viernes, 23 de noviembre de 2012

Perdidos en la montaña

Hola a todos *-* les traigo un oneshot de mis archivos. Intento recordar el motivo por el cual lo escribí pero no lo recuerdo. Agradezco a Miss_Katy por el precioso banner <3 Espero les guste.


Resumen: 
Tras revelarle sus sentimientos, Tom le invita a escalar una montaña con la finalidad de conocerlo más y pedirle algo importante. Sin saber que quizá sea lo último.

"No te rindas..."

Autora: Pink Girl
Clasificación:  +18
Advertencias: Incesto, Lemon.
Género: Romántico, Universo Alterno, Drama.
Pareja principal: Bill - Tom.
Capítulo único.
Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece, solo la trama.



Un día nuevo empezaba, apenas era de madrugada y Tom salió de la cama a buscar a su hermano. 

Él ya no sabía cómo llamarlo realmente, es que ya no eran tan hermanos como antes. 

Hace apenas un mes, por medio de una difícil discusión, Tom se confesó a él… 

—¡No te quiero cerca! —gritaba con lágrimas en los ojos. La tensión en Bill aumentaba. Su hermano siempre escapaba de él todo el tiempo, y dio la casualidad que tenían que verse por el cumpleaños de su mamá Simone. 


Ambos vivían separados desde que tenían dieciséis años. Tom fue el primero que quiso independencia, Bill nunca había entendido por qué su hermano gemelo lo rechazaba desde que tenían trece años, era algo que siempre se cuestionaba. 

—¡Tom! —gritó—. Ya basta de huir de mí, esta vez no dejaré que te vayas sin antes saber por qué eres así conmigo… soy tu hermano, ¿lo recuerdas? 

—Sí, y quizá ese sea el maldito problema. —Se acercó a la puerta. La fiesta de su mamá ya había terminado. Y él prefería pasar la noche en un Hotel que en casa de ella con Bill dentro, que para su desgracia, había crecido y se había puesto mucho más atractivo. Tom casi ni podía mirarlo a los ojos. Era algo que lo sofocaba, y lloraba de rabia. 

Bill corrió hacia la puerta de la casa en cuanto vio las intenciones de Tom, éste se ponía una bufanda verde y se disponía a salir. Afuera, había nieve, era febrero, aún hacía frío. 

—¡No te irás! ¡No! Después desaparecer y no contestar llamadas… No sabemos nada de ti, no me cuentas si ya tienes hijos, ¿por qué? 

—¡Sal de la puerta! —gritó aún con los ojos acuosos y la nariz roja. 

—Tomi… —Se puso en la puerta impidiendo su salida, Bill sentía un nudo en la garganta, el rechazo de Tom le dolía en sobremanera—. ¿Por qué me odias? Quiero saberlo, lo entenderé, lo juro, pero quiero saber por qué nunca me has querido. 

—No hables de querer… —susurró apenas, el llanto le vencía otra vez—. Ahora, sal de ahí, debo irme. 

—No, no te irás esta noche… —Tom un poco enfurecido, lo tomó de los hombros y lo empujó de ahí. Ambos forcejearon, y Tom descubrió que Bill era tan fuerte como él. 

Con un último esfuerzo, abrió la puerta saliendo de ahí. Se sintió tan cobarde y maricón al tener que correr por entre la nieve, escapando de Bill, quien no se quedó atrás, corrió siguiendo a su hermano por un camino en la entrada de un bosque. 

—¡Tom! —le gritaba hasta que llegando hacia él, se lanzó en su encima, cayendo los dos sobre la nieve fría— ¡No te irás! 

Tom empezó a forcejear con Bill, quería quitárselo de encima, sentía que lo sofocaba, y a la vez se sentía tan débil. 

Con Bill encima, cerró sus ojos y una súplica salió de sus labios morados por el frío. —Déjame… por favor. 

—¡No! ¡Dime en la cara por qué me odias y te soltaré! —Lo tenía agarrado de ambas manos, con todo su peso sobre Tom—. ¡Dime! —Otra vez vio cómo las lágrimas salían de sus ojos, incapaz de contestarle. 

—No te odio…—susurró apenas, y luego rompió en llanto. Bill no sabía cómo reaccionar. Pero le soltó las manos y las apoyó a ambos lados de la cabeza del trenzado. Bill estaba algo consternado, ¿por qué el otro lloraba tanto? Y si no le odiaba, ¿por qué siempre lo rechazaba, evitada y hasta insultaba? 

—Entonces Tom, no lo entiendo, ¿qué te hice? Juro remediarlo. Sé que somos tan distintos, pero en serio, quiero a mi gemelo devuelta. 

—¡No! —gritó desesperado, intentó removerse, pero Bill se lo impidió con ambas de sus piernas a ambos lados de él. 

