miércoles, 26 de septiembre de 2012

Minino~ 3

Hola a todos <3 les traigo un capítulo más de este fic, se acerca fin de semana *-* espero la estén pasando bien, un abrazo <3

—Hijo, ¿toda esa ropa? ¿Qué haces? —Simone lo observaba mientras Bill se alistaba para salir. 

—Voy a hablar con Tom. —Ella ya sabía que él andaba de amigo con el vecino, aún no lo conocía, desconfiaba mucho, dentro de ella estaba esa preocupación, no quería tener a Bill encerrado en casa; no, mejor y aprendía a vivir como los demás. 

—¿Es de confianza? Sabes… ya sabes Bill. —Su hijo entristeció un poco—. Lo lamento, sabes que no te prohíbo nada, confío en ti. 

—Sólo hablaremos, me mostrará las nuevas fotos que sacó ayer en su trabajo. —Simone asintió. 

—Debo ir al trabajo. Dejé comida en la nevera. —Simone se le acercó y le dio un beso en la mejilla—. Mañana en la mañana irás a la escuela, ya hablé con el director para que entres como alumno libre por algunas semanas, tengo la autorización. —Bill abrió los ojos, sorprendido. 

—¿En serio? —Estaba emocionado. 

—Sí, creo que es lo mejor, ¿no crees? 

—¿Cuánto crees que podamos quedarnos aquí? 

—Quizá dos meses, no te ilusiones, ya sabes que debemos salir pronto. —Bill pensaría muy seriamente eso, no hacerse ilusiones ya que sabía que debía salir pronto. 

—¿Y si por alguna razón quisiera quedarme? 

—Sabes que no se podría, creces rápido, eres especial, si alguien se da cuenta, no sé qué pasaría Bill, quizá hasta corras peligro, no quiero eso para ti. —Las mismas palabras cada año, a Simone le dolía decírselas cada vez, pero era necesario. 

Ella terminó de alistarse, se puso un abrigo pues era otoño y las ventiscas de aire eran cada vez más frías. Se acercó a su hijo y se despidió de él dándole las indicaciones de siempre. 

Bill se quedó otra vez solo y siguió arreglándose. 

Frente al espejo del cuarto de su mamá, otra vez cogió sus cosas, su maquillaje. Simone no se había percatado que cada vez que salía hacía eso. Delineó sus ojos y esta vez tomó un brillo para labios… él se sentía muy chico, muy hombre, pero quería impresionar con su apariencia, quería resaltar ciertas partes de él, era algo más bien inconciente, no lo pensaba como tal, solo sentía el impulso de probar nuevas formas de verse. Y así lo estaba haciendo. 

Se quedó mirando su imagen por más tiempo, sonrió ante ello, y luego se perfumó. 

Salió de su departamento y algo incómodo le azotó en el vientre, eran unos nervios extraños, se apoyó en la puerta de su casa esperando a que se le pasara, pensaba en lo raro que eran todas esas sensaciones incómodas. Se supone que conocía a su amigo Tom, ya habían hablado algunas veces y siempre le trataba amablemente. Debía sentirse seguro y tranquilo, pero siempre se sentía nervioso, intranquilo e inseguro… Su mayor temor era ser descubierto, especialmente por él. Bill veía en Tom un prototipo a seguir, quería ser como él, llevar una vida como él, ser normal y apuesto como él. 

Cuando los latidos de su corazón se normalizaron, caminó hacia la puerta de su vecino que quedaba al lado de la suya. Nervioso tocó el timbre y no escuchó nada adentro. Su ansiedad era mucha que hasta sudaba. 

—¿Qué me pasa? —susurró a sí mismo. Volvió a tocar el timbre, pero nada, nadie abrió la puerta. 

Recordaba en su mente las palabras de Tom “puedes venir mañana si deseas, en la tarde, si tienes tiempo, claro”, él le respondió un animoso “sí” y estaba parado frente a su puerta cerrada. Tocó otra vez, pero era lógico pensar que Tom no estaba en casa por algún motivo. 

