Inalcanzable - 12

Continuamos con el cumpleaños de Tom, que lo disfruten~

—Regresé —dijo Tom mirándolo a los ojos, avanzando hacia él, cerrando la puerta detrás de su espalda. Bill solo le sonreía nervioso, Tom podía notar eso así que tomó su mano para adentrarse en la casa, por más que quería aventarse sobre él y besarlo prefirió pasar de eso. 

—Llamé a mi mamá. 

—¿Qué dice? —preguntó preocupado, mirándolo a los ojos. 

Bill le contó cual cotorra, para él era mejor hablar mucho para disimular su nerviosismo puesto que presentía que muchas cosas podrían pasar entre ellos dos y simplemente no sabía cómo reaccionar. 

—Uff, descuida Bill, mañana si tu mamá quiere hablar, lo haremos. 

—Estoy tan nervioso, ¿qué le dirías? 

—Que no quiero separarme de ti y que no te haré daño, que esto es… en serio. —Bill sonrió emocionado encogiéndose en el sofá. 

—¿Hablas en serio? Ella no lo entenderá. —Tom se rascó la parte posterior de su cabeza. 

—Bueno, yo intentaré todo lo que pueda para que ella no te culpe a ti, mañana será un día estresante para ambos, pero lo afrontaremos. 

Bill extendió sus brazos para abrazarlo y cuando Tom se los acarició notó un estremecimiento de dolor en uno de ellos, Bill siseó —¿Qué pasó aquí? — preguntó el de rastas y Bill ocultó su brazo de la vista de Tom, no quería preocuparlo—. Bill… 

—¿Viste mi regalo? ¿Te gustó?—Cambió el tema sentándose más cómodo a su lado, Tom metió una mano en su bolsillo sacando la caja negra poniéndola sobre uno de sus muslos para desatar el lazo—. Espero te guste, lo hice para ti. 

—Wow… —Tom trataba de ver qué era y el olor agradable le hizo darse cuenta que era una galleta, sonrió divertido al ver su diseño—. ¿Soy yo? —Sacó la galleta viéndola mejor, tenía rastas y una gorra roja, sus facciones estaban delineadas con chocolate y tenía un pequeño dulce formando su piercing en el labio—. Que ingenioso, jamás en mi vida me habían regalado algo hecho con tanta dedicación. —Bill reía mirándolo ver fascinado la galleta, se sintió a gusto con su reacción. 

—Vamos, cómetela. 

—No… no sé si deba, es que es tan bonita, muchas gracias por hacerla. —Vio como Bill ponía una cara triste—. ¿Qué pasa? 

—No quieres comértela y la hice para eso. —Tom rió un poco y su risa grave le encantó a Bill quien alzando la mirada lo miró con expectativa. 

—Gracias por esto, en serio, es la cosa más especial que alguien me ha regalado, algo hecho con sus propias manos y de mí. —Acercó la galleta a sus labios y le dio una mordida—. Está deliciosa, humm… —Cerró los ojos perdiéndose en ese dulce especial, la galleta era perfecta según su paladar, Bill se quedó fascinado viéndolo saborearla. Tom abrió los ojos encontrándose con esa mirada semi oscura, el pequeño Bill le saboreaba a él con la mirada, no sabía disimularlo. Tom le sonrió y le pasó parte de la galleta con sus manos, acercándola a sus labios—. Prueba… 

—Pero es para ti. —Tom le insistió y Bill le dio un mordisco que a Tom le pareció una experiencia sensual, más la forma en cómo Bill terminaba la galleta haciendo sonidos con su garganta y hasta cerró los ojos con una pequeña sonrisa, disfrutando para que Tom lo viera—. Humm… humm… 

Las manos de Tom se pusieron un poco frías, él quería tomarlo ahí, llenarlo de besos y quién sabe, estar muy, muy cerca. Y estaban a solas, eso lo hacía aún más íntimo. 