—Tom, habla ahora, ¿qué pasa contigo? —Tom cerró los ojos suspirando, el vapor del aire se concentraban en sus rostros. El frío y los nervios le hicieron titiritar. 

—Yo… no puedo tenerte cerca Bill. —El pelinegro frunció el ceño algo incómodo, ¿tanto asco le daba? 

—¿Por qué? ¿Tanto asco te doy? —Tom negó con la cabeza. 

—Todo lo contrario. —Se mordió el labio sintiéndose culpable. Bill pestañeó seguido intentando entender aquello—. Cada vez que estás en casa, o cuando estás cerca… siento que no puedo verte. —Bill lo veía ahí, debajo de él con los ojos cerrados y ese rubor intenso en sus mejillas. 

—Tom… —apenas dijo. 

—Siento que si te veo a los ojos… sabrás lo enfermo que estoy. —Bill acarició una de sus mejillas con su dedos helados, Tom giró el rostro—. No me toques, no lo hagas que me quemas. 

—¿Me quieres? —preguntó uniendo piezas en su cabeza. Las veces que se veían, esa mirada extraña que le daba cada vez que él no le veía, y cuando chocaban la vista, Tom siempre le esquivaba. Cada que él se le acercaba, Tom huía, le gritaba, le insultaba. Bill dudaba que realmente él lo quisiera. 

—No —dijo serio y Bill se estremeció de dolor—. No como debería quererte… —Tom abrió los ojos y en el silencio de la noche gélida, alzó una mano hacia el rostro angelical de su hermano—. Lo lamento. —Lo acarició con adoración, viendo como Bill suspiraba botando vaho por sus rojos labios, y pestañeaba seguido, sobre él. 

—Tomi…—susurró e inclinándose le besó la mejilla helada y húmeda de sus lágrimas. Tom se tensó mucho ante ello y con ambas manos sobre su pequeña cintura, intentó separarlo—. Tú me amas… —declaró cerca de sus labios y Tom mordiéndose los labios, y cerrando los ojos asintió sintiéndose morir. 

Una emoción extraña cruzó el cuerpo del pelinegro en ese instante. Y su corazón latió desbocado ante la idea de que Tom lo quería y no como hermano, cada vez lo entendía más… Y Bill descubrió amor en su corazón. Tomando el rostro de Tom entre sus manos heladas, le dio un beso en los labios que hizo que el trenzado se removiera en la nieve casi formando alas de ángeles con sus brazos. Los ojos abiertos de la sorpresa, su cuerpo helado y tenso. Lo único caliente eran los labios de Bill sobre los suyos. 

Tom cerró los ojos incapaz de creerlo, sintiendo como su corazón quería salirse de su pecho. Por un momento sintió que soñaba, que todo era tan irreal… Y Bill comenzó a mover sus suaves labios sobre los suyos. Y así él, entraba en la realidad. 

Se olvidó del frío, se olvidó de su rencor, abrazó a Bill tan fuertemente y se sentó en la nieve con él sobre su regazo. Le besó todo el rostro, sus mejillas, y luego su largo cuello. No quería hablar, solo quería tenerlo entre sus brazos como nunca antes había tenido a alguien. Bill abrió la boca jadeando un poco. 

—No te irás esta noche, ¿verdad? 

—No. 

Y así fue como comenzó su relación… 

*** 

Apenas había pasado un mes desde ese incidente. Tom tuvo que regresar a Hamburgo donde vivía, y salir de la universidad, se trasladaría a Kiel, junto a Bill. 

Esperó algunas semanas angustiantes y al fin podían estar juntos los dos, aunque temporalmente en casa de su madre. Ahí habían dormido después de que una idea loca cruzara por su mente… Llevaría a Bill a lo alto de una montaña y le pediría casarse con él. 

Y ya lo había planeado todo. 

Fue al cuarto de su hermano y entró aún en la oscuridad. Se acercó a su cama viéndolo dormir, su corazón latió y le tocó la mejilla. 

—Amor… —susurró cerca del oído, viendo como el otro sonreía y abría los ojos aún en la oscuridad—. Hola… 

—Hola. 

—Ya es hora, debemos salir. —Bill frunció el ceño, se sentía cansado—. Vamos, Bill. —Le dio un pequeño beso en sus suaves labios y el otro terminó por despertar. 

Tom bajó con dos enormes mochilas montañistas, había alistado todo para la gran escalada al Brocken. Si todo salía bien serían dos días en la montaña y esperaba regresar con quien sería su esposo para toda la vida. Su alma gemela. 

Bill bajó después de media hora ya vestido con su traje de alta montaña, estaba listo y a la vez emocionado. 

Afuera de la casa, una camioneta estaba estacionada. Ambos gemelos subieron poniendo todas las cosas ahí. Ni siquiera se despidieron de su mamá, aún era temprano. 

