lunes, 10 de septiembre de 2012

Polizón - VIII

Hola a todos n_n~ subo otro capítulo de este fic que algunas ya conocen. Un abrazo grande~

Tom estuvo despierto durante el alba. 

Estaba desnudo con Bill a su lado en la misma condición. Se acomodó las rastas todas revueltas y se giró para ver a la criatura que tenía al lado durmiendo plácidamente. Las facciones del pequeño lucían aún más hermosas, resaltaban en el amanecer, esos ojos y pestañas largas, la perfecta nariz que poseía y esos labios que Tom tomaba como suyos, tan suaves y húmedos. 

Pasó sus dedos por ellos viéndolo fruncir el ceño y removerse en la cama, no quería despertar, estaba claro y no solo por el cansancio físico después de haber hecho el amor por mucho tiempo, sino también porque sabía que ese día el barco llegaría a su destino. Bill no quería despertar de sentirse en los brazos de Tom, y él tampoco quería salir de la cama tan tibia y confortante en donde había conocido de manera especial al polizón que defendía. 

Acarició su costado desnudo y Bill serpenteó en la cama, poniendo una pierna sobre las suyas y gimoteando, no queriendo despertar. 

A Tom se le encogió el estómago en una sensación extraña, su corazón comenzaba a latir acelerado y tenía unas enormes ganas de despertarlo a besos, acariciarlo y susurrarle que quería irse con él, vivir con él y que no le importaba el resto del mundo. 

Abrió los ojos pestañeando, encontrando a Tom mirándolo de manera particular y poco a poco sus mejillas se colorearon y en sus labios se formó una pequeña sonrisa. 

—¿Es la mañana? —Tom asintió y Bill dejó de sonreír—. Ya veo. 

—Tengo trabajo, dentro de un rato deberé irme, ya sabes. Te traeré desayuno. 

—Tom… —suspiró su nombre— Dime que hoy no llegaremos a Boston, dilo. —Tom se quedó mirándolo por un rato prolongado. 

—Llegaremos entrando a la tarde, y deberé sacarte de aquí con cuidado, en la noche, cuando saquemos toda la carga, me espera el trabajo más arduo de todo el viaje, lamento decirlo, pero no podré estar para ti cuando eso pase. Quizá te saque en una caja, en la caja en la cual llegaste y luego tendrás que ver cómo sales de ahí. —Cerró los ojos tratando de no ver esos ojos color avellana llenarse de lágrimas por sus palabras—. Lo siento, no podré… —prefirió callar y es que su frase era “no podré separarme de ti tan fácilmente pero las circunstancias lo ameritan”. 

—Oh, todo parece tan feo —se quejó cerrando los ojos, suspiró y sintió a Tom acariciarle la mejilla con la yema de sus dedos. Bill buscó aquella mano con sus labios y besó sus dedos de manera dulce, muchos besos hasta lamer la punta de sus dedos callosos y luego metérselos en la boca acariciándolos con su suave lengua. Tom se estremeció y prácticamente sintió que el corazón se le saldría, eso no solo era excitación, era otra cosa, y amenazaba con dominarlo. 

—Polizón —exclamó con grave voz, una voz que ponía los vellos de punta al otro, ese tono tan íntimo que solo lo usaba cuando intimaban. 

—Házmelo, por favor, sólo hazme el amor. —Se colgó de su cuello cual koala de su madre, hambriento de él, sediento de algo que no tendría más. Con una desesperación particular buscaba el contacto del otro, queriéndose perder en él. 

—Por favor, Bill —Casi suplicó con los ojos fuertemente cerrados no queriendo ceder a la magnífica tentación, no podía, sabía que se desmoronaría ahí mismo si lo tocaba esta vez, la última vez. 

Sintió como sus labios eran apresador por los del polizón, lo tomó de los hombros para separarlo de sus labios y lo recostó en la cama saliendo él casi de inmediato, tomando parte de las sábanas para tapar su desnudez. Bill se arrodilló en la cama con la respiración sonoramente agitada, mirando a Tom con desesperación. 

—Debo trabajar, debo, Bill —diciendo eso le dio la espalda buscando sus ropas, la luz del amanecer iluminaba todo y el barco tenía un sonido particular del motor, es que estaban ya acelerando la llegada. 