Rozó con una mano el rostro caliente de Bill y éste abrió los ojos mirándolo fijamente. Dejó parte de la galleta dentro de la cajita sin dejar de mirar a Bill, delineando su rostro con sus dedos, su barbilla, sus labios tan suaves, su respingada nariz, su frente y luego su cabellera negra espesa y revoloteada, bajó su mano hacia su nuca y vio como un rubor se esparcía por las mejillas de su pelinegro terminando de pasar la galleta abrió un poco sus labios suspirando por el tacto. 

—Eres mi mejor regalo —susurró Tom acercándose para besarlo, Bill extendió sus brazos para apoyarlos en los hombros de Tom cual película y se dejó besar dulcemente. Sentía a Tom acariciarle la nuca. 

Se separaron por un momento y Tom bajó sus manos por los brazos de Bill sintiéndole estremecer y soltar un pequeño quejido. 

—¿Qué pasa? —Su mirada descendió hacia su brazo viendo una mancha en su camisa azul—. ¡Tienes una herida! 

—Lo siento. 

—Cómo puedes decir lo siento cuando tienes una herida, déjame ver, ¿cómo te la hiciste? —Tom parecía tan preocupado, Bill estaba asombrado de eso, bueno, él era de hacerse muchas heridas en sí, jugando futbol era de esperarse, tenía cicatrices en las rodillas, codos y una en la frente que disimulaba con parte de su cabello. Las heridas eran parte de su vida por así decirlo, pero ese hecho para Tom era terrible, Bill sangraba un poco, había hasta manchado su camisa con sangre, ¡eso debía ser muy doloroso! Recordó, cuando era pequeño, cómo sus padres mandaban a traer médicos para atenderlo cuando una vez se hirió con una navaja por jugar con ésta, lo sintió terrible más que todo por la desesperación de todos a su alrededor, él apenas un niño de ocho años, lloraba más por el susto de ver asustado a los demás que por el dolor de su dedo herido, así que trataba de calmarse para no pasarle esa angustia a Bill que parecía emocionado más que adolorido—. Dios, ¿te duele? —Bill negó con la cabeza viendo cómo Tom observaba su herida, indignado. 

—No es nada, fue el rosal… 

—Maldito rosal, lo mandaré a cortar. 

—¡No! De seguro a Arthur le gustó sembrarlo, no seas injusto. —Tom lo miró a los ojos, ¿Arthur? 

—¿Arthur? —preguntó con una mueca. 

—El viejo jardinero, es amable, me ayudó a entrar. —Tom abrió la boca formando una “o”, él no conocía el nombre de la gente que trabajaba en esas cosas como jardinería, entre otros. 

—Bendito jardinero. —Rió un poco y luego frunció el ceño al ver su antebrazo con esa herida—. Esto no está bien… ven aquí. 

Lo jaló en dirección hacia el baño, Bill protestaba diciéndole que no era nada grave, pero Tom le respondía lo mismo siempre “es una herida, Bill, una herida es grave”. Y así caminaron hacia el pequeño baño en el fondo de un pasillo. 

Tom necesitaba remangar más la camisa de Bill para poder lavar la herida. 

—Puedo hacerlo yo —se quejó Bill. 

—¿Estás seguro? Espérame aquí, voy por un botiquín. —Bill resopló, era más cuidadoso que su propia madre. Lo vio irse por el pasillo y él se miró al espejo dando un sobresalto por su imagen tan extraña, ¿qué era eso que veían sus ojos? Sus labios estaban rojos de seguro por los besos, su maquillaje un poco corrido, su frente sudada y todo su cabello despeinado, ¡era un desastre! Cómo Tom podía quererlo así. Cerró la puerta del baño de un portazo, debía arreglarse, la herida pasó a un segundo plano de inmediato, la herida no era algo urgente sino su imagen, con qué cara miraría a su novio. 