La brisa de la mañana era muy fresca. Tom manejaba la camioneta mientras Bill se hidrataba tomando un batido energizante y comía unos panecillos. Tom no podía evitar de rato en rato mirarlo, cada detalle suyo. 

—Sabes, Tom —habló con los cachetes inflados por los panecillos—, si ese día no te hubiera dejado ir nada de esto estaría pasado. —Sonrió dulcemente y Tom asintió. 

—Tienes razón, ratoncito —suspiró—. Seguiría siendo el hombre más infeliz del planeta. 

—Cuando tenía trece, sentía que me gustabas, ¿lo sabías? —Tom se sonrojó un poco. 

—No lo sabía… 

—Y por esos años, tú ni podías verme, me odiabas… 

Había pedido a Simone que lo cambiara de cuarto, incluso de salón de clases. Así empezó él a tener otros amigos y Bill los suyos, se separaron en su totalidad cuando tenían dieciséis. 

—Reaccionaba así porque me atraías, solo que era muy cobarde para decírtelo sin sentirme culpable, pero ahora —le sonrió—, ahora no perderemos más tiempo, ¿verdad? —Bill dejó de lado su bocadito, y se le acercó, besándole la mejilla, dejando una marquita melosa. 

Tom manejó cerca de dos horas, adentrándose por un sendero pedregoso que los llevaba a la montaña Brocken que ya se podía ver majestuosa en el horizonte. Era todo un reto. 

Estacionaron la camioneta cuando el sendero acabó, dando pase a un camino de herradura en donde empezarían a escalar. Dejaron la camioneta muy bien cerrada y se pusieron las mochilas, eran algo pesadas. La de Tom contenía una carpa para pasar la noche y la de Bill las bolsas de dormir y alimento para dos días de camino. 

Después de ponerse sus zapatillas especiales, guantes y lentes para la nieve, Tom tomó su mano. 

—¿Recuerdas cuando teníamos ocho? —Bill le sonrió. 

—Subíamos las montañas tomados de la mano junto a papá. —Esto último lo dijo con una melancolía en la voz. Su padre había muerto cuando cumplieron los trece. Quizá eso agravó su situación como hermanos en aquel entonces. Tom se había vuelto más aislado y Bill algo más femenino. Incompatibles. 

—Vamos… 

Comenzaron a subir la gran montaña. Había algunos pinos en el camino. El sendero comenzó a hacerse angosto y cada vez más pedregoso. Tom tenía un mapa en sus manos que le indicaba el rumbo y una pequeña brújula para orientarse más arriba. 

Bill le conversaba de muchas cosas, Tom era un poco más callado, pero le escuchaba. Recuerdos de la infancia eran contados como bromas, experiencias en la escuela, lo mucho que le había faltado Tom. 

Pasadas las horas, la conversación se volvía en temas privados y algunos algo incómodos. 

—¿Con cuántas has dormido? —preguntó Bill, un poco serio. Tom le acababa de decir que había tenido su primera vez a los quince con una amiga en común en su adolescencia. 

—Pues… ¿Tú? 

—Pregunté primero. —Tom podía notar la seriedad de su hermano, no quería decirle la verdad, pero tampoco quería mentir. 

—Con unas cinco, nada más —fue sincero, Bill abrió la boca algo asombrado—. Ahora tú, con cuántas. 

—Siete. —Rió luego de ver la cara de asombrado que Tom tenía. 

—¿Siempre mujeres? —preguntó Tom algo temeroso, no quería incomodarlo, pero algo le decía que debía saber eso. 

—Sí… aunque tuve un novio. ¿Tú? —Tom se sonrojó algo, él no quería hablar de su vida. Caminó un poco más rápido subiendo más la montaña, dejando a Bill un poco atrás—. ¡Tomi! ¡No vale esquivar las preguntas! —Casi corrió y lo alcanzó, con el ceño algo fruncido y un puchero, exigió respuesta—. ¿Siempre mujeres? 

—No. 

—¡Qué! ¡Cómo que no! 

—No. Simplemente no. —Bill se quedó estático en el camino dejando que Tom avanzara y éste al ver que Bill no lo seguía, se detuvo, volteando a verlo—. ¿Bill? —El pelinegro se quedó pensando y Tom fue con él. 

—¿Cuántos hombres? —Apenas pudo preguntar. Tom lo miraba serio, al parecer era algo de lo cual no le gustaba hablar, pero sintió que debía ser sincero con Bill. 

—Tres… un momento de locura, tenía dieciocho y me había resignado totalmente a no tenerte, entonces busqué compañía. —Bill seguía serio. 

—Lo lamento. Fue mi culpa —dijo Bill apenado. Tom negó. 

—No, nada es culpa tuya, simplemente es el pasado. No hurguemos más en cosas que no valen la pena. Es solo contigo que siempre quise estar y ahora estamos juntos, ¿hay algo mejor que eso? —Bill le sonrió más aliviado y negó con la cabeza. 

