Niñerías - X

Hola a todos *-* les traigo un nuevo capítulo de este fic que aún no sé cuántos capítulos más tendrá, veremos :D gracias por sus comentarios y por los ánimos, lo valoro.

Estaba a clases y tenía unas ojeras que no pasaban desapercibidas por Nicole. —Oye Bill, ¿te trasnochaste? No luces bien. —Él le sonrió y asintió—. ¿Sales con alguien? —preguntó triste y Bill se puso serio. 

—No —dijo, pero la mirada de Nicole llamó su atención—. Hum, lamento aún no poder salir contigo. 

—Ya no me quieres como antes, ¿verdad? —Bill tragó saliva. 

Hace un año más o menos, ellos tenían una pequeña relación que no pasaba de salidas al cine y pequeños besos, pero Bill le pidió tiempo, no se sentía seguro y además los problemas en casa habían aumentado. Quería que Nicole sea su amiga pero no algo más que eso. Sin embargo, con el paso del tiempo había notado que ella seguía esperanzada en él y en sí no lo había visto malo hasta que se dio cuenta que seguía esperando algo que no volvería a pasar, más ahora que Bill pensaba en Tom aunque no estuviera de acuerdo con eso. 

—Te quiero como amiga, no puedo más que eso —dijo con débil voz, temía causarle daño. La chica de cabello negro se encogió un poco en su asiento, aún no entraba el siguiente profesor y conversaban un poco. 

—Entonces quizá por las puras estoy queriendo acompañarte en la universidad. 

—Nicole, no hagas nada por mí, no mereces esperar a alguien así, lo siento pero quiero que seas feliz y a mi lado no lo serás. —Nicole le dio la espalda regresando la vista al frente pues un profesor entraba y Bill suspiró un poco nervioso. Él la quería sí, pero sabía que no estaba preparado para una relación seria. 

«Tampoco para estar con el pesado de Tom», pensó queriendo tener eso muy en claro. 

—Guarden todo y saquen sus lapiceros, pasaré a darles la prueba. —El estómago de Bill se contrajo en angustia, el examen para lo cual debía estudiar a las cuatro de la mañana empezaría y en realidad no había estudiado porque luego tuvo que bañarse y le volvió a dar sueño durmiendo hasta las siete. 

Pagaría las consecuencias de su mal sueño. 

*** 

Salía de la escuela bastante decepcionado de sí mismo. Sabía que desaprobaría ese examen pues casi ni había podido contestar la mayoría de preguntas. 

Ahora debía pensar en pasar la tarde en el trabajo y en la noche sí o sí estudiar otra materia pues era semana de exámenes. 

Caminaba a casa y se detuvo en una vitrina de una tienda. Había cajas de dulces, regalos y peluches. Vino a su mente lo que Tom le había contado, le gustaban las gomitas en formas de ositos, ese detalle le había parecido muy tierno a Bill y casi no lo podía creer. Metió una mano en su bolsillo y verificó que tenía algunas monedas con qué comprar una bolsa de ello. 

Entró a la tienda y se sintió un poco nervioso por pedir ese dulce y luego lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón para salir de la tienda. Llegó a casa y comió alguna cosa rápida mientras su mamá buscaba hablar con él, al parecer más noticias relacionadas a su padre, pero Bill pasaría de todas ellas, no quería más preocupaciones. 

Salió con el conejo Tom en brazos, sintiéndose un poco culpable por pasar así de su mamá, pero sabía que el tema de que tendría un hermanito le incomodaría. 

Llegó al trabajo y sintió un retorcijón ya conocido en su vientre, sabía que vería a Tom y esta vez no sabía cómo reaccionar después de todo lo que había pensado y soñado de él. 

Arthur le abrió la puerta y Bill entró cohibido. La señora Dunja lo esperaba en la sala junto a Liam y Bill dejó al conejito en el jardín antes de entrar sin percatarse que Tom estaba por ahí. 

Como siempre, la señora le dio una lista para ese día y luego tomó su bolso para irse no sin antes despedirse de su pequeño hijo. 

Bill sonrió a Liam que estaba ansioso y quería primero jugar para después hacer sus tareas. 

—¿Puedo jugar con Tom? —miró suplicante—. Anda, di que sí. —Bill sonrió complacido, Liam le pedía permiso y eso era de pocas veces. 

—Bueno, solo si prometes que haremos las tareas dentro de quince minutos. 

—Está bien. —Bill suspiró aliviado, Liam estaba manejable. 

El pequeño se adelantó al jardín y tomó al conejito en sus brazos, Bill fue a la cocina por una zanahoria para que Liam pudiera alimentarlo. Al salir al jardín encontró a Tom tomando al conejo de las orejas y Liam desesperándose por recuperarlo. 

