domingo, 3 de marzo de 2013

Fresas amargas - IX

Hola a todos *-* lamento la demora, estuve enferma, estresada y con otras cosas en la cabeza, pero ya, les traigo este capítulo. Los quiero *-*
Tom había dejado de ser el chico quien confiaba fácilmente. Y Andrej comenzaba a notarlo, la comunicación en su relación había decaído un poco.

Tom prefería matar su tiempo y sus sentimientos con mucho trabajo, hasta el punto de automedicarse de manera irresponsable con pastillas las cuales contenían dosis de drogas para mantenerlo ágil y despierto, usaba sus propias prescripciones médicas e incluso en la farmacia le habían llamado la atención, pero él iba a otras farmacias y conseguía su cometido.

Llegaba a casa algo crispado, con la respiración agitada, sabía que debía darle descanso a su cuerpo o colapsaría. Los latidos de su corazón cambiaron un poco y Andrej notó todo el cambio pues ya Tom no podía atenderlo como antes, en muchos sentidos.

—Tom, por favor, necesito hablar contigo —pidió el rubio en cuanto Tom salió del baño después de ducharse y se disponía a dormir.

—Dime. —Se recostó buscando relajarse y que el cuerpo le dejara de temblar de manera extraña. Cerró los ojos.

—Estás distante, yo… —Se le pegó buscando un abrazo, Tom abrió los ojos y suspiró.

—Es el trabajo… he tenido demasiado hoy.


—No, no es eso, es algo más… luces diferente, te ves… no sé, ido totalmente, como si no fueras tú y hasta siento tu respiración extraña, te conozco Tom, te pasa algo. —Tom le miró por algunos segundos más, Andrej tenía la habilidad de ver su interior y es que eso no era difícil en él, era transparente y pocas veces había podido ocultar sus cosas.

Cuando Tom conoció a Andrej, vio en él alguien en quien confiar, en quien depositar todas aquellas dudas y sufrimientos del pasado, necesitaba con ansias alguien que sienta que lo quiera de verdad, alguien que esté ahí para él y que Tom significara su mundo entero. Y así era Andrej, entregado y apasionado por él, ¿qué más pedirle? Lamentablemente sería: Ser Bill. Eso era lo único que a Andrej le faltaba.

—No me pasa nada, intento dormir.

—Te conozco… —habló con la voz entrecortada—. Estoy seguro de que es por… ese. —Tom le miró y le frunció el ceño.

—No quiero hablar de ello.

—Tú solo ves de él lo que quieres ver, como si realmente valiera la pena, solo ves un lado de él… el que te conviene. —Aquello fue dicho habiendo sido premeditado, Tom continuó mirándolo, buscando en Andrej respuestas sin palabras, analizando sus facciones, sus gestos, ¿qué quería decirle? ¿Acaso Andrej sabía alguna cosa? ¿Cómo era eso posible?

—Andrej, no hables sin saber, además no quiero saber nada de él. —Le dio la espalda y se quiso dar el tema por finalizado. Andrej bufó algo incómodo.

—Él sale con hombres… —Tom se tensó totalmente.

—Cállate —dijo rotundo, y es que por dentro temía, sabía que lo que Andrej le decía era cierto y entró en angustia. Necesitaba con urgencia dormir y olvidarse un poco de la realidad.

—Me tienes Tom, me tienes a mí. —Andrej frotó su frente a su espalda y luego la acarició tiernamente, Tom aún seguía tenso.

—Entonces no me menciones al otro, te lo prohíbo. —Andrej asintió y Tom le encaró tomando sus mejillas le besó en sus suaves labios.

—No lo diré… hazme tuyo, Tom. —Pidió agitado, besándole con ahínco, tratando de posarse sobre él. Tom tragó saliva… los medicamentos estaban afectándole eso también. Andrej metió sus manos dentro del pantaloncito de pijama acariciándolo para despertarlo, lo cual no lograba, Tom tomó sus manos y las sacó de ahí, besándolo y recostándolo sobre su espalda—. ¿Pasa algo? —Tom negó con la cabeza y continuó besándolo. Él fue quien acarició a Andrej hasta ponerlo duro totalmente, gimiendo mientras le acariciaba velozmente—. Te quiero en mí… ahh…

—Shh… así está bien. —Le besaba el cuello apretando un poco más su sexo hasta sentir al otro temblar, gimió alto y Tom le obligó a correrse en su mano.