—Subamos… 

Llegada el medio día, llegaron a una especie de pequeño bosque sobre la roca, en la cual se sentaron a merendar algo. Bill sacó de su mochila dos botellas de agua y unos tápers que mantenían la comida temperada. Tom sacó el mapa que tenía y lo extendió sobre una roca mientras comía una manzana. 

—Mira Bill. —Señaló un camino trazado—, si no me equivoco, estamos en la cuarta parte, ya subimos este tramo, y viendo el paisaje, estamos aquí —señaló un punto—. Debemos apresurar el paso para armar la carpa en este lugar —señaló otro punto y miró arriba en la montaña—. Tendría que ser… allá —le señaló en el horizonte un punto cerca de unas enormes rocas en las faldas de la montaña—. Cosa que mañana temprano, la terminemos de escalar y en la tarde poder bajar hasta este mismo punto y cerca de la noche, regresar a casa, ¿qué dices? 

—¡Me parece fácil! —exclamó dando saltitos y palmadas. Tom se le acercó y besó sus labios. 

La tarde que demoró subir aquel tramo hacia la zona de rocas grandes de la montaña, se la pasaron conversando de todo. Era un tiempo genial para volverse a conocer. 

—Viviremos juntos, ¿verdad? 

—Sí —Habló Tom—. Me mudaré este mes, no más Hamburgo para mí, ahora que sé que me amas, quiero estar a tu lado. —Bill le sonrió y le tomó de la mano. 

Un precioso atardecer caía sobre ellos. El frío aumentó mucho y se pusieron las capuchas que tenían en sus trajes. Debían acampar. 

Buscaron un bonito lugar en las rocas, uno en donde no diera mucho el viento gélido. Y Tom comenzó a armar la pequeña carpa en donde pasarían la noche. Bill armaba una fogata. Había recogido leña de los bosques por donde habían pasado. Prendió una fogata cuando ya no había luz del sol. 

—Genial Bill —dijo Tom desde dentro de la carpa, le había costado casi una hora armarla, tenía tantas piezas. 

Ambos novios se sentaron juntos a quemar en la fogata algunos embutidos para cenar y algunos malvaviscos. 

—Tom… —susurró apoyado en su hombro. 

—¿Sí? 

—¿Crees que existan parejas como nosotros? ¿Que estén casados y todo? —Tom sonrió mirando el firmamento estrellado que tenían en frente y metió su mano en uno de los bolsillos de su amplio abrigo acariciando la pequeña cajita de terciopelo que tenía un anillo para Bill. Ese sería el momento ideal, pero él quería que fuera arriba en la cima. Debía aguantarse. 

—No lo sé… pero si existieran, apuesto que serían felices, ¿no crees? Nacer con alguien para siempre… como tú y yo. —Bill le sonrió y se le lanzó en brazos, besándole en los labios. 

Copos de nieve comenzaron a caer, y la fogata intentaba sobrevivir… ambos gemelos se besaban tanto poco importando que una tormenta se avecinaba con vientos cada vez más fuertes. 

—A la carpa —pidió Bill en cuando su respiración agitada se hacía incómoda por tanto frío. 

Ambos fueron en la pequeña carpa y la cerraron. Podían ver algo mientras la pequeña fogata moría por las ventiscas y la nieve. Tom sacó una lamparita con luz blanca y la puso a un lado de la carpa azul. Parecían extraterrestres en cuando todo brilló azul producto de la luz reflejada en las paredes de tela de ese color. 

Más besos eran repartidos ahora por todo el rostro de Bill. Ambos entraron a una bolsa de dormir y se abrazaron sintiendo mucho calor. Se quitaron los abrigos quedándose con uno más pequeño de polar que mantendrían su calor. 

Tom comenzó a desesperarse cada vez más siendo inundado por el deseo, tantos años reprimidos, de tener a su hermano con él. Y se intensificaba cada vez más cuando Bill comenzaba a gemir y a querer que lo besara más. 

Con los labios hinchados, Bill se deshacía en incontables temblores y susurros por más contacto. 

—Tócame… —pidió quitando los guantes ásperos que cubrían las manos de Tom y éste obedeció. 

Alzando la polera de Bill metió sus manos tocando su piel y poco a poco la situación comenzaba a ser desbordante. Más cuando Bill, con las mejillas sonrojadas, metió sus manos sin guantes, dentro del pantalón de Tom. Éste gimió besándole el cuello. 

—Quiero hacerte mío —susurró jadeante. 

—Soy tuyo… tómame. —dijo bajito, casi inaudible. 

—Te amo… —dijo alzando más su polera y pegándose a su cuerpo. 

La carpa era pequeña, ideal para ambos, aunque no podían moverse mucho. Bill, muy ansioso, le dio la espalda, permaneciendo de costado, sintiendo como Tom se pegaba a su espalda, rodeando su cintura con un brazo, y con el otro, acariciando sus cabellos, besándole la nuca con desesperación, lamiéndole. 

