Niñerías - XXXIV

Hola a todos *-*! último sábado del año, me da nostalgia y sentimientos encontrados, ¿sabían que detesto ser sentimental? Ojalá fuese diferente, pero bueno. Espero les guste este capítulo, aunque no sé, hay tantas cosas y aún falta más x_x se viene el desenlace final~

Tom estaba absorto, casi no lo podía creer. Ante sus ojos Bill lucía demasiado provocador tanto que su miembro había dado un respingón en sus pantalones y su vientre se había encogido. La piel de Bill era blanca y pálida, eso lo atrajo mucho, pero aún más fue su agitada respiración y el temblor de sus labios debido a sus nervios.

Bill se había perfumado y delineado un poco los ojos, además de haberse peinado muy bien, tenía su cabello negro lacio reposando en parte de sus hombros. Había pensado tanto ese momento, sin embargo, ahora tenía la mente en blanco. Llevó una mano hacia su entrepierna abultada y Tom comenzó a acercarse lentamente. Bill se intimidó por su mirada y al ver que apretaba la mandíbula aún más.

—Bill… —dijo con voz temblorosa lo cual hizo que cerrara la boca rápidamente.

Lo que aconteció después dejó totalmente mudo a Bill. Tom se había acercado para luego arrodillarse en el suelo tan rápido, pero no hizo lo que Bill estaba pensando que haría, no; solo tomó la bata blanca para alzarla cubriendo su cuerpo otra vez y se puso en pie mirándolo a los ojos, tomando ambos de sus delgados brazos y así, alzándolo un poco para empujarlo hacia la cama, cosa que Bill soltó un pequeño quejido de sorpresa.

—¿Qué quieres? —cuestionó Tom estando serio—. Trato de controlarme cada vez que te pones así y ahora entro y te desnudas, ¿qué quieres? —Arrodillado en la cama miró fijamente a sus ojos, mientras que Bill trataba de sentarse.

Se había asustado un poco y más que eso, se había avergonzado.

—Yo… —intentó hablar, pero estaba tan agitado que su voz sonaba como un gemido y tuvo que carraspear para continuar—. Quiero ser tuyo —apenas dijo y Tom otra vez se sintió extraño, al borde de perder la poca compostura que creía tener.

—Bill, no sabes lo que pides, no tienes ni puta idea de lo que dices.

Esas palabras lograron intimidarlo y desistir en su curiosidad por avanzar más. Nunca antes se había sentido así de humillado como en ese momento y solo quería desaparecer. Las manos de Tom temblaron inevitablemente, tomó a Bill de la cintura y lo volteó en la cama ocasionando un estremecimiento en Bill quien gritó del susto.

—Tom, yo… no… —No sabía qué decir, estaba asustado y quería levantarse de la cama para salir de ahí. Tom lo aprisionaba aplastando su espalda con una de sus manos por encima de su bata y se posó sobre él.

—Me provocas y me encuentras. Luego no quiero verte llorar por saciarme contigo.

—Suéltame… —pidió agitado. Tom se casi se sentó encima y le subió la bata hasta la espalda lo cual agitó a Bill—. Voy a gritar si no te levantas —amenazó, sin embargo Tom empujó su cabeza contra la almohada y Bill no pudo gritar, apenas tomaba bocanadas de aire, y fue cuando supo en qué había caído.

Tom detestaba perder el control, y la provocación de Bill había generado en él una serie de sentimientos incómodos los cuales quería sacar a como dé lugar ya que sentía que podía cometer una estupidez. La única forma era dominando a su antojo así Bill tenía muy en claro no hacer algo semejante otra vez. Y no es que a Tom no le haya gustado verlo desnudo y tan predispuesto a ser suyo, era más bien lo que sintió en ese momento en cuanto vio caer la bata, ver su pureza y entrega, solo le incitaba ir y tomarlo de la mano para unirse con cuidado. Sin embargo, eso no pasaría, Tom no lo permitiría.

Bill sabía que estaba expuesto a Tom de la cintura para abajo y solo cuando Tom tomó con saña una de sus nalgas supo lo que pretendía hacer. Se puso frío, casi no podía creer cómo así había llegado a encontrarse totalmente sometido y sin poder si quiera moverse, estaba privado y hasta sentía miedo porque los movimientos que Tom usaba para retenerlo en la cama eran bruscos. El suave Tom ya no estaba y ni se asomaba.

—Quiero que tengas algo en claro, Bill —dijo con grave voz—. No soy quien crees que soy, así me conociste, así debe ser.

—No quiero esto —se quejó cuando sintió a Tom separar sus nalgas, estaba jugando.

