sábado, 28 de junio de 2014

Laberinto gris

Hola a todos *-*~ les traigo un pequeño Oneshot escrito para la página Tokio hotel Ficción, en su Desafío de aniversario, donde uno tiene que escoger entre los diferentes Prompts que la página sube cada día y escribir una historia. Escogí el Prompt #25, que era desarrollar la historia en base a la imagen que uso como banner. Espero les guste, hace tanto no escribía alguito corto.
Resumen: Un laberinto sin salida. Dos gemelos sin aparente esperanza.
Autora: Pink Girl
Clasificación:  +13
Advertencias: Muerte de un personaje principal, Twincest.
Género: Angustia, Romántico, drama, universo alterno.
Pareja principal: Tom - Bill.
Capítulo único.
Disclaimer: 
Ninguno de los personajes me pertenece, solo la trama.


—¿Qué es todo esto? —preguntó asustado.

Había perdido la memoria y por ende, no podía recordar nada previo a estar parado entre enormes paredes de concreto y a su paso podía ver muchos caminos, como pequeñas calles angostas todas iguales.

Su instinto lo obligó a caminar sin rumbo en su búsqueda de libertad o tan siquiera de respuestas, ¿dónde estaba y cómo había llegado ahí?

Sentía mucho frío y dolor en el cuerpo, como si hubiera caído del cielo e impactado su cuerpo en el frío suelo donde había despertado, un lugar hostil y desconocido, es más, se planteó si es que algo así podía existir en este mundo.

Y mientras más caminaba, el miedo y la desesperación de apoderaba de su ser, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué no hallaba una salida? Todo era como… como un enorme laberinto de enromes paredes de concreto. Alzó la vista al cielo y todo lo vio nublado, gris, así que el miedo se apoderó de él debido a que no encontraba lógica en todo lo que había pasado. 

Se quedó quieto en una esquina y decidió pensar. Al parecer sentía que daba vueltas y regresaba a lo mismo, así que miró su atuendo, era extraño estar vestido de ropa negra, jeans ajustados, unas botas altas de muchos pasadores, una camiseta, una correa con calavera y algunas pulseras. Decidió dejar poco a poco algo de ropa conforme caminaba y volteaba varios senderos.

Casi se moría de frío cuando tuvo que quitarse los pantalones y dejarlos en un lado del camino mientras corría descalzo hacía alguna salida o señal de que todo era como un círculo y encontraría así parte de su ropa. Pero el tiempo se hizo largo y la desesperanza logró llenarlo de una impotencia sin igual. Cayó de rodillas, exhausto, con sed, con miedo y mucho frío.

Sus lágrimas mojaban sus manos y luego, un pequeño recuerdo de él mismo logró perturbarlo más. Ya antes había sentido esa tristeza… ya antes había estado llorando por una sensación frustrante. Así que detuvo su llanto y se sentó apoyando su espalda en la fría pared y llevando las manos a la cabeza, decidió pensar profundamente, obligarse a recordar lo que no podía.

—¿Quién soy? Oh, por favor… ¿quién soy? —decía con la voz entrecortada una y otra vez.

Bill.

Se sobresaltó al oír en su mente ese nombre y continuó buscando en ella, pero le era difícil hallar algo.

Se levantó luego de que sintiera el tiempo pasar de forma rápida, era como si ya se hubiera acostumbrado al laberinto y luego entendió que quizá era un sueño, más bien una pesadilla, y caminó lento esperando despertar. 

Luego de tantas horas, se encontraba arrastrándose en el suelo, cansado y abatido; decidió rendirse porque no hallaba otra cosa más qué hacer. Estaba perdido y sin rumbo, no era consciente de quién era exactamente ni de lo que había pasado, así que creyó que podía dormir, pero no pasaba. El tiempo parecía ser algo doloroso.

