Niñerías - XXVIII

Lamento tardar mucho, mi vida no es la misma desde hace unas semanas, tendré más trabajo y menos tiempo, pero veré la forma de terminar mis fics. Este capítulo no me convence, pero ya casi se acerca al desenlace final. Un beso<3

Luego de dejarlo en la estación del tren, Tom manejaba de regreso a casa, a su casa. Había prometido a Bill que iría por Liam, sabía que el pequeño lo necesitaba porque los problemas allá habían aumentado. 

—¡Tom! ¡Tom! —gritaba el niño cuando lo vio entrar a la casa. Tom se agachó un poco para recibir su abrazo y luego lo alzó cargándolo. 

—Te extrañé, campeón —dijo riendo y terminando de entrar a casa con su mochila y el pequeño encima. 

—¡Tom, al fin en casa! ¿Te quedarás? —Tom tragó saliva y Liam lo miraba sonriente, además había visto la mochila llena, eso indicaba que volvía. 

—No, pero bueno, no hablemos de eso, vine para quedarme hoy, eso sí. —Liam rió emocionado y se dejó llevar adentro en sus brazos. 

En la entrada de la sala, Arthur, por los gritos de Liam, salió a su encuentro y miró serio a Tom quien bajó a Liam. 

—Hola Arthur, vaya la cara que traes, ¿qué pasó? ¿Acaso no soy bienvenido en esta casa? —preguntó socarrón y luego Liam hizo lo que estaba empezando a hacer hace días, se acercó al señor Arthur y le propició una fuerte patada en la pierna que sobresaltó a ambos mayores. 

—¡Liam! —reclamó el señor Arthur. Tom, atónito, tomó su brazo para jalarlo lejos del hombre mayor. 

—Liam, ¿qué pasa? —Tom estaba asombrado de esa reacción y al ver al señor Arthur muy molesto prefirió llevarse a su hermanito lejos de ahí, se adentró con él hacia la cocina. 

—Te miraba feo, ahora ya no lo hará —fue lo que le dijo el pequeño. 

—¿Qué pasa contigo? Así no eras antes, no puedes golpear las personas mayores. 

—¿Por qué? 

—Porque no, eso no se hace. 

—¿Por qué no se hace? 

—Porque se debe respetar, porque así son las reglas. 

—¿Qué reglas? —Exacto, ¿qué reglas?, fue lo mismo que pensó Tom en ese momento y no tuvo más argumentos. 

—Sabes Liam, debes tener cuidado, si Arthur no fuera de la familia te hubiera dado una patada más fuerte y hubieras estado en el hospital. 

—Con papá y mamá —dijo con una sonrisa. 

—No, no, quizá estarías muy herido con la pierna rota como yo una vez. 

—Y estaría con papá y mamá en casa. 

Tom sabía cuál era su punto y discutiría con él por mucho, así que lo dejó de hacer ni bien entró a la cocina. —¿Sabes si hay comida? ¿Papá y mamá están? 

—Hay comida sí, y creo que vendrán más tarde para cocinar, mamá cocina hoy. —Tom torció la boca, no quería estar para cuando llegaran sus padres. 

Abrió el refrigerador, no era como antes lleno de comida hasta descomponerse poco a poco, ahora todo lo habían puesto en ese mueble con llave y solo estaban algunas carnes y leches rancias. —Mierda, lo hacen por mí, pues que se jodan. 

Liam lo observaba y solo pudo ir hacia la alacena y abrir un cajón de donde sacó galletas de chocolate. —Ten esto. —Se las pasó y Tom sonrió. 

—Tú sí sabes dónde esconden todo. —Liam rió y lo abrazó mientras Tom se comía algunas de esas galletas—. ¿Vamos a pasear? 

—¡Sí! —gritó tan fuerte. 

—Espera que me cambio de ropa y salimos. 

El cuarto de Tom era un desastre, las cosas estaban tiradas por todas partes. Vació su mochila y se cambió de ropa llenándola de ropa limpia para cuando tuviera que irse. Salió y Liam lo esperaba en la puerta de su habitación con una enorme sonrisa. 

Lo tomó de la mano y bajó con él, el señor Arthur los interceptó a la salida de la enorme sala. 

—Es mi hermano, Arthur, no pueden impedir que me lo lleve. 

—¡Quiero irme con Tom! 

—Joven Tom, su madre se molestará. 

En ese instante llegó David, su padre y Tom sonrió un poco. Su papá era el ser más pasivo del universo, su opuesto por así decirlo, nunca había congeniado con él, siempre fue distante y ensimismado en sus negocios. 

