Hola a todos~ aquí uno más de este fic que empieza con un flasback de aquellos tiempos, cuando eran de catorce años, y todo había comenzaod por un "helado de fresa". Disfruten :D
Bill salía corriendo de la escuela. Prácticamente había salido sigiloso, sin avisar nada a sus amigos Gustav y Georg, ellos ni cuenta se dieron que Bill les había dejado. El pelinegro corría por el pasillo rumbo a la salida, casi estaba yéndose quince minutos antes que todos los demás. Llevaba en sus sudadas manos un papelito arrugado, era de Tom, su Tom…
El pequeño de rastas no había ido a la escuela ese día, tenía una fiebre extraña y Simone había preferido que mantuviera reposo, y es que ella era un tanto sobreprotectora. Tom definitivamente no quiso quedarse en casa, así que en cuanto su mamá se fue a trabajar, él se tomó un vaso de agua fría para terminar de despertar y alistarse para irse a la escuela. Quería ver a Bill, lo necesitaba con tantas ganas y es que sabía que éste no estaba bien, cada que hablaban Bill le mencionaba el tema de sus padres, que habían peleas en casa, que el traslado de su mamá estaría por salir, que ya habían discutido con quién se quedarían él y Daniela. Todo eso tenía a Bill estresado y con una sensación de perderle, cosa que Tom no quería ni pensarlo.
Había llegado a la escuela algo afiebrado, pero el portero no le dejó pasar, pues era tarde. No podía llamar a Bill porque estaba prohibido tener los celulares encendidos en clases… Estaba perdido. Pero usando sus habilidades persuasivas, logró convencer al portero para que le diera una notita a Bill.
“Estoy en el parque cerca de la estación del tren, estaré ahí toda la mañana, espero verte hoy día”
Claro que el portero leyó aquello, así que se lo dio casi a la hora de salida. Bill no podía estar tranquilo, él pensó que ese día no vería a Tom, pero estaba equivocado.
Bill corrió por toda la ancha calle rumbo a la estación del tren, ahí entró a la heladería de siempre y pidió dos conos de helado de fresa. De regreso a las calles, corrió con aquello en sus manos hasta pasar la estación del tren y adentrarse en el parque que estaba por ahí cerca. Buscaba con la mirada a Tom, ¿dónde podría estar? Habían unos columpios y luego más allá, pasando unos árboles frondosos, había un jardín con algunas bancas, Bill decidió ir por ahí, pasando aquel lugar había un pequeño lago de patos, Tom le daba la espalda, estaba ahí sentado lanzando hojas secas a ese lago, algunos patos se alborotaban pensando sería comida.
—¿Tomi? —llamó con los dos conos de helado derritiéndose en sus manos. Tom volteó a verlo y se levantó tan rápido que asustó a Bill.
—¡Llegaste! Creí que el portero no te había pasado mi nota. —Se le acercó y le dio un pequeño y rápido beso en sus labios, Bill le sonrió.
—Sí me la dio, aunque muy tarde, yo hubiera escapado para verte. —Tom vio los helados, estaban derritiéndose mucho—. Te traje helado…
—De fresa…
—Y no va a ser. —Tom rió y Bill le pasó su helado a punto de caerse del cono—. Oh, Tomi, lo lamento… demoré en encontrarte, se está derritiendo.
—No importa —le dio una lamida—, igual en mi vientre se derretirá. —Bill lo miró de reojo y se sentó en aquel lugar, Tom le siguió, y ambos miraron el lago. Tom suspiró aliviado, pasaría un tiempo con Bill.
—¿Por qué faltaste al colegio? Te extrañé demasiado… —Tom lo miró y se lamió los labios. Bill se terminaba su helado, era adicto al de fresas, ya casi se comía el cono.
—Tuve fiebre… —Bill abrió los ojos asombrado.
—¡Tom! No puedes comer helado, y si es una gripe.
—Nah, no es nada… —pero Bill le tomó de una mano y le quitó el cono—. Dame mi helado, en serio que no es nada, mi madre y sus cosas de fiebre, solo estaba algo caliente, no me sentía afiebrado —mintió pues en realidad sí tenía una fiebre.
—Trae aquí… con que caliente. —Bill le sonrió y se ruborizó, Tom no sabía cómo reaccionar, habían cosas que lo ponían nervioso al extremo—. Voy a calentar tu helado.
—¿Qué vas a hacer? —Bill se recostó en el césped y se levantó la polera, Tom casi se atraganta, hace algunos días Bill le había mostrado su más íntimo secreto, él era rubio y le había mostrado su piel directamente. Otra vez lo hacía—. Espera, Bill… —Tom enrojeció al verle decidido y como su plano abdomen se contrajo al verter la bola de su helado en él. Bill casi chilló y Tom, él enmudeció deleitándose en verle así, temblando con la boca abierta y mirándole a los ojos, aunque Tom no siempre tenía su vista en sus ojos precisamente, amaba verlo a detalle.
—Ahora… prueba —le dijo con la voz ronca, Tom lo miró comenzando a agitarse.
—Voy a comerte, Bill… —Se mordió el labio y luego fue sobre él, apoyando sus manos a ambos lados, se inclinó rozando la punta de su nariz por su pecho y luego más abajo. Alzó la cabeza tan rápido como una marmota para mirar a ambos lados, aquel parque estaba desolado, apenas había aves nada más, y luego regresó la vista a su chico quien temblaba por la crema helada que había vertido en su vientre—. Esto será delicioso —se inclinó y él en realidad no supo de dónde sacó ese valor para pasar su lengua por aquel manjar.
Bill llevó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, suspirando hondo, sus manos se aferraron al poco césped mientras sentía la húmeda lengua de Tom bajar un poco más abajo que su ombligo. Él no podía evitar contraer su vientre por tantas cosquillas y nerviosismo que empezó a sentir. Y luego, abrió la boca para gemir, la cual cerró tan rápido, él no quería hacer esos sonidos, aún era todo tan pronto. Se llevó las manos a la boca y se la tapó, estaba rojo de la vergüenza, Tom rió un poco, a él le encantaba cuando Bill gemía, cualquiera de sus reacciones, todo le era fascinante. Así que luego de mirarlo a los ojos, tomó sus manos y se las sacó de ahí.
—Aún no termino… —Regresó a su vientre y lo delineó con su lengua.
—Tomi… —se quejó entre risitas—. Ahh… —ahí iba otra vez y Tom intensificó sus lamidas para luego alzarse un poco y besarlo acallando todo aquello.