—Tom —lanzó su nombre en una actitud desesperada, pero el mayor siguió su rumbo hacia la puerta, no quería perder el poco control que tenía sobre sí mismo. 

—Descansa, descansa y no pienses en mí —dijo sin mirarlo saliendo de la habitación abrochándose la camisa. Dejándole solo. 

Bill se recostó otra vez habiéndose sentido patético, se lamentó mentalmente y golpeó la cama con frustración, cogió la almohada de Tom y se abrazó a ella. No quería pisar tierra, no quería dejarlo en ese barco. 

*** 

—La cara que tienes, ¡joder, Tom, tú sí que lo disfrutas! —Lo encaró Andreas con la mirada pícara. 

—¡Aléjate de mí! —Lo hizo a un lado dirigiéndose hacia la central del capitán. Habría órdenes específicas para cuando llegaran. El trabajo más difícil estaba por comenzar. 

—Recuerda nuestro trato, no lo olvides, tenemos algo pendiente mi marinero. —Le guiñó un ojo y Tom se alejó de él. 

Era cierto, tenían un perverso trato, Tom pagaría muy caro después para mantener el silencio de Andreas. Suspiró resignado prefiriendo no pensar en lo desdichado que sería. Ahora debía concentrarse en el trabajo extenuante que le esperaría al momento de llegar a tierra. 

Las órdenes del capitán eran estrictas, estaba en juego la paga para cada uno de sus trabajadores si es que éstos no lo hacían bien. Tom estaba fastidiado y muy cansado. Aún así, en la cocina comedor, logró guardar algo de pan y una botella de leche. Andreas no dejaba de reírse misteriosamente pues era el único que sabía su secreto y le fascinaba ponerlo al borde de la evidencia. 

—Así que le gusta la leche, ¿eh? Apuesto que le has dado mucha durante el viaje, ya me entiendes. —Rió desvergonzado y Tom se puso rojo de la ira, mas no le dio la cara. 

—Voy a hacerte tragar tus palabras —masculló. 

Casi sigiloso, entró en su habitación causando emoción en Bill, pero solo se le acercó y le tiró el pan en la cama poniendo la botella de leche en la mesita. 

—Es esto lo que pude conseguir —habló sin mirarlo—. Debo trabajar toda el día, hoy sacaremos la carga a la cubierta, es trabajo pesado. 

—Lo entiendo, no te preocupes —decía mirándolo aunque Tom prefería no hacerlo—. Mucha suerte, Tomi… 

Y salió de la habitación con la cabeza agachada. Algo pasaba internamente. 

*** 

Toda la carga que estaba en el barco había sido ingresada en casi una semana, poco a poco y con maquinaria especial. Pero todos los marineros sabían que era fácil meterla, pero sacarla, ese era el gran detalle, el trabajo principal de los casi veinte marineros a bordo estaba por comenzar. 

Organizándose por grupos, entraron al amplio almacén para ir sacando todo poco a poco, Tom sabía que debía retener a Bill en su habitación hasta llegar a tierras americanas. Toda la mañana estuvo trabajando sin parar sintiendo cada músculo de su cuerpo doler al tener que soportar el peso de cada caja ahí metida. Y no podía quejarse, todos debían hacer ese trabajo. 

—Cuando esté allá visitaré a Madame Rouse, oh, que me haga un masaje completo. —Rió Georg junto a Tom. Era cierto entre todos ellos que después del arduo trabajo iban en grupo a los prostíbulos a relajarse antes de tener que subir al barco de regreso. Pero esta vez Tom lo pensaría un poco más, al menos no estaba eso en su mente. 

—Lo disfrutaré aún más —interrumpió Andreas—. ¿Cierto, Tom? Tendré ganancia extra, ¡ese es mi amigo! —Reía a carcajadas, pero Tom lucía serio y hasta incómodo. 

La idea de perder todo su sueldo por culpa de Andreas era terrible, necesitaba ese dinero para su familia de regreso a Inglaterra. Y la otra condición de satisfacer a Andreas cada vez que quiera también le causaba malestar estaba contra la espada y la pared, e incluso se arrepintió de no haberlo echado por la borda, pero es que el hecho de matar a alguien pesaría en su ser para siempre, él no quería convertirse en asesino aunque las ganas no le faltaba. 