—¿No me dejarás probar un poco de ti? O sea, te muestras desnudo ante mí y luego me dices que no quieres esto, ¿qué pasa contigo? —Rió un poco para luego jugar con su entrada, tenía sus dedos puestos ahí y Bill comenzó a agitarse cada vez más, estaba incómodo. Tom observó su pequeño trasero, sus nalgas bien formadas y su pequeña entrada. Su vientre casi dolió de solo pensar que podría entrar ahí, esa noche, que nada podría impedir concretar eso y de seguro se sentiría bien. Logró darle una palmada a Bill para que dejara de moverse.

—¡Tom! —logró gritar y Tom se irguió sobre él presionándolo y bajándole la cabeza hacia la almohada.

—Quieto —ordenó cerca de su oído. Bill se tensó un poco, estaba molesto, quería liberarse y salir de ahí, pero aferró sus manos a la almohada, permaneciendo boca abajo y sintió a Tom acariciar su espalda con pequeños besos, le había remangado la bata hasta las axilas—. A ver, qué tenemos acá… un montón de pequeños lunares, humm….

—No me está gustando nada, eres un… —Bill se ahogó en sus palabras cuando Tom besaba la parte baja de su espalda e inmediatamente Bill alzó una mano para tomar parte de sus cabellos rubios—. No te atrevas —amenazó cuando Tom abría sus nalgas y Bill creyó sentirse fuera de su cuerpo, como en una nube cuando Tom hizo contacto en su trasero.

Nunca se había imaginado tan siquiera que Tom sería capaz de hacer lo que le hacía en esos momentos. Bill estaba absorto removiéndose en la cama mientras Tom tomaba su trasero fuertemente y lo besaba como si no hubiera un mañana.

Le encantaba sentir a Bill tan inquieto y agitado y luego como poco a poco, se dejaba y le decía tantas veces con la voz excitada que era un cerdo. Le mordió una nalga y rió luego. —Seré un cerdo, pero qué bien que te gusta esto. —Volvió a hundirse en él, usando su lengua, lo besaba.

Pronto Tom dejó de hacerlo al escucharlo gemir y se puso sobre él otra vez, Bill miró por encima de su hombro, Tom estaba cerca de su rostro con una sonrisa maliciosa, pero luego vio cómo se puso serio y Bill no entendió la razón. Y era que Tom se había quedado embelesado por la belleza de Bill, excitado desprendía inocencia y a la vez ganas de más.

—¿Quieres que lo haga? —susurró Tom en su oído y Bill se tensó—. Estás listo —dijo llevando sus dedos a su entrada e hizo una presión entrando en él. Vio que Bill cerró sus ojos fuertemente, eso era extraño y no le gustó en cierta forma, así que Tom decidió sacar sus dedos.

—Yo… —quiso hablar, pero luego Tom había puesto ambos de sus brazos a sus lados cerca de su cabeza y se había arrodillado entre sus piernas, tenía los pantalones bajados.

Bill se quedó muy quieto más que todo porque estaba excitado, aunque se sentía muy culpable por haber ocasionado eso. Lo que aconteció después fue que Tom comenzó a moverse mucho sobre Bill, directamente en su trasero sin penetrarlo. Bill dejó de verlo cuando sintió su miembro caliente rozar tantas veces su entrada y hasta presionarlo probando entrar, pero Bill se tensaba tanto que no lo dejó.

Tom lo obligó a tocarse para así no ser el único en disfrutar eso, Bill lo hizo pues ya deseaba acabar. La cama era sacudida fuertemente al punto de producir sonidos que pusieron nervioso a Bill, debía acabar o su madre se daría cuenta. Tom se irguió un poco y tomando su miembro se vino sobre todo el trasero de Bill, quería que sea así, dejarlo cubierto de su esencia, sintió los temblores de Bill y ese gruñido lindo que solía hacer cuando se corría y lo vio retorcerse debajo de él en su liberación. Tom sonrió muy satisfecho. Pero no esperó que cuando se sentó en la cama, suspirando por lo que había acontecido, Bill levantara una pierna tan rápido y le propiciara una patada en el hombro que lo botara de la cama.

Cayó de trasero en el suelo y quiso levantarse, pero no pudo hacerlo, Bill se levantó con una mirada de desprecio, estaba airado y de seguro le gritaría insultos o mínimo y lo botaría de su casa. Tom tragó saliva, se le había pasado la mano. El cuerpo de Bill estaba cubierto por la bata, pero Tom desde el suelo vio sus frágiles y delgadas piernas cerca de sus pies y con un movimiento rápido le hizo tropezar.

—¡Tom! —chilló Bill cayendo sobre Tom y éste abrazó su cintura para besarle los labios—. No, no, no, ¿crees que con besos se arreglará esto? —dijo pataleando, queriendo liberarse de los brazos de Tom.