Bill cerró los ojos y abrazó tanto como pudo a su novio, éste sabía a fresa. Tom se recostó a su lado y Bill se bajó el polo, cubriendo su abdomen. Suspiraba y reía espontáneamente, acomodándose en los brazos de Tom quien besó su frente.
—Gracias por calentar mi helado… lo aprecio —Bill rió—. ¿Cómo están las cosas hoy? —Bill suspiró hondamente, se puso serio y se recostó frente a Tom para mirarle a los ojos—. Me preocupas…
—Descuida… —bajó la mirada—. A mamá aún no le dan su traslado, pero sabes, ayer me enteré que está aplicando para irse a Francia…
—¿A Francia? Pero por qué tan lejos… Hay muchos hospitales en Leipzig.
—Lo sé, pero creo que ella quiere irse muy lejos, y en eso mi padre tiene la culpa, ese desgraciado… —Hizo un puño con su mano y lo impactó con fuerza en el césped cerca del rostro de Tom quien cerró los ojos un momento para que no le llegara el polvo a los ojos—. Lo siento…
—No te preocupes —extendió su mano y acarició la mejilla de Bill.
—Mi papá tiene otra mujer, Tom, y ¡es más joven que mi mamá! ¡Lo odio! ¿Acaso mi mami no es joven y bonita? ¡¿Por qué tuvo que fijarse en otra tipa?! Lo peor es que creo conocerla… Maldita secretaria. —Tom le escuchaba atento, él no sabía qué decirle, nunca había tenido un papá… No sabía qué era ese sufrimiento de la señora Helen, sus vidas familiares eran muy distintas, pero podía entenderlo—. ¿Sabes algo? Escuché que mi papá… —cerró los ojos, trataba de no llorar—. Él volvió a pegarle a mi mamá esta semana, todo porque ella quiere llevarnos lejos de él, pero hablé con Amelia y nuestra opinión importará, nos preguntarán con quien deseamos quedarnos y claro que diremos que con mamá, con el maldito de mi padre no me quedo y sé que Daniela piensa lo mismo que yo.
—Oh, Bill, no sé qué decirte, no quiero que pases por todo eso… —Le dio un pequeño beso—. No quiero perderte. —Ahí estaban otra vez esas inseguridades.
—Tengo la esperanza de que no… creo que nos quedaremos en Alemania, aunque no en Leipzig, podré verte una vez al mes, no lo sé.
—Aún no pensemos en eso, verás que no te irás y verás que tu papá cambiará, que todo mejorará… —Bill frunció el ceño.
—Ese hombre no cambiará, es de lo peor.
—Es tu padre. —Bill lo miró a los ojos algo consternado—. Sé que no puedo hablar de papás porque no tengo uno, hubiese querido tenerlo, pero Bill, es tu sangre.
—¡No! ¡Ese no es nada mío! ¡No tengo nada de ese maldito! —Bill dejó de mirarlo, se sentó dándole la espalda y abrazó sus piernas, Tom se sentó a su lado y le abrazó por la espalda—. Perdóname Tomi, no quise gritarte… —Tom asintió y le besó la mejilla, Bill trató de sonreír—. ¿Crees que tenga algo de él? —Le miró algo asustado.
—Humm… creo que sí, eres su hijo, apuesto que serás tan alto como él y tendrás sus cejas gruesas y esa voz tan seria… —Bill suspiró tratando de no molestarse con Tom.
—¿Crees que llegue a ser malo como él? —apenas dijo con labios temblorosos.
—No, creo que eres más consciente que él siendo tú de catorce… Creo que él debe aprender de ti —Bill volteó a verlo y se le lanzó a sus brazos, él amaba a Tom justamente porque éste estaba siempre en sus momentos más difíciles y cada cosa que salía de sus labios lograba reconfortarlo de alguna manera.
—Te amo, Tomi —le susurró al oído y Tom le apretó en sus brazos—. Quiero que estemos así para siempre, sin importar lo que los mayores hagan, solos tú y yo.
—Así será Bill, lo juro, nada malo pasará…
Bill salía del museo tan rápido como podía, fingiendo una sonrisa en sus labios para la gente que aún estaba en aquel lugar.
—Señor Kaulitz —llamó una mujer, la secretaria de su jefe—. El señor Adler le está solicitando en su despacho. —Ese era su jefe, el dueño del museo, el padre de Astrid. Lo que más deseaba Bill en esos momentos era irse y así tomar una ducha con urgencia.
—Cindy, no puedo ahora, avísale que lo llamaré mañana.
—Este… señor Kaulitz, el señor Adler sabe que está aquí, no creo que sea buena idea que se fuera… —Bill le frunció el ceño, estaba casi despeinado y sudado, así no lo vería.
—Dile lo que te dije…
—Ya lo escuché —interrumpió una voz grave, era él—. Pase a mi oficina, ahora. —Bill tragó saliva dando media vuelta y fingiendo otra sonrisa para él.
Entró en aquel hermoso lugar, la oficina del padre de Astrid. Éste era un hombre mayor de barba espesa y siempre usaba trajes finos, era de poco relacionarse con la gente, por eso había puesto de promotor al padre de sus nietas y pareja de su hija menor. Aunque él ya estaba al tanto de algunas cosas que comenzaron a incomodarle en sobremanera.
—Bill… —sentados frente a frente le pasó un puro.
—No gracias —rechazó con una pequeña sonrisa.
—Necesito hablar contigo de hombre a hombre. —Le casi sonrió y Bill comenzó a ponerse nervioso, él detestaba esas conversaciones específicamente de hombre a hombre porque él sabía que sería el menos comprendido, así que se cruzó de brazos—. Te he puesto como casi vicepresidente porque te considero parte de mi familia, te estoy agradecido por las hermosas nietas que has tenido con mi hija… —Bill le miraba extrañado, parecía no estar molesto—. Pero no puedo tolerar lo que le estás haciendo, ¿pasa algo contigo? —Bill trataba de esquivar su mirada.
—Señor Adler, no expondré mi vida privada ante usted…
—Pero si tu vida privada la sabe hasta los cuadros de este museo. —Le miró rudamente—. Y sabes, no quiero pelear, eres aún un niño, carente de un modelo de padre, puedo entenderlo. —Bill frunció el ceño, él no quería entrar a esa esfera—. ¿Sabes lo que es amar?
—Yo amo a su hija… —intentó sonar seguro.
—No te pregunté eso, te pregunté si sabes qué es amar… —Bill suspiró pesadamente.
—Sí lo sé, señor, no soy un niño.