Comenzó a asearse y a tratar de moldear su cabello rebelde hacia un lado, se lavó la cara y sacó de su bolsillo un delineador. Que precavido era, aunque su mamá le había prohibido delinearse los ojos, él lo hacía más cuando salía, le gustaba acentuar su mirada. 

—¿Bill? —llamó Tom tocando la puerta. 

—Un momento… —Terminó de arreglarse, mojando de paso sus mejillas calientes, daría mucho para que se le borrase ese rubor tan delator del rostro. 

Abrió la puerta y vio cómo Tom casi se atragantaba con su saliva, Bill rió un poco y es que el cambio era evidente, para Tom lucía demasiado provocador. —Ehem… te-te traje algo. —Tenía en las manos una gasa y algo de alcohol para desinfectar la herida—. Debemos curar eso. 

—Bah, ni que fuera grave. 

—Bill, está abierta, es una hería grande. 

—No lo es. 

—Sí, la vi, de seguro seguirá sangrando y se puede infectar. —Bill soltó otro bufido y dejó a Tom entrar llevándolo al lavabo, abriendo el grifo de agua tibia y le remangó la manga, Bill frunció el ceño, comenzó a arderle por la presión que la camisa hacía en su brazo, y claro, si le aplastaba la herida ésta le dolía pero si no, pasaba desapercibida. 

Tom lo miró por el espejo detrás de él y por un momento ambos sintieron que flotaban algo mareados, estaban tan cerca uno del otro de nuevo, pero Tom tuvo que concentrarse en lavar la herida. 

—Ehem… Bill, no puedo, no sé si tú… La camisa, está ajustando tu brazo y así no se puede. —Bill asintió ante eso, por su parte no podría curarse a sí mismo puesto que la herida estaba en su antebrazo, ni alcanzaba a verla. Vio a Tom a los ojos por un momento dándose la vuelta, Tom apoyó ambas manos sobre el lavabo a los costados de Bill, acorralándolo y el pelinegro sonrió tímido comenzando a sonrojarse otra vez, debía quitarse la camisa, debía pero sentía que se paralizaría por tener a Tom así de cerca. 

—No me mires —pidió con voz extraña y Tom asintió mirando hacia arriba. Su corazón latía sabiendo que Bill abriría su camisa tan cerca suyo. 

Botón por botón logró abrirla y luego con una mueca de dolor se la sacó raspando un poco su brazo, intentó ver la herida a través del espejo y sí pudo verla, era pequeña pero había sangre casi fresca, al parecer la espina se le había clavado mucho y luego con el movimiento logró rasgar algo más de su piel. 

—Hum… no se ve tan fea —dijo Bill, rompiendo el hielo. Tom miró la herida y extendió ambas manos tomando con ellas su delgado brazo desnudo. 

—Felizmente es pequeña, déjame ayudarte. —Abrió la botella del alcohol echando un poco en un pañito de gasa—. Esto… bueno, sabes que quizá duela. 

—Hazlo ya —desafió Bill con una sonrisa y ésta se borró al contacto con el alcohol, se mordió el labio inferior cerrando sus ojos. Tom se angustió un poco comenzando a disculparse. 

Limpió la herida y luego le puso una pequeña venda, acariciando su brazo logró darle un beso en su hombro descubierto. —¿Estás bien? —Bill se sentía de maravilla aunque un tanto avergonzado por estar semidesnudo. Entonces los ojos de Tom repasaron sus ojos, seguido sus labios entreabiertos, bajando por su mentón y su largo cuello, sus aún pequeños hombros, la delgadez de su torso y más abajo su cintura. No era la primera vez que lo veía así, ya antes, cuando una lluvia les pescó mientras jugaban futbol una tarde, había podido verle semi desnudo y mojado, pero ahora se sentía diferente, algo había en común entre los dos: eran novios y ese simple concepto lograba estremecerles a cada momento. Bill retrocedió un poco hasta apoyarse contra la pared del baño, simplemente fue un reflejo pues no sabía qué hacer cuando Tom lo miraba así. Tom reaccionó cuando lo vio temblar, su vientre se había encogido y eso le había parecido muy sensual, alzando la vista logró verlo nervioso. Buscó palabras en su mente para decirle que él no sería capaz de hacerle algún daño, en realidad temía ser muy atrevido como pocas veces lo había sido, pero últimamente su mente era bombardeada con muchos pensamientos sobre Bill, sobre lo que sentía por él y sobre lo que le atraía de él y a la par de su personalidad estaba el hecho de lo lindo que le parecía, aunque pequeño, aunque de diferente clase social, estaba perdidamente embobado, le gustaba cada parte de su ser. 