La tarde había llegado y ni al baño podía ir, la chimenea del barco silbaba indicando a los pasajeros que estaban por llegar a América. La mayoría de ellos salieron a la terraza superior a ver el horizonte a ver quién era el primero en ver tierra a la vista. 

Apenas les repartieron algunos panecillos y algo de beber y continuaron con su trabajo. Las horas comenzaron a pasar muy lentas cuando había trabajo. Tom no dejaba de pensar en el pequeño polizón, en que dentro de horas quizá ya no le vería, y sí, estaba seguro que lo extrañaría. 

Cuando las horas pasaron un poco más, se escuchó el grito de la gente en la parte superior del barco emocionadas a ver tierra a lo lejos, estaban arribando y las ganas de pisar tierra era palpable en todos, bueno, casi todos. 

En la habitación de Tom, Bill no pudo contener las lágrimas que en silencio salían de sus ojos. Su cuerpo tembló un poco con la sola idea de que ya había llegado y en cualquier momento Tom entraría para sacarlo de ahí y dejarlo en tierra firme. Eso era lo que quería en un principio, cambiar de vida, buscar nuevos horizontes, pero ahora sabía que eso sería difícil. Estaba enamorado, lamentablemente. 

Se limpió las lágrimas y decidió acomodar la cama de Tom, aquella cama que ahora era especial para él, significaba mucho y guardaría los secretos más íntimos de su vida, su primer beso, su primera vez, su primer amor junto con él. 

Se cambió de ropa pues solo estaba con una camisa de Tom, se puso la suya, y se sentó a esperar. Sus manos estaban frías, e incluso su respiración era agitada y tenía la boca algo seca. 

El cielo comenzó a oscurecerse, y el sonido de gaviotas era fuerte, estaban en el puerto, se podía escuchar el ruido de otros barcos y buques que también arribaban en tierras americanas. 

Un sonido de la puerta lo alertó y se escondió rápidamente debajo de la cama, hasta que vio los zapatos de Tom cerca de la puerta, entrando a la habitación arrastrando el paso. 

—Bill —llamó y éste salió casi sin mirarlo—. Solo vine a decirte que aún no podrás salir. —Se adentró en su habitación y se dirigió al baño pasando de Bill. 

—Lo entiendo. 

Entró ahí y sacó un pequeño balde de agua, estaba todo sudado y bastante cansado, y lo peor era que aún no acababa su trabajo. Se percató que Bill quería observarlo curioso a lo que cerró la puerta del baño. El pequeño prefirió alejarse de ahí y fue a la cama a sentarse a esperar. 

Tom salió al cabo de minutos, y alzó la mirada sigiloso, Bill lo observaba, suspiró un poco. 

—Voy a regresar, lamento no haber traído comida, cuando te saque de aquí podrás comer, lo prometo. —Quizá ese no era el problema principal, quizá Bill quería algún tipo de atención. 

—No te preocupes. 

Tom se quedó parado en la puerta antes de abrirla, mirando a los ojos de Bill los cuales estaban fijos en él. Con los labios apretados formó una sonrisa que hizo que los labios del pelinegro se abrieran un poco de la sorpresa y sus manos temblaran ligeramente por el nerviosismo queriendo ir a sus brazos, queriendo darle un pequeño beso, al menos unas palabras afectuosas, pero no lo hizo, esperaba que Tom dijese algo, sin embargo el otro suspiró y le dio la espalda saliendo por la puerta y cerrándola muy rápido. 

*** 

El capitán les gritaba muchas groserías y es que los marineros hacían el trabajo muy rápido para tener su tiempo libre, y justamente por ello habían malogrado alguna de las cargas, la gente comenzaba a quejarse y todo delante del capitán. 

—¡Tom, te desapareces por ratos! ¿Quieres perder tu paga? —le gritó en la cara, él solo pudo agachar la cabeza en son de sumisión y fue con sus compañeros a descargar las cosas. 

Era ya de noche y el puerto era un caos de gente, comerciantes y más gente queriendo sus equipajes. Los veinte marineros estaban más que cansados y solo habían faroles que alumbraban todo el tétrico escenario de miles de cajas de madera por bajar y distribuir en los almacenes del barco. Si es posible seguirían trabajando hasta ver el amanecer pues no se irían sin su paga. 

En el oscuro cielo, unas nubes espesas cubrieron la luna y comenzó a llover, mojando a todos los marineros y dispersando un poco a la muchedumbre. 