—Tengo cincuenta y siete años, de los cuales llevo casado más de treinta años con Ivonne, tú la conoces, sabes como es ella… —Claro que Bill sabía, ella era como una bruja, metiche y muy unida a su hija—. ¿Crees que en verdad la ame? —Bill no sabía a dónde el señor Adler quería llegar—. Con sus achaques, con la edad que ella tiene, con su forma de ser, ¿crees que en verdad la ame?
—No lo sé…
—Sí la amo, hice un pacto con ella, amarla para siempre, así ella esté inválida o si su carácter cambiara de alguna manera, o si envejeciera; hice un pacto de amor con ella para toda la vida y por eso la amo. —Bill agachó la cabeza, se sentía intimidado.
—¿A dónde quiere llegar?
—Necesitas tener las cosas claras, Bill. No puedes estar andando por ahí enredándote con quien sabe quien…
—Señor, no es así de fácil. —Se tocó la cabeza, comenzando a incomodarse—. Si yo pudiera, tan solo si pudiera olvidar ciertas cosas quizá todo sería diferente…
—¡Es tu elección, niño! ¡Uno elige amar! Es una elección que se toma con responsabilidad.
—¡No puedo elegir a quien amar! Eso ya está en mi corazón, no puedo sacarlo. —El señor Adler frunció el ceño.
—¡No quieres sacarlo! ¡Estás encaprichado como un niño! ¡Aún no creces! —Bill se puso en pie, detestaba que le gritaran así, el señor Adler le siguió mientras Bill retrocedía hacia la salida—. Eres igual que tu padre. —Golpe bajo, a Bill le temblaron las piernas.
—¡No! Usted no sabe…
—Él no respetó a tu mamá y tú haces lo mismo con tu mujer, tus hijas lo sabrán en su momento y la imagen que tenían de su padre se les caerá, y será toda tu culpa. —Bill tragó saliva, comenzó a temblar—. Aún eres tan joven como mi hija, aún eres un niño y aún no sabes lo que es el amor verdadero, andas jugando a ser papá…
—Señor Adler, por favor… —Su voz sonó en una súplica. Su suegro le miró a los ojos, acerándose más le puso una mano en el hombro.
—No te voy a condenar —apretó su agarre en su hombro y Bill apretó los dientes—. Eres el hombre que mi hija ama, pero ten presente que ella abrirá los ojos, así que escúchame bien, esta es una advertencia, será mejor que te decidas, o ella —apretó un poco más y Bill reprimió un quejido—, o alguno de tus amantes —le abrió los ojos intimidándole— ¡Pero no ambos! ¿¡Entendiste!? —Bill se puso muy rojo, agachó la cabeza y el señor Adler le zarandeó— ¡Da la cara como hombre!
—¡Entendí! —Le miró con los ojos rojos de desesperación, vergüenza y rabia, respirando agitadamente con las pupilas dilatadas.
—Está bien… Ahora puedes irte. —Le soltó. Bill suspiró y llevó sus manos a su rostro, agachó la cabeza, quería morirse ahí mismo—. Bill, no olvides que es una elección y es para siempre…
—Descuide, lo pensaré…
—¡No! ¡No hablo de pensar! ¡Hablo de tomar una decisión hoy mismo!
Bill salió de ahí temblando, quería llorar y ser abrazado por alguien. Pero se adentró en su auto y manejó directamente a casa. Entró en ella y caminó sigiloso por el pasillo hasta el baño. Se desnudó tan rápido como pudo y tomó una ducha de agua fría por casi una hora. Cada músculo de su cuerpo le dolía de alguna manera, y un dolor de cabeza comenzó a perturbarle.
Qué difícil decisión.
Tom estaba recostado en la cama con los ojos abiertos viendo la televisión sin prestar atención, Andrej junto a él veía en la televisión una obra de teatro aburrida.
—Tom, ¿en qué piensas? —Andrej le acarició el brazo y se lo besó. Tom le miró por segundos para luego seguir perdiéndose en la televisión sin concentrarse realmente.
—En nada… —dijo en un susurro.
—Aps… —comenzó a acercársele cual animalito buscando refugio, Tom le pasó un brazo por detrás para abrazarlo, pero aún no respondía como de costumbre—. Pareces ido… ¿pasa algo?
—Nada, solo tengo sueño. Buenas noches… —Le dio un pequeño beso y se recostó dándole la espalda.
No podía cerrar los ojos, simplemente no podía dejar de pensar aquello, ¿dónde quedó su pequeño Bill?
Más recuerdos venían a su mente…
—No, no es eso… —estaba llorando por primera vez delante de él—. Mañana me voy a Francia. —Y aquello fue como cuchillos en su corazón… Bill se iría a otro país lejos de él y Tom no podía hacer nada para impedirlo.
Segundos después de su primera vez, Bill le había dicho eso. Aunque antes habían hablado de aquello, Tom nunca lo sintió tan cerca y palpable, era realidad, lo perdería.
—Bill, no… nooo… —dijo con aguda voz, incapaz de no llorar, se encogió en la cama y Bill le abrazó temblando, mojándole el hombro con su llanto—. No…
—No quiero Tomi, no quiero… —le abrazaba y sobaba la espalda—. Estoy seguro que te veré… debe haber una forma. —Tom se recostó y tomó a Bill en sus brazos, aún estaban sudados por lo que había pasado, Bill fue sobre él apoyando su cabeza en su pecho.
—¿Y si escapamos? No sé, si tomamos un tren y nunca regresamos… —Bill lo miró en la oscuridad de su habitación, buscó sus labios y los besó.
—Nos encontrarán y será peor.
—Pero ¿tú te atreverías? —preguntó Tom inseguro—. Si salgo por esa puerta rumbo a la estación del tren, ¿me seguirías?
—Soy tuyo… te seguiría, si ahora te levantas y decides hacerlo, yo te seguiría. —El corazón de Bill latía fuerte en su pecho, sabiendo que él sería capaz de ir tras Tom si éste cometería esa locura de escapar.
—Oh, no… —Tom comenzó a llorar de vuelta, y es que sabía que no tenía el suficiente valor para hacer esa locura. Casi desesperado abrazó a Bill por la cintura, pegándolo a su pecho, Bill le correspondió—. Prométeme que solo serás mío —susurró al oído.