—¡No lo tomes así! —gritó Bill corriendo hacia Tom que tenía una sonrisa pícara en sus labios y alzó de las orejas al conejo cerca de su rostro alejándolo de Bill quien puso una mano bajo el animalito para que sostenga en algo su peso. 

—Hola cariño —saludó cerca de su oído y Bill se sonrojó. 

—¡Dame a Tom! —gritaba Liam jalando de la camiseta a Tom. 

—De seguro fuiste tú el de la idea del nombre, ¿no niñero? —Bill tomó al conejo y prácticamente se lo quitó de las manos. El animalito estaba bastante asustado que terminó arañando los brazos de Bill en su desesperación por librarse. Bill apretó los dientes al sentir una de sus uñitas perforarle la piel. Tom abrió mucho los ojos al ver algo de sangre. 

El niño le quitó al conejito de sus brazos pero terminó por soltarlo pues parecía histérico y cuando llegó al suelo corrió despavorido para ocultarse por entre los arbustos, Liam lo siguió, quería consolarlo y olvidó que Bill tenía una herida en el brazo. 

Bill le dio la espalda a Tom para adentrarse en la casa, debía lavar su herida, pero sintió a Tom tomarlo del brazo. 

—Suéltame, Tom. —Miró hacia abajo, Tom caminaba con una muleta. 

El ex rastrudo odiaba estar en su habitación, se aburría tremendamente, así que decidió salir usando solo una muleta. En la mañana había tenido que soportar las fisioterapias para recobrar el movimiento de su pierna cosa que no le gustó, pero el consejo que le dio la vieja especialista fue que debía moverse ya que si no lo hacía quedaría con secuelas y eso era lo que menos deseaba. Así que había estado en el jardín toda la tarde y esperaba por Bill. 

Amaba a los animales, sentía que eran los únicos seres que lo entendían sin juzgarlo, pero nunca había tenido un conejo y por lógica pensó que se debía de levantar de las orejas, no entendía cómo Bill se había enfurecido por eso y ahora lo seguía a paso lento hacia el baño más cercano. 

—Déjame ver eso. —Pidió tomando de su brazo, Bill no quería verlo a los ojos, solo le dio la espalda retirando su brazo de sus manos y prosiguió. 

—Eres una bestia, ¿lo sabías? ¿Cómo pudiste tomar al conejo así? Se ha asustado. 

—Es un conejo, se supone que se les alza de las orejas. 

—¿Crees que no le duele? 

—No lo sé, siempre supe que se les toma de ahí. 

—¡Ahora sabes que no! Pobre animalito. 

—¿Por qué tiene mi nombre? —Volvió a tomar su brazo y a encararlo. Bill retrocedió un poco y terminó contra la pared, Tom terminó de acorralarlo. 

Bill se sintió estúpido así, no era posible que se dejara acorralar por casi un minusválido que ni caminaba bien, pero ahí estaba, contra la pared y Tom apoyó casi todo su cuerpo en él, Bill jadeó y posó sus manos en los hombros de Tom. 

—Aléjate, no estoy de humor. —Tom se deleitaba en ver su carita sonrojada y cómo pestañeaba rápido. 

—Te dejo si me contestas. —Bill frunció el ceño, ¿no se le pudo ocurrir preguntar en otro momento? Su brazo le ardía. 

—Tu hermano le puso ese nombre porque te extrañaba. 

—Pero el conejo es tuyo. 

—¿Y qué tiene? Jamás le pondría un nombre que me recuerde alguien como tú. 

—¿Por qué no admites de una vez que te gusto? —Bill abrió la boca sorprendido y empujó fuerte para librarse de Tom. 

—Eres egocéntrico, pedante y poco considerado; dudo que alguna persona se fije en alguien como tú. 

Tom se puso serio y Bill abrió la puerta del baño, pero Tom se adentró impidiéndole cerrar la puerta. Bill se quejó y volvió a empujar diciéndole que era un atrevido, que estaba cansado de que quiera aprovecharse de él, que solo buscaba el trabajo y no lo perdería metiéndose en problemas. Tom tomó su brazo rasguñado y lo vio detenidamente, Bill no dejaba de moverse queriendo liberarse sin poder conseguirlo. 

—Deja de moverte y déjame ver esto. —Bill se mordió el labio y se quejó. Estaba muy agitado y no solo era por forcejear con Tom, era ese nerviosismo particular de tenerlo cerca. 

—Debo ver por Liam, solo quiero buscar por una venda. —Tom delineó con su dedo índice la herida que ya no sangraba. 

—Agua y jabón es lo que necesitas. 