Tom se secó la frente, era casi de madrugada. Todo el cuerpo le dolía en sobre manera y ya muchos estaban de muy mal humor, gritándose e insultándose. Sacó fuerzas de donde pudo, y continuó hasta que el sol salió otra vez y toda la carga estuvo fuera del barco, aún quedaba por limpiar la enorme embarcación y luego encerrarse en la cabina del capitán a recibir la tan ansiada paga y la próxima fecha de reclutamiento. 

Así lo hizo. 

—Y bien, tenga cada uno. —Comenzó a repartir los sobres con los fajos de dinero, los marineros lucían nerviosos y ansiosos, cada uno tomaba su fajo de dinero, entre ellos Tom—. La fecha de regreso es en cinco días, lo siento, pero así lo hemos establecido. Y ya saben, el que no regresa a la hora pierde su puesto. Pueden irse. —El hombre barbudo despidió a los presentes. 

Casi corriendo, empujándose, cada uno tomaba su rumbo. Algunos iban a las habitaciones a sacar sus pertenencias. Andreas se acercó a Tom, restregando su cuerpo en una insinuación. 

—¿Vamos? No faltarás a tu palabra, ¿no? O ese dinero me pertenecerá. 

—No faltaré a mi palabra, de eso no dudes, solo que ahora, no deseo ir a ningún lado, déjame o habrá problemas. —Andreas se le quedó mirando por un momento, lo tomó del brazo y llevando su mano hacia el sobre de dinero de la paga de Tom. 

—Será mejor que me vayas dando algo, ¿no crees? Como una garantía, estoy por hablar, aquí al capitán, la clase de marinero que eres —susurró y llamó la atención del capitán que los veía a los dos charlar de manera sospechosa. Tom lo miró retadoramente y sacó parte de su paga, pasándole el dinero a Andreas. 

—Me lo tendrás que devolver, lo juro —masculló cerca de su rostro y luego salió muy rápido. 

Sus piernas temblaban, todo él, no solo por el cansancio, sino por el cruel destino, la vida difícil, todo lo que le había llevado a determinar sus acciones. 

Entró en la habitación y ahí lo vio, sentando en la cama con la mirada de sorpresa. 

—Es hora. —Bill tragó saliva, él no quería escuchar esa palabra—. Ya no te meteré en una caja puesto que ya las hemos sacado todas, ahora solo vendrás conmigo por los pasillos que yo te indique, saldremos rápido de aquí. 

—De acuerdo. —Se levantó de ahí y fue con Tom dejándose tomar del brazo y así salir. 

Casi sigiloso, caminaban presurosos, no había personas en el barco, los pocos marineros que quedaban estaban sumidos en sus cosas, en querer salir a la misma velocidad que él. 

El sol le pegó en los ojos al polizón, y prefirió achinarlos solo dejándose llevar por Tom. Bajaron una rampa de madera y al fin pudo ver todo el horizonte del puerto. Sus pies dieron con las maderas del suelo y su corazón latió de emoción. Tom aún lo jalaba esta vez de la mano pasando toda la carga que aún ahí permanecía y las personas. 

Salieron de la parte del puerto y llegaron a unas calles de piedras en donde muchos ambulantes vendían cosas, era un pequeño mercado. 

—Vamos a comer algo —dijo Tom, al fin mirándolo. Bill lucía pálido, el rastrudo lo había notado. 

—Gracias —sonrió y Tom dejó de verlo. 

Entraron a un puesto de comida y pidieron algo de carne con patatas, lo necesitaban. Bill aún esperaba saber si lo dejaría o no, esperaba tener alguna esperanza. 

—Bienvenido a América, Polizón —dijo comiendo presuroso, y casi Bill se atraganta con un pedazo de pollo. Le sonrió. 

—Gracias por traerme. —Estiró su mano y rozó la suya, Tom titubeó un poco, pero luego se la tomó disimuladamente, y se la acarició. 

—Al fin puedo respirar en paz, estás a salvo. 

—¿Puedo preguntar algo? —Miró a Tom con algo de temor y éste asintió—. ¿Me dejarás? —Tom tragó duro, qué difícil. 

—Debo, lo lamento. Solo tengo cinco días. Te llevaré a una posada luego de comer, sé de alguien que podrá cuidar de ti. —Al pequeño se le encogió el corazón, y volteó la cara no queriendo verlo. 

