miró esperando—. Cariño, ¿podrías traerme algo de kétchup? —Las mejillas de Bill se tornaron rojas en pocos segundos y prefirió ir por lo que pedía más por la vergüenza que sintió que por querer hacerlo. 

Bill pensaba cómo podía ponerse rojo frente a alguien tan cerdo como Tom, eso no era posible; es más, tenía la seguridad de que alguien como Tom no podía gustarle; uno, por ser un chico y dos, por ser así de petulante. Pero toda su razón era traicionada por los retorcijones de su estómago y el latir de su corazón al momento de entrar a la habitación otra vez y verlo ahí con esa sonrisa socarrona. 

—Aquí tienes. —Le pasó la botella de kétchup y luego puso una mueca de asco al ver cómo Tom se echaba mucho de eso en su puré haciéndolo prácticamente medio naranja oscuro 

—¿Por qué esa cara? ¿Acaso nunca has comido esto? 

—Es asqueroso, no entiendo cómo puedes combinarlo. —Tom rió un poco mientras cortaba su asado en trozos—. Tienes gustos extraños—. Diciendo eso se sentó a su lado, en una silla que encontró, Tom lo miró de reojo, no pensó que se quedaría a hacerle compañía. 

—Pues sí, me gustas tú, fíjate qué cosa más rara. 

—¡Me refería a comida! —dijo acalorado y bajó la cabeza para no mostrar sus mejillas sonrojadas otra vez. 

—Si de comida hablas me gusta demasiado las gomitas en forma de ositos —rió Tom un poco y Bill le sonrió. 

—¿Alguien como tú gustar de esas tiernas gomitas? Debe ser un chiste. 

—Pues no lo es… Mi abuela solía regalármelas. Una vez me dio tantas de esas gomitas que estuve mal del estómago casi una semana… 

Comenzaron a hablar de cosas superficiales, por momentos Bill reía de las ocurrencias de Tom y por otro se cohibía cuando le decía algún piropo y no sabía cómo responder. Tom por su lado, estuvo contento de no estar solo esa noche, al menos Bill le hacía compañía. 

—Se me hace tarde —habló Bill poniéndose en pie. 

—¿Te irás tan temprano? 

—Ya van a ser las nueve y a esa hora termina mi turno. 

—Entonces vete ya. —Bill frunció el ceño, a veces Tom parecía amable y otras no—. Toma todo esto. —Le entregó la bandeja con el plato semi vacío, no había comido todo pero Bill sabía que no podría obligarlo, Tom no era un niño como Liam, así que sabía que perdería su tiempo. Tomó la bandeja y se dispuso a salir. Volteó a ver a Tom y éste se puso de costado sin verlo. Bill salió. 

Abajo tuvo que lavar los platos y secarlos, dejar todo limpio antes de irse, pero cuando estuvo por tomar su mochila y salir se encontró con el señor Arthur. 

—Joven, acérquese a la oficina. —Las manos de Bill comenzaron a sudar, ¿sería una llamada de atención? ¿Habría visto el beso? Estaba temeroso. 

Entró detrás del hombre alto y éste le entregó un sobre blanco con dinero dentro y encima del escritorio había unas boletas que debía firmar. Le extendió un lapicero y Bill sonrió ampliamente. Claro, era fin de mes y la recompensa de su arduo trabajo por fin le era dada. 

—Te recomiendo abras una cuenta en el banco, es que esto que hago contigo es ilegal, es porque aún eres menor de edad. 

—Cumpliré dieciocho en dos meses. 

—Lo sé pero te recomiendo abras una lo más antes, quizá puedes pedir a tus padres que te ayuden en esto, tu paga debe incluir un seguro como dice la ley, no puedo hacerlo pero me ordenaron pagarte incluido el seguro. 

Bill escuchaba eso y más recomendaciones con mucha responsabilidad y es que ya se sentía un adulto completo capaz de valerse por sí mismo. Agradeció la paga y salió de ahí. El señor Arthur se quedaría viendo otros asuntos de las acciones de los señores de la casa. Bill llegó a la sala y tomó su mochila, era más de las nueve y se sorprendió de que la señora Dunja aún no regresara, pero de seguro también como era fin de mes, estaría viendo eso de su pago. 

Miró las escaleras y vio buena la idea de subir y despedirse de Tom, era seguro que Liam estaba durmiendo, así que le diría hasta mañana a Tom. 