—¿Por qué no? De todas formas te gustó mucho y a mí también, ¿no es eso lo que cuenta?

Bill suspiró, cuanto quisiera él que Tom fuese diferente, pero no podía contradecirlo, le había gustado como se lo había hecho esa vez, así que se dejó besar.

Luego de eso, se fue a bañar y después a dormir. Estaban los dos muy cansados.

~*~

Bill bostezaba en clases, tenía unas ojeras feas, pero poco le importaban. Tenían un pequeño receso antes de entrar a la siguiente clase y estaba ensimismado en sus pensamientos, pensaba en si podría confiar en alguien alguna vez y contarle lo que vivía con Tom. No se sentía del todo cómodo después de lo que había pasado la noche anterior, había una intranquilidad y pensaba mucho qué podía decirle a Tom para que lo entendiera, pero no tenía idea de tan siquiera cómo empezar la conversación.

Miró hacia el frente y ahí, en el escritorio del profesor, cerca de él, estaba Nicole, su ex mejor amiga, a la que cientos de veces le había contado sus problemas de todo tipo, ella sabía su vida y sus secretos más vergonzosos, pero no el principal que atormentaba su día a día.

Nicole conversaba con Gustav, el tipo listo de la clase, el nerd, el que todos excluyen pero que al final siempre tiene algo cuerdo qué decir y eso le llamaba la atención a la pelinegra. Bill frunció el ceño, sentía celos, no podía negarlo y al parecer a ella le gustaba eso, podía notarlo pues conocía a Bill. Ella se había puesto una blusa escotada, Bill pensó mal de su amiga, podía presentir que estaba queriendo llamar su atención a como dé lugar.

Bill dejó de mirarla y cuando ella pasó por su lado para sentarse detrás, él tomó su mano y la detuvo.

—¿Qué haces? —preguntó Bill—. Crees que no me doy cuenta. —Ella frunció el ceño y se soltó.

—¿Qué te pasa?

—Nicole, por qué me tratas así, ¿acaso no podemos ser amigos?

—No seré amiga de un gay —dijo eso en un tono alto y Bill se sobresaltó ante esa afirmación.

Los presentes detuvieron por un momento sus pláticas al escuchar eso y el profesor entrante también lo notó. Bill enrojeció delante de Nicole sin poder defenderse o decirle algo, ¿cómo contradecir la verdad?

—¡Bill es gay! —gritó un compañero burlón y todos rieron.

El profesor entrante era el joven Jared quien frunció el ceño y golpeó su pupitre para que la clase tomara sus asientos y prestaran atención.

—No toleraré insultos, ofensas de ningún tipo en mi clase, no quiero oír comentarios como los que oí al entrar, ¿quedó claro? —Algunas alumnas suspiraron al escucharlo así, serio y con autoridad.

Bill estaba furioso, si antes pensaba retomar la amistad con Nicole, ahora solo quería alejarse de ella lo más lejos posible, jamás lo entendería y eso era una pena.

El profesor comenzó a hablar sobre los trabajos que la profesora saliente le había dado con las calificaciones.

—He de decir que la idea de hacerlo a mano ha sido una buena, así pude conocerlos un poco más. Esta vez quiero incentivarlos, he mandado a traer unos libros, pero solo será para los dos alumnos que han obtenido las mayores calificaciones. —Toda la clase se sorprendió, estaban ansiosos, menos Bill, él quería concentrarse en lo que el profesor decía y dejar de martirizarse pensando en Tom—. Voy a llamar a los dos alumnos que sobresalieron en los trabajos de investigación; en segundo lugar está Gustav Schäfer, ¿podría ponerse en pie para conocerlo? —Así lo hizo y el profesor sonrió, aunque Gustav estaba molesto en realidad, no podía creer que sea el segundo puesto y no el primero—. El primer puesto es Bill Kaulitz, ¿podría ponerse en pie para conocerlo? —Bill salió de su ensimismamiento y se sobresaltó en su asiento, se puso de pie muy distraído y miró al profesor quien le sonrió—. Ustedes ha sido acreedores de unos libros de corte científico, por favor, después de la clase sírvanse pasar por mi oficina.

Bill estaba un poco confundido y cuando miró hacia donde Gustav estaba, éste lo miraba con desprecio, Bill era un alumno de buenas notas, sí, pero últimamente todos sabían que andaba despistado porque trabajaba ¿cómo así había hecho el mejor trabajo?

A la hora de la salida, Bill no quería ir a recoger su libro, incluso estaba pensando decirle a Gustav que vaya solo, pero en los pasillos, saliendo para ir a casa, fue interceptado por Gustav.