—Sí, solo tuyo. —Tom se levantó de ahí y extendió su mano hacia su mesita de noche encendiendo su lamparín, quería ver aquel juramento. Bill cogió la sábana que estaba más cerca cubriendo algo su desnudez y es que tenía su semen y el de Tom por ciertas partes de su cuerpo. Tom le tomó de los hombros, mirándolo a los ojos, Bill meneó la cabeza tratando de quitarse los cabellos que le impedían ver con claridad a su primer y único amor el cual también tenía parte de sus rastas en la cara—. Te ves sexy así —le dijo Bill con una pequeña sonrisa, Tom rió despacio, quería lanzarse sobre Bill y hacerle el amor otra vez, pero antes quería estar seguro del juramento.
—Repítelo otra vez, que serás solo mío —Bill le sonrió y mirándole a los ojos se lo diría.
—Solamente seré tuyo, para siempre. —Tom comenzó a agitarse y tomándolo de su rostro lo besó hasta recostarlo otra vez en la cama.
—No olvides, Bill… —éste lo miro fijamente y asintió.
—Dime que no amarás a otro que no sea yo. —Tom rió un poco, para él eso era imposible, no habría otro como Bill.
—Claro que no lo haré, eso es lógico, te amo Bill. —Otro beso más y las cosas comenzaban a salirse de control.
Con sus manos desesperadas le quitó la sábana que lo cubría, Bill chilló algo nervioso por la intensidad y se dejó besar. Había una desesperación y ganas de entregarse en ambos, pero no podían, Bill se quejaba y es que le había dolido la primera vez. Tom le siguió besando cada parte que podía besar, quería memorizarlo, tenerlo gravado.
La madrugada llegaría y sus cuerpos no daban más, sus labios estaban adormecidos de tanto besarse y lamentablemente Tom debía bajar a dormir en el sofá o podría meterse en serios problemas con su mamá.
—Recuerda la promesa —Tom le besó en la frente—. Te amo Bill… —no se cansaba de decirle lo mismo una y otra vez.
—Lo tendré presente, te amo —le besó en los labios y luego Tom se sentó a su lado para vestirse. Bill le observaba. Tom se levantó ya vestido y le miró, la luz del alba entraba por su ventana.
—Saldremos de esto, lo verás, cuando seamos mayores nos reiremos de todo esto, nadie podrá separarnos y juro que te haré el amor más de una vez. —Bill apretó los labios, quería decirle tantas cosas, pero temía llorar—. Descansa… —se giró sobre sus talones y caminó sin zapatos para abrir la puerta y salir de ese íntimo lugar.
Bill apreció el lugar de su primera vez, abrazó aquella almohada y se cubrió con sábanas blancas. Su cuerpo aún temblaba y dolía, pero su corazón sangraba aún más, él confiaba que todo aquello pasaría y tenía la certeza de que Tom sería su primer y único amor.
Lo mismo creía Tom.
Bill se puso un pijama y fue al cuarto de sus dos niñas. Astrid estaba con ellas y le sonrió. Bill se le acercó algo inseguro pero luego de ver a sus niñas querer ser besadas por él se recostó en una de las camas y ellas comenzaron a jugar con él.
—Tus hijas no duermen hasta que tú las besas —le dijo ella y Bill asintió.
—Lo sé, son adorables… —Bill la miró, ella lo notó diferente—. Astrid, debo hablar contigo —suspiró—. Debo… —Sus ojos se le llenaron de lágrimas y se levantó de ahí para tomar a sus dos hijas y arroparlas en sus camas.
—Bill, amor, ¿pasa algo? —Él terminó de meterlas en sus camitas y les dio un beso a cada una.
Luego se levantó y extendió una mano a Astrid jalándola para llevársela.
—Astrid… —La miró a los ojos— Perdóname. —La abrazó y ella le correspondió—. Perdóname por no ser quien te merezca. Quisiera prometerte un millón de cosas, pero no podré cumplirlas, no puedo, soy un maldito cobarde que está atado al pasado, no puedo arrastrarte conmigo… No quiero y decido no hacerlo. —Ella dejó de abrazarlo, le miró con los ojos rojos y así, secando sus lágrimas asintió.
—Yo entiendo… Quiero ser feliz, Bill y sé que no lo eres conmigo… —Él se mordió el labio.
—Juro que lo intenté, y sí quise esto, te quise, amo a las bebés, eres mi única mujer. —Astrid le miraba con lágrimas en los ojos.
—Ahora debemos de pensar qué haremos. —Ella se cruzó de brazos y agachó la cabeza, Bill asintió. Ahora vendría la parte más difícil.
Pero las decisiones que se toman con la cabeza más que con el corazón siempre son las mejores…
Tom por su lado, se levantó de la cama cerca de la media noche y fue a la sala, se sentó en la oscuridad y encendió un cigarro. En la penumbra lograba ver aquel cuadro que le compró a Bill hace tres años.
—Maldita sea, quiero dejar de pensar en ti, quiero dejar todo esto atrás. —Sentía como la rabia le recorría por dentro, aún no podía encontrar la calma.
Tomó aquel cuadro y con la colilla del cigarrillo comenzó a destruirlo. Pronto un nudo incómodo se formó en su garganta.
¿Tan difícil era olvidarlo?
Sí.
El pequeño de rastas no había ido a la escuela ese día, tenía una fiebre extraña y Simone había preferido que mantuviera reposo, y es que ella era un tanto sobreprotectora. Tom definitivamente no quiso quedarse en casa, así que en cuanto su mamá se fue a trabajar, él se tomó un vaso de agua fría para terminar de despertar y alistarse para irse a la escuela. Quería ver a Bill, lo necesitaba con tantas ganas y es que sabía que éste no estaba bien, cada que hablaban Bill le mencionaba el tema de sus padres, que habían peleas en casa, que el traslado de su mamá estaría por salir, que ya habían discutido con quién se quedarían él y Daniela. Todo eso tenía a Bill estresado y con una sensación de perderle, cosa que Tom no quería ni pensarlo.
Había llegado a la escuela algo afiebrado, pero el portero no le dejó pasar, pues era tarde. No podía llamar a Bill porque estaba prohibido tener los celulares encendidos en clases… Estaba perdido. Pero usando sus habilidades persuasivas, logró convencer al portero para que le diera una notita a Bill.
“Estoy en el parque cerca de la estación del tren, estaré ahí toda la mañana, espero verte hoy día”
Claro que el portero leyó aquello, así que se lo dio casi a la hora de salida. Bill no podía estar tranquilo, él pensó que ese día no vería a Tom, pero estaba equivocado.