—Lo sé y si me lo permites, me lavaré. —Intentó empujar a Tom pero éste no salía del baño. 

Abrió el caño con la otra mano y jaló a Bill para lavar su brazo. Bill se quejó otra vez, pero suspirando accedió. 

Por un momento dejó de pensar en los defectos de Tom y solo se concentró en esa forma delicada que tenía para lavar su brazo. En realidad Bill había hecho un escándalo por un pequeño rasguño, aunque había sido profundo, por eso sangró, pero ahora solo había una línea rosácea. 

—¿Mejor? —preguntó Tom secándolo con una toalla, Bill asintió mirándolo a los ojos. 

—Hum, sí. Bueno, ahora debo buscar a Liam… —Tom tomó su mano y Bill se paralizó, eran claras sus intenciones de avanzar más y Bill entró en un dilema. 

Segundos de duda. La cercanía era mucha y el aliento de Tom rozaba sus labios, Bill temblaba un poco y retrocedía cada que Tom se acercaba. Llevó una mano hacia su pecho para hacer distancia y Tom también tomó esa mano. 

—Basta, aléjate Tom —pidió con voz temblorosa, carraspeó aclarando su garganta mientras Tom a la fuerza ponía ambas de sus manos detrás de su espalda y acercándose más posó su frente en la suya, Bill sintió el batir de sus pestañas en las suyas, estaban tan cerca. 

—Te dejo si me respondes una simple pregunta. —Bill se sacudió pero Tom apretó más sus manos y asintió—. ¿Te gustaría salir conmigo? —Bill casi se atragantó con su saliva y trató de liberarse sin éxito. 

—¿Es en serio? No puede ser. 

—Vamos, contesta. 

—Te dije que no me gustan los hombres y no busco nada de eso al venir aquí, si me permites debo ir a trabajar, suéltame. —Tom soltó ambas de sus manos y Bill las llevó a su pecho para querer separarse. Tom tomó su rostro con ambas manos y lo miró fijamente. 

Bill tenía el rostro caliente de vergüenza y estaba un poco agitado, todo eso le indicaba a Tom atracción mutua, Bill mentía y él no entendía por qué. Apretó un poco su rostro y lo besó con fuerza. Bill emitió un pequeño quejido propio de la sorpresa. Era un beso similar al día anterior y ante eso sintió que perdía el poco control que le quedaba. La lengua de Tom entró en su boca y todo se sintió desbordante. 

—¿Por qué me mientes? —dijo cerca de sus húmedos labios—. Estoy seguro que quieres esto tanto como yo. 

—Por favor —pidió temblando. 

—¡Bill! —Liam llamaba en la sala, lo estaba buscando y Bill abrió los ojos sorprendido. 

—Debo irme, déjame. —Trató de librarse pero Tom se alejó un poco solo para cerrar la puerta del baño con cerrojo—. ¿Estás loco? ¿Qué haces? Déjame ir. —Comenzó a angustiarse. 

—Solo te dejaré ir si me dices la verdad. 

Bill lo miró airado, era cierto que le gustaba, aún no entendía cómo le podía gustar alguien como Tom, pero así pasaba, sin embargo, estaba muy seguro que en ese preciso momento sentía desprecio y una impotencia que lo llevó a fruncir el ceño y tomar a Tom de la chaqueta con mucha fuerza para empujarlo contra la pared y encararlo con los nervios encima. 

—No me gustas, ¿de acuerdo? ¿De qué otra forma quieres saberlo? —Alzó su rodilla y con mala intención le dio un rodillazo en su entrepierna, Tom se lamento y lo empujó. Bill aprovechó para inmediatamente abrir la puerta y salir de ahí. 

Buscó a Liam y éste lo miraba extrañado. 

—¿Qué pasó contigo? Estás como un tomate. —Bill se llevó las manos al rostro y se acomodó el cabello. 

—No me pasa nada. 

—El conejo Tom está aún asustado. 

—Lo dejaremos en el jardín, ¿de acuerdo? Se hace tarde Liam, debemos hacer las tareas. 

El pequeño dejó de prestar atención al extraño comportamiento de Bill, éste estaba aún nervioso por lo acontecido hace minutos. Bill vio pasar a Tom por el comedor en donde ellos estaban y prefirió no darle la cara. 

Tom cojeaba un poco, estaba con una muleta y no iría a su habitación a guardar reposo, quería recuperar su vida y el consejo de mover sus piernas lo tomaría muy enserio. 

Las horas pasaban y la ansiedad en Bill aumentaba. Tom estaba en el jardín y no lo había visto entrar hace casi dos horas. Ya el cielo estaba oscuro y debía preparar la cena. Liam estaba muy inquieto y corría alrededor de la mesa jugando con sus colores, Bill discutió un poco con él pero el pequeño parecía no querer obedecer. Vio en la lista que tocaba preparar batido de frutas con sándwich de pollo. Pensó que Tom tal vez quería uno pero no sabía si debía acercarse o no, así que solo se centró en Liam, en su trabajo. 

