Niñerías - XLIII

 Hola a todos, lo prometido es deuda y aquí un capítulo más de este fic. Agradezco a los nuevos lectores y a los que comentan por primera vez, les he respondido a todos. Disfruten el capítulo, espero entiendan a Bill~

Bill abrazaba al cerdito y no quería salir de su cama. Simone tuvo que tocar la puerta.

Todo el domingo se la pasó encerrado y apenas salió para ir al baño o bajar para intentar comer algo, pero ya era lunes y debía ir a la escuela.

Maldito lunes, si mucha gente decía que el lunes era un día pesado, para Bill era tortuoso. Su mamá entró y él se tapó más con las mantas ocultando el cerdito debajo de éstas. —Puedo adivinar lo que te está pasando.

—En un momento me levanto, no te preocupes.

—No entré por eso. —Se sentó en la cama—. Creo saber por qué estás así…

—No deseo hablar. —Bill era de tener confianza con su mamá, pero ahora sabía que debía guardar ciertas cosas para sí o podría ser malinterpretado, tenía una vida privada. Simone miró a Bill recostado en la cama y acarició su cabeza, Bill solo cerró los ojos.

—Es Tom, ¿verdad? Ahora que se fue crees que todo terminó. —Bill se contrajo un poco, en su mente trataba de buscar explicación para el comportamiento de Tom, ¿qué había pasado? Ninguna llamada o mensaje, nada, no lo había buscado y sabía que el domingo él no tenía nada que hacer y le había dado a entender que no iría a Bremen con su padre. Tom había desaparecido y Bill tenía mucho miedo de llamarlo porque presentía que lo hostigaba—. Si te quiere volverá, si no te quiere se irá y es algo que debes aceptar. —Parecía tan fácil…

Bill se sintió muy idiota y no podía sacar de su mente su primera vez, en cierta forma se sentía culpable por ese día, estaba casi seguro que Tom lo había dejado porque no le supo satisfacer, quizá se había desilusionado de alguna parte de su cuerpo, no sabía, se hacía tantas ideas, algunas peores que otras y eso lo tenía debilitado en la cama, pensando y atormentándose. Pero debía seguir.

Simone le habló algunas cosas más como que contaba con su ayuda y disposición si quería encarar a Tom o si necesitaba renunciar al trabajo, pero Bill dijo que se encargaría él mismo de sus propias cosas.

Ser mayor de edad implicaba dejarse de niñerías y afrontar las circunstancias y la realidad. Bill tuvo que salir de su cama luego que Simone lo dejara. Abrió su ropero y buscó que ponerse ese día, debía ir a la escuela y al trabajo pese a todo.

En el camino, revisaba su celular otra vez, ninguna señal de Tom, ninguna llamada o mensaje y eso le preocupada mucho.

Las clases eran las peores de su vida, no tenía sentido prestar atención si ni siquiera sentía que podía entender lo que los maestros estaban explicando, su mente estaba en otro lado, en buscar respuestas.

Nicole le hablaba de cosas superficiales, Gustav le mandaba indirectas de que lucía como drogado y otros compañeros intentaban hacerlo reír, pero Bill no podía.

Caminó solo por el pasillo y sintió la necesidad de pedir ayuda, nunca antes se había deprimido de esa forma ni mucho menos sentido poca cosa… quizá poca cosa era poco a lo que realmente se sentía.

Entró a la oficina del profesor Jared y lo encontró preparando una clase, pero como era muy amable y al verlo así, supo adivinar que algo le pasaba, así que lo dejó pasar y le extendió una silla. —Es extraño verte así si hace poco te vi riendo, ¿pasa algo?

Bill bajó la cabeza y todas esas emociones dolorosas salieron en lágrimas que en silencio bajaron por sus mejillas redondeadas y se tensó pensando en todo lo que había pasado… Se sintió culpable de todo. El profesor Jared frunció el ceño casi adivinando lo que era y le extendió un pañuelo que Bill tomó con manos temblorosas y se limpió las lágrimas.

—Tengo mucho tiempo —dijo el profesor disponiéndose a escucharlo.

—Cometí un error, caí y ahora me siento tan mierda, disculpe la expresión.

—¿Un error? Pero cómo así.