Regresó a la suya para ponerse un abrigo más grueso, pues decidió salir a la calle ¿qué ganaba quedándose en casa solo? Nada, sólo aburrirse más y pensar en lo “especial” que era su vida. 

Las calles de Berlín eran muy congestionadas de gente. Había mucho comercio. Durante los anteriores cinco años, se habían mudado a pueblos pequeños, a ciudades alejadas. Pero Simone veía el interés de Bill por las ciudades grandes, por los edificios altos con azoteas arriba. Por eso lo llevó a Berlín. Además, la posición económica de su madre había subido un poco, podían estar en una ciudad algo cara. 

Caminó por entre la gente buscando alguna distracción. Pensaba en la idea de ir a la escuela al día siguiente. De seguro iba a ser como aquellas veces en las que iba allá en otras ciudades. Tener que presentarse y actuar tímido, así no llamaba la atención de nadie que quisiera saber más de él y dedicarse a observar la vida de otros, la felicidad de otros. Era un poco penoso, aún así él aceptaba ir, pues quería vivir como los demás. 

Se detuvo en un supermercado y decidió entrar. Tenía algo de dinero y quería comprar algo para él, algo como para verse mejor. Así que decidió ir al lugar de artículos de belleza. 

Mientras caminaba por entre los pasillos del supermercado, se cruzaba con muchas personas, algunos lo miraban extrañados. Incluso se le acercó un hombre de seguridad al verlo con capucha y algo cohibido, le pareció sospechoso. Bill lo miró nervioso porque lo tomó sorpresivamente del brazo. 

—¿Puedo revisarlo? —preguntó serio, era un hombre alto y fornido, lo intimidó en especial por su mirada prejuiciosa. 

—Pero… no compré nada —el hombre lo miró aún más detenidamente, su nerviosismo le indicaba que quizá ocultaba algo. 

—Acompáñeme. —Bill palideció, se asustó mucho de sólo imaginar que lo revisarían. Así que intentó zafarse. 

—¡Suélteme! —le gritó lastimero pues el otro sujeto apretó más su brazo. 

Llamó la atención de algunas personas, y más hombres de seguridad se le acercaron llevándolo a un cuarto que había en el centro comercial cerca del lugar en donde quedaba los cajeros para pagar. 

Bill estaba al borde de las lágrimas, debía demostrar que no llevaba nada. 

—No soy ladrón, no robo nada. —El mismo hombre alto se le acercó y empezó a tocar su pecho, revisando. Se puso nervioso, sentía que el aire le faltaba. 

—Quítate el saco. —Si se lo quitaba, se quitaría la capucha y quedaría en evidencia sus orejas… temía tanto por ello, así que solo se abrió el saco y miró asustado a aquel hombre—. Todo. —Temblando, no sabía qué hacer. 

—Puede revisarme señor, no tengo nada. —La situación era muy injusta. 

Estaba en ese cuarto él solo con el hombre alto y en la puerta había dos de seguridad que vigilaban todo. Se sintió muy pequeño y vulnerable, Simone tenía razón, él no podía salir así no más sin su ayuda, o sin la ayuda de alguien, tarde o temprano levantaría sospechas. 

Aquel hombre metió sus grandes manos tocando su cintura y más arriba. Se suponía que revisaría el saco, si llevaba alguna cosa ahí, pero no fue así. Bill cerró sus ojos ante el tacto incómodo, nadie lo había tocado así de esa forma tan íntima. Sintió una profunda vergüenza, algo que no sabía cómo manejar, quería llorar. Las manos del hombre bajaron un poco más y tocaron su cola que estaba alrededor de su cintura, debajo de su pantalón. Bill se sobresaltó y sintió como algunos de sus vellos se erizaban y una corriente de temor lo azotó por la espalda, su respiración de agitó de miedo, el hombre lo miró a los ojos y le sonrió lascivamente, Bill retrocedió. 

—Déjeme por favor…—suplicó lloroso. 