—Por favor, debes lavar tus manos o no serviré la comida. —Liam hizo una mueca de disgusto y Bill tuvo que tomarlo del brazo para obligarlo. Lo bueno de todo era que Liam ya no discutía mucho con él porque sabía que perdería—. Así me gusta, ahora come. —El niño obedeció luego de forcejar un poco. 

—¿Podemos jugar luego? 

—¿Qué quieres jugar? 

—Humm… no lo sé, quiero jugar en el jardín —pidió sonriente. Bill sintió un retorcijón en el vientre y no supo qué contestar, Tom estaba allá y no quería verlo. 

Liam terminó de cenar y salió rápido al jardín. Bill llevó los platos a la cocina, de todas formas había preparado algo para Tom solo que no quería llevárselo. 

Se quedó en el lumbral de la puerta de la sala temiendo salir y desde ahí escuchó la risa de Liam junto a la de Tom. Se estremeció con eso, sentía muchas emociones revolverle todo. Por un lado estaba molesto con Tom por su forma de ser y esas ganas de importunarlo todo el tiempo, pero por otro lado quería que estuviera bien y por qué no conocerlo más. Ambas sensaciones luchaban en su ser y lo imposibilitaban en dar la cara, así que se quedó ahí, en el borde de la puerta principal de vidrio. 

—¿Has visto a Bill? —Oyó que Tom preguntó a su hermanito. 

—De seguro está lavando los platos —respondió el menor tomando en brazos al conejito. 

Tom estaba sentado en una de las bancas del jardín, los arbustos lo tapaban un poco de la vista de Bill desde la puerta. Liam le había puesto en conejito sobre sus piernas y él lo acariciaba con cuidado, no había querido hacerle daño cuando lo había alzado de las orejas. Bill suspiró escuchando cómo le hablaba al conejito. Quizá Tom no era tan malo como parecía, pero igual, sabía que debía mantenerse al marguen. 

Liam se cansó de estar en el jardín, era de noche y Tom parecía importarle poco estar ahí a esas horas. El pequeño entró a casa viendo a Bill en la sala. 

—Quiero ver tele. 

—Está bien, vamos entonces. 

—Oye, Tom está pidiendo su cena, me dijo que se la llevaras. —Bill torció la boca. 

—Tendrá que aprender que la cena se toma dentro de la casa, no fuera. —Liam rió un poco y Bill subió con él a su habitación. 

Se puso un pijama y se dispuso a ver televisión. Bill salió de ahí luego de desearle buenas noches y bajó a la sala, era temprano y cuando fue a la cocina no encontró la cena de Tom, entonces supuso que ya se lo había comido, pues qué mejor, podría irse a casa temprano, así creyó. 

Tomó su mochila y salió de la sala frenando en seco al ver a Tom aún sentado ahí en el jardín. 

—No me diste la cena ¿y te vas así? Qué mal contigo. 

—Tienes manos y piernas para ir a la cocina y tomar lo que quieras. Tuve un día cansado. Con permiso, nos vemos mañana. 

Trató de pasar de él para salir por la puerta pero Tom tomó su brazo poniéndose en pie, apenas sosteniéndose de una muleta. Bill se detuvo nervioso y lo encaró con el ceño fruncido. A Tom le causó gracia eso y le azotó el trasero sintiendo algo ahí. Bill había casi chillado y se alejó un poco. 

—¡No vuelvas a hacer eso! 

—¿Qué tienes ahí? Espera, no huyas —dijo tomándolo por el hombro para que no se le escapara, Bill temió que si se librara Tom se caería de narices al suelo. 

—Déjame Tom. —Tom no le hizo caso y rodeó con su brazo su cintura, para bajar un poco más su mano y quitarle lo que tenía en el bolsillo trasero, gomitas en forma de osito. Bill recordó eso y no supo qué decir, enmudeció viendo a Tom observar la bolsita de sus dulces favoritos con una mano mientras la otra aún permanecía posesivamente en su cintura. 

—Me compraste gomitas. 

—No son para ti. —Trató de recuperarlas, pero Tom se lo impidió. 

Bill se puso frío de los nervios y Tom tomó una de sus manos jalándolo hacia la banca del jardín. Increíblemente los pies de Bill avanzaron hacia adelante junto a él.

¿Qué pasará? :D no lo sé, pero ya alg tengo escrito. Si tienen sugerencias me gustaría saberlas. Besitos a todos y gracias<3