Niñerías - VI

Hola a todos, como dije, pronto iba a tener capítulo y aquí está. Se lo dedico a mi amiga Karem~ a quien se le acaba las vacaciones. ¡Suerte en todo! Y gracias a cada uno de ustedes por el apoyo. 

Estudiar, estudiar y estudiar; es en lo que Bill debía pensar, pero no lo hacía. Estando en la escuela apenas y podía presentar sus trabajos. 

—Kaulitz, últimamente estás presentando trabajos mediocres, no puedo aceptar este que no tiene el formato de presentación que he dicho. 

—Lo siento profesor, lo volveré a hacer. 

—Tienes dos días. 

—Sí, muchas gracias. 

Bill tomó su trabajo mal hecho para guardarlo en su mochila. Trataba de planear a qué hora lo haría, pero casi no podía concentrarse, solo pensaba en Tom y su maldito atrevimiento. Había querido vengarse, hacerle alguna cosa para enfurecerlo, pero luego recapacitó y no lo vio buena idea por Liam, así que pensó en ignorarlo completamente. 

Habían pasado dos días y aún seguía afectado por ese beso. 

El día anterior cumplió con no ver a Tom. Mandaba lo que le preparaba con el señor Arthur a quien tuvo que inventarle que estaba ocupado con Liam y por eso no podía subir. En todo momento estuvo entreteniendo al niño, se sentía cansado pues había jugado desde fútbol hasta básquet en el patio de la gran casa. 

Al día siguiente había ido con la misma idea de no ver a Tom, pero ni bien llegó, lo encontró en la entrada, sentado en una banca del jardín, ¿acaso se había recuperado tan pronto? Lo vio y dejó de hacerlo en segundos para entrar a la casa tan rápido como pudo. Escuchó la risa de burla de parte de Tom y sintió deseos de golpearlo, pero no podía hacerlo. 

La señora Dunja lo esperaba en la sala junto a Liam que se dejaba peinar por ella, estaba bien vestido. 

—Qué bueno que llegas temprano, justo quería hablar contigo. 

—Dígame señora. 

—Me dieron horas libres —Bill se sorprendió—. Quiero comprarle algo de ropa a Liam que hace tiempo no lo hago, luego tendré turno de noche en el hospital pero vendrá mi esposo. Quiero que te quedes, no tardaré, puedes preparar una mazamorra para la cena hasta mientras. —Bill tragó saliva, ellos se irían y él se quedaría solo—. Arthur estará también, pero atenderá a Tom. 

—Ya veo. 

—Tom se aburre en su habitación, por eso ha salido a tomar aire, pero necesita ayuda para caminar así que quizá lo puedas hacer si te lo pide. —Casi ni lo podía imaginar, pero asintió aceptando lo que la señora le decía. 

—¡Te traeré algo! —dijo Liam enérgico y Bill le sonrió. Lo veía muy feliz junto a su mamá, Bill estaba alegre de que al fin saldría de casa con alguien especial. 

La señora guardó el peine que estaba usando y Liam se acomodó el chaleco rojo que tenía puesto. —¡Nos vemos Bill! —gritó corriendo hacia la puerta y la rubia señora se despidió también. 

Bill se quedó paralizado en la sala, no quería ir al jardín pero tampoco a la cocina. Preparar una mazamorra sería cuestión de quince minutos ¿y luego qué haría? 

—¡Hey, niñero! —Escuchó a Tom llamarlo y se sobresaltó. 

Caminó sigiloso hasta la gran ventana que daba al jardín y trató de ocultarse detrás de las cortinas. Con mucha cautela vio a Tom sentado en la banca con una sombrilla que le cubría del sol. Su pierna enyesada estaba apoyada en una maceta alta y tenía en manos su celular con el que escuchaba música, curiosamente seguía con la gorra roja que Bill le había puesto hace días. 

¿Cómo se atrevía llamarlo luego de haberlo besado? El vientre de Bill se removió en retorcijones, prefirió dejar de mirar por la ventana y fue cuando recordó que tenía un trabajo pendiente de la escuela que podía adelantar ya que había tiempo de sobra. 