—¿Qué es eso? —Apretó un poco su cola y Bill chilló casi como un gato. 

El hombre lo miró sorprendido, pero Bill se llenó de adrenalina y agachándose un poco, mordió la mano del hombre casi hasta clavarle sus pequeños colmillos. El sujeto gritó asustado y Bill pudo zafarse. 

Corrió empujando a los otros hombres que estaban en la puerta y logró salir de ahí. Corría tan rápido, asustado y los de seguridad fueron tras él por aquella conducta sospechosa. La gente a su alrededor lo miraba como a un fugitivo, algunos gritaban insultos y otros querían pescarlo. 

Salió del centro comercial y dobló una esquina, para luego, ante la vista de los de seguridad, trepó un edificio tan rápido como podía, Simone odiaba que hiciera eso, pero en este caso era una emergencia. 

Al llegar a la azotea del edificio se sintió a salvo, pero tenía sus manos arruinadas y hasta sangrantes y algunas uñas rotas. Su respiración era irregular y estaba llorando en silencio. Aquella experiencia había sido horrible para él. Pensó si siempre sería así. ¿Así debía ser? Él ahí arriba, lejos de todos. 

Caminó resignado, y luego bajó cuando debía cruzar una calle para regresar a su casa. No era el Hombre Araña para saltar de un edificio a otro. 

Pasó por entre la multitud, a nadie le importaba él. Ya era de noche, un día más desperdiciado, un día que para él corría como tres. 

Vio, cerca de una tienda de dulces, a un niño rubio, se detuvo para apreciarlo, claro que lo conocía, era Gustav, un niño que vivía en Hamburgo. Cuando él vivía allá tenía tres años y algunos meses que equivalía a diez años, como Gustav en aquel tiempo, pero ahora tenía doce, había crecido un poco, lucía casi similar a como él lo recordaba. 

—¿Te conozco? —le preguntó el rubio pues Bill se había detenido en la acera para verlo. 

Solían jugar en las tardes, jugaban fútbol y también Gustav una vez le invitó a una fiesta en su casa. Simone lo acompañó, esa experiencia había significado mucho para Bill, socializar y hasta bailar con amigas de Gustav. Pero un día tuvieron que mudarse. 

—No… —contestó bajito, pero aún lo miraba. 

Gustav estaba acompañado de una señora, era su tía, Bill la conocía pero de seguro ella no lo reconocería con el tamaño que ahora tenía. 

—Oh, pues… me estás mirando. —Estaba a su lado y no dejaba de verlo, era su amigo, aunque sabía que no le podría reconocer. Eso le dolía. 

—Lo lamento. 

—¿Pasa algo? —le preguntó la tía a Gustav. 

—Nada tía, es que… —Bill empezó a caminar perdiéndose entre la gente. 

Más pensamientos se añadían a su mente. Él no era normal, no podía reencontrarse con alguien de su pasado, porque ya no existía para los de aquellos años. 

Y si se mudaba, ya no sería nada para su nuevo amigo Tom. Eso era muy desesperante. 

Llegó al condominio en donde quedaba su departamento y decidió trepar la pared. Aunque sus manos ardían, no quería entrar por los pasillos iluminados en el estado en como estaba volviendo a casa. 

Trepó la pared por detrás del condominio y pasó por la ventana de Tom, aún estaba todo oscuro. Casimir lo vio y salió por la ventana. Terminó de subir hasta la azotea y Casimir fue con él, Bill lo abrazó como consolándolo, se sentía tan triste, necesitado, y lo único que tenía era aquel gatito, su amigo. 

Al escuchar a Simone llegar tuvo que regresar a casa. Caminó lo más rápido que pudo y se metió al baño. Se desnudó y tomó un baño. 

—Bill… —llamaba ella. 

En la ducha, solo se quedó recibiendo el chorro de agua caliente en su cabeza, mientras algunas lágrimas se mezclaban con el agua. Se sentía frágil, incapaz de decirle a su madre por lo que pasaba, él no lo sabía, era como un dolor, y eso era reciente, solo quería poder ser como todos. 