—Pasó… pasaron cosas, usted me entiende. —Jared asintió y Bill suspiró tratando de calmar su llanto—. Ahora no quiere saber nada de mí, ¿comprende? Solo quería eso y lo peor es que yo lo sabía… yo mismo sabía que esto pasaría y lo hice, lo busqué.

—Creo que no eres culpable de eso, Bill, tú creíste algo, creíste lo que debiste creer, que Tom no lo haya visto así es problema de él, es culpa de él. —Se levantó de su sitio y fue a su costado para sentarse en una silla a su lado. Tocó sus mejillas y lo vio a los ojos—. Necesitas despertar y darte cuenta, Bill, es él quien está mal por solo haberte usado, tú diste todo, él no, es Tom el culpable.

Bill bajó la cabeza otra vez, él se sentía culpable por no agradar a Tom, por no ser lo suficientemente atractivo a sus ojos como para tenerlo a su lado, por ser… como un niño en esas cosas y no un pervertido como quizá Tom desearía. Se sentía culpable por no ser un cerdo como él y estar iguales.  

~*~

Tom estaba esperando a su jefe en su oficina. Se supone que le habían dicho que sea puntual. Dunja, su madre, lo había levantado temprano para que vaya a trabajar ese día y Tom salió temprano, pero su jefe aún no estaba en su oficina.

—Buenos días, joven —escuchó la voz de una mujer entrar a la oficina y cuando lo vio ella se quedó extrañada—. Un momento, eres Tom el del parque —diciendo eso Tom giró para verla y era la mujer que había conocido, la madre solera y ahora sí lucía imponente con ese vestido rojo ceñido, tacones negros altos y cabello suelto largo, se veía muy distinta a la del parque, pero era ella, Vicky, madre de la nueva amiga de su hermano Liam.

—No puede ser, ¿eres mi jefa? Pensé que sería un hombre mayor de esos gordos. —Ella se le acercó y le extendió una mano, Tom olió su perfume, era atrayente.

—Por este tiempo, estoy a cargo de la promoción de los productos de salud. Voy a explicarte tu función.

Tom se sentó en el escritorio y prestó atención, aunque por momentos sonreía, estaba tramando en su mente cómo lograr dominar a esa mujer para su beneficio, ella le sonreía por momentos, pero trataba de estar seria y explicarle sus funciones. Tom no se contentó con lo que le decía, solo debía ir a los hospitales con una maleta de productos y venderlos o firmar convenios con médicos, sería un simple repartidor de productos.

—Pensé que tendría el control de la distribución.

—No, la que controla todo eso soy yo y debo rendir cuentas, si logras vender más de lo que te estoy pidiendo ahora, recibirás más bonos y beneficios. —Tom torció la boca.

—Tengo dinero, me baño en él, no deseo bonos ni esas cosas, deseo los medicamentos para repartirlos equitativamente. —Ella rió ante eso.

—Bueno, si deseas eso podrías comprarnos los productos tú mismo. —Tom resopló, él no sabía qué hacer para explicar su punto de vista.

—¿Qué tengo que hacer para tener un puesto como tú? —Fue directo al grano.

—Piensas muy alto, primero tendrías que ser administrador y luego postular al cargo y ganarlo, nada es fácil, esto me costó años.

Tom salió molesto de ahí con la ridícula maleta de muestras de los productos, le dieron un auto de la empresa y unas fichas que debía llenar para repartir los productos. Así empezaba su primer día sintiéndose tan poco.

—Voy a sacarte de ahí —dijo entre dientes mientras manejaba—. Ninguna mujer está sobre mí, voy a bajarte de ahí y tomaré tu puesto. —Se puso el reto y volvió a sentirse el mismo de antes, el Tom que se ponía metas y las conseguía, el conquistador, a quien nadie se le resistía y lograba tener lo que quería.

El día se volvió lento y cansado, Tom no pensó que el trabajo era así y lo peor, la parte difícil era tener que relacionarse con tanta gente hipócrita que él detestaba… Los amigos de su padre. Le compraban los productos solo por ser un Trümper nada más.

Mientras tomaba un descanso en la cafetería del hospital principal, pensó en Bill y algo le incomodó al hacerlo, una sensación en el pecho y la boca del estómago le quitó el hambre, podía imaginar sus ojos brillosos preguntándose por qué no lo había llamado y lo peor era que ni Tom lo sabía, o sea, él solo quería respirar un poco lejos de esas sensaciones que lo agobiaban, quería poder tener el control de sí mismo y no perder la cabeza por un simple niñero, total, ¿quién decía que una relación así funcionaría? Tom sentía que no, sin embargo, no tenía la fuerza suficiente para alejarse de Bill del todo.  

