Hasta el final de los tiempos - 9

Hola a todos n_n no quiero demorar con las actualizaciones, así que aquí les va otro capítulo de este fic que me relaja al escribirlo. Que lo disfrute~

Tom le dijo a Bill que se quedara con papá y que él iría a buscar alguna solución. Quizá si retrocediera y diera con el señor que había encontrado a su esposa, para ver si ya la hubiera sacado de su celda.

Trató de orientarse y llegó al pabellón inicial, grande fue su sorpresa al encontrar la puerta de la celda abierta y algunas otras más.

—¡Se fueron ellos! ¡Se fueron y no pudieron abrir mi puerta, ayúdame! —le gritaba una jovencita desde una habitación.

—Lo siento, linda. No tengo idea de cómo.

—¡Las llaves! ¡El hombre mayor encontró las llaves en la sala de seguridad, hay unas copias de llaves, tráelas!

—Eso es… ¡gracias! —Y corrió lejos de ella. Luego se percató que no sabía hacia dónde corría, debía detenerse a pensar. «Lugar de seguridad, de seguro en la recepción», pensó.

Llegó a la recepción y encontró el lugar de la secretaria, vacío por su puesto. Había muchos papeles regados por todas partes y encontró un manojo de llaves que decía “seguridad”. —Genial nombre para llaves. —Encontró una puerta con ese título y la abrió.

Había un estante lleno de llaves y cámaras de seguridad, en una de ellas podía notar a Bill aún en el pabellón C y luego tomó la llave del pabellón C, había como veinte llaves ahí. Estaba por irse cuando recordó a la joven y a los demás pacientes, creyó bueno llevar todas las llaves. Así que poniendo su ancha polera como un mandil, logró meter varias ahí y correr cual canguro con una bolsa en el vientre.

Pasó por el primer pabellón y le dio las llaves a la chica. —Libera a los demás de este lugar —le encargó.

Corrió hacia el pabellón C donde estaba Bill y su padre. Vio a su hermano mirarle con esperanzas y cuando estuvo cerca vació las llaves al suelo para luego arrodillarse en busca de algún manojo que dijera “Pabellón C”. Bill también se unió a la búsqueda.

—Tom, qué genial, las encontraste.

—No fue la gran cosa. No entreveres las llaves, espera, hazlo con paciencia que luego no encontraremos la que buscamos.

Jörg veía por la pequeña ventanita cómo sus hijos buscaban su llave para abrir la puerta. El tiempo pasaba y había tantas llaves que no encontraban la indicada, además de que Bill estaba tan nervioso que terminaba entreverando todas. Tom le dio un manotazo en la mano que logró indignar al pelinegro.

—¡Se puede saber qué te pasa!

—Cálmate, ¿quieres? Déjame a mí hacer esto —pidió Tom tratando de no perder la paciencia, Bill lo miró indignado y se cruzó de brazos, se puso en pie y le dio la espalda.

Tom continuó la búsqueda, no intentaría arreglar las cosas en ese instante.

—Sin mí tardarás más —dijo Bill sin mirarlo.

—Ni creas.

—Sé lo que te digo.

—Ya, no peleen por algo así —intervino Jörg.

—Papá… —miró Bill con ojos aguados—. Dime, ¿el mundo se acaba? Tú lo soñabas. —Jörg tragó saliva y asintió.

—El mundo exactamente no, pero la vida, sí. Perecerán muchos. —Bill se mordió el labio y bajó la cabeza, aún no podía imaginar tal cosa, le parecía una pesadilla.

—Debe haber una forma… Aún no llega aquí, aún no he visto eso que la gente anda diciendo de personas fuera de sí mordiendo a otras.

—Falta quizá horas. La primera fase de ese virus es la proliferación rápida. Se divide más rápido que cualquier otro virus que haya conocido el hombre y se prolifera por el oxígeno mismo, esa es su primera fase que solo David tiene el conocimiento de cuánto dure. No hay forma de escapar de esa fase que en el refugio, es la única salida pues no puedes escapar ni correr más rápido que el viento. Deberemos ocultarnos en un lugar especial.

—Dios mío… —Las piernas de Bill temblaron un poco.

—¡Lo encontré! —gritó Tom con una llave en su mano. Se puso de pie y comenzó a abrir la puerta.

Segundos de tensión y luego se escuchó el clic que indicaba que se había abierto. Los tres se abrazaron al mismo tiempo. Muchos sentimientos encontrados, pero no había más tiempo qué esperar, así que salieron corriendo de ese pasillo no sin antes tirar las llaves para dárselas a uno de los internos.

—Debo buscar a Robert, de seguro sigue aquí —dijo Jörg y sus hijos lo miraron entendiendo.

—Sé a quién te refieres, está en el pabellón B —dijo Bill y los tres se dirigieron con las llaves hacia ese otro lugar.

Jörg se acercó a la puerta por donde salían unas manos masculinas. El hombre de casi su misma edad gritó emocionado, no se habían olvidado de él.

—Robert, está pasando y no lo creo —decía intentando encontrar la llave adecuada.

—Lo sé y no sé si mi familia esté en casa, no sé lo que estén pensando de mí, pero tú al menos tienes buenos hijos que han venido por ti.

—¿Qué harás?

—Iré a las montañas lo más rápido que pueda, ¿tú?

—Solo tengo el sótano, no podré ir a las montañas pues de seguro la carretera estará congestionada.

—Iré a pie, no me importa. Mi refugio está allá.

—De acuerdo. —Encontró la llave y abrió la puerta.

Bill y Tom escucharon todo y luego de que la puerta se abrió fueron detrás de su papá y el nuevo sujeto. Los dos hablaban de escapar, de refugios y gente muerta. Tom tomó la mano de Bill y lo jaló a su lado, éste lo miró curioso.

—Nada malo pasará, ¿entiendes? Papá está con nosotros y ahora iremos por mamá y si podemos por Pamela y otros, pero no te angusties, la suerte está de nuestro lado.

—¿Crees?

—Sí.

Al salir, todo era un caos total. La poca gente que había corría de un lado a otro diciendo que ya había visto casos de gente infectada. Algunos autos estaban chocados contra postes de luz y otros cerraban las puertas y ventanas de sus casas.

—Necesitamos alejarnos de la gente —dijo Robert mirando a Jörg con angustia y luego tomó su chaqueta para ponérselo en la nariz, al ver Jörg eso, decidió que era buena idea.

—Debemos evitar respirar cerca de las personas, es importante. No debemos dejar que ninguno se nos acerque.

Bill se angustió, pero Tom apretó su mano y le pasó un pedazo de tela para que se lo ponga en la nariz.

—Bien papá, ¿qué sugieres? —preguntó Tom ya ansioso por irse.

—Correr por las calles pequeñas y tomar unas bicicletas. Demoraremos horas en llegar a casa, pero si manejamos lejos de la gente quizá lleguemos ilesos.

—Amigo, yo me voy por otro lado, mi familia no es del sur, debo tomar otro camino, en mi caso demoraré medio día en llegar, pero no me importa, debo ir a las montañas.

—Nos veremos, estoy seguro. Ya sabes, no es por nada lo que hemos soñado. —Ambos señores se abrazaron y luego se despidió con la mano de Bill y Tom.

Correr por deporte era distinto a correr por sus vidas. Eso lo supieron los tres. Bill se agitaba mucho pero era jalado por Tom quien con sus anchos pantalones lograba correr muy rápido. Su padre era atlético y por ese aspecto corría delante de ellos, cruzando pistas y entrándose en recovecos y pasajes.

Encontraron unas bicicletas que robaron rápidamente y manejaron por las veredas vacías. La mayoría de la gente estaba en las carreteras principales tratando de salir de la ciudad, ellos debía llegar a su pueblo a horas de distancia.

Tenían mucha sed, pero ninguno se animó a parar hasta llegar a la carretera central.

—Mierda, esto no se ve bien. —Algunas personas se peleaban por avanzar. La aglomeración de autos era tal que sería imposible manejar por ahí.

—Creo que debemos de adentrarnos por el bosque —dijo Tom al ver que era imposible seguir avanzando con las bicicletas y además caminar por ahí sería riesgoso.

—¿Caminar? —preguntó Bill con cansancio.

—Sí, o correr mejor. Sí, debemos correr para llegar más rápido —dijo Jörg y tiró su bicicleta a un lado.

—Ya lo oíste —Miró Tom a Bill y éste hizo una mueca de desagrado—. Si te cansas, te cargaré, ¿vale?

—Estás loco. Espero poder…

—¡Hey! —Se les acercó un señor que lucía molesto y ellos se pusieron sus pañuelos sobre la nariz y boca—. ¡Hey! ¿Por qué se ponen esos pañuelos? ¿Qué les pasa? No vengan a meter pánico aquí, ¡fuera!

—Vamos —mandó Jörg para escapar por el borde de la carretera y adentrarse por los árboles—. La gente comienza a ponerse histérica de todo, es terror colectivo, cada quien busca sus intereses y morirán en su intento por no sentarse a pensar en una solución.

Tuvieron que detenerse porque Bill se agitaba demasiado y se había caído de rodillas.

—No doy más… me duele todo.

—Lo sé —le dijo su papá—. Pero debemos seguir, no queda de otra, no puedes quedarte aquí rezando a la yerba.

—Papá. —Le miró algo molesto.

A casi algunos metros, una familia avanzaba con maletas en mano. Una pareja de esposos con hijos pequeños que apenas los vieron decidieron alejarse… Ya no había leyes, de seguro si veían personas desprotegidas les robaban o podían hacerles daño. Jörg sabía eso, lo había soñado algunas veces.

—Pobres, caminan sin rumbo o si lo tienen, a ese paso y con maletas no llegarán. ¿Viste? Debes reponerte. —Su padre le extendió una mano que Bill tomó y lo alzó. Tom se le acercó y lo abrazó por la cintura, Jörg, ante eso, solo les dio la espalda para continuar.

Bill estaba un poco nervioso por la cercanía de su hermano, dentro de él estaba esa sospecha de que Tom se aprovechaba de la situación para acariciarlo. En cierta forma le incomodaba pues era consciente de que tenía a Pamela y además Tom era su hermano, eso pesaba más y lo sonrojó, así que empujó un poco a Tom de su cuerpo.

Tom se alejó pues también se sintió incómodo, además su papá lo miraba de vez en cuando a él, como sospechando de su interés por su hermano, no miraba a Bill, era como si culpara a Tom de eso, pero no le diría nada.

Debían subir una pequeña montaña para cortar camino y guiarse de un riachuelo que llegaría a un río conocido de su pueblo, así lo hicieron y ya eran la tarde para cuando estaban cerca.

—Papá, ¿qué haremos? —preguntó Bill—. O sea, a quiénes llevaremos al refugio.

—A quienes deseen permanecer ahí por mucho tiempo. Dudo que muchos quieran, además no tenemos suficientes provisiones, la última vez saqué varias cosas de ahí para consumirlas en la semana y como estuve en el sanatorio no pude reponerlas. —Bill se sintió mal por eso—. Pero hay suficiente, debemos llegar y me ayudarán a llenar los motores de las baterías con combustible pues no habrá luz muy pronto y debemos tener el pozo de agua lleno, debemos apurarnos para prever esas cosas.

—¿Podrá venir Pamela? —Se había preocupado y esperaba poder convencer a su novia a pasar en el refugio.

—Pamela tiene familia, dudo que quiera dejarlos.

—Solo tiene a sus tías, nada más, de seguro ellas se portarán bien. —Tom escuchaba eso con cierta incomodidad, Bill quería llevar a su novia con ellos, aunque él mismo le había dado la idea, de todas formas tener a esa niña cerca le incomodaba.

—Si Pamela va, entonces podré decirle a mi mejor amigo Georg, él también merece salvarse.

—Todos merecen salvarse —intervino su padre—. Quisiera meter en el refugio a todos, pero no se podrá. De todas formas ustedes pueden invitar a uno cada uno y seríamos seis, porque hay espacio y provisiones para seis. Pero deberán apurarse, no deberán tener contacto con la gente sin antes ponerse las mascarillas que tengo en el refugio, por eso no les recomiendo salir, porque la poca gente que habrá se pondrá más histérica cuando los vea así.

—¿Habrá llegado el virus al pueblo? —preguntó Bill, angustiado.

—Pronto llegará —dijo Jörg—. Es cuestión de tiempo, la mayoría de gente está saliendo de los pueblos a las ciudades principales rumbo a las carreteras, el virus llegará cuando esa gente regrese de esas ciudades infectadas, eso pronto pasará.

Los gemelos no quisieron preguntar más, solo se centraron en bajar la colina, ya habían divisado Osford, ya corrían por el camino directo a casa.

Al fin llegaron a casa ¿podrá Bill meter a Pamela en el refugio o la encontrará verde? o_O lo veremos en el siguiente capítulo. Comentarios, sugerencias y críticas son bienvenidas, gracias por leer *-*