Bill corrió por toda la ancha calle rumbo a la estación del tren, ahí entró a la heladería de siempre y pidió dos conos de helado de fresa. De regreso a las calles, corrió con aquello en sus manos hasta pasar la estación del tren y adentrarse en el parque que estaba por ahí cerca. Buscaba con la mirada a Tom, ¿dónde podría estar? Habían unos columpios y luego más allá, pasando unos árboles frondosos, había un jardín con algunas bancas, Bill decidió ir por ahí, pasando aquel lugar había un pequeño lago de patos, Tom le daba la espalda, estaba ahí sentado lanzando hojas secas a ese lago, algunos patos se alborotaban pensando sería comida.
—¿Tomi? —llamó con los dos conos de helado derritiéndose en sus manos. Tom volteó a verlo y se levantó tan rápido que asustó a Bill.
—¡Llegaste! Creí que el portero no te había pasado mi nota. —Se le acercó y le dio un pequeño y rápido beso en sus labios, Bill le sonrió.
—Sí me la dio, aunque muy tarde, yo hubiera escapado para verte. —Tom vio los helados, estaban derritiéndose mucho—. Te traje helado…
—De fresa…
—Y no va a ser. —Tom rió y Bill le pasó su helado a punto de caerse del cono—. Oh, Tomi, lo lamento… demoré en encontrarte, se está derritiendo.
—No importa —le dio una lamida—, igual en mi vientre se derretirá. —Bill lo miró de reojo y se sentó en aquel lugar, Tom le siguió, y ambos miraron el lago. Tom suspiró aliviado, pasaría un tiempo con Bill.
—¿Por qué faltaste al colegio? Te extrañé demasiado… —Tom lo miró y se lamió los labios. Bill se terminaba su helado, era adicto al de fresas, ya casi se comía el cono.
—Tuve fiebre… —Bill abrió los ojos asombrado.
—¡Tom! No puedes comer helado, y si es una gripe.
—Nah, no es nada… —pero Bill le tomó de una mano y le quitó el cono—. Dame mi helado, en serio que no es nada, mi madre y sus cosas de fiebre, solo estaba algo caliente, no me sentía afiebrado —mintió pues en realidad sí tenía una fiebre.
—Trae aquí… con que caliente. —Bill le sonrió y se ruborizó, Tom no sabía cómo reaccionar, habían cosas que lo ponían nervioso al extremo—. Voy a calentar tu helado.
—¿Qué vas a hacer? —Bill se recostó en el césped y se levantó la polera, Tom casi se atraganta, hace algunos días Bill le había mostrado su más íntimo secreto, él era rubio y le había mostrado su piel directamente. Otra vez lo hacía—. Espera, Bill… —Tom enrojeció al verle decidido y como su plano abdomen se contrajo al verter la bola de su helado en él. Bill casi chilló y Tom, él enmudeció deleitándose en verle así, temblando con la boca abierta y mirándole a los ojos, aunque Tom no siempre tenía su vista en sus ojos precisamente, amaba verlo a detalle.
—Ahora… prueba —le dijo con la voz ronca, Tom lo miró comenzando a agitarse.
—Voy a comerte, Bill… —Se mordió el labio y luego fue sobre él, apoyando sus manos a ambos lados, se inclinó rozando la punta de su nariz por su pecho y luego más abajo. Alzó la cabeza tan rápido como una marmota para mirar a ambos lados, aquel parque estaba desolado, apenas había aves nada más, y luego regresó la vista a su chico quien temblaba por la crema helada que había vertido en su vientre—. Esto será delicioso —se inclinó y él en realidad no supo de dónde sacó ese valor para pasar su lengua por aquel manjar.
Bill llevó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, suspirando hondo, sus manos se aferraron al poco césped mientras sentía la húmeda lengua de Tom bajar un poco más abajo que su ombligo. Él no podía evitar contraer su vientre por tantas cosquillas y nerviosismo que empezó a sentir. Y luego, abrió la boca para gemir, la cual cerró tan rápido, él no quería hacer esos sonidos, aún era todo tan pronto. Se llevó las manos a la boca y se la tapó, estaba rojo de la vergüenza, Tom rió un poco, a él le encantaba cuando Bill gemía, cualquiera de sus reacciones, todo le era fascinante. Así que luego de mirarlo a los ojos, tomó sus manos y se las sacó de ahí.
—Aún no termino… —Regresó a su vientre y lo delineó con su lengua.
—Tomi… —se quejó entre risitas—. Ahh… —ahí iba otra vez y Tom intensificó sus lamidas para luego alzarse un poco y besarlo acallando todo aquello.
Bill cerró los ojos y abrazó tanto como pudo a su novio, éste sabía a fresa. Tom se recostó a su lado y Bill se bajó el polo, cubriendo su abdomen. Suspiraba y reía espontáneamente, acomodándose en los brazos de Tom quien besó su frente.
—Gracias por calentar mi helado… lo aprecio —Bill rió—. ¿Cómo están las cosas hoy? —Bill suspiró hondamente, se puso serio y se recostó frente a Tom para mirarle a los ojos—. Me preocupas…
—Descuida… —bajó la mirada—. A mamá aún no le dan su traslado, pero sabes, ayer me enteré que está aplicando para irse a Francia…
—¿A Francia? Pero por qué tan lejos… Hay muchos hospitales en Leipzig.
—Lo sé, pero creo que ella quiere irse muy lejos, y en eso mi padre tiene la culpa, ese desgraciado… —Hizo un puño con su mano y lo impactó con fuerza en el césped cerca del rostro de Tom quien cerró los ojos un momento para que no le llegara el polvo a los ojos—. Lo siento…
—No te preocupes —extendió su mano y acarició la mejilla de Bill.
—Mi papá tiene otra mujer, Tom, y ¡es más joven que mi mamá! ¡Lo odio! ¿Acaso mi mami no es joven y bonita? ¡¿Por qué tuvo que fijarse en otra tipa?! Lo peor es que creo conocerla… Maldita secretaria. —Tom le escuchaba atento, él no sabía qué decirle, nunca había tenido un papá… No sabía qué era ese sufrimiento de la señora Helen, sus vidas familiares eran muy distintas, pero podía entenderlo—. ¿Sabes algo? Escuché que mi papá… —cerró los ojos, trataba de no llorar—. Él volvió a pegarle a mi mamá esta semana, todo porque ella quiere llevarnos lejos de él, pero hablé con Amelia y nuestra opinión importará, nos preguntarán con quien deseamos quedarnos y claro que diremos que con mamá, con el maldito de mi padre no me quedo y sé que Daniela piensa lo mismo que yo.
—Oh, Bill, no sé qué decirte, no quiero que pases por todo eso… —Le dio un pequeño beso—. No quiero perderte. —Ahí estaban otra vez esas inseguridades.
