Hasta el Final de los Tiempos

Hola a todos *-*~ es tan tarde, pero no pude evitar querer publicar este nuevo fic~ aviso que no descuidaré los demás, solo que quisiera ir subiendo este también porque ya lo tengo bastante adelantado. Trata sobre la extinción de la humanidad, en realidad quería publicarlo el 21 de diciembre lol, pero bueno, lo subo ahora~ Dedicado a mi querida Aliss R Aleman, quien me hizo el banner, gracias Aliss, está precioso *o*. Espero lo disfruten~

Resumen: 

Jörg se los había advertido, pero ni sus hijos le creyeron. La epidemia se extendió en un abrir y cerrar de ojos, y luego de eso no quedó nada… aparentemente.

Un refugio, una montaña, muchos mapas, miles de muertos vivientes y dos gemelos que debían estar juntos hasta el final.

Autora: Pink Girl

Clasificación:  +18
Advertencias: Twincest, violencia, contenido hetero, lemon.
Género: Romántico, fantasía, universo alterno, aventura, misterio, drama.

Pareja principal: Bill - Tom.
Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece, solo la trama 

Todo tiene un comienzo y un final, aunque justamente no nos percatamos que puedan existir tales cosas. La vida suele adormecernos en creer que todo está bien, en que debe estar bien.

Jörg Kaulitz era un padre de familia. De joven trabajó para construir una buena familia, era un simple carpintero y solía ser muy solicitado en Ofdorf, un pueblo a las afueras de Hamburgo, y su esposa Simone era una buena ama de casa y hace ya más de diecisiete años había dado a luz a sus únicos hijos, dos gemelos: Tom y Bill.

Bill, como todo adolescente, era sociable, amiguero, más que su gemelo Tom quien era reservado y algo tímido.

Eran una familia común de clase media sin muchas complicaciones a excepción de su papá Jörg. Él sufría casi seguido de pesadillas y supuestas revelaciones de catástrofes. Ya la familia había hablado sobre eso incontables veces, su papá necesitaba de ayuda psiquiátrica cuando empezaba con esos delirios de desastres y extinción de la raza humana.

Un día estaban tomando el desayuno, era día domingo en la mañana y Simone había preparado panqueques con cyrup. Los chicos habían bajado de sus habitaciones prácticamente en pijamas y se sentaron a la mesa.

—¿Han visto a su papá? —preguntó Simone con angustia, ambos gemelos se miraron el uno al otro.

Desde el día viernes no lo habían visto.

—No —dijo Bill centrándose en comer su platillo. Tom estaba algo inquieto sentado a su lado.

—Mamá, él no ha salido… —Miró a Simone y ella entendió—. Desde el viernes se ha encerrado ahí luego de… de sus pesadillas. Creo que…

—Se pondrá bien —intervino Bill—. Sabemos que es temporal, Tom. Solo está asustado y luego que regrese a su trabajo él se olvidará de esos delirios.

—No es así —contestó Tom mirándolo de reojo, ambos lucían serios y Bill se reclinó hacia atrás en la mesa.

—¿Intentas decir que está loco? Ya escuchaste a Pamela. —Pamela era la reciente novia de Bill, una chica muy nerd