Poco a poco, el pantalón de Bill fue sacado casi en su totalidad. 

Se frotaba contra su cuerpo y llevó una mano a su trasero, preparándolo. Utilizó una crema para lubricar aquella zona. Bill se desesperaba en sensaciones nuevas. Nunca lo había hecho de esa manera. Un sentimiento de satisfacción cruzó por su mente… entregarle su primera vez a Tom era lo ideal. Tom tomó una de sus piernas, alzándola un poco y se hundió en su estrechez. 

—Ahh… duele… —apenas dijo. Tom le besaba el cuello, tratándolo con cariño, esperó por Bill. 

—Tranquilo Bill —susurró acariciándole. Bill le dio la cara para que Tom lo besara. Le gemía en los labios en cuando Tom comenzó a moverse. 

Tom no quería que aquello acabara. Fue gentil y lo hicieron lento. Le acarició todo lo que pudo. Le susurró una y otra vez lo mucho que lo deseaba y amaba. Le prometió estar siempre junto a él, y que tendrían noches más cómodas solo para ellos dos. 

Tom dio unas profundas embestidas, haciendo gritar al otro de puro placer. Bill se arqueó llevando su trasero hacia atrás en su liberación, ocasionando que Tom se venga en su interior. 

Muchos besos más y susurros en la noche fría los arrullaron en una burbuja íntima, solo ellos dos en medio de la nada… 

Y así, abrazados, amándose, amaneció. Debían seguir la caminata. 

Tom fue el primero en salir de la pequeña tienda. Le costó hacerlo, había una gruesa capa de nieve, y una espesa neblina hacía el ambiente más fantasmal y gélido. Frunció el ceño ante todo. Sería difícil continuar, la nieve hacía lento el paso. 

Bill se acomodó la ropa y salió también con una sonrisa de felicidad, pero al ver todo el paisaje un tanto hostil, comenzó a angustiarse. 

—Tom, ¿qué haremos? —Éste lo miró tratando de infundirle tranquilidad. 

—Seguir, no rendirnos. Ayúdame a desarmar la carpa. —Bill asintió. 

Demoraron un poco, aún había la espesa neblina que les impedía ver el horizonte. Esto preocupaba a Tom quien fue a buscar su mapa y brújula para orientarse casi a ciegas. 

—Perdí el mapa —se lamentó, de seguro estaba debajo de la gruesa capa de nieve. Se arrodilló comenzando a buscarlo. 

Lo había dejado cerca de la fogata ahora extinta. 

—No hay tiempo Tom, si no subimos ya, la noche nos agarrará en la cima, debemos seguir, aún veo la montaña. —Miraron hacia arriba, ahí estaba… 

Con mucha pesadez se pusieron las pesadas mochilas y avanzaron. 

Al parecer, esa era la parte más difícil. Subir aquel tramo con el aire helado golpeándoles el rostro, la brisa lograba debilitarlos. Y otra vez comenzó a nevar. 

—No te rindas… —dijo Tom—. Creo que en tres horas estaremos allá arriba. —Aún pensaba en su mente si realmente valdría la pena. 

Recordó las palabras que su padre les decía cuando eran pequeños… “Si te lo propones, lo lograrás, no te rindas”. 

Tom podía notar lo cansado que Bill estaba… quizá la mochila tan pesada y la actividad de la noche lo había debilitado. Se le acercó y le quitó la mochila. 

—¿Qué haces, Tomi? —sacó de ahí algunos utensilios que ya no necesitarían y los echó a la nada—. ¡No! 

—Solo aminoro el peso, descuida que pronto llegaremos. 

Pasadas algunas horas más, Tom tuvo que hacer lo mismo. La pesada carpa que cargaba le había costado tanto, pero se deshizo de los metales pesados de ésta. 

Poco a poco, el gran pico del nevado se hacía visible, pero había tanto viento y tanta nieve que casi no podían orientarse. Tomados de la mano, caminaron el último tramo hacia a cima. 

Tom se preocupó mucho al ver que eran casi las cuatro de la tarde. Demasiado tarde… Debían apresurarse en bajar después o la noche podría matarlos de frío allá arriba. 

Bill se puso mal en el último camino. No pensó que su cuerpo cansado reaccionaría así, con un fuerte vértigo que lo obligó a vomitar el agua que recientemente había tomado. 

Apoyado en sus rodillas, sentía que se asfixiaba. Tom fue con él y estuvo ahí pasándole otro poco de agua. 

—No te rindas Bill, aún podemos. 

—Lo lamento —dijo en un susurro—. ¿Cuánto falta? —Tom calculó la distancia. 

—Quizá media hora, no lo sé… 

—Estamos tan alto. —Aunque no podían ver a su alrededor, la neblina era muy espesa. 