—No necesito cuidados —habló serio—. Solo quiero que tú… 

—No, por favor, no lo digas, no mezclemos las cosas, no… no lo hagamos más difícil de lo que ya es. —Las manos de Bill se formaron en puños, apretándolas de pura impotencia. 

—Eres al único que quiero —susurró con la cabeza gacha. 

—Basta, Bill. —Hubo un silencio entre los dos, Tom prefirió ver su comida y terminarla poco a poco, lo mismo hizo Bill, prefirieron comer en silencio. 

Tom pagó y al salir, caminaron por las calles llenas de gente hacia el pueblo, Boston era inmenso, Tom tenía algunos conocidos. 

Pasó su brazo por el hombro de Bill en un pequeño abrazo, éste se dejó. Casi en silencio caminaron cerca de veinte minutos y llegaron a una casa. 

—Voy a presentarte a Dunja, es una señora que cuidó de mí hace años, tiene un hijo que debe tener mi edad, no la veo hace mucho, pero sé que cuidará de ti y te dará un buen trabajo. —Bill lo miró con esperanza en sus ojos. 

—No sé cómo agradecerte, yo… —Le tomó de la mano, pero Tom se zafó— Lo siento. 

—Descuida, voy a tocar. 

Así lo hizo y una señora de edad salió. Vestía una falda larga y tenía el cabello recogido en un moño. Se emocionó al ver a Tom y los dejó pasar. 

—Éste es Bill, mi amigo, no tiene donde ir, no tiene a nadie aquí. 

—Ya veo, como tú cuando llegaste. —Tom asintió. 

La casa era pequeña y de condición humilde, pero a eso estaba acostumbrado Bill casi toda su vida. Suspiró emocionado pues la señora parecía buena persona. Ella le sonrió con amabilidad y luego de tomar un poco de té, lo llevó a una habitación en el fondo de la casa, pasando un pequeño patio interno en donde había animales de crianza, pollos y patos. Le mostró una habitación en donde en realidad era un almacén de muchas cosas. 

—Le quitaremos el polvo y podrá ser tuya. 

—Muchas gracias, está perfecto. —No podía quejarse. 

La señora Dunja lo llevó a recorrer la casa y conversaba con Tom muy bajito, Bill casi no escuchaba qué era lo que ellos decían. La señora fue a poner una tetera de agua caliente dejándolos solos y Tom se le acercó a Bill en el pasadizo de la casa. 

—Debo irme. 

—No… —Comenzó a angustiarse. 

—Espera, solo debo arreglar asuntos pendientes aquí, pero regresaré, recuerda que tengo cinco días. —Bill le sonrió un poco y luego sus mejillas se colorearon cuando Tom puso ambas manos sobre sus caderas acercándolo a él. 

—Tom —susurró su nombre cerrando los ojos poco a poco para sentirlo y así fue, sus labios fueron sellados con un beso. Alzó sus brazos para rodearlo y lo abrazó con posesión. 

Estaba en tierra, en una casa, y sabía que, por desgracia, tendría a Tom por cinco días. 

Sabía que esos días dolerían y mucho.

Al fin en tierra... ¿Podrá Bill disfrutar esos últimos cinco días con Tom? Veremos...

6 comentarios:

  1. Se me encoge el corazón, aunque
    ya lo e leido antes no deja de
    ponerme sencible.

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  2. Que lastima me da el polizon :L ojalá que Tom cambie de idea y se quede para siempre con él, y ojala que Andreas no se meta más de por medio >:I
    Me encantó el capituo aun así y por fin están en tierra :B Un beso Pink, te leo pronto <3
    Meeeeeee:3

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    1. hallo<3 sí, pobre Polizón, pero veremos qué sale de todo esto...
      meeee:3<3 actualizaré seguido este fic n_n

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  3. Nooooooo pobre Polizon!!! u_u ya llegaron a tierra pero es triste, ya he leiDo la historia y aun asi me entristece buuuu!!! Llorare ya quiero ver que pasara...

    Nos leemos Pink ;)

    Bye


    MEOWWWWWW :'3

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    1. Meowwwwwwwww <3
      sí, pobre Polizón u_u veremos que más pasará<3 aunque deberías saber :D hahaha actualizaré rápido.
      besitos <3

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