Se adentró al comedor para sacar de su mochila el folder que tenía. 

—Vamos Bill, no puedes perder la cabeza por una estupidez como esa —se dijo a sí mismo y trató de concentrarse. 

La tarea era realizar un análisis literario de una obra y requería de concentración, pero el simple hecho de estar en esa casa no le traía paz. 

—A la mierda la tarea, —Se levantó de la silla—. Lo haré en la noche. 

Salió de ahí rumbo a la cocina, prepararía una mazamorra de naranja. 

Escuchó ruidos cerca al pasillo y al ver, era el señor Arthur que entraba a la cocina. 

—Si preparas mazamorra, ¿podrías preparar un sándwich para Tom? es que a él no le gusta eso. —Bill lo miró con fastidio. Él había sido contratado como cuidador de Liam, no como cocinero ni mucho menos para atender a Tom. 

—Lo preparo si usted se lo da. 

—Bueno, no habría problema, estaré en la oficina principal. 

El señor Arthur se retiró y Bill se concentró en preparar la comida; total, pensaba que lo estaba haciendo para Liam y una sonrisa se formó en sus labios. 

La cena no tardó en estar lista, vio por la ventana de la cocina el sol poniéndose en el cielo. Ya serían las seis de la tarde, sin embargo, la señora y su hijo aún no regresaban. 

Bill llevó un plato con un emparedado para Tom, se lo daría al señor Arthur para que se lo diera a Tom. Llegó a la oficina, que era un estudio amplio en donde había una biblioteca, Bill no tenía idea de qué era todo eso y entró con cierta timidez percatándose que el señor Arthur hablaba por teléfono y cuando lo vio hizo una mueca de disgusto. Bill se detuvo en la entrada y prefirió salir. ¿Cómo era posible que no le pudiera entregarle un pan a Tom? Sentía que interrumpía el trabajo del señor Arthur. 

Salió de la oficina y se dirigió al jardín. Al salir al exterior se dio con la sorpresa de no encontrar a Tom, pero, ¿a dónde pudo haber ido sin ayuda? ¿Y si para eso lo había estado llamando y él no había hecho caso? Se sintió culpable. 

—¿Tom? —llamó con pequeña voz y luego carraspeó, no podía actuar así, debía hacerse respetar y cumplir con sus obligaciones, además la señora Dunja le había pedido ese favor desde que Tom llegó. 

Definitivamente no estaba en el jardín, además hacía un poco de frío así que entró a la sala y encendió la luz. Se mordió el labio inferior sintiéndose nervioso. 

—¡AHH! —Escuchó un grito desgarrador proveniente desde las escaleras que conducían a los dormitorios y el plato que contenía el emparedado cayó al suelo pues Bill salió corriendo. 

Subió las escaleras y ahí lo encontró, sentado en las gradas, respirando agitado, un poco sudado y tomando con ambas manos su pierna enyesada. 

—¡Tom! ¡Tom, ¿estás bien?! —Se inclinó hacia él para querer levantarlo. 

—¡Ten cuidado! —dijo con voz aguda, estaba con mucho dolor y sus manos temblaban. 

—¿Te golpeaste? ¿Quieres que llame a Arthur? —Tom tomó su muñeca y le miró a los ojos. 

—No, tranquilízate, me pones nervioso. —Bill suspiró varias veces seguidas tratando de regularizar sus emociones, estaba entre nervioso y asustado. 

—¿Estás bien? —preguntó al ver que Tom cerraba los ojos por un momento, el dolor que sentía era punzante y temió haberse hecho un daño irreversible—. ¿Tom? 

—Shh… 

—Lo siento —calló y se arrodilló a su altura, estiró una mano hacia las suyas puestas en su pierna—. ¿Puedo ayudarte? 

—Solo quiero que pase —habló conteniendo el dolor. 