Después de reposar un rato, continuaron la subida un poco empinada. Tom le tomaba de la mano, y así ambos llegaron a un punto bastante alto. La cima. 

—¡Te amo, Bill! —gritó inesperadamente Tom desde allá arriba, escuchándose ese eco de su voz en todo el enorme lugar. Cerca del cielo. 

Bill sonrió y se le acercó para abrazarlo. Sacó de su bolsillo un pequeño banderín y lo plantó en la cima. Acostumbraban hacer eso con su padre… Aquel banderín tenía un corazón y dentro de éste, sus nombre entrelazados. Tom le sonrió por el bello detalle. 

Era su turno. Miles de nervios le recorrieron el cuerpo. Trató de recordar las palabras que ensayó alguna vez y sacó la cajita de terciopelo negro de su chaqueta. 

—Bill —éste le miró algo sorprendido— ¿te casarías conmigo? —Los ojos del menor se llenaron de lágrimas. Aunque Tom no las podía ver, los lentes para nieve se lo impedían. 

En medio del frío congelador, se besaron y Bill le dijo muchas veces “Sí”. 

Habían llegado a la cima… Pero debían bajar o podrían estar en peligro. 

Apresuraron el paso. Poco a poco Tom iba dejando alguna cosa, liberando su mochila y la de Bill para hacer más ligero el equipaje. 

Hasta que la noche llegó y aún estaban en la montaña. Más nieve cayendo. El sonido tétrico del viento helado les impedía hablar mucho. Estaban concentrados en bajar, en escapar de ahí. 

Tenían tanta energía por regresar a casa y ser felices, pero el clima empeoró y el camino de regreso se borró. 

Caminaron horas en la oscuridad de la noche, yendo más abajo cada vez… cuanto más abajo pudieran ir, podrían llegar a terreno boscoso en donde poder pasar la noche. 

Más nieve en sus pies cansados, más tormenta. Ambos agarrados de la mano con el corazón latiendo de miedo, caían en conciencia de que estaban perdidos… 

—No llegamos, Tomi… —gritó un poco angustiado. 

—No te rindas, vamos, encontremos el bosque. —Se alumbraba con una linterna. Seguían bajando. 

Pasadas algunas horas, encontraron rocas cubiertas de hielo. Bill se cayó de trasero, eso había sido doloroso. Tom fue con él. El camino se hacía resbaladizo y peligroso. 

Buscaron algún lugar donde dormir abrigados. Encontraron una especie de cueva ahí. Se metieron y sacó de la mochila, una bolsa de dormir. Una sola, la otra la habían tirado. 

Ambos abrazados se disponían a darse calor. Se besaban y alentaban. 

—Saldremos de esta, Bill —le dijo abrazándolo—. Mañana saldrá el sol y nos abrigará… 

—No siento mis pies, es mala señal. 

—Tampoco siento los míos… Mañana los calentaremos. —Le dio un beso en la frente y se acomodaron para dormir. 

Al día siguiente, despertaron, esta vez mucho más cansados y abatidos, pero debían seguir, o morirían. 

—¿Dónde estamos? —El cielo se despejaba y daba la vista de muchas montañas y nevados… Ningún camino boscoso, ninguna cuidad o pueblo se veía a la vista. Tom comenzó a angustiarse. 

—Estamos perdidos —declaró el mayor—. Debemos seguir Bill, debemos bajar de aquí, encontraremos el bosque de regreso, lo juro. 

Bill ya no decía nada. Envolvió el cobertor y lo puso en su mochila. Tomó un bloque de hielo y lo puso en un tazón, luego con un encendedor lo calentó para derretirlo. 

—Toma —le dio el agua a Tom—, bebe un poco, ya no tenemos agua en las botellas… 

Se quedaron algunos minutos llenando sus botellas de hielo derretido. 

Y bajaron la montaña. 

Abajo, un sendero pedregoso y libre de hielo se abría, un riachuelo les indicaba un camino quizá a la salida de todo ese lugar. Y luego de algunas horas de caminata dolorosa, el riachuelo desembocó en una quebrada hacia abajo, debían de bajar por el suelo de inmensas rocas. 

—¿Cómo lo haremos, Tom? —Bill era el más angustiado y estaba muy asustado. 

—Bajaré primero y luego tú saltarás a mí. —Bill tragó saliva, se sentía bastante debilitado. Tom besó sus labios para tranquilizarlo y se impulsó para saltar sobre una roca y así bajar de ésta a suelo firme. 

Bill lo vio volar en el aire, como en cámara lenta… lo vio caer en la roca y algo en su interior dolió al ver que se resbaló de ésta y se precipitó sobre otra roca. 

—¡AHH! —Un gritó tan alto se escuchó allá abajo. Bill podía ver como Tom se retorcía de dolor sobre la roca. 

—¡Tom! —Bill, angustiado, se desesperaba por bajar, por auxiliarlo. 