Luego de tanta desesperanza, sintió algo fuera de lo común, escuchó algo, como pasos que lo alertaron y lo levantaron del frío suelo, sintiendo su cuerpo doler más que antes y pudo percatarse de los horribles moretones en sus rodillas y muslo, ¿cómo se los había hecho? No lo sabía. Así mismo, un dolor en la nuca logró paralizarlo y buscó con su mano qué era y sintió su sangre salir.

—No puede ser… —sintió su corazón latir más acelerado y comenzó a temblar de pies a cabeza, estaba sangrando, todo su cuerpo estaba tan magullado que no podía entender cómo eso había pasado ni cuándo.

Miró hacia atrás en respuesta a los sonidos, como pisadas y casi corrió hacia ellos con desesperación.

Y lo vio.

Estaba un hombre parado, era alto como él y traía en manos sus ropas que había encontrado en el camino. 

Se miraron a los ojos y las ropas que el otro tenía en sus manos cayeron al suelo.

—Bill —lo reconoció y Bill solo pudo quedarse quieto, asustado, dejando que el otro sujeto se le acercara y lo abrazara.

Ese contacto ayudó a que miles de recuerdos entre hermosos y horrendos se apoderaran de su cerebro, abriéndole la venda de los ojos.

Se quedó quieto en los brazos del que ahora reconocía como Tom, su hermano gemelo, se quedó inmóvil con las lágrimas en sus ojos y con el dolor del cuerpo y corazón.

—¿Cómo llegué, Tom? ¿Dónde estoy?

—Oh, mi Bill… —lo abrazaba con desesperación—. Oh, Bill… —su dulce abrazo logró reconfortarlo por un momento—. ¿No recuerdas nada? —Bill se separó de él y negó.

—Acabo apenas de recordar quién soy y quién eres tú. Pero no recuerdo el resto. —Se ruborizó al ver a Tom a la cara. Bill pudo recordar que pese a ser su gemelo, era también su pareja y se separó un poco al ser consciente de que se habían hecho daño.

Hacía poco, Bill pudo recordar encontrar muchas cartas de amor que alguien había mandado a Tom; los reclamos, las discusiones y las miles de formas en que Tom intentaba decirle que todo había acabado pero que aún serían hermanos que se buscarían, que pese a todo lo amaba, pero que lo mejor era separarse.

—Qué pasa —dijo Tom, tomando su mano, acariciándola y Bill, serio, estaba aún temblando por los recuerdos en su cabeza, cada uno le explicaba qué estaba pasando.

—No me quieres —dijo con pequeña voz.

—Si no te quisiera, no estaría aquí, Bill. —Bill pestañeó varias veces.

—¿Dónde estoy, qué pasó? —Tom entristeció y solo optó por tomar su mano, acariciarla y mirarlo con tristeza—. Habla… 

—Estás muerto —dijo con la voz entrecortada y Bill se asustó.

—No puede ser, yo…

—Te tiraste del tercer piso… fuiste capaz de cumplir tu amenaza.

—Yo… —Bill tembló aún más y retrocedió un poco, pero Tom se lo impidió, jalándolo hacia su cuerpo y Bill puso un poco de resistencia—. Yo me maté… —dijo dándose cuenta de lo que había pasado—. Me maté por… —miró a Tom asustado—. Porque creí que nunca más estaría contigo… yo creí que me abandonarías. —Tom entristeció aún más—. Estoy en el infierno…

—No lo sé —contestó Tom—. Se supone que en el infierno hay fuego.

—¿Y tú qué haces aquí? Tom… —dijo su nombre con un lamento, recordando todo el sufrimiento terrenal del cual había querido escapar—. Tom… —llamó queriendo un abrazo y fue correspondido con una gran desesperación.

