Niñerías - VIII

Hola a todos <3 después de demorar un poco les traigo capítulo y se lo dedico a cada uno de las personas que me han apoyado cuando más lo necesitaba, no me esperaba tanto cariño y lo valoro mucho ¡Gracias! Y a Aliss <3 

Bill no dejaba de pensar en Tom y su pierna, esperaba que estuviera bien y se apresuraba en ir al trabajo. 

—Jovencito, debemos hablar —dijo su madre Simone. 

—Estoy tarde. 

—No podré decírtelo cuando llegues porque estaré descansado. 

—Dime, rápido. 

—Bien, este fin de semana deberás ir con tu padre. —Bill hizo una mueca de disgusto. 

—Trabajo los sábados y domingo es el único día que tengo para lavar mi ropa y alistar mis trabajos de la escuela. Ah, y además dije a Nicole que saldría con ella. 

—Tendrás que hacer tu tiempo y por la ropa no te preocupes, lo haré yo y la tarea de la escuela la podrás llevar a casa de tu padre. Debes ir, es orden del juez y puede pensar que estoy influenciándote para que no lo veas y sería perjudicial para mí. 

—Con que era eso… 

—Debes pedir permiso para mañana sábado. —Bill hizo una mueca, no quería. 

—¿Y si no me lo dan? No quiero perder el trabajo. 

—Deberán darte, es una orden del juez. —Bill no quería explicar ese detalle de su vida y se puso nervioso. 

Al ir al trabajo, la señora Dunja le esperaba no muy animosa. 

—Lo que pasó ayer no debe volver a pasar, ¿entendiste? Sé que mi hijo es un abusivo con las personas de servicio por eso no tenemos cocinera, todo lo compramos semi preparado, pero no debiste hacerle caso. 

—Lo siento señora, no quería causarle mal. 

—Pues le causaste uno, está internado ahora y bueno, en realidad es mejor así. —Bill bajó la cabeza, Tom no estaba en casa y con lo mucho que detestaba el hospital, le dolió que lo hayan mandado de vuelta. 

Liam se le acercó y abrazó, estaba contento de verlo otra vez y Bill tuvo que fingir una sonrisa. El pequeño le regaló una gorra que le había comprando en el supermercado. 

—Les dejo. Aquí tienes la lista para hoy —dijo Dunja y se la dio—. Regresaré a las nueve. Suerte. 

—Sí señora. —Recordó lo que su mamá le había dicho—. Espere señora Dunja, debo pedirle permiso para mañana, debo hacer un pequeño viaje y no podré venir—. La mujer lo miró con desaprobación—. Por mí no iría pero me lo están ordenando mis padres, es solo por mañana. 

—Ese tipo de cosas debiste haberme dicho con anticipación, ahora, ¿a dónde llevaré a Liam? —Bill bajó la cabeza—. Pensaré en algo. Entonces nos vemos el lunes. 

—Sí. 

Bill suspiró resignado, un día de trabajo común empezaría. Primero las tareas y esa parte era un poco difícil pues Liam quería jugar con el conejo Tom y más ahora que su hermano no estaba en casa, había un cierto descontento en el pequeño. Luego, debía limpiar su habitación, después cenar y ver televisión. 

Bill salió al patio como de costumbre a perseguir al menor que buscaba al conejo. 

—¿Por qué no lo trajiste? ¡Es mío! Lo dijiste —reclamó molesto. 

—Lo siento, estaba con su mamá y no quise separarlo, pero mañana lo traeré. —Liam se cruzó de brazos mirándolo enojado. 

—¡Mañana no vendrás! Te traje un regalo, pensé en ti cuando fui de compras y no puedes traerme a mi conejo Tom, ¡no es justo! —Bill chasqueó la lengua, estaba comenzando a impacientarse por los berrinches del niño. 

—Ya pedí disculpas, debes aceptarlas y ahora toca hacer las tareas. 