Al cabo de media hora, Bill salió, tenía los ojos hinchados y fue a su habitación a ponerse un pijama. 

—Bill. —Simone fue a su habitación y entró sin avisar. Bill se tapó con las sábanas pues estaba parado semi desnudo, tenía mucho pudor a pesar de que sabía que era su mamá, pero había algo nuevo en él que le incitaba a cubrirse—. ¿Todo bien, cariño? 

—Sí… —dijo vacío. 

—Recuerda que mañana irás al colegio temprano, debes intentar dormir, después tendrás mucho sueño. 

—Dormiré… 

—Algo te pasa. —Bill fingió una sonrisa. 

—Nada mamá, sólo estoy cansado. 

—Es buena señal. —Le guiñó un ojo—. Hasta mañana, recuerda que eres mi héroe. —Sonrió y Bill suspiró, ella cerró la puerta de su habitación dejándolo solo. 

Podía hacer muchas cosas en la oscuridad de su cuarto. Cuando era pequeño solía jugar toda la noche con las sombras que producían sus juguetes. Ahora de adolescente se sentaba cerca de la ventana de cualquiera de las casas en donde había estado y se ponía a contar las estrellas, a pensar en su corto futuro y en lo limitada que era para él la vida. Pero esa noche no soportó estar metido en la casa, tenía que ver a Tom, al menos verlo. Su curiosidad era tanta que había hasta un dolor en el vientre, era como una angustia por saber de él. 

Después de vendar sus manos y ponerse una chaqueta blanca con capucha, abrió la ventana de su cuarto con cuidado y salió por ahí, poniendo sus pies sobre unos peldaños que sobresalían en la pared. Escalaría otra vez. Desde su perspectiva, podía ver la ventana de la casa de Tom. Avanzó sigiloso y llegó hacia la ventana que estaba a oscuras, aún no llegaba aparentemente. 

Casimir salió a su encuentro y prácticamente le indicó el camino por dónde entrar, una pequeña ventana abierta. Se deslizó hacia adentro y se percató que estaba en la sala de su casa. Estaba alfombrada así que sus pies no hacían ruido. 

Caminó de puntillas con Casimir a su lado, hasta que pudo escuchar una respiración. Se quedó estático en plena oscuridad, Tom sí estaba ahí, dormía. 

Siguió el sonido de su respiración y llegó a su habitación pasando el comedor, adentrándose por un pasillo. La puerta estaba ligeramente abierta. Casimir entró y con su cuerpo la abrió un poco más. Tom se removió en su cama. 

Bill tenía el corazón latiendo a mil, sentía una emoción algo abrumadora de querer confiar en él, ser como él, hablarle, decirle que sí quiso pasar la tarde con él, que lo intentó pero no lo encontró en casa. 

Caminó de puntitas hasta llegar cerca de su cama y observar cómo dormía, tenía los labios semi abiertos. Ese piercing que tenía le parecía tan… él no podía clasificar ese sentimiento que le provocaba, era como un calor agradable. 

Se arrodilló en el suelo alfombrado y ahí se quedó hasta que Casimir pasó por su lado contagiándolo de sueño otra vez para luego caer en el suelo tibio. Pensó que podía dar una siestita y luego irse… esa era su idea. Pero las horas pasaron, una y otra. Bill se removía en el suelo hasta que se puso en posición fetal abrazando a Casimir. Su sueño profundo era así, en esa posición y cuando eso pasaba, difícilmente algo fuerte lo despertaría. 

Curiosamente en el mundo de sus sueños, él siempre era o un humano normal o un gato con toda y sus facciones. Pero pocas un intermedio… hubiera querido nacer o humano o gato, pero no lo que era. Ese mundo onírico era un refugio para él, podía mantenerse en una casita que siempre era igual mientras esperaba despertar. 

Tom se removía en su cama, otro día estresante había llegado para él, sabía que debía despertar y alistarse. Con un último esfuerzo lo hizo y se sentó en su cama. Casimir salió de entre los brazos de Bill y se subió a su regazo. 