—Tengo la esperanza de que no… creo que nos quedaremos en Alemania, aunque no en Leipzig, podré verte una vez al mes, no lo sé.
—Aún no pensemos en eso, verás que no te irás y verás que tu papá cambiará, que todo mejorará… —Bill frunció el ceño.
—Ese hombre no cambiará, es de lo peor.
—Es tu padre. —Bill lo miró a los ojos algo consternado—. Sé que no puedo hablar de papás porque no tengo uno, hubiese querido tenerlo, pero Bill, es tu sangre.
—¡No! ¡Ese no es nada mío! ¡No tengo nada de ese maldito! —Bill dejó de mirarlo, se sentó dándole la espalda y abrazó sus piernas, Tom se sentó a su lado y le abrazó por la espalda—. Perdóname Tomi, no quise gritarte… —Tom asintió y le besó la mejilla, Bill trató de sonreír—. ¿Crees que tenga algo de él? —Le miró algo asustado.
—Humm… creo que sí, eres su hijo, apuesto que serás tan alto como él y tendrás sus cejas gruesas y esa voz tan seria… —Bill suspiró tratando de no molestarse con Tom.
—¿Crees que llegue a ser malo como él? —apenas dijo con labios temblorosos.
—No, creo que eres más consciente que él siendo tú de catorce… Creo que él debe aprender de ti —Bill volteó a verlo y se le lanzó a sus brazos, él amaba a Tom justamente porque éste estaba siempre en sus momentos más difíciles y cada cosa que salía de sus labios lograba reconfortarlo de alguna manera.
—Te amo, Tomi —le susurró al oído y Tom le apretó en sus brazos—. Quiero que estemos así para siempre, sin importar lo que los mayores hagan, solos tú y yo.
—Así será Bill, lo juro, nada malo pasará…
***
Bill salía del museo tan rápido como podía, fingiendo una sonrisa en sus labios para la gente que aún estaba en aquel lugar.
—Señor Kaulitz —llamó una mujer, la secretaria de su jefe—. El señor Adler le está solicitando en su despacho. —Ese era su jefe, el dueño del museo, el padre de Astrid. Lo que más deseaba Bill en esos momentos era irse y así tomar una ducha con urgencia.
—Cindy, no puedo ahora, avísale que lo llamaré mañana.
—Este… señor Kaulitz, el señor Adler sabe que está aquí, no creo que sea buena idea que se fuera… —Bill le frunció el ceño, estaba casi despeinado y sudado, así no lo vería.
—Dile lo que te dije…
—Ya lo escuché —interrumpió una voz grave, era él—. Pase a mi oficina, ahora. —Bill tragó saliva dando media vuelta y fingiendo otra sonrisa para él.
Entró en aquel hermoso lugar, la oficina del padre de Astrid. Éste era un hombre mayor de barba espesa y siempre usaba trajes finos, era de poco relacionarse con la gente, por eso había puesto de promotor al padre de sus nietas y pareja de su hija menor. Aunque él ya estaba al tanto de algunas cosas que comenzaron a incomodarle en sobremanera.
—Bill… —sentados frente a frente le pasó un puro.
—No gracias —rechazó con una pequeña sonrisa.
—Necesito hablar contigo de hombre a hombre. —Le casi sonrió y Bill comenzó a ponerse nervioso, él detestaba esas conversaciones específicamente de hombre a hombre porque él sabía que sería el menos comprendido, así que se cruzó de brazos—. Te he puesto como casi vicepresidente porque te considero parte de mi familia, te estoy agradecido por las hermosas nietas que has tenido con mi hija… —Bill le miraba extrañado, parecía no estar molesto—. Pero no puedo tolerar lo que le estás haciendo, ¿pasa algo contigo? —Bill trataba de esquivar su mirada.
—Señor Adler, no expondré mi vida privada ante usted…
—Pero si tu vida privada la sabe hasta los cuadros de este museo. —Le miró rudamente—. Y sabes, no quiero pelear, eres aún un niño, carente de un modelo de padre, puedo entenderlo. —Bill frunció el ceño, él no quería entrar a esa esfera—. ¿Sabes lo que es amar?
—Yo amo a su hija… —intentó sonar seguro.
—No te pregunté eso, te pregunté si sabes qué es amar… —Bill suspiró pesadamente.
—Sí lo sé, señor, no soy un niño.
—Tengo cincuenta y siete años, de los cuales llevo casado más de treinta años con Ivonne, tú la conoces, sabes como es ella… —Claro que Bill sabía, ella era como una bruja, metiche y muy unida a su hija—. ¿Crees que en verdad la ame? —Bill no sabía a dónde el señor Adler quería llegar—. Con sus achaques, con la edad que ella tiene, con su forma de ser, ¿crees que en verdad la ame?
—No lo sé…
—Sí la amo, hice un pacto con ella, amarla para siempre, así ella esté inválida o si su carácter cambiara de alguna manera, o si envejeciera; hice un pacto de amor con ella para toda la vida y por eso la amo. —Bill agachó la cabeza, se sentía intimidado.
—¿A dónde quiere llegar?
—Necesitas tener las cosas claras, Bill. No puedes estar andando por ahí enredándote con quien sabe quien…
—Señor, no es así de fácil. —Se tocó la cabeza, comenzando a incomodarse—. Si yo pudiera, tan solo si pudiera olvidar ciertas cosas quizá todo sería diferente…
—¡Es tu elección, niño! ¡Uno elige amar! Es una elección que se toma con responsabilidad.
—¡No puedo elegir a quien amar! Eso ya está en mi corazón, no puedo sacarlo. —El señor Adler frunció el ceño.
—¡No quieres sacarlo! ¡Estás encaprichado como un niño! ¡Aún no creces! —Bill se puso en pie, detestaba que le gritaran así, el señor Adler le siguió mientras Bill retrocedía hacia la salida—. Eres igual que tu padre. —Golpe bajo, a Bill le temblaron las piernas.
—¡No! Usted no sabe…
—Él no respetó a tu mamá y tú haces lo mismo con tu mujer, tus hijas lo sabrán en su momento y la imagen que tenían de su padre se les caerá, y será toda tu culpa. —Bill tragó saliva, comenzó a temblar—. Aún eres tan joven como mi hija, aún eres un niño y aún no sabes lo que es el amor verdadero, andas jugando a ser papá…
—Señor Adler, por favor… —Su voz sonó en una súplica. Su suegro le miró a los ojos, acerándose más le puso una mano en el hombro.