—Pues fíjate que no quiero. No quiero entrar a la casa, está vacía. —Le dio la espalda—. ¿Sabes lo que han dicho? Que nadie lo ayudó a bajar las escaleras y por eso se rompió la pierna. —Bill sabía a qué se refería—. Si no puede caminar ya no jugará conmigo… 

—Se pondrá bien, lo están atendiendo personas que saben cómo curarlo. —Vio al niño suspirar. 

—Quiero que regrese y que vuelva a reír como antes. 

—Quiero lo mismo —dijo poniendo sus manos sobre sus pequeños hombros—. Vamos a dentro, hablemos allá. 

*** 

Al día siguiente, Bill alistaba su mochila que llevaría a Bremen para visitar a su padre. Le daba mucha pereza, no era algo del cual estaba entusiasmado. 

—Suerte hijo, me das noticias —se despidió su mamá. 

—El domingo por la noche estaré aquí. 

En todo el viaje no hizo más que pensar en Tom. Era extraño hacerlo pues no era que le simpatizara, todo lo contrario, sabía que no era un buen tipo, pero deseaba con todas sus fuerzas que pudiera mejorar. 

Su padre lo recibió en su amplia casa y hasta le había preparado una habitación iluminada muy bonita, estaba claro que quería sorprenderlo para hacerlo quedar. 

—Todo esto es tuyo y mira. —Lo jaló al escritorio en donde una laptop estaba conectada—. Te compré esto para la universidad, sé que lo necesitarás. —Bill enmudeció por un momento, estaba emocionado sí, pero a la vez sentía una inconformidad, no quería deslumbrarse por las cosas materiales que su padre pudiera ofrecerle. Y luego pensó en si realmente hacía bien quedándose con su mamá, teniendo que sufrir trabajando y estudiando por querer estudiar en una ciudad, ¿por qué lo hacía? Entró en duda—. También podré pagarte las pensiones de la universidad. 

—¿Por qué me quieres aquí? No lo entiendo, sabes que me gusta vivir en Hamburgo. 

—¿Qué tienes allá? 

—Mi vida, papá; toda mi vida está allá, aquí no tengo nada. 

—Me tienes a mí, no lo veo justo, eres mi único hijo. —Gordon se ponía sentimental y lo que no sabía era que precisamente eso afectaba mucho a Bill llenándolo de culpa y haciéndolo sentir un egoísta por pensar solo en el mismo. 

—Quiero estar allá. Lo siento. 

—Está bien —Sobó su espalda—. Pero estarás aquí hasta mañana. 

—Sí. 

Su papá salió de su nueva habitación y Bill suspiró. Caminó hacia el ropero a poner algo de su ropa que había traído y encontró ropa nueva colgada en los percheros, era de su talla y de sus gustos. Todo parecía indicar que su padre lo quería cerca. 

El día pasó rápido y Gordon lo llevó a ver algunos juegos deportivos en el estadio. En todo momento se mostraba amistoso y eso a veces estrujaba el corazón del pelinegro y es que pese a todo quería también a su papá. 

Cuando era pequeño deseaba ser como él, tener un trabajo de diseño y vivir la vida con esa libertad que solo él tenía. Pero cuando se hizo adolescente veía cómo su mamá sufría por su causa, las mujeres no dejaron de rodearlo aún siendo un señor, Simone envejecía y Gordon parecía ponerse mejor con los años. 

En la noche Gordon compró una pizza gigante para comerla con su hijo, pero estaba que hablaba y hablaba con alguien por teléfono y al final le permitió verle. 

—Hijo, va a venir una amiga… —Bill frunció el ceño—. Trabaja conmigo en la empresa y quiero presentártela. 

—Bueno. —Se hizo al desinteresado. 

Minutos más tarde una bella mujer entraba a la casa, tenía un escote grande y mostraba su bella figura por su ropa ceñida, tenía el cabello liso y negro, era hermosa y joven, veinteañera quizá. Parecía muy cariñosa con Gordon y eso Bill lo notaba a leguas. 

—Te presento a mi hijo Bill. 

—Pero qué chico más guapo. Hola, soy Nataly. —Bill hizo una mueca con sus labios, de todas formas su papá no cambiaba y claro, ahora que había salido el divorcio con más libertad podía traer a casa mujeres. 