—¿Tom? —miró sorprendido y sonrió, Tom también lo hizo, su padre era como un Santa Claus a veces. 

—Me llevo a Liam a pasear. 

—Qué bueno —dijo con una sonrisa y Tom vio al señor Arthur—. Pero… ¿tu madre lo sabe? 

—No lo sabe —contestó Arthur. 

Los tres se pusieron a pensar, menos Liam, para él las cosas eran simples, Tom quería sacarlo y era su hermano, podría salir con él, ¿qué problema ante eso? 

—Tu mamá está por llegar. 

—¡Papá! —gritó Tom—. Ella no querrá, ¿acaso no tienes decisión en esta casa? Liam quiere salir. 

—Papá —gimoteó Liam comenzando a impacientarse. 

—No sé Tom, luego no te quejes. ¿Dónde irán? Quizá Arthur los pueda llevar. 

—No —reclamó Tom—. Iremos al zoológico, no lo llevaré a un lugar malo. 

Al final de la larga discusión Tom terminó por sacar a Liam. Lo subió delante en la moto, el pequeño estaba contento por la nueva experiencia y en especial por ser sacado por su hermano favorito, el único que tenía. 

~*~ 

Bill cenaba con su padre una comida rápida mientras éste hablaba por teléfono con una mujer, al parecer discutía mucho, Bill casi podía adivinar que era Clara, la embarazada. El hambre que tenía desapareció y se levantó de la silla para guardar su comida. 

—… llama luego, ¿sí? Adiós. —Colgó y se dirigió a su hijo—. ¿Y cómo va todo? ¿Qué novedades? 

—Hay cuentas por pagar, se las están cobrando a mamá, ella no tiene por qué pagar deudas que hicieron los dos. —Gordon se llevó una mano hacía el rostro y comenzó a estresarse. 

—¿Te dijo qué deuda era? Pagué muchas, solo le dejé una que fue el préstamo de la operación de su madre hace años, ¿debo pagar esa también? —Bill lo miró indignado. 

—¿Y quién lo hará? 

—¡Tu madre! Es asunto de ella no mío, pagué muchas cosas Bill, debería agradecerme por mantenerla tantos años y haberle dado una casa propia, ella no tenía nada… 

—¡Nada porque no la dejaste estudiar! ¿Crees que no sé la historia? Tú fuiste un profesional y ella solo la que veló por ti y por mí, dependiente totalmente. —Gordon se quedó sorprendido por la forma de hablar de su hijo y es que ya no era un niño que se dejaba engañar, tenía cada vez las cosas más en claras, nunca tuvo una familia perfecta aunque no podría quejarse porque no sufrió alguna carencia, sus padres siempre lo quisieron desde que llegó a este mundo. 

—Así que ahora ella te pone en mi contra luego de haberte dado una niñez sin estas complicaciones, ¿te das cuenta? Sabía que ella no iba a poder criarte sola por eso aún te ofrezco vivir aquí. —Bill bajó la cabeza, lo que menos quería era mudarse. 

—No entiendes nada e insisto que debes pagar esa deuda. Mamá y yo nos matamos por sobrevivir allá y tú aquí, ¿qué haces? Gastas tu dinero en mujeres. 

—Te recuerdo que trabajo y me doy mis gustos porque tengo derecho. 

Bill dio por terminada la discusión dándole la espalda para ir a su habitación, deseaba abstraerse de seguir escuchando a su padre y su forma de ver las cosas, deseaba no llegar a ser como él aunque no podía negar que lo quería con la misma fuerza de cuando era un niño. 

Su padre se sentía dolido y pensó que Simone tenía mucho que ver en ese cambio de actitud. Ella le había dado lo único que quería en esta vida y ahora no solo se lo había quitado sino también su cariño. 

~*~ 

—Es hora de irnos, pequeño —dijo Tom cuando ya estaba oscureciendo. Liam estaba casi sin voz luego de tanto gritar, todo su rostro estaba sudoroso hasta su espalda, tenía la camiseta empapada de sudor luego que Tom le permitiera correr a donde desee. 

—¡No! No, quiero ir. —Salió corriendo hacia rumbo desconocido por todo el inmenso parque. Tom volvió a ver su celular intentando otra vez llamar a Bill. 

Había estado llamándolo un par de veces pero éste no había contestado, Tom estaba un poco molesto por eso, ¿tastas cosas hacía allá donde su padre? ¿Tan pronto se había olvidado de él? Así que intentó otra vez y al no obtener respuesta apagó su celular. 

—¡Liam! —gritó llamándolo y fue cuando lo vio correr por entre las piedras cerca del pequeño lago de patos que en el zoológico había. Liam volteó a verlo y se tropezó contra una piedra y cayó de cara estrepitosamente—. ¡Liam! —Tom corrió hacia él tan rápido como pudo. 