—No te voy a condenar —apretó su agarre en su hombro y Bill apretó los dientes—. Eres el hombre que mi hija ama, pero ten presente que ella abrirá los ojos, así que escúchame bien, esta es una advertencia, será mejor que te decidas, o ella —apretó un poco más y Bill reprimió un quejido—, o alguno de tus amantes —le abrió los ojos intimidándole— ¡Pero no ambos! ¿¡Entendiste!? —Bill se puso muy rojo, agachó la cabeza y el señor Adler le zarandeó— ¡Da la cara como hombre!
—¡Entendí! —Le miró con los ojos rojos de desesperación, vergüenza y rabia, respirando agitadamente con las pupilas dilatadas.
—Está bien… Ahora puedes irte. —Le soltó. Bill suspiró y llevó sus manos a su rostro, agachó la cabeza, quería morirse ahí mismo—. Bill, no olvides que es una elección y es para siempre…
—Descuide, lo pensaré…
—¡No! ¡No hablo de pensar! ¡Hablo de tomar una decisión hoy mismo!
Bill salió de ahí temblando, quería llorar y ser abrazado por alguien. Pero se adentró en su auto y manejó directamente a casa. Entró en ella y caminó sigiloso por el pasillo hasta el baño. Se desnudó tan rápido como pudo y tomó una ducha de agua fría por casi una hora. Cada músculo de su cuerpo le dolía de alguna manera, y un dolor de cabeza comenzó a perturbarle.
Qué difícil decisión.
***
Tom estaba recostado en la cama con los ojos abiertos viendo la televisión sin prestar atención, Andrej junto a él veía en la televisión una obra de teatro aburrida.
—Tom, ¿en qué piensas? —Andrej le acarició el brazo y se lo besó. Tom le miró por segundos para luego seguir perdiéndose en la televisión sin concentrarse realmente.
—En nada… —dijo en un susurro.
—Aps… —comenzó a acercársele cual animalito buscando refugio, Tom le pasó un brazo por detrás para abrazarlo, pero aún no respondía como de costumbre—. Pareces ido… ¿pasa algo?
—Nada, solo tengo sueño. Buenas noches… —Le dio un pequeño beso y se recostó dándole la espalda.
No podía cerrar los ojos, simplemente no podía dejar de pensar aquello, ¿dónde quedó su pequeño Bill?
Más recuerdos venían a su mente…
—No, no es eso… —estaba llorando por primera vez delante de él—. Mañana me voy a Francia. —Y aquello fue como cuchillos en su corazón… Bill se iría a otro país lejos de él y Tom no podía hacer nada para impedirlo.
Segundos después de su primera vez, Bill le había dicho eso. Aunque antes habían hablado de aquello, Tom nunca lo sintió tan cerca y palpable, era realidad, lo perdería.
—Bill, no… nooo… —dijo con aguda voz, incapaz de no llorar, se encogió en la cama y Bill le abrazó temblando, mojándole el hombro con su llanto—. No…
—No quiero Tomi, no quiero… —le abrazaba y sobaba la espalda—. Estoy seguro que te veré… debe haber una forma. —Tom se recostó y tomó a Bill en sus brazos, aún estaban sudados por lo que había pasado, Bill fue sobre él apoyando su cabeza en su pecho.
—¿Y si escapamos? No sé, si tomamos un tren y nunca regresamos… —Bill lo miró en la oscuridad de su habitación, buscó sus labios y los besó.
—Nos encontrarán y será peor.
—Pero ¿tú te atreverías? —preguntó Tom inseguro—. Si salgo por esa puerta rumbo a la estación del tren, ¿me seguirías?
—Soy tuyo… te seguiría, si ahora te levantas y decides hacerlo, yo te seguiría. —El corazón de Bill latía fuerte en su pecho, sabiendo que él sería capaz de ir tras Tom si éste cometería esa locura de escapar.
—Oh, no… —Tom comenzó a llorar de vuelta, y es que sabía que no tenía el suficiente valor para hacer esa locura. Casi desesperado abrazó a Bill por la cintura, pegándolo a su pecho, Bill le correspondió—. Prométeme que solo serás mío —susurró al oído.
—Sí, solo tuyo. —Tom se levantó de ahí y extendió su mano hacia su mesita de noche encendiendo su lamparín, quería ver aquel juramento. Bill cogió la sábana que estaba más cerca cubriendo algo su desnudez y es que tenía su semen y el de Tom por ciertas partes de su cuerpo. Tom le tomó de los hombros, mirándolo a los ojos, Bill meneó la cabeza tratando de quitarse los cabellos que le impedían ver con claridad a su primer y único amor el cual también tenía parte de sus rastas en la cara—. Te ves sexy así —le dijo Bill con una pequeña sonrisa, Tom rió despacio, quería lanzarse sobre Bill y hacerle el amor otra vez, pero antes quería estar seguro del juramento.
—Repítelo otra vez, que serás solo mío —Bill le sonrió y mirándole a los ojos se lo diría.
—Solamente seré tuyo, para siempre. —Tom comenzó a agitarse y tomándolo de su rostro lo besó hasta recostarlo otra vez en la cama.
—No olvides, Bill… —éste lo miro fijamente y asintió.
—Dime que no amarás a otro que no sea yo. —Tom rió un poco, para él eso era imposible, no habría otro como Bill.
—Claro que no lo haré, eso es lógico, te amo Bill. —Otro beso más y las cosas comenzaban a salirse de control.
Con sus manos desesperadas le quitó la sábana que lo cubría, Bill chilló algo nervioso por la intensidad y se dejó besar. Había una desesperación y ganas de entregarse en ambos, pero no podían, Bill se quejaba y es que le había dolido la primera vez. Tom le siguió besando cada parte que podía besar, quería memorizarlo, tenerlo gravado.
La madrugada llegaría y sus cuerpos no daban más, sus labios estaban adormecidos de tanto besarse y lamentablemente Tom debía bajar a dormir en el sofá o podría meterse en serios problemas con su mamá.
—Recuerda la promesa —Tom le besó en la frente—. Te amo Bill… —no se cansaba de decirle lo mismo una y otra vez.
—Lo tendré presente, te amo —le besó en los labios y luego Tom se sentó a su lado para vestirse. Bill le observaba. Tom se levantó ya vestido y le miró, la luz del alba entraba por su ventana.
—Saldremos de esto, lo verás, cuando seamos mayores nos reiremos de todo esto, nadie podrá separarnos y juro que te haré el amor más de una vez. —Bill apretó los labios, quería decirle tantas cosas, pero temía llorar—. Descansa… —se giró sobre sus talones y caminó sin zapatos para abrir la puerta y salir de ese íntimo lugar.