Esa noche la pasó muy incómodo, la chica coqueteaba con ambos y su padre quería que Bill también lo hiciera, incluso sacó cervezas para que así pudiera entrar en calor. Mientras la chica estaba en el baño, Gordon le codeó. 

—Ella es agradable, ¿no crees? Y le gustas… Si quieres puedes… ya sabes. 

—¡Papá! —contestó rojo de vergüenza. 

—Tienes diecisiete, estoy seguro que a Nataly no le importará. —Bill se ofuscó un poco. 

—¿Te acostaste con ella antes? —Gordon bajó la cabeza. 

—Ella es buena. 

—No deseo nada, iré a dormir. —Se puso en pie. 

—Bill —Tomó su brazo—. Somos hombres. 

—Sí, pero yo no como tú. 

Al encerrarse en su habitación pensó en Tom… Era extraño encontrarle una similitud con su papá, pero era eso en lo que pensaba, se parecían los dos y mucho. 

El domingo fue lo mismo. Salidas a lugares divertidos, ver una carrera de autos y luego comer en la calle, todo bien hasta que entraban llamadas de “amigas” y él las invitaba a pasar un buen rato. 

En la noche se despidió de Gordon con un abrazo y recibió de él un sobre con dinero. Esa visita solo le demostró lo diferente que era de su padre. 

*** 

Lunes de estudio y trabajo. Nicole lo halagó por la ropa nueva, se veía muy guapo vestido como casi una estrella del rock. 

Luego fue al trabajo y llevaba en manos una bolsa con el pequeño conejito. No lo había olvidado. 

—¡Sí! —gritó Liam y corrió a abrazar a Bill—. Al fin vienes, me mandaron con mi abuela el sábado y no me gusta. —Bill rió. 

—Lo siento, me mandaron con mi papá y no me gustó mucho. 

—Ven, entremos. —Lo jaló dentro de la casa. 

La señora Dunja iba de salida, pero evitó acercarse a Bill porque tenía en manos al pequeño conejito. 

—Te dejo la lista aquí —la puso sobre la mesa—. Y evita dejar que ese animal entre a la casa. 

—Lo siento. 

—Otra cosa, mi hijo mayor está en casa, que Liam no suba, tendrá fisioterapia y no debe molestarlo nadie, ni tú. 

—Entendido —dijo sorprendido, así que Tom había vuelto y le entró mucha curiosidad por saber cómo estaba. 

La señora se fue y Liam jalaba su polera estampada de calavera. —Bill, Bill, debes ayudarme, una mujer ha subido al cuarto de Tom, está allá con el señor Arthur, pero esa mujer es fea y parece mala, debemos hacer algo. 

—No lo creo, Liam. Tu mamá ha dado órdenes, nada de molestar a Tom. 

Siempre era difícil convencer al pequeño que a regañadientes fue jalado al comedor para empezar con las tareas. 

Notas bajas, muchas notas bajas en cada uno de sus exámenes. Bill podía ver cómo el niño se rehusaba a querer compartir eso. 

—Debemos hacer algo —dijo Bill decepcionado. 

—No quiero ir más a la escuela, está decidido, seré como mi hermano Tom. —Se cruzó de brazos. Otra vez Bill debía soportar sus niñerías. 

Pasados los minutos se oyeron gritos en la habitación de Tom, y eran de dolor, Bill podía reconocerlos y se le escarapeló el cuerpo de angustia. 

—¡Le hacen daño! —gritó Liam yendo donde Bill para ser abrazado, su respiración se aceleró. 

—No, descuida, están haciéndole fisioterapia. 

—No… 

—Sí, tu mamá lo dijo. 

—Le hacen doler, esa mujer le hace doler. 

Bill abrazó a Liam y le tapó los oídos, Tom gritaba mucho y Bill frunció el ceño, o de verdad le hacía doler o fingía como el engreído que era. Sintió humedad en sus brazos y bajó la vista viendo las lágrimas que brotaban de las orbes del pequeño. 