El niño comenzó a llorar tan fuerte, gritando de dolor porque había algo incrustado en su frente, era una piedrita filuda. 

—Carajo, dije que era hora de irnos, ven acá. —Lo jaló del brazo y luego se arrodillo a su altura para verlo—. Los viejos me prohibirán verte ahora que te has herido —dijo mirando la herida que la piedra había hecho. Liam lloraba, pero ante esas palabras contuvo el llanto mirando a los ojos a su hermano. Tom chupó uno de sus dedos y luego lo llevó a la herida abierta e hizo presión. 

—¡Ahh! —Liam gritó y llevó las manos hacia la mano de Tom que hacía presión ahí—. Me duele —lloró. 

—Sí y te aguantas. —Inmovilizó a su hermanito presionando la herida—. ¿De qué vale llorar? ¿Eh? Dime, ¿ganas algo con eso? —Liam apretó sus labios, pero sus lágrimas salían a borbotones de sus ojos—. Hay cosas que te dolerán más que esto, llorando solo atraerás pena, nunca busques eso. —El pequeño suspiró y frunció el ceño, ahora el dolor le daba cólera, Tom notó eso en su rostro—. Al menos con la cólera sabrás hacer algo mejor que con la pena o tristeza. 

Una enseñanza nada buena, sin embargo, quedaría dentro del corazón del pequeño en ese momento. Apretando los puños soportó en dolor y se tragó su llanto. 

—Así me gusta —dijo Tom luego de llevarlo a un baño público para lavar su herida. 

—¿Mamá se molestará? —Tom asintió con pena, entonces Liam supo que debía mentir. 

Regresaron en silencio y como era de esperarse, Dunja gritó a Tom y hasta amenazó con denunciarlo si sacaba a Liam otra vez. Por más que el pequeño trató de defender a Tom no fue posible, Dunja no aceptó contemplaciones. 

Tom subió, entre gritos y reproches, a su habitación, debía sacar su mochila para irse, ¿a dónde iría? A cualquier lado menos quedarse. 

El señor Arthur subió y lo encontró a punto de salir de su habitación. 

—¿Qué quieres? —preguntó airado. 

—Solo decirle que… que seguí a Bill el viernes por órdenes de la señora. 

—¿Qué dices? —Se encrespó un poco, no podía creerlo. 

—El joven perderá su trabajo si digo que vive con usted. 

Tom jaló al señor Arthur al interior de su cuarto y cerró la puerta tras sí. Arthur reclamó, pero Tom lo miró suplicante. —Por lo que más quieras, no le digas nada. Arthur, yo no vivo más allá, puedes seguirme o lo que quieras, pero no vivo más con él. 

—La señora me va a pedir información hoy para confirmar si eran verdad o no sus sospechas. —Tom cerró los ojos conteniendo su rabia. 

—¿Y qué le dirás? ¡Habla! —El señor Arthur tragó saliva, justamente se lo contaba a Tom para que esté advertido. 

—Nunca he traicionado a su familia, joven Tom. 

—Maldita sea… —Le dio la espalda—. Hazlo por Liam, él quiere mucho a Bill, no permitas que le cambien de niñeras todo el tiempo. 

—Eso debió pensarlo usted. —Fue frío. 

—¿Entonces lo harás? Abrirás tu bocota y dejarás al mejor niñero que ha tenido Liam sin trabajo, ¿harás eso? ¡Entonces no sé para qué mierda me lo dices! 

—Es una advertencia nada más, no diré que vivía con usted, pero debe prometer que no se meterá más con él. —Tom apretó la mandíbula, quería contradecirle, pero por otra parte estaba en desventaja. 

—Está bien. 

—Si me entero que lo acosa, lo viene a buscar o algo, diré la verdad. 

Tom murmuró algunas cosas más, sin embargo, tuvo que irse. 

Frustrado y con mucha rabia, salió de casa escuchando los gritos de su mamá a la que prefirió ignorar. Se subió a la moto y manejó sin rumbo. 

Mientras conducía por la congestionada carretera, la imagen de Bill estuvo en su mente como una piedra en el zapato. Quería despejarse, quería dejar atrás tanto a su familia como al embrollo de sentimientos que sentía por Bill, no quería complicar más todo. 

Giró en una esquina y se enrumbó a la casa de Andreas quien era un rubio y de su misma edad. Tom estaba muy molesto con él porque había dejado de visitarlo y llamarlo para las fiestas o salidas locas que antes tenían, así que decidió verlo. 