—No sé qué hayas hecho, pero no recogeré un libro que no merezco. —Bill lo miró confundido—. Los tengo todos, además.

—Hum, bien por ti, yo… yo… Gustav, sé que tú siempre serás el mejor, deja de mirarme así.

—¿Así cómo? Deja de hablar como gay. —Era la segunda vez en el día que le decían eso y Bill enmudeció. Gustav pasó de él.

Se sintió dolido, no pensó que si gustaba de un chico sería así de mal visto, ¿qué debía hacer? Buscó una gorra en su mochila y se la puso, no quería que lo vieran diferente y se sintió un poco paranoico.

Pensó que sería un desplante si no acudía a recoger su “premio” por el mejor trabajo ya que Gustav no pensaba recoger el suyo, así que retrocedió y fue hacia las oficinas de los profesores.

Entró saludando tantas veces a algunos que ahí permanecían y llegó hacia la anterior oficina de la profesora Gelga la cual tenía fotos de gatos por todas partes, pero ya nada era así, ahora habían paisajes y mensajes reflexivos en las paredes, y el escritorio estaba lleno de libros.

—Hola, pasa —dijo el profesor reconociéndolo.

—Gracias y por el incentivo también. —Sonrió viendo como el profesor buscaba un libro sobre principios de la investigación y lo firmaba: “para un buen alumno. Nunca olvides alcanzar tus sueños”.

—Espero sigas así, me gustó mucho la entrevista a Anis, lo he visto por la televisión muchas veces y tus dibujos sobre autos estuvieron muy buenos, tienes mucho talento, sin duda fue el mejor trabajo. —Bill resopló, era un halago inmerecido, quien había hecho todo eso había sido Tom y ante ese recuerdo solo pudo sonreír tontamente.

—No sé qué decir, usted es un buen profesor, muchas gracias. —Tomó el libro y cuando estuvo por irse el profesor lo llamó y Bill se giró para verlo.

—No sé si sea cierto o no lo que la chica de la clase te dijo, aún los estoy conociendo… —Bill enrojeció otra vez, detestaba no poder controlar eso, pero se puso nervioso y bajó la cabeza—. Te entiendo, Bill, si es verdad lo que ella dijo allá, te entiendo. —Bill miró sorprendido a su profesor.

—Usted… usted… —No sabía si preguntarlo o no, pero la sonrisa del profesor y esa mirada cómplice le respondió—. Debo irme… —dijo nervioso.

—Adelante. —Bill retrocedió, pero luego se detuvo y miró a su profesor.

—Gracias por esto y por… por entenderme —terminando de decir eso, salió de ahí muy rápido.

~*~

Dunja había recibido muchas llamadas telefónicas de la escuela de su hijo Liam, siempre decía que no tenía tiempo para ir, que para eso pagaba mucho, pero esta vez decidió acudir a una de esas citas con la tutora.

Estaba muy molesta porque, como las anteriores veces, sabía que le llamaría la atención, así que ya tenía su discurso mental de qué decir para defenderse, total, ella pagaba mucho y la escuela contaba con profesionales que según ella debía soluciona los problemas de su hijo o saber manejar su peculiar forma de ser.

Llegó a la escuela y fue atendida en la sala de visitas. La tutora de su hijo acudió a hablar con ella y fue amable en cierta forma.

—… Liam es un niño con mucho potencial, proyecta una energía fuerte casi siempre y sabemos que es un niño decidido…

—Al grano —dijo seria.

—Mire doctora Dunja, Liam está provocando muchos problemas aquí, pero él no tiene la culpa. Se le ha pedido dibujar a su familia y es esto lo que ha hecho.

Una hoja era mostrada a una Dunja ofuscada y abrumada. Colores negros, rojos y grises, dibujos de personas alargadas dispersas por toda la hoja, un papá pequeño, una mamá grande pero lejos, un hermano por debajo de la hoja y otro de cabello negro con una sonrisa, habían nombres sobre sus cabezas y el rostro de Liam estaba manchado con lápiz color negro.

Ella no era tonta, no quería que la maestra le dijera lo que eso significaba, no quería quejas, ni recriminaciones, ni sentirse más culpable de lo que ya se sentía.

Lo que le llamó la atención del dibujo, era ver a Liam tomando de la mano de Bill y éste de la de Tom quien el dibujo daba entender que lo jalaba hacia el niño.

¿Qué hacía el insignificante niñero en el dibujo familiar de su hijo? Ni siquiera Arthur figuraba, y hasta había un conejo ensangrentado dentro de una casita de perro.

Muchas cosas están por pasar. Esperen el siguiente capítulo. Un beso a todos y gracias por seguir leyendo, no saben lo mucho que lo aprecio.