—¿Liam? Tranquilo, no le hacen daño, no llores. —Secó sus lágrimas, pero el pequeño lloraba en silencio—. Debo hacer algo —dijo mirando las escaleras—. Espérame aquí —ordenó. 

—No, voy contigo. 

—No creo sea buena idea. Espérame aquí. 

El niño se quedó secando sus lágrimas y Bill subió las escaleras. Sus manos se pusieron un poco frías y luego de estar frente a la puerta, la tocó. Nadie le abría y Liam quería subir a lo que Bill le indicaba que no lo hiciera. Volvió a tocar y el señor Arthur abrió viéndolo con suma desaprobación por su atrevimiento. 

—¿Qué haces aquí? 

—Disculpe señor, es que los gritos de Tom están poniendo muy nervioso a su hermano y… —no pudo terminar de hablar cuando, por uno de sus costados, Liam estaba queriendo entrar—. ¡Liam, no! No puedes entrar… —Tomó su brazo pero el pequeño se escabulló y logró pasar a la habitación. 

Liam entró llorando y después de ver a la mujer mayor tener la pierna de su hermano en sus manos se le abalanzó. —¡Suelta a Tom! —gritó dando pequeños golpes. 

Bill tuvo que entrar para tomar a Liam y separarlo de la señora fisioterapista. Tom estaba recostado en su cama y tenía la pierna vendada y estirada, al parecer la señora que lo atendía estaba que la doblaba una y otra vez. 

—No le hago daño —dijo la mujer—. Es solo un chico que se queja mucho como si le torturara, es mi trabajo hacerle las flexiones o no podrá caminar —explicó al pequeño. 

Liam, con ojos rojos miraba a Tom y trataba de creerle a la vieja señora de que su hermano fingía. Y solo se tranquilizó cuando vio la sonrisa en el rostro de Tom y luego escuchar su risa. 

—¡Tom! —reclamó el niño. 

—Enano, te la creíste, y bueno, señora, usted no sabe de esto, hace ratos le he dicho que en verdad me duele, se me hinchará la pierna si usted sigue. 

—Se te pondrá dura —dijo la fisioterapista—. Y luego estarás cojeando, ¿quieres eso? 

Una discusión empezaba en la habitación y Bill permanecía a un lado mirando a Tom sonreír y extender una mano para llamar a su hermanito al cual abrazó. 

El señor Arthur se le acercó a Bill. —No debiste tocar, el niño no debe ver esto. 

—Señor, estaba llorando por los gritos. 

—Tom finge, ¿crees que permitiría que lo torturaran? Ahora, saque al niño de aquí. —Bill apretó sus labios y se acercó a la cama para tomar a Liam de un brazo. 

—Pequeño, debemos regresar a hacer las tareas. 

—No. —se aferró más a Tom. 

—Niñero, déjalo un rato conmigo, mi mamá le prohíbe verme como si fuera la peste, déjalo ya —dijo viéndolo a los ojos. 

Bill volteó a ver a Arthur quien estaba serio, no le gustaba la idea que el pequeño se quedara. La señora fisioterapista había vuelto a hacerle los masajes. Arthur salió de la habitación y Tom retiró su pierna de sobre la cama para sentarse, ya no quería más de eso. 

—Joven, aún no termino. 

—Pues ha terminado, no quiero más de esto, puede retirarse. 

Bill miraba todo con desaprobación y tomó a Liam del brazo para jalarlo hacia fuera. —No, no quiero irme, quiero quedarme con Tom. 

—¿Ves? —dijo Tom con una sonrisa pícara. 

Definitivamente sacar al pequeño de ahí sería una tarea que costaría mucho, así que Bill desistió, se cruzó de brazos apoyado en la pared solo observando a Liam jugar con su hermano. Tom, de vez en cuando, cruzaba miradas con Bill y éste las esquivaba. 

—Hey, niñero, ¿qué haces ahí que no estás preparando la cena? Ya casi oscurece. —Bill abrió la boca recordando eso y además que Liam debía ordenar su habitación antes de dormir. 

—Liam, es hora de arreglar la habitación, son órdenes de tu mamá. 