Al llegar a su casa extraña fue su sorpresa de encontrar el jardín con mala hierba crecida y las flores descuidadas. Tocó el timbre y Andreas fue a verlo. A Tom le sorprendió verlo todo desmarañado y con poco ánimo al recibirlo. 

Esperaba encontrar cena u alguna cosa, pero Andreas había quebrado. Los dos se miraron con cierta extrañeza. 

—¿Tom? Qué sorpresa. 

—Lo mismo digo, luces extraño. 

—Si supieras. —Tom pasó y dejó su moto en la entrada de la casa, era una muy bonita y lujosa como la suya. Andreas vivía solo y por esa razón usaban su casa para el centro de las mejores fiestas. 

Cuando entró se percató que Andreas estaba en las mismas que él y se sintió extraño. Andreas comenzó a explicarle que se había terminado el dinero de su herencia y que debía pensar qué hacer con su joven vida, no había pensado que todo se acabaría así de rápido y estaba furioso. 

—… la maldita empleada quiere demandarme y mira, ya no está, solo mandó una carta de esas de abogados, ¿con qué le pagaré? 

—¿No tienes ni para pagar a una empleada? 

—No Tom, y si viniste a reírte de mi desgracia por favor la puerta está allá. 

—No, no —alzó las manos—. Andy, estamos igual. 

—¿Qué? 

—Me han echado de casa… 

Los dos hicieron una conexión en ese momento y fue fácil para Tom pasearse por la casa como si fuera la suya. Andreas le preguntó si tenía dinero y Tom sacó de la mochila un fajo. El rubio sonrió ampliamente y tomando el dinero salió de la casa. 

Tom entró a una de las habitaciones del segundo piso y encendió la luz. Era un desastre total, pensó que mejor hubiera pagado un buen hotel en vez de confiar en el estúpido de Andreas, pero ya estaba ahí y de seguro llamaría a sus amigas y podría pasar un buen sábado por la noche como debe ser. 

La habitación apestaba. Tuvo que sacar todas las sábanas de la cama y buscar cambiarlas por otras. Había polvo y mucha basura, la empleada hace tanto que se había ido. 

Se sentó en la cama y vio la hora en su celular, eran casi las once de la noche y Andreas había salido sin decir a dónde iba, así que se sintió solo en esos momentos y lo único que deseaba era tener a Bill entre sus brazos para pasar un buen rato, entonces decidió llamar. 

—Tom —contestó rápido—, lamento no responder antes, hablaba con mi padre y no tenía el celular a la mano. 

—Quiero que estés aquí —dijo directo. 

—¿Qué? 

—Que desearía tanto poder tenerte aquí —recalcó y escuchó un profundo suspiro de Bill. 

—Tom… mejor dime cómo estás. —Tom apretó sus puños en la cama, ¿que cómo estaba? Ni sabía cómo explicarlo. 

Se sentía desplazado, sin un rumbo. Muy bien pudo haber regresado donde Simone, pero no quería más estar metido en esa casita pequeña sin poder aprovecharse de Bill porque sabía que no era cualquier jovencito descuidado, tenía una buena base familiar y Tom eso no sabía cómo procesarlo. Quería que Bill dependiera de él en todos los sentidos, que no fuera difícil tenerlo a su lado buscando más de él. Comenzó a desesperarse. 

—¿Tom? 

—¿Has pensado en lo que te dije? —preguntó con voz seductora, ocasionando que Bill se removiera en la cama y se sentara. 

—¿Te pasa algo? —Bill comenzó a creer que algo pasaba por la extrañeza de la conversación. 

—Quiero una respuesta ahora. 

—Tom, creo que es muy pronto, yo no sé qué decirte, ya hablamos… 

—Dime. 

Bill cerró los ojos y se angustió, él quería decir que no, debía decirle que no, pero en esos momentos se sintió intimidado. 

—Tom… 

—Si no me respondes no volveré a buscarte más. 

—¿Por qué me haces esto? No me presiones. 

—Me cansé de esperar. 

Bill se recostó en la cama con los ojos cerrados, suspirando muchas veces e imaginándose la sonrisa de Tom, sus ojos, su mirada en especial, y sintiendo sus besos. Se tocó los labios mientras Tom esperaba por una respuesta. 

—¿Quieres ser mi novio? —volvió a preguntarle. 

—Tom… 

—¡Carajo, quiero una respuesta! —Bill llevó una mano hacia sus ojos, suspiró hondo y se mordió el labio. 

—Humm… sí —respondió con mucha duda. 

¿Creen que tiene valor un "sí" de esa manera? Algo que me dice que no les gustó la decisión de Bill xd, veremos qué más pasa~