—¿Puedo ayudar? —Tom lo miró y sonrió de una manera que intimidó a Bill, éste retrocedió un poco y apoyó su espalda a la pared, Tom estaba apoyado en la baranda de la escalera, aún no podía ponerse en pie, temía no poder caminar como antes porque el dolor era distinto. 

—Si quieres ayudar guarda silencio. 

—Está bien —se puso una mano en la boca y se quedó ahí. 

—Bien… —Suspiró. 

—Eso te pasa por no pedir ayuda —reclamó y luego apretó sus labios—. Lo siento. 

—¿No pedí ayuda? Estuve gritando tu nombre desde el jardín y luego de tanto, me cansé, quise llamar a Arthur pero recordé que estamos cerca a fin de mes y él es quien ve las acciones de mis padres, de seguro debe estar en la oficina de mi padre adelantando el trabajo o no tendrá sus putas vacaciones, así que, ¿qué me quedaba? ¿Liam? No, él no está y mis padres tampoco. Sentía frío y quise entrar, pero el personal de servicio no estaba —le miró fijamente y Bill se encogió un poco, se sintió culpable, pero luego recordó porqué no quería ver a Tom. 

—De todas formas no estoy aquí para cuidarte, estoy por Liam. 

—¿Así? Pues fuera de mi vista, no quiero tu ayuda. —Bill se sobresaltó un poco, él no quería eso, dejarlo así con la pierna en mal estado. 

—No. Puedo ayudarte a subir y luego me iré. —Bill tomó parte de sus brazos y Tom lo miró de cerca. 

—¿Y si quiero que te quedes? 

—No haré lo que tú quieras, Tom —habló serio y el ligero rubor de sus mejillas hizo reír a Tom. 

El teléfono sonó y Bill se levantó a contestar. Bajó las escaleras tan rápido como pudo dejando a Tom aún sentado. 

—¿Aló? 

—Hola Bill, qué bueno que contestas tú, te llamo desde el supermercado, Liam y yo pasaremos al hospital y me lo llevaré a la oficina de su papá, se quedará con él hasta regresar a casa. Lamento tener que avisarte ahora, pero lo que hayas preparado guárdalo que será su cena. Eso quiere decir que puedes irte a casa temprano. Eso era todo. —Bill se quedó estático por un momento. 

—Gracias señora. —Y luego ella colgó. 

Tenía libre, apenas iba a ser las siete de la noche y podía regresar pronto y claro, hacer su tarea de literatura. Eso era genial, pero se quedó pensativo por un momento e internamente no tenía apuro de irse. 

—¿Quién era? —preguntó Tom desde la escalera. 

—Tu mamá. No vendrá Liam y puedo irme. 

—Ah, pues bien, vete ya. 

—¿Vas a quedarte ahí? Puedo ir por el señor Arthur. 

—¡Ni te atrevas! —exclamó y luego comenzó a toser. Bill fue corriendo escaleras arriba hasta llegar a él. 

—No pienso dejarte aquí —dijo tomando sus brazos para alzarlo. 

—¡Espera, estúpido! Me está doliendo —Gimió de dolor y Bill lo alzó de su cintura, Tom terminó de apoyarse en sus hombros, ambos frente a frente. Estaban tan cerca como nunca antes y abrazados. 

—¿Estás mejor? —preguntó bajito y Tom asintió separándose un poco. Pasó una mano por el hombro de Bill apoyándose y decidió terminar de subir las escaleras rumbo a su habitación. 

—No le digas esto a nadie —dijo Tom bastante fastidiado, detestaba tener que ser la carga de otra persona, pero Bill lo guiaría a paso lento. 

—¿A quién se lo diré? 

—Cierto. —Ambos rieron un poco y Bill suspiró al entrar a la habitación de Tom. 

Tom se sentía un poco triste. Por momentos quería burlarse de Bill, divertirse un poco con su ingenuidad y hacerlo pagar el hecho de haber aceptado ese empleo quitándole la oportunidad a alguna jovencita que estuviera de su gusto, además, dada su condición delicada, se sentía impotente y no veía la hora de poder estar mejor de salud y salir. 