Tom yacía gritando abajo, había sentido el hueso de su pierna romperse que hasta había sonado audiblemente. Intentaba reponerse, intentaba sobrevivir, intentaba no preocupar a Bill, pero en ese momento el dolor podía dominarlo que lágrimas se acumularon en sus ojos y su corazón bombeaba su cuerpo de manera desesperada. 

—Vamos adrenalina… —se decía a sí mismo—. Calma este dolor… ahh… —Y volvía a removerse sobre la roca, trataba de respirar por la nariz, contar números, alguna forma de olvidar el dolor desgarrador en su pierna. 

Bill saltó y cayó bien junto a Tom. Al parecer sus ganas de ayudarlo lograron protegerlo de la caída. Había vencido uno de sus miedos. 

—Tomi… —decía cerca de él, tomándolo y apoyándolo en sus piernas. 

—¡AHH! —Dio un grito desgarrador cuando Bill intentó moverlo, respiraba agitado y Bill con lágrimas en los ojos pudo darse cuenta de la gravedad del asunto— Mi pierna, se ha roto… —le dijo y muchas lágrimas descendieron de sus ojos—. No llores mi Príncipe. —Alzó una mano y acarició su rostro—. No te rindas… debes seguir, debes buscar ayuda y venir por mí. 

—¡No! No te dejaré aquí. —Miró a todas partes, ¿por dónde seguir?—. Me quedo contigo… 

—Moriremos si te quedas… anda, apresúrate. —Cerró los ojos soportando el dolor punzante. 

Bill se apresuró a acomodarlo sobre la roca en un lugar donde no pasara frío, cerca del riachuelo. 

—Te amo Tomi, juro regresar… regresaré con ayuda, y saldremos de aquí —lo besó, y sintió los quejidos de Tom en sus labios. Debía apresurarse. 

Le dejó su mochila, le cubrió con el cobertor. Se congelaría ya que no podría moverse. La situación, cada vez que se pensaba en ella, era tan desesperanzadora. 

Pero Bill aún tenía dos piernas con las cuales casi corrió por el sendero del riachuelo en busca de ayuda, bajando cada vez más la monstruosa montaña. Bebiendo agua fresca y comiendo algunos frutos en el camino. 

Vio el atardecer del tercer día perdidos y se angustió al no encontrar el camino de regreso. Todo lo que vio al frente fue un boque inhóspito de pinos, no era el bosque por donde habían entrado… 

—¡Ayuda! —gritó y luego muchas lágrimas se acumularon en sus ojos. 

¿Debía seguir? 

Por otro lado. Tom intentaba cortar parte de su pantalón para liberar su pierna. Ésta se había hinchado tanto que ya no dolía mucho, logró ver como sobre su piel supuraba sangre coagulada, su pierna estaba morada y parecía el doble de tamaño que la otra sana. Se lamentó. 

La noche llegaba, todo se oscurecía y tenía un asqueroso buitre sobre una roca, esperando que él muera. Se entretuvo tirándole algunas piedras. 

—¡Sí! —gritó triunfante cuando una piedrita le goleó el pico—. ¡Atrévete a bajar y te desplumo, inmundo animal! ¡Estoy vivo! —el buitre se dispuso a dormir sobre una roca. Estaba seguro que al día siguiente tendría un buen almuerzo. 

Jugaba con la linterna que tenía, iluminando de rato en rato el cielo… Su pierna, parecía estar anestesiada, quizá eso era muy mala señal, pero le había aliviado del dolor insoportable. Una fiebre comenzó… Sentía que su cabeza explotaría. Decidió no gritar. Había escuchado el aullido de algunos lobos, si lo escuchaban, de seguro querrían ir donde él… suficiente era con tener al buitre cerca. 

Sus ojos se cerraban… 

—Tomi… —Bill regresaba en la oscuridad de la noche, llorando desesperado. 

Decidió regresar. Eso no era muy alentador, pero prefirió regresar a los brazos de su amor antes de verse perdido en aquel gran bosque. Prefirió pensar en morir junto a Tom que morir solo en algún lado. 

Tom no podía creerlo. 

—Bill, ¿encontraste el camino? —Negó con la cabeza, acomodándose cerca de su cuerpo con mucho cuidado. 

—Lo siento Tom, lo siento mucho… no puedo dejarte aquí, no encontré el camino —se puso a llorar desesperado. 

—Descuida, mañana lo encontraremos. —Acarició el rostro de su hermano menor, y se prepararon para dormir. 

Amaneció, el día cuatro, Bill se levantó con una idea loca. Pero al ver a Tom a su lado, se angustió. 

—¡No! —parecía convulsionar, parecía no estar conciente— ¡Tomi, no te rindas, Tom! ¡TOM! —gritó al verlo agonizar. 