~*~

Dunja se alistaba para ir al trabajo y cuando llegó Bill le dio la típica lista de siempre, pero no pasó desapercibido su semblante decaído. Dunja supuso que se trataba algo relacionado con Tom y en parte sonrió.

—Seré clara, mi hijo suele ser así… —Bill abrió los ojos—. Si te ha hecho daño solo dímelo para ponerlo en su lugar, pero no le des mayor importancia, por favor, me dolería perderte en este tiempo por las cosas que haga Tom.

—Yo… descuide señora, no se preocupe, solo estoy un poco cansado pero se me pasará.

—Espero, no te ilusiones con Tom, a él le gustan las mujeres, no caigas en su trampa. —Esas palabras le dolieron, pero Bill ya comenzaba a pensar que por el bien de él, debía renunciar, aunque lo haría cuando consiguiera un nuevo trabajo pues si pensaba en quedarse en Hamburgo a estudiar, debía trabajar.

Dunja se fue dejándolo decaído, pero segundos después Liam bajaba las escaleras muy animoso y eso le robó una sonrisa, lo había extrañado luego de esa semana de vacaciones.

—¡Bill! —gritó el pequeño y fue a abrazarlo—. Al fin vienes, ¿me trajiste torta? Dijiste que me traerías un poco. —Bill se sobresaltó y lo miró preocupado.

—Lo siento, ya no hubo, ¡pero! Mañana prometo traerte algo. —El niño le creyó y luego Bill lo llevó al comedor para ahí hacer las tareas como casi siempre. Liam le hablaba mucho de tantas cosas, estaba de buen humor, había un pequeño cambio en su semblante, pero eso no animaba a Bill del todo, disimulaba una sonrisa cada vez que el niño lo miraba.

—Oye, adivina qué soñé ayer —dijo comenzando a dibujar una tarea en uno de sus cuadernos.

—No lo sé…

—Tienes que adivinar, así no se vale. —Bill trató de poner de su parte, de todas formas quería a Liam.

—¿Soñaste con una fiesta de cumpleaños?

—¡No! Soñé que te casabas, adivina con quién. —Bill se puso un poco incómodo.

—Oye, termina de pintar tu tarea.

—Ya, pero adivina.

—No sé Liam, no sé con quién me casé en tu sueño.

—¡Con Tom! Y adivina quién llevaba los aros. —Bill disimuló otra sonrisa ante eso y no dijo nada—. ¡Yo! Y tú tenías un vestido largo blanco, te veías gracioso y adivina quién llevaba tu cola. —Bill rió un poco.

—No tengo la más mínima idea.

—¡El conejo Tom, quién más! Lo llevaba con sus manitas, caminaba como nosotros.

—Sueñas cosas raras, yo no podría ponerme un vestido, pero dime, ¿Tom aceptó? Ya sabes, le preguntan si acepta casarse y los dos dicen que sí. —Liam se quedó pensando en eso.

—No sé. —Lo miró serio—. Mi sueño termina cuando todos tenemos que salir de esa iglesia porque mi mamá se molestó y nos perseguía, también el señor Arthur.

—Dos hombres no pueden casarse, ¿lo sabías? —Liam se sorprendió un poco.

—¿No pueden? —Bill negó con la cabeza—. ¿Por qué no? ¿Es porque no pueden usar vestidos?

—No, no es eso, es porque hay reglas…

—¿Y cómo harán ustedes? —preguntó un poco angustiado—. ¿No habrá una boda?

—Liam, tu hermano y yo ya no estamos saliendo.

—¿Qué? Pero… yo creí que ustedes eran… eso, vi que te besó en tu casa y tú sonreíste, él también, Tom no sonríe mucho cuando besa, además las otras personas que besó se fueron rápido, se iban, todas las niñeras se iban, ¿tú no te irás, verdad? No te vayas… mi hermano te quiere. —Bill sintió un nudo en su garganta, Liam pudo notarlo y se angustió, nunca había visto a Bill así. Se levantó de su sitio y fue a su lado—. Oye, no te pongas así. —Bill suspiró hondo tratando de calmar sus emociones y luego dio una palmada en la mesa.