Bill apreció el lugar de su primera vez, abrazó aquella almohada y se cubrió con sábanas blancas. Su cuerpo aún temblaba y dolía, pero su corazón sangraba aún más, él confiaba que todo aquello pasaría y tenía la certeza de que Tom sería su primer y único amor.
Lo mismo creía Tom.
***
Bill se puso un pijama y fue al cuarto de sus dos niñas. Astrid estaba con ellas y le sonrió. Bill se le acercó algo inseguro pero luego de ver a sus niñas querer ser besadas por él se recostó en una de las camas y ellas comenzaron a jugar con él.
—Tus hijas no duermen hasta que tú las besas —le dijo ella y Bill asintió.
—Lo sé, son adorables… —Bill la miró, ella lo notó diferente—. Astrid, debo hablar contigo —suspiró—. Debo… —Sus ojos se le llenaron de lágrimas y se levantó de ahí para tomar a sus dos hijas y arroparlas en sus camas.
—Bill, amor, ¿pasa algo? —Él terminó de meterlas en sus camitas y les dio un beso a cada una.
Luego se levantó y extendió una mano a Astrid jalándola para llevársela.
—Astrid… —La miró a los ojos— Perdóname. —La abrazó y ella le correspondió—. Perdóname por no ser quien te merezca. Quisiera prometerte un millón de cosas, pero no podré cumplirlas, no puedo, soy un maldito cobarde que está atado al pasado, no puedo arrastrarte conmigo… No quiero y decido no hacerlo. —Ella dejó de abrazarlo, le miró con los ojos rojos y así, secando sus lágrimas asintió.
—Yo entiendo… Quiero ser feliz, Bill y sé que no lo eres conmigo… —Él se mordió el labio.
—Juro que lo intenté, y sí quise esto, te quise, amo a las bebés, eres mi única mujer. —Astrid le miraba con lágrimas en los ojos.
—Ahora debemos de pensar qué haremos. —Ella se cruzó de brazos y agachó la cabeza, Bill asintió. Ahora vendría la parte más difícil.
Pero las decisiones que se toman con la cabeza más que con el corazón siempre son las mejores…
Tom por su lado, se levantó de la cama cerca de la media noche y fue a la sala, se sentó en la oscuridad y encendió un cigarro. En la penumbra lograba ver aquel cuadro que le compró a Bill hace tres años.
—Maldita sea, quiero dejar de pensar en ti, quiero dejar todo esto atrás. —Sentía como la rabia le recorría por dentro, aún no podía encontrar la calma.
Tomó aquel cuadro y con la colilla del cigarrillo comenzó a destruirlo. Pronto un nudo incómodo se formó en su garganta.
¿Tan difícil era olvidarlo?
Sí.
Complicado, ¿verdad? A ver qué hace Bill ahora que ha decidido dejar a Astrid... Nos vemos en el siguiente capítulo :D
complicado sin duda es la palabra correcta, Bill al menos ha aclarado un poco sus ideas y dejara de hacerle daño a su familia y ha sido honesto con Astrid eso es un gran paso.
ResponderEliminaren cambio Tom, esta furioso y dolido por lo que escucho en la linea.
espero el próximo, saludos :)
hallo <3 si x_x demasiado complicado... pero veremos que decisión toma~
Eliminarbesos<3
tan profundo que es este capitulo que ni escudriñando cada renglo lo podre comprender al 100% pero si que es para pensar y mucho, no se puede estar con una persona que jamas nos amara, no se puede olbidar a quien nos enseño a amar y lo mas importante . . . no todos sabemos dejar ir, pink te admiro muchooo eres grandiosa.
ResponderEliminarATTE HIDEN
hallo<3
Eliminarsí u_u es tan complicado ese asunto del amor D: a veces no se manda en ello.
gracias por las lindas palabras, lo valoro
<3
besos
:OOO
ResponderEliminarOk Bill me sorprendió, tomo una decisión que jamas pensé que tomaría, o al menos no ahora...
:S y ahora Tom, creo que si no quiere saber nada de Bill... vv pero si lo ponemos así, no solo Bill no cumplió su promesa, sino también Tom.. vv
bueno, la verdad es que toda la situación es un caos total.. :S
y ahora no sé que hará Bill.. :S
...a todo esto, donde esta el chico que envió Andrej.. como se llama, Ian?
cuidate! besos!
Criis.
hallo <3
Eliminarexacto, los dos no cumplieron la promesa, además vivir de promesas que se hicieron a los 14 años, ellos pensaban y creían otras cosas x_x
Ian no tardará en aparecer ;)
besos<3
uuuuuuuufffffffffffff!!! lei y lagrimeando komo es mi kostumbre... para mi las palabras ke definen el kpi son: DIFICIL, DOLOROSO, ENREDADO y REVELADOR...
ResponderEliminarLos flashbacks de Billy y Thomas, tiernos y a la vez angustiosos... la promesa de AMARSE POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE de dos chicos ke descubren el AMOR... separados por la VIDA... NO SUELEN KUMPLIRSE...
La ruda " sacudida " del padre de Astrid sirvió para darle la valentía de separarse de su mujer y sus niñas.
Y Thomas teniendo un nuevo ser kerido, no se repone de lo ke oyo y kiere pensar komo eliminarlo de su mente SI AÚN LO AMA... OTROOO KPI ASI SIGO DESAHOGANDOMEEE THANK DAMITAROSA!!
hallo <3 *-* exelentes palabras que definen el capi, es así D: por algo se llama "fresas amargas" no tiene nada de cómo empezó como "Helado de fresa"
Eliminaresperemos Bill le haga caso al padre de Astrid para que deje de sufir x_x
besos, pronto subiré lo que sigue<3
Ahhh, los flashback ;_; me encanta este fic, creo que Bill tomara una buena decision eso espero :') Sorry por comentar tarde! >.<
ResponderEliminarCuidate!! xoxo ^-^
Tom no puede reclamar nada ha sido cobarde desde que Bill le mandaba mensajes y Tom era frio con Bill,desde ahí la cobardía empezó por Tom y la decadencia de la relación,a causa de eso Bill encontró alguien más, pero,los dos cumplen su promesa de manera profunda...se aman. Malas decisiones han llevado al sufrimiento pero no se han dejado de amar. intenso intenso
ResponderEliminarRayos !! Pues estoy feliz por qué Bill a madurado y a tomado una desicion pero pues ya sabemos que es lo que quiere hacer Bill correr a los brazos de Tom .. pero puede que Bill se quede como el perro de las dos tortas
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