Bill, por su parte, estaba tan nervioso que su vientre dolía, era la primera vez que se sentía así de acorralado y es más, le gustaba, era como una tortura agradable de la cual no quería salir, sabía que estaba temblando de pies a cabeza y que Tom notaba eso, aún así no tenía ganas de escapar, deseaba ver a Tom morirse por él, pero la cosa era que no sabía cómo lograr eso, se lamentaba por no tener ese valor de ser atrevido, no podía con Tom, no tenía ideas y eso le llenaba de ansiedad. Ambas de sus manos estaban casi apoyadas en la pared, toda su espalda recargada en lo frío de ésta, su camisa estaba colgada en el perchero de las toallas y Tom seguía viendo su cuerpo, los detalles de su piel a la luz del baño, el hecho de la herida había pasado a un segundo plano, ahora solo veía a Tom cerca suyo y sintió que explotaría cuando le vio lamerse los labios y jugar con su piercing que tenía ahí, él ansió también lamerlo, pero no se atrevería, ¡no podía! Se sentía paralizado como un ratón que ve a un gato y sabe que morirá, su respiración era como tal. 

Una mano de Tom se extendió hacia su cintura y Bill apretó los dientes tratando de no chillar ante eso, Tom notó que se había tensado, todos sus músculos lo decían, ante eso solo buscó sus ojos y Bill no sabía dónde poner sus manos que aún permanecían apoyadas en la pared, la otra mano de Tom también se extendió a tomar su cintura, ahora con ambas manos hizo una presión y la boca de Bill se abrió gimiendo casi sin poder evitarlo, su vergüenza fue tal que saltó hacia Tom sorprendiéndolo, abrazándolo como un koala con sus brazos y piernas. 

Quiso ser atrevido y lo había conseguido, aunque en sí lo hizo para ocultar su rostro sonrojado de la vista de Tom quien lo alzaba en sus brazos tratando de soportar su peso. 

—Sácame de aquí —dijo Bill con voz infantil y Tom así lo hizo, se lo llevó cargando como si fuese un niño, cargándolo de la cintura, caminó por el pasillo así con él. 

—¿Estás bien? —Bill asintió frenéticamente. 

—¿Ya no duele? 

—Ni un poco. 

Caminó y empujó con la punta de su pie la puerta de su habitación, Tom se quedó parado con Bill en sus brazos, mirando su cama, pestañeó seguido ante la idea de poner a Bill ahí, ¿debía o no hacerlo? 

Bill sentía como si vivía un sueño, estaba tan cómodo así con Tom aunque la cercanía era tal que parecían siameses, pobre Tom, pensó por un momento al ser consciente de que lo estaba cargando, pero al darse cuenta de que estaba en la habitación del de rastas algo dolió en su vientre otra vez, y solo pudo separarse para ver a los ojos a Tom quien lucía indeciso y no era para menos. 

—Tomi… —dijo con aguda voz como una especie de reclamo y luego sintió a Tom ponerlo en la cama, cayó ahí retrocediendo un poco para acomodarse, se sentía aún más observado que cuando estaba en el baño y claro, aún seguía sin camisa, vio a Tom gatear en la cama hacia él quien tenía las piernas abiertas.

Ups~ muchas cosas pueden pasar pero tienen el mundo en contra u_u pronto subiré lo que sigue. Un beso.