Subió y tocó la puerta, pero nadie contestó, así que entró. La luz estaba apagada pero la habitación estaba iluminada por los destellos de la televisión. Estaba viendo una película de acción pero Tom descansaba, parecía dormir. Bill sonrió ante eso y se acercó para prender el lamparín al lado de la cama y apagar la televisión. Se paró estático a su lado y lo observó. No había duda que parecía otra persona sin sus rastas largas, y sonrió al ver que su cabello rubio estaba creciendo, esperaba verlo pronto sin esa venda que tenía en la cabeza. Su perfil era muy atrayente para Bill, aún no sabía por qué le llamaba tanto la atención la forma de su nariz y las pestañas en sus ojos cerrados, sin contar con sus carnosos labios a los cuales ya conocía en los suyos. Bill llevó sus dedos a sus propios labios recordando el reciente beso de hace horas y luego se lamentó por acariciarse así la boca. Llevó esa misma mano a la mejilla de Tom y se la acarició. 

—Hasta mañana —susurró y delineó su mejilla hasta rozar sus labios con sus dedos temblorosos. 

De un rápido movimiento Tom había tomado su mano y abierto sus ojos, Bill retrocedió por reflejo muy apenado pero Tom lo jaló con algo de fuerza. —Lo siento —dijo Bill muy nervioso—. Ya me iba y solo quise decirte hasta mañana. —Vio la sonrisa que se formó en los labios de Tom y cómo besó su mano con cariño sorprendiéndolo hasta dejarlo mudo. 

—Hasta mañana entonces y …—frunció el ceño—. ¿Por qué apagaste la televisión? 

—Lo siento. —Quitó su mano de entre las de Tom y tomó el control para volver a encenderlo—. Ya me iba. Que mejores. 

Salió sin esperar que Tom dijera algo, estaba rojo de vergüenza otra vez y prefirió salir de ahí casi trotando. 

Suspiraba a cada rato y al entrar a su casa y querer sacar sus libros para estudiar, encontró a su mamá sentada en el comedor con el semblante triste. 

—Debemos hablar —dijo ella y Bill se asustó un poco. 

—¿Pasa algo? —ella asintió. 

—Es tu padre. —Era extraño las sensaciones que solo unas palabras provocaban en él, temía que sean peleas otra vez, Bill quería a los dos por igual y estaba cansado de sentir que su corazón se partía en dos grandes partes y tener que separar su vida así, como ellos había roto su matrimonio. Bill bajó la cabeza. 

—Qué pasó esta vez… 

—Me llamó una mujer… —Bill sabía a dónde iría la conversación. 

—Mamá, te separaste de él, se supone que ahora puede tener mujeres, ¿no crees? Las tiene y es su problema, no quiero que eso te afecte. 

—No es eso lo que me afecta. Esta mujer está embarazada y tu padre no quiere hacerse cargo. —Bill se puso frío, no se esperaba tal información, ¿tan rápido su padre había embarazado a una mujer? 

—No puedo creerlo, se supone que él es responsable en esas cosas, no entiendo. 

Bill no sabía que su padre había embarazado a varias otras mujeres más, con la diferencia de que las otras habían aceptado abortar pero la última, no. 

—Pues no desea librarse de eso y ella fue quien me llamó, se llama Clara y tiene treinta y dos años, no es una niña felizmente y trabaja como secretaria de tu padre. —Bill cerró los ojos y se llevó las manos a la cabeza. 

—Es su vida —dijo queriendo no saber más. 

—Lo sé Bill, pero me molesta tanto. 

—Déjalo ir mamá, déjalo ya. —Lo decía porque siempre tenía la sensación de que aún su mamá lo quería pese a ser el hombre que era. Muy alegre y divertido, le gustaba vivir la vida de la mejor manera, no tenía límites, no se hacía problemas y las mujeres amaban hombres seguros de sí mismos y con la billetera gorda de dinero. 

—Solo espero que encuentres una mujer que te ame de verdad y que jamás te haga esto, Bill, que no tengas que casarte con alguien que no valga la pena. —Bill se puso frío y abrió los ojos. No quiso mirar a su mamá pero tuvo miedo del destino. 

Se quedó hablando un poco más con ella pero luego subió a su habitación para dormir. Sacó el sobre blanco de su mochila y lo guardó en el ropero, mañana distribuiría su paga para pagar sus estudios y aportar en casa también. 

Se puso un pijama y se recostó en su cama. Se lamentó por no estudiar y eso que tenía un examen al día siguiente pero decidió poner su alarma para las cuatro de la madrugada, de todas formas tenía ese sentido de responsabilidad latente en él. 

No podía dormir y se lamentaba, pero no podía dejar de pensar en Tom y en esa sonrisa de estúpido que ponía cuando lo veía. Pero tampoco podía pasar por alto lo que su mamá le había dicho recientemente. Tendría un hermanito y su papá aún hacía sufrir a su mamá. Él detestaba a Tom por ser petulante y buscar burlarse de él la mayoría de tiempo, pero a la vez, había algo que le atraía y exactamente no sabía qué porque incluso su imagen no era la misma de antes. 

Se puso boca abajo, cerró los ojos y frunció el ceño buscando dormir. Se puso la almohada sobre la cabeza para así conseguir silencio total. 