—Humm… —Andrej tenía una agradable sonrisa en sus labios, Tom se recostó a su lado ahora sí buscando descanso.

—Tú aún no has terminado…

—Descuida, en verdad deseo descansar… Mañana, ¿sí? —cuestionó para dar por finalizado aquello.

Andrej asintió, pero él sabía en su interior que algo malo estaba pasando, era la primera vez que Tom desistía de un encuentro íntimo como de costumbre y algo le dijo que se debía a Bill. Aquella noche el rubio no pudo dormir.
 

***

Bill se mordía una uña, se la estaba comiendo y él odiaba mucho eso puesto que le gustaba mantener sus uñas muy bien cuidadas, pero la situación de estrés extremo le estaba matando por dentro, tanto así que sentía hasta acidez en su estómago.

—Astrid, no me puedes hacer esto… —conversaba con ella, habían salido a un restaurante, ella tenía muchas cosas que decirle sobre el futuro.

—Soy la madre, Bill, las autoridades me concederán la custodia total de las dos, no quiero ir a juicio contigo, quiero aclarar estos puntos ahora. —Bill suspiró otra vez y golpeó la mesa causando que su batido de fresa se derramara. Un mesero se acercó a limpiarlo.

—Perdón —se excusó llevando sus manos a su cabeza, estaba estresado.

—Lo siento —habló ella sintiendo su angustia.

—No es justo, tú solo por haberlas parido, eso no es justo Astrid, ¡sabes que no! —Ella frunció el ceño, sabía que Bill podía manipularla, pero ella ya había hablado con su mamá para pedirle regresar a casa con sus dos hijas y así darle el tiempo suficiente a Bill a que desocupara esa casa… Su madre la felicitó porque al fin se había decidido a dejar a Bill del todo.

—Podrás visitarlas, ¡Y no me jodas con justicias aquí! Me haces sentir mal cuando quien quiso todo esto fuiste tú. —Bill se mordió la lengua de reflejo y cerró los ojos, él no debía airarse aunque casi toda esa semana estuvo ofuscado, tenso, estresado y al borde de un colapso.

Bill amaba a Tifany y a Laurín, sus gemelas, las amaba como nunca creyó que sería capaz de hacerlo. Ellas tenían mucho de él… Bill vivía por ellas, se habían convertido en su gran motivación y las pequeñas le querían mucho. Sus ojos se pusieron rojos y brillaron por las lágrimas, inmediatamente metió sus manos a su bolso sacando sus lentes negros y se los puso, Astrid volteó la cara y suspiró, sabía que a Bill le dolería su decisión, pero ella no daría marcha atrás. De ninguna manera.

Bill sabía que ahora sería aún más difícil visitar a sus hijas… Si estarían en casa de Ivonne, la madre de Astrid, aún peor, esa mujer le odiaba. Se puso frío de susto imaginándose cada cosa que esa mujer pudiera contar a sus hijitas sobre él.

Cuando Bill era un niño, él amaba a su papá, era el hijo único por muchos años hasta que Daniela nació. Él veía a su papá como una especie de súper héroe, alguien magnífico, alguien que él estaba seguro quería ser… Todo cambió cuando tuvo doce años y comenzaba a entender las cosas, lo mucho que su madre comenzó a sufrir para mantenerlo a su lado y todo lo que ellos hacían para guardar las diferencias. Fue entonces cuando Bill deseó ser más como su mamá. Aquella pose de un chico fuerte se debilitó con ello, y por consiguiente, causaba discusiones con su papá ya que éste veía que su hijo se le alejaba, así comenzó Bill a definir su identidad. Helen, su madre, tuvo mucho que ver con el concepto que él construyó de su papá, ella se encargó de bajarle el súper héroe que él pensaba que era Jörg…

Y ahora él sentía que perdería a sus hijas, que le hablarían pestes de él para así aliviarles el dolor a ellas de no tenerlo. Que mierda comenzó a sentirse, incapaz de poder regresar con Astrid y volver a como era antes… No pudo evitar llorar como un niño recordando su infancia y como la vida parecía hacerle pagar por algo que él sentía que no era culpable… Sentir lo que alguna vez su papá sintió, él odiaba esa sensación.