—No quiero, eso es aburrido, además lo puede hacer el señor Arthur, él limpia la casa. 

—Para eso tenemos personas que nos sirven —intervino Tom molestando a Bill quien en silencio tomó a Liam del brazo y lo jaló fuera de la habitación contra su voluntad. El niño comenzó a protestar. 

—Estuviste jugando con Tom mucho tiempo, ya toleré bastante, así que limpiarás tu habitación porque toda persona debe hacerlo y lo harás mientras preparo la cena. 

A regañadientes Liam era conducido a su habitación. —No es difícil. 

—¡Me aburre! 

—Pero es algo que debes de hacer. 

El niño se quedó ahí, limpiando como podía y Bill bajó las escaleras rumbo a la cocina. Leyó la lista que sacó de su bolsillo y vio que era algo sencillo como sacar del refrigerador asado de carne, puré y preparar una ensalada que acompañe a eso. 

Se lavó las manos y comenzó a distribuir la comida en tres platos para calentarlas en el microondas. 

Pronto llamó a Liam a cenar, el niño parecía un poco ansioso. —Veremos televisión, no te preocupes, pero antes debo cerciorarme que de que hayas limpiando bien todo. 

—Está bien. 

Luego de cenar y dejar a Liam en su habitación viendo televisión, pasó por el cuarto de Tom encontrándolo sentado en su cama. 

—¿No sabes tocar? —reclamó serio—. ¿Y si estaba desnudo o dándome placer? Debiste pensar en eso. —Bill enrojeció un poco y retrocedió hasta el lumbral de la puerta casi saliendo de la habitación—. ¿A dónde vas? Ven aquí. 

—Lo lamento, no quise importunar así, solo vine para decirte que la cena está lista y si te la podía subir aquí o… 

—No, aquí no, estoy harto de estar encerrado. Ven, ayúdame. 

—Tom, no creo que… 

—¡Que me ayudes! —reclamó queriendo ponerse en pie y Bill fue rápido para que no se cayera, lo abrazó por la cintura para que Tom se apoyara en su hombro. 

—Tu mamá se molestará conmigo si te ayudo a salir de aquí. 

—Tonterías, ella no sabe lo aburrido que es esto, quiero que me lleves abajo. 

—Oh, no —dijo quejoso. 

Tom quería avanzar y así lo hizo, Bill se aferró a su cintura para no dejarlo ir, no quería ser utilizado otra vez y forcejeó con él de esa manera. Tom dio un mal paso y trastabilló, pero antes de poder caer Bill se precipitó enseguida y se arrodilló para sostenerlo. Tom cayó en sus brazos y se sostuvo de sus hombros, pero por su peso Bill terminó cayendo de costado con Tom encima. 

—¡Pudiste tener más cuidado! —gritó Tom agitado por el susto de pensar en romperse la pierna otra vez. 

—¿Estás bien? —preguntó recostado en el suelo sosteniendo a Tom de los hombros para que no lo aplastara del todo. Bill rió un poco por la venda que inicialmente tenía en la cabeza se había bajado hasta taparle los ojos y Tom lucía confundido. 

—Me duele la pierna —dijo despacio y Bill trató de levantarse para llevar a Tom a su cama. 

—Lo lamento, espera —con una mano alzó la venda de sus ojos y la regresó a su frente. Había podido ver una cicatriz en la cabeza y su cabello rubio algo crecido. 

Tom pestañeó al verlo así, tan cerca y no dudó en acercar sus labios para besarlo. Bill tenía las manos sobre la cabeza del otro y se quedó estático cuando eso pasó. No quería empujar a Tom pero tampoco perder el control así. Mantenía los ojos muy abiertos de la impresión y Tom solo se precipitó más sobre Bill quien terminó con ambas manos en la cintura de Tom y ahí las apretó con nerviosismo, tirando un poco de la ancha ropa blanca de Tom.

Billyberto otra vez sometido, ¿a dónde llevará todo eso? No se ilusionen que puede perder su trabajo :x Veremos qué más pasa pronto. Un abrazo grande *-* y tengan buena semana.