—La tarea, Liam, primero la tarea.

Las horas pasaron y Bill se movía casi por inercia. Preparó una cena y cuando escuchó que alguien entraba a la cocina, volteó ilusionado y nervioso dándose cuenta que era el señor Arthur, éste le sonrió como burlándose, Bill bajó la cabeza, todos en esa casa sabían que se había ilusionado con alguien que no valía la pena.

—Te lo había advertido, ¿no? —dijo el señor Arthur antes de salir—. No queda otra que seguir, además Tom vendrá muy tarde, su trabajo es tiempo completo, si te vas ahora no lo encontrarás.

Bill demoró más de lo acostumbrado porque quería verlo, pero luego de que Liam se durmiera y ya había limpiado la cocina y puesto en su lugar las cosas, no tenía más que hacer… debía irse aunque no era lo que quería.

El día lunes moría de esa manera, lentamente, dándole a entender que todo había acabado, que la vida seguía y debía hacerle frente, que debía dejar de pensar en Tom y todo lo que él significaba.

Al llegar a su casa, su estómago de encogió de nerviosismo al verlo ahí, en la puerta de su casa, apoyado en su moto con un reloj en una mano. Bill se detuvo a una distancia no queriendo avanzar más.

—Hey, Bill, te estaba esperando, casi me voy —dijo Tom frescamente con una sonrisa en sus labios y luego se puso serio al percatarse la seriedad de Bill que no avanzaba hacia él—. Ven aquí… —Bill no lo podía creer y tuvo miedo, miedo a estar enloqueciendo y no poder explicar todo lo que sentía en esos momentos.

Tom terminó por acercarse y tomó uno de sus brazos sintiéndolo temblar, se había puesto pálido como quien veía un fantasma, había enmudecido y no sabía cómo reaccionar. —Tom —dijo con pequeña voz.

—¿Qué pasa? —preguntó serio y ya preocupado—. ¿Te hicieron daño? ¿Por qué me miras así? ¿Bill? —Los ojos de Bill se llenaron de lágrimas—. ¡No! Detesto que llores, ¿qué pasa? Hey, Bill… —Lo abrazó porque no soportó verlo así y Bill simplemente se desahogó como en la mañana, solo que esta vez eran en los brazos del mismo causante del dolor—. ¿Es porque no llamé? Vamos, necesitaba un tiempo con mi familia, ¿no crees? Las cosas han mejorado. Joder, no puedo creer que llores solo por no verme un día…

—Dos.

—Dos, de acuerdo, dos putos días que se pasaron volando. Deja de llorar, Bill. —Tomó su rostro y lo miró a los ojos—. ¿Qué pasa? —Bill cerró sus ojos y suspiró hondo.

—No sé, en estos momentos no sé lo que me pasa, pero no creí volver a verte…

—Bah, ¿cómo que no?

—¿Qué somos? —preguntó serio, mirando sus ojos y vio cómo Tom esquivaba su mirada.

—Somos tú y yo.

—Tom, ya sabes a lo que me refiero.

—Somos una pareja, ¿no? Estamos juntos, ¿qué pasa contigo? ¿Olvidaste todo lo que hicimos en tu cumpleaños? —Bill quería creer todo lo que decía, pero algo le decía que no debía confiarse—. Vine a invitarte a una cena.

—¿Una cena ahora?

—No, este miércoles, mi abuela ha organizado una cena especial por mi regreso y quisiera ir contigo. —Bill suspiró relajándose y luego sonrió secándose sus lágrimas.

—Bueno, si nadie de tu familia se molesta… hoy tu mamá me dijo que te gustaban las mujeres, en otras palabras me dio a entender que sabía de esto y me aconsejaba olvidarte. —Tom rió burlón, conocía a su mamá.

—¿Y le harás caso?

—No.

—Entonces, deja de ponerte así por cada cosa que te digan allá, mi familia es así, pero yo no soy como ellos, ¿de acuerdo?

Bill trató de adecuarse a todo lo que le decía, trató de creerle y volver a tenerle esa confianza. Añoró los labios de Tom y éste lo besó arrinconándolo contra su moto, Bill se dejaba, lo extrañaba tanto.

Pero su corazón aún dolía.

Extraña reconciliación, ¿no creen? Pronto el final de esta primera parte~ aún faltan aclarar algunas cosas. No se olviden comentar *-* los quiero~