Astrid no sabía qué hacer. Le pasó un pañuelo el cual él rechazó, se levantó de aquella mesa y sacó una de sus tarjetas dejándola ahí para que ella pagara la cuenta.

—¡Espera, Bill! —Ella fue tras él.

—Quiero estar solo, no me sigas… —Astrid se detuvo en la puerta del fino restaurante.

—Será la última vez que nos veamos —dijo ella con fina voz, Bill se detuvo y la vio.

—¿Me dejarás despedirme de ellas? —Astrid asintió.

—Son tus hijas, no olvides eso…

¿Cómo olvidar semejante cosa? Bill empezó a guardar rencor en su corazón. Rencor por la vida y el destino.

Manejó hacia la casa… Astrid iría por su cuenta. Bill llegó antes y al entrar, sacó a Denise, la nana, quedándose con sus dos hijas en la habitación de éstas. Ellas le notaban distinto.

—Papito, quiero jugar contigo. —Bill tenía un nudo en la garganta, las extrañaría.

Pronto, Astrid llegó y entró silenciosa a la habitación, suspiró sintiéndose mal, le había ordenado a Denise que armara dos maletas de sus pequeñas y eso estaba cerca de la cama de éstas.

—Podrás visitarlas y sacarlas de casa todas las veces que quieras, son tus derechos… —Pero Bill sabía que eso sería difícil.

***

—Tom —le llamó su jefe—, quiero que te retires ahora…

—Pero doctor, aún hay pacientes esperando, aún no es de noche —habló algo consternado, su jefe le veía con una mirada crítica, algo pasaba.

—Estás mal, no luces bien… —apretó los labios y se cruzó de brazos—. Estás abusando de fármacos, ¿no? ¿Crees que no sé darme cuenta? Por algo soy médico. Eso va contra el código de ética. —Tom frunció el ceño y evitó mirarlo.

—No es nada… solo deseo trabajar y cumplir mis horas. —Su jefe rió.

—Te quedas hasta pasada tu hora, haces turnos innecesarios, te veo caminando rápido, estás usando estimulantes. —Tom enmudeció por un momento y agachó la cabeza—. Por favor, anda a casa, tómate la tarde libre.

—Pero doctor, he citado a cinco pacientes hoy…

—Tom, es una orden —sentenció y le dio la espalda para irse a otro consultorio. Tom se quedó ahí, con la respiración agitada, ahora ¿qué haría? Él no quería regresar a casa.

Pero entró a su despacho y tomó su maletín, eran órdenes del jefe, debía irse. Sus estados de ánimo eran cambiantes, su cuerpo rebalsaba de químicos y lo peor era que él sabía ello, se estaba destruyendo, estaba haciéndose una máquina de trabajo con la finalidad de despersonalizarse, ya no ser más Tom, buscar sumergirse en algo, olvidarse de quién es él.

Manejó hacia la casa, aún Andrej no llegaba. Sus animales le dieron la bienvenida sorprendidos de verle ahí, tanto que cuando entró a casa, su perro Max le ladró hasta olerlo muy bien y darse cuenta que era Tom, éste saludó a sus dos perros y dos gatos, prácticamente eran más de Andrej que de él, pero los amaba.

Decidió darse una ducha pues estaba sudando, al entrar a su baño se vio al espejo… No era el reluciente Tom de la mirada tranquila, el que sonreía por casi todas las cosas, no. Era un ser crispado, con la barba crecida, los ojos rojos y las trenzas enmarañadas, se sintió mal, ese no era él.

Luego de ducharse fue a su cocina, saco de la nevera unas fresas y las licuó. Se le había antojado comerlas y así lo hizo.