—Casimir, baja —dijo con voz somnolienta. El gatito se pegaba a él pasándole todo su lomo por los brazos. 

Al poner sus pies sobre el suelo se percató de algo, de alguien específicamente. 

—¡Qué! —Bill dormía hecho una bolita cerca de su cama. Tom se le quedó observando solo por un instante, tratando de procesar todo aquello. 

¿Cómo había entrado? ¿Qué hacía durmiendo ahí, en el suelo? 

Tom se arrodilló y tocó su hombro. —Bill —llamó bajito, pero Bill cuando dormía en esa posición le costaba despertar, Tom lo sacudió un poco—. Oh Dios mío, que no esté muerto. —Escuchó un ronroneo algo fuerte y miró mal a Casimir, sus oídos le engañaban, Bill había empezado a ronronear en sus sueños al sentir su contacto. 

Tom pasó una mano por uno de sus costados y luego otra por debajo de sus piernas, lo alzó en brazos esperando a que despertara, pero nada, seguía durmiendo y se aferró a él, ambas manos vendadas estrujaron el pijama de Tom, y éste lo pegó más a su cuerpo. Que frágil le resultaba su vecino, nunca antes lo había visto así. 

Avanzó un poco con él y empujó la puerta de su habitación, lo llevaría a su casa. 

—Bill —volvió a decirle al oído y luego sopló en su mejilla, eso hizo que abriera los ojos lentamente, pestañeando, saliendo del mundo de los sueños. 

Sus ojos vieron a los de Tom tan cerca de su rostro, pensó que soñaba, creía que soñaba y sonrió tímido ante ello, aferrándose a él y suspirando sonoramente. 

Tom le sonrió, eso le pareció tierno, caminaba con él sobre sus brazos hasta llegar a la sala. Bill tenía los ojos semiabiertos. 

—No sé cómo entraste —aquello le pareció real, no un sueño entonces terminó de salir de su ensoñación y percatarse que estaba en un lugar desconocido—. Buenos días. —Sonrió Tom al verlo a él percatarse de donde estaba. 

—¡Ahh! —gritó asustado, removiéndose de sus brazos, cayendo al suelo de trasero, sentándose sobre su cola enrollada en su cintura. Eso era uno de los dolores más fuertes que él pudiera sentir alguna vez, su cola poseía infinitos nervios, un golpe, una torcedura podría hacerlo llorar de dolor aún de grande, pero se tragó sus lágrimas. Gateó desesperado y se ocultó detrás del sofá, no quería que Tom lo viera. Sus mejillas ardían, estaba avergonzado. Haberse quedado dormido… ¡cómo le explicaría! 

—Descuida… Bill —decía calmado intentando verlo, pero cada que Tom avanzaba hacia el sofá, Bill gateaba vergonzosamente hacia el otro lado, opuesto a donde Tom se encontraba. —Bill… 

—L-lo lamento, no… no te acerques —pudo decir. Si fuera pequeño se metería debajo de algún mueble, quería que la tierra, el suelo en este caso, se abriera y lo tragase, aunque en este caso caería hacia la casa de otra persona; eso sería reconfortante, pero no estar ahí, metido en la casa de su amigo, en plena mañana, en pijama y sin algún argumento creíble de por qué estaba ahí—. Lo siento —susurró temblando de nerviosismo. Escuchó a Tom suspirar calmado y sentarse en el sofá. Bill yacía detrás de este, encogido de vergüenza. 

—Estaré aquí, descuida, no te cuestionaré nada, ¿de acuerdo? Sólo no me temas que no te haré nada. —parecía entenderlo. 

—Lo siento… —contestó desde su lugar mirando a todas partes, Casimir se le acercó notando lo asustado que estaba. 

—Minino, en serio no me molesta que hayas entrado a mi casa. —Se volteó y luego se agachó un poco hasta mirarlo, Bill se encogió aún más—. Tranquilo, ven. 