Lloró por algunos minutos, Tom moría, su cuerpo estaba tan caliente, una fiebre alta y él sabía que era por la infección de su pierna. Se sintió morir. 

Puso el cobertor azul, él único que tenían en lo alto de una roca. Cogió un palo y peleó con el buitre que yacía ahí esperando. 

—¡No será tu comida! —logró darle con el palo de madera y el animal voló. 

Bill acomodó la señal en esa roca. Esperaba que alguien pudiera verla desde el cielo. Rogaba por que los estén buscando. 

Bajó otra vez, y Tom parecía dormir. Se recostó junto a él. Acariciando su cabeza. 

—Si mueres… moriré contigo, ¿me oyes? ¡Quieres que muera! —gritaba—. No me dejes Tom, no te duermas más… no… —otra vez lloraba al ver que su hermano no podía responderle. 

Las horas pasaban… Y Bill se durmió abrazando a Tom. 

Creyó escuchar voces de personas, movían su cuerpo y solo abrió los ojos pesadamente cuando quisieron separarle de Tom. 

—No… no me alejen de él —dijo sin fuerzas. 

Lo pusieron en una camilla y lo subieron a un helicóptero. 

Allá arriba, volando en los cielos, Bill podía ver a los paramédicos auxiliarle solo a él aparentemente. 

—Tom… —decía una y otra vez. Hasta que le pusieron una inyección que le hizo despertar de ese adormecimiento—. ¿Dónde está Tom? 

—Está aquí —habló una enfermera, arrodillada junto a él. Giró su rostro y vio a muchos paramédicos alrededor de su hermano, casi no lo podía ver. 

—¡Tom! 

—Cálmese. 

—¿Está vivo? —la enfermera no le contestaba— ¡Está vivo! Pregunto si vive… 

—No lo sabemos… —le dijo ella— intentan encontrarle el pulso. 

Bill cerró los ojos, buscando la mente de Tom. “No te rindas amor mío. No te rindas. Vuelve a la vida, vuelve a la vida” repetía en la mente una y otra vez. 

*** 

Dos semanas inconciente, luchando por vivir, los médicos no daban buen pronóstico. 

—Bill —le habló uno de ellos—, debemos amputar su pierna, es la única manera de que pueda sobrevivir. 

Bill sintió el pesar en su corazón… Intervinieron a Tom en una riesgosa operación. Y luego de dos días, él despertó. Bill estuvo ahí para cuando abrió los ojos. 

—Tomi… —le dijo con una sonrisa. 

—Bill, escuché tu voz, en mi mente… —Algo le incomodaba en la pierna, él creía que aún la tenía—. Me duele la pierna… 

Cuando supo lo de la amputación, lloró inevitablemente. Pero Bill estuvo con él. 

—Estás vivo y te quiero así. —Abrazó a su novio. 

El alivio que sintió en ese momento fue de una enorme paz, Tom seguía con él, no se había rendido…

Nunca se rindan, la vida vale mucho más de lo que uno podamos creer. 

9 comentarios:

  1. Nadie esta solo y menos en los momentos dificiles...si la vida te tira demuestrale ke tienes 2 brazos y 2 piernas amigos familia y gente ke te apoya sin pedir nada a cambio :)..

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    1. hallo *-* exacto, ante situaciones difíciles, lo mejor es dar todo lo mejor que se pueda~
      besos <3

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  2. Como tenía ganas de leer de nuevo este fic!! Faltan unos que otros que ansió volver a leer pero esperare... Soy paciente!!! El principio es de lo más romántico, como se declaran y descubren su amor pero lo demás fue cardíaco!! Y triste :( gracias por subirlo :)

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    1. *-* ¿de verdad? espero me digas cuáles quieres leer para ver si tengo planeado subirlo o no.
      XDD este fic es así~ pero es que no todo es color de rosa
      besos

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  3. hallo <3 lindas tus palabras *-* gracias por comentar <3 y bueno, el final fue un poco abrupto pero así salió
    besitos <3

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  4. Dios! pobrecito thomas, y pero sin ella podia vivir y Billito NUNCA penso en separase de él! Y vivieron JUNTOS para siempreee! Lo habia lei en THF y kreo ke deje el koment Gracias por publicarlo aqui :) ♥

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    1. hallo <3 recién respondo esto jiji
      sí, lo tenía publicado en thf.es pero lo resubí aquí
      besos <3 *-*

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  5. Dai está bien, Dai no lloró, La señorita Rosadita no le quitó una pierna a Tom, Dai está bien...





    WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA ROSAAADAAAAA ME HACÉS SUFRIR ;-------; Esto está muy, muy, muuuuy hermoso! Parfavar! Estoy supermegaarchi IMPAKTADAH ;-; ti amu

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  6. Me encanto !!!! como todo lo que escribis !!!! son obras de arte !!! gracias Pink !!!! sos una Genia ! un beso grande !!!!! muakkkk !

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