—Estamos en esto —susurró Tom—. Cuando supe que habías muerto, yo… —calló por un momento—. Yo tomé el auto y aceleré sin rumbo. Debía buscarte Bill, debía decirte que nunca te abandonaría, que solo quería ser normal, que sentía mucha culpa por todo lo que te había obligado a hacer, como hermano mayor, sabía muy bien que de pequeño te tocaba con otra intención, ¿sabes lo que es cargar con la maldita culpa cada vez que te veía necesitado de mí? No podía, Bill, necesitaba libertarte de mí mismo, pero jamás creí que iba a ocasionar tu muerte. —Bill escuchaba todo asustado, impresionado. Él podía recordar todas las veces que suplicaba a Tom que no se alejara de él, como hasta se había arrodillado y abrazado a sus piernas y desnudado en su delante para que viera que le pertenecía y cómo Tom salía corriendo de la habitación diciéndole que todo había acabado, que lo que hacían no estaba nada bien—. No quise este final para ti, Bill, necesitaba tu perdón…

—Estamos muertos —dijo Bill cayendo en cuenta de la cruda realidad—. Estamos muertos, Tom, no hay perdón, no hay arrepentimiento, no hay nada… —se separó y lo vio a los ojos—. No tienes que pedir perdón, estamos iguales en todo esto, estamos muertos…

—Muertos —repitió Tom y miró al cielo, todo era gris y frío.

Pronto, Bill terminó por vestirse siendo consciente de por qué tenía tantos moretones e incluso pudo ver en Tom una herida en la frente, como una rajadura que no sangraba.

Caminaron abrazados, sin rumbo y luego de que la desesperación se apoderara de Tom, miró hacia el cielo, abrazando a Bill y gritó con fuerza.

—¡No pedí amarlo, sabes! ¡No quise! —Bill lo miró sorprendido, pero luego comprendió que era una especie de reclamo—. ¡Tú me lo diste! —gritó y vio como las nubes se volvían más negras y agua comenzó a caer de forma torrencial. Estaba lloviendo y ambos se asustaron.

—Creo que no debes hablarle así —dijo Bill—. Ya todo está perdido.

—Debe haber una salida, no me rendiré —dijo Tom y ambos comenzaron a titiritar de frío, la tormenta prosiguió, pero Tom miró al cielo otra vez—. ¡Si en verdad existes, danos otra oportunidad! ¡Juramos no matarnos, juramos luchar! —Tomó la mano de Bill—. ¡Te juramos nunca rendirnos!

Un rayo logró asustarlos y hacerlos correr despavoridos porque todo tembló como un terremoto y así ambos se dieron cuenta que quizá estaban en el infierno, quizá no podían negociar nada porque no había un “Dios”, todo era tormento.

Corrieron hasta agitarse y quedarse en una parte del laberinto, sentados, abrazados, protegiéndose de todo lo que pasaba. Y luego de tanto miedo, cuando la lluvia pasó, ambos se quedaron profundamente dormidos.

Así pasó mucho tiempo…

*

La tímida mujer estaba sentada en el consultorio médico, algo ansiosa, ilusionada, emocionada por la noticia que le darían, la tan ansiada ecografía.

—Señora Simone, usted tiene dos hermosos gemelos. —Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, iba a ser madre por primera vez.

—Doctor, estoy tan emocionada —dijo casi llorando, llevando sus manos hacia su no tan abultado vientre y acarició a sus bebés… a sus dos varoncitos a quien se les había dado otra oportunidad de empezar.

Espero les haya gustado, quizá en la especie de desesperanza sentí escribir esto, pero en cierta forma, me gustó el final que le di, no podía dejarlo así... ¿Comentarios? *.* son el pan del escritor.

4 comentarios:

  1. ¡Lo amé! Me gustó muuucho. <3 Al principio sentí desesperanza... u.u ¡Excelente!

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  2. meencantó! pensé que terminaba mal, pero todo recién comienza :)

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  3. Podrían haber nacido en simone o en otra madre tambiém. Me encantó esa segunda oportunidad! Dios! no sabía como iba a terminar! :) Besos Pink! (Martina)

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