Se encontraba en un lugar oscuro y estaba ansioso. Pero pronto sintió el aliento de Tom cerca de su oído, lo abrazaba y pegaba a su cuerpo con posesión provocando que los latidos de su corazón se dispararan y comenzó a temblar. 

—Tom… dije que no quería más de esto. 

—¿Dijiste eso? No lo escuché y sé que quieres. 

—No es verdad, no me gustas, lo juro. —Besó su cuello y Bill cerró los ojos. 

Era tan húmedo que le dio mucho calor. Terminó en una suave superficie con Tom sobre su espalda besándolo sin cesar. Bill se movía mucho y luego tuvo demasiadas ansias de verlo a los ojos, de ver esa mirada que conocía de Tom, tan intensa y cautivadora. 

—Quiero verte —jadeó Bill y escuchó la risita de Tom cerca de su oído—. Tom, por favor —pidió. Luego se asombró de encontrarse desnudo y trató de ocultarse, pero no podía porque Tom lo tomaba de la cintura y hacía presión hacia su cuerpo—. No quiero, tengo miedo —dijo pero con voz excitada. Estaba de rodillas con el trasero al aire 

—Te gustará, confía en mí. 

—No puedo confiar en alguien como tú. 

—¿Por qué no? Te dije que eres lindo, no haría daño a alguien que me parece así. 

—Solo soy eso para ti y mira… casi estás por… —Abrió los ojos, las sensaciones que sentía eran tan nítidas. Estaba acostándose con Tom lo sintió entrar a su cuerpo en una molestosa sensación pero a la vez placentera que le hizo perder el habla. 

Tenía la cabeza sobre la almohada y sentía que se ahogaba. Tom se movía sobre su cuerpo tembloroso y Bill comenzó a gemir cada vez más. Aún así quería verlo a los ojos, solo lo sentía ahí detrás dándole una y otra vez. 

—Tom… quiero verte. 

—No. 

—¿Dónde estamos? 

—En mi casa. 

Alzó la vista y creyó divisar una sombra que lo asustó. 

—¿Bill? —era Liam que se acercaba como si nada a la escena y Bill comenzó a desesperarse por ocultarse o librarse de Tom. Aún lo embestía por detrás sin detenerse y jadeaba, pero a Bill se le fue todo el calor y ahora sentía vergüenza y no sabía cómo ocultarse—. ¿Qué hacen? —preguntó frescamente estando ya a su lado. 

—¡Por Dios, Liam! ¡Sal de aquí! —gritó Bill y luego le dio con la almohada solo provocando la risa juguetona de Liam—. ¡Tom, haz algo! ¡Quítate! —Trataba de levantarse de lo que él creía era una cama, pero las manos de Tom lo tenían aprisionado contra la misma y apenas podía alzar los hombros. 

—Deja que aprenda, él será como yo. 

—¡Tom, qué estás diciendo! ¡Liam, sal de aquí! 

—Oye, no me grites. —contestó el menor y e sentó a un lado, seguía viéndolos—. Además Tom tiene razón, seré como él cuando sea grande y debo aprender. ¿Por qué no tienes ropa? —Bill giró la cabeza y sintió a Tom pegarse más a su cuerpo. Lamió parte de su nuca y eso le gustó. 

—Liam no debe ver esto, no está bien… —dijo jadeando, se volvió a calentar y se dejó hacer—. No puedo creer que estemos haciendo esto. —Se mordió el labio fuertemente al sentir un tirón en su parte baja. 

—¿Lo hago bien? —Bill asintió—. Así me gusta. —Bill sonrió un poco y luego extendió sus manos en la superficie y las apretó en las sábanas, todo parecía indicar que en cualquier momento llegaría al final. Alzó un poco más su trasero solo pensando en esa sensación y olvidándose de lo incorrecto que eso era y pasando por alto que supuestamente Liam los seguía viendo, solo quería sentir a Tom más profundo en él, deliciosamente más profundo… —Humm… —gimoteó. 

Y luego la alarma sonó tan fuerte en su habitación y agitado despertó en medio de un revoltijo de sábanas. Era ya las cuatro de la madrugada. La almohada estaba tirada en el suelo y él estaba boca abajo. Tardó algunos segundos en darse cuenta de lo que había soñado y luego que tenía una erección entre sus piernas. 

—Maldita sea —masculló pasándose el brazo por la frente sudada—. No puede haberme pasado esto. 

Con qué cara vería a Tom ese día luego de soñar semejante cosa. Bill se molestó mucho pues en realidad estaba seguro que Tom no le interesaba ni un poco, pero los sueños son traicioneros, aunque en sí solo muestran deseos ocultos. 

Ahora dudaba mucho de sus propios conceptos.

Pobre Billyberto, ahora sí que se pondrá de colores cuando vea a Tom... Veremos qué más pasará. Besitos y tengan buen fin de semana. Los quiero<3