Bill se levantó de ahí, temblando de nervios, aquello había sido tan vergonzoso, pero él era inteligente. 

—Sufro de… a veces hago cosas cuando duermo y me levanto en lugares que no fui conscientemente. —Tom tomó una de sus manos y lo ayudó a caminar pues parecía tambalearse por tantos nervios. Lo ayudó a sentarse en el sofá. 

—Entiendo. —Lo creyó sonámbulo—. Tenía una tía así. —Le sonrió—. Voy por agua, espérame. —Tom se puso a pensar, aunque Bill fuese somnámbulo, cómo terminó en su casa, eso era extraño, y mucho. 

—Gracias —apenas pudo decir y bebió el agua desesperado. 

—¿Qué pasó con tus manos? —Había notado las vendas que tenía. Bill sintió nerviosismo otra vez pero se inventaría algo. 

—Las vendo así por el frío. 

Tom le sonrió, pero luego vio su reloj, estaba atrasadísimo. Hizo un sonido de molestia. —Estoy tarde —se lamentó. 

Bill se levantó dejando el vaso de agua a un lado, se dispuso a irse. 

—Lamento haber despertado a… 

—Shh, —Tom le puso un dedo en sus labios interrumpiendo lo que le decía—. No más disculpas por algo que no tienes culpa, ya pasó—. Bill asintió y fue hacia la puerta. 

Y cuando esta se abrió, Simone estaba afuera en el pasillo buscándolo. Ella se asustó un poco al verlo salir de la casa del vecino que ni conocía, él aún tenía las mejillas sonrojadas y aquel brillo tan evidente en sus ojos. 

—¿Bill? —dijo ella sorprendida. Bill se sobresaltó y retrocedió un poco. 

—Buenos días —saludó Tom. Simone lo miró y no supo qué decir—. No se preocupe, lo sé —dijo él refiriéndose al supuesto sonambulismo de Bill, pero Simone palideció pensando que se refería a otro secreto, a uno peor. 

—Simone —habló Bill—, él es Tom y no sabe nada. —Su mamá captó ello y se tranquilizó. 

—Mucho gusto —le saludó—. Soy la hermana de Bill. —Tuvo que mentir. 

—El gusto es mío —saludó amable Tom, extendiendo su mano, sonrió a Simone como le sonreía a Bill. 

Bill sintió algo inexplicable, una especie de dolor en la boca del estómago, Tom no dejaba de ver a los ojos de su joven madre y eso lo angustió… retrocedió un poco ante ello. 

Cada quien con su especie… y para él no había una, aparentemente no.


Difícil Minino, difícil y encuentres alguien como tú, al menos no tan pronto >:3 veremos qué más pasa. Los quiero <3

6 comentarios:

  1. Awwwwwwwww mininoooo yo quiero uno asi es muy dulce y tiernooooo!! *-*

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    1. Hallo <3 gracias *-+ la verdad también quisiera uno así jiji
      muah <3

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  2. Hola :33'...
    Me gusta mucho minino, pero mas porque Tom le llama así a Bill'
    Me pregunto yo si Tom sera minino también o ya se dio cuanta :SS'!
    (me dejas con el jesus en la boca pink e_e)

    Me gustaaaaaaaaaaaaaaaaaa *--*.
    Cuando tenga tiempo de comentarte lo hare :33 siempre te leo desde mi celular *nn*.

    Saludos :3 espero estes bien :33.

    atte: July Ü'

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    1. Hallo <3 gracias *-*!! Tom no es un minino, y pronto sabrás por qué lo llama así, es mas que todo porque a Bill le gusta los gatos y tiene ojos como de gato.
      gracias por comentar, subiré seguido <3
      muah

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  3. Nooooo! Simone será la competencia de Bill? *cry* Que lindo! Se quedó dormido en la casa de Tom~
    Wiiiii! No puedo esperar mas pink ;) besos~

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    1. hallo <3 no lo sabemos con Simone aunque desde ya te digo que no será competencia. Pronto subiré más
      besos <3

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