Se recostó en su cama y Bill aún estaba parado a su costado mirándolo con una pequeña sonrisa. Se acercó con cierto temor y nerviosismo evidente para tomar parte de las mantas y cubrirlo. Tom estaba con un pantalón de algodón simple y una polera larga como siempre. 

—Te dejo. Que pases buena noche. 

—Hey, aún no es hora de dormir, además creí que me traerías la cena. —Bill se sobresaltó al recordar que había tirado el emparedado que traía para Tom. 

—Regreso en un momento —dijo apresurado para luego salir de ahí. 

—¡Espera! 

—¡Regresaré! 

Abajo, recogió todo lo que se había caído y lo llevó a la cocina, prepararía otro sándwich. Allá encontró al señor Arthur que se servía un poco de yogurt con galletas. 

—Pensé que te habías ido, es tarde y dudo que Liam regrese, de seguro lo traerá su papá. 

—Lo sé, ya me iba, solo quise llevarle algo de comer a Tom. 

—¡Cierto! —Era como si se hubiera acordado de él—. Lo olvidé, ¿está bien? —Bill quería decirle que no, que se había caído y que estaba con dolor, pero prefirió guardar el secreto. 

—Hum, sí. 

—¿Le llevarás algo de cenar? —preguntó el señor Arthur. 

—Sí. 

—Gracias porque yo debo regresar al despacho, aún tengo trabajo y así será esta semana. 

—No se preocupe. 

El señor Arthur salió de ahí y Bill terminó de prepararle un nuevo sándwich a Tom poniéndole bastante kétchup, como le gustaba. 

Subió y se sorprendió de encontrarlo sentado en la cama, con ambas manos sobre su pierna. 

—¿Estás mejor? No lo estás —se lamentó Bill—. Debemos decirle a Arthur. 

—Estoy bien, solo se ha movido esta cosa del yeso y me pica la maldita pierna, ¿me rascas? 

—Estás loco —Tom río por la cara de asombro de Bill. 

—Hazme un favor. 

—¿Qué favor? 

—Acércate. 

—Ah no, no caeré en ese juego otra vez, que te quede claro que no soy de esos tipos, conmigo te equivocas. —Tom rió otra vez y por el esfuerzo de la risa comenzó a toser desesperando a Bill—. Tom, Tom… 

—Ya. —Dejó de toser y suspiró para relajarse—. Quiero que me hagas un favor. 

—Depende. 

—No es alguna cosa pervertida que estés pensando. 

—¡No pienso esas cosas! 

—Huy, sí, te creo —Rió Tom y luego tuvo que obligarse a calmarse pues le dolía el cuerpo—. Ayúdame a ir a la cochera. 

—¿Qué? 

—¿No me oyes? Acércate entonces. 

—Sí escuché, pero me refiero a por qué ir allá, es de noche, además bajar las escaleras no creo que sea buena idea. 

—Vamos, solo necesito en quien apoyarme. —Bill lo miró con duda—. Ya que no quieres, iré solo. —Se puso en pie y casi trastabilló, enseguida Bill estaba a su lado. 

Hombro con hombro, Bill pasó una mano por la cintura de Tom y éste por sobre su hombro. Se quejó un poco. 

—Creo que no es buena idea, Tom. ¿Quieres empeorar? Mejor descansa. 

—No descansaré hasta ir a la cochera, debo ver algo. —Parecía tan determinante, iría con o sin Bill, así que el pelinegro lo miró con comprensión. 

—Está bien, vamos. 

Salieron por la puerta a paso lento. Tom apretaba la mandíbula reprimiendo el dolor y a veces se quejaba, Bill estaba muy nervioso, no sabía cómo había terminado llevando a Tom abajo, pero se sentía bien.

¿Qué pasará? ¿Por qué Tom querrá ir a la cochera? Quien me lo dice se ganará un dulce :3 

Los quiero~