Su cabeza palpitaba aún por el efecto de los medicamentos que tomaba. Sacó su celular de su bolsillo, aquel aparato capaz de destrozar sus emociones, desequilibrar su vida con solo diez segundos de haberle escuchado… Aún sus gemidos no se le borraban de la mente, ¿cómo fue capaz de entregarse a otro? Tom se sentía un simple juguete del olvido, ya no era nada para Bill.

Una música le sacó de sus pensamientos, una llamada entraba a su celular, miró la pantalla, era un número desconocido, le dio aceptar.

—¿Aló? —contestó y luego el silencio al otro lado de la línea le incomodó—. No estoy para bromas, hable por favor.

—Tomi… —apenas una suave voz se escuchó en la línea, una voz capaz de poner frío al chico de trenzas el cual dejó de beber su batido y cerró los ojos, tratando de imaginarse al otro.

—¿Qué quieres, Bill? —dijo pesadamente. Bill suspiró comenzando a temblar de nerviosismo, de impotencia, de frustración.

—Quería… quería arreglar las cosas… —Tom bufó algo estresado—. Lo siento, creo que esto no fue buena idea…

—Espera, no cuelgues, no… —Otro silencio incómodo y ambos se desesperaban por hablar, pero no sabían qué.

—Tom…

—Te escuché, Bill; como gozabas con un hombre. —Fue al grano, mostrándole su principal molestia. —Bill suspiró al otro lado de la línea, llevó una mano a su rubia cabellera, despeinándose, comenzó a frustrarse.

—Si empiezas con eso el que goza con un hombre todas las noches eres tú, Tom Trümper, no me vengas con acusaciones. —Tom sintió su cabeza palpitar, Bill tenía razón, pero él no sabía cómo explicarle que la ilusión que una vez sintió había muerto, o casi desaparecido.

—De acuerdo, Bill, no sé para qué me llamas, no sé si sabes que eso… que eso logra perturbarme.

—Lamento ser una molestia para ti, yo quería saber de ti…

—Espera, no cuelgues, no estoy reclamándote algo. —Se contradecía, y su tono de voz cambiaba tanto que él fue conciente de eso.

—Actúas como un niño —acusó Bill, cerrando los ojos dispuesto a colgar—. Adiós. —Y así lo hizo.

—¡No! —el pitito del teléfono sonó y Tom golpeó la mesa, vio aquel número raro y le dio “llamar” Pero esta vez Bill no contestó. 

***

Airado y desesperado, apagó su celular y lo tiró lejos. Se sentía desplazado por todos lados. Estaba en un hotel con dos maletas enormes de sus cosas. Había salido de casa en medio de discusiones y es que sus sentimientos estaban a flor de piel, tuvo que reprimir gritarle a Astrid ya que ella había llamado a su mamá a que le ayudara con la temporal mudanza, y Bill no quería ver a esa mujer ni en pintura, todas sus indirectas eran hirientes, tenía tanto miedo de que en algún momento sus hijas llegaran a odiarle, él sabía que eso sería tan catastrófico, sería perderlas…

Llamaron al teléfono del hotel y él contestó.

—Tiene una visita —le dijo la señorita recepcionista.

—¿Quién es?

—El señor Ian Somerhalder —Bill suspiró, al menos un amigo.

Le había conocido recientemente y solían llamarse de vez en cuando, Bill hablaba muy cómodo con él y amaba esa forma que él tenía de verle, no como si él fuese una presa fácil, más bien como alguien interesado en él.

Se alistó como de costumbre y bajó tan rápido como pudo. Y ahí en la sala del hotel Tokio lo encontró. Le saludó con beso en la mejilla y Ian le abrazó fuertemente.

—Lo lamento —le dijo—. No puedo imaginar lo que sería vivir lejos de tus propios hijos.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó sorprendido.

—Te fui a buscar al Museo, y no estabas, el director me habló que te mudaste al hotel… Que te separaste de su hija. —Ahora todos lo sabían, Bill quería desaparecer.

—Oh, Ian. —Se llevó las manos a la cabeza y Ian le tomó del brazo para sentarse a su lado—. No sabes cómo es todo esto… ¡Es terrible! Ahora me siento en la nada total, espero la llamada del señor Adler, creo que dejaré el museo, y aunque me dijera para quedarme ahí, la verdad es que yo ya no quiero ni verle la cara.

—Te entiendo. —Acarició su rostro y Bill suspiró.

—Gracias… —Le sonrió apenas e Ian le palmeó la espalda—. ¿Viniste solo por eso? Por mí…

—Sí, y es que mi tiempo aquí en Francia se está acabando —suspiró—. Vine por semanas nada más y debo de regresar, tengo mi negocio allá en Liepzig, una joyería, he conocido al señor Adler, tu jefe y hemos llegado a un acuerdo de que quizá pudiera abrir una sucursal de mi marca aquí, pero eso estaría por verse. —Ian le sonrió y Bill suspiró algo desganado, Ian le dejaría.

—Así que estás por irte… Te entiendo. —Ian le miró y tomó su mentón.

—¿Por qué no nos vamos? Somos alemanes, de la misma ciudad… ¿qué tienes aquí?

—A mis hijas, son pequeñas… son… —Su voz se entrecortó y se tapó la boca, Ian le miró apenado y agachó la cabeza.

—Comprendo… —le sobada la espalda con mucho cariño. Bill trataba de calmarse.

—Pero creo que no tengo más nada que ellas aquí… Debo pensar qué hacer con mi vida. —Ian asintió acariciándole el rostro, Bill se dejaba e incluso un pequeño rubor apareció en sus mejillas.

—En Alemania tengo mucho… No sabes quien soy yo allá, ven conmigo. —Ofreció sincero. Bill suspiró y asintió.

—Gracias Ian, creo que iré, pero no podré vivir allá del todo… Debo pensar y me partiré en dos, debo ver crecer a mis hijas, sin ellas no soy nada…

Horas después, ambos charlaban amenamente mientras Bill alistaba sus maletas. Se sentía cómodo con Ian, éste era un hombre atento y respetuoso, el ideal de chico que a Bill le impactaba. Apenas le conocía semanas y ya estaba en la habitación del hotel cerrando sus maletas, haciéndole reír, hablando de arte y de museos; de Alemania y de Leipzig, su ciudad natal.

El señor Adler, padre de Astrid, le llamó, le dijo que aún tenía el puesto de trabajo en el museo y que él abogaría para que ningún derecho sobre sus gemelas le sea quitado; Bill suspiró aliviado, pero le dijo que estaba viajando a Alemania, que necesitaba hacerlo y que pronto regresaría para seguir trabajando. El señor Adler le apoyó, le dio el tiempo que necesitaba para recuperarse de los nuevos cambios que había pasado gracias a sus decisiones y el haber asumido sus responsabilidades.

Tomó un vuelo rumbo a su hogar junto a Ian y se hospedó en su casa, era casi como una mansión cerca de su barrio fino, Bill se sentía a gusto.

—De verdad, no sé cómo agradecer tanta amabilidad, Ian. Todo esto es demasiado para mí. —Ian le sonrió y mandó a traer la comida, estaban en el comedor, Ian vivía solo… Eso le extrañó a Bill.

—Te lo mereces, Belleza. Estoy feliz de haberte conocido.

Cenaron algo muy apetitoso, no había mejor cosa que estar en casa alemana y compartir similares gustos. Bill suspiró cómodo cuando Ian le presentó su cuarto para huéspedes.

—Puedes pedir todo lo que quieras a Anna. —Ella era su ama de llaves de confianza.

—Gracias… —Bill le sonrió tímido, pocas veces se sentía servido. Ian le acarició la mejilla con una sonrisa de lado.

—No agradezcas, te lo mereces. —Se le acercó un poco y le dio un pequeño beso, Bill suspiró hondamente y luego de sonreír, bajó la mirada para entrar en la habitación.

***

Despertar en otra casa, era extraño, pero era como un cambio de vida, una nueva oportunidad… Aunque tenía algo de temor puesto que al parecer Ian esperaría mucho de él, Bill no estaba seguro de sus sentimientos, definitivamente no podía querer en solo días de conocerlo, y es que a pesar de que le haya contado muchas cosas de su vida y confiado en él, su corazón o latía lo suficiente como para sentirse enamorado.

Se levantó de la suave cama y quiso tomar una ducha. Revisó su maletín para sacar algunas de sus cosas personales dándose cuenta de su celular, lo había apagado queriendo desconectarse del mundo. Un pequeño dolor le llegó al pecho al recordar a sus hijas allá en Francia, ¿qué le estarían diciendo a ellas? Su labio tembló frustrado. Encendió su teléfono y llamó a Astrid.

—Aló —respondió ella—, Bill… Mi papá me dijo que te fuiste de Francia, qué rápido… —habló en un tono acusador, Bill bufó algo molesto.

—Sí, estoy en mi país. Quiero saber cómo están mis hijas, viajaré pronto para allá…

—Están durmiendo, están bien, están tranquilas… —Bill cerró sus ojos imaginándolas. Él no les había dado el beso de buenas noches.

—Dale mis saludos por favor, diles que les traeré regalos, que las quiero con toda mi alma.

—Les diré… Debo colgar —dijo ella con pesar.

—De acuerdo, hablamos.

Bill se sentó en la cama mirando al vacío. Y luego su teléfono vibró en sus manos… Era él, ¿por qué llamaba temprano?

Al otro lado, Tom estaba sentado en su cama mientras Andrej tomaba una ducha, su jefe le había llamado diciéndole que se tomara el día libre puesto que se había percatado que efectivamente estaba abusando de fármacos antidepresivos, Tom discutió con él un poco, pero luego no le quedó otra cosa que acatar sus órdenes. Así que se sintió vacío al tener todo aquel día libre… Andrej iría al trabajo y él no tenía ningún plan, supuestamente su jefe le había dicho que por su bien descansara, pero Tom no se sentía con ganas de descansar… Así que llamó a Bill buscando la manera de arreglar las cosas, quizá planear alguna forma de verlo, buscarlo o algo, sentía que debía arreglar aquel asunto.

Al rubio le temblaron las manos, pero decidió contestar.

—Tomi… —Tom sonrió al escuchar esa voz, que aunque no era como hacía nueve años, era con similar tono cuando le decía “Tomi”.

—Quiero hablar contigo… No cuelgues —Bill sonrió, al parecer Tom no estaba molesto.

—Estoy en Alemania, hoy parece que será un día soleado… —Tom rió un poco y eso relajó a Bill.

—Así que estás aquí, ehem… ¿Dónde estás? —Bill se mordió el labio algo inseguro.

—En casa de un amigo —habló serio y Tom suspiró imaginándose aquello.

—Ya veo… —silencio otra vez, ninguno sabía qué decirse.

—Emm… Tomi… ¿Puedo verte? —preguntó temiendo la respuesta, pero justamente era la pregunta que Tom quería escuchar.

—Sí, quiero verte también.

Se quedaron en el teléfono acordando dónde se verían…


¿Se verán? Cómo creen que deberían terminar :3 Tengan un buen inicio de semana *-*

9 comentarios:

  1. se verán y me dan tantas ansias, de leer ese encuentro que espero no sea mas dañino para ambos.
    lindo inicio de semana:)

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    1. hallo *-*<3 sí, el capítulo que sigue es el reencuentro
      veremos qué sale de todo eso
      muah muah

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  2. Deseo tanto que por fin logren tener algo estable o al menos sin discusiones.

    Tanto Bill como Tom deben poner algo de azúcar sobre sus fresas.

    Espero con ansiiiiiiiiias el siguiente!!!!

    C.-

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    1. hallo<3 esperemos u_u la vida es tan complicada a veces, pero veremos *.* a ver si le ponene azucar como dices
      besos <3 C

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  3. ¡kiiiiaaa amo tus fics!
    Y este me encanto
    se verán omg omg
    Ya quiero el capi
    Besos

    An-Yii

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    1. hallo <3 gracias por amarlos *-* pronto subiré el que sigue
      besos <3 An Yii

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  4. Awww, yo quiero que terminen juntos :c
    No me imagino que pasara cuando se vean y espero que Andrej no se entere!! >…<

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    1. hallo <3 veremos si terminan juntos o no, de todas formas hay tantas complicaciones pero el fic está por llegar a su fin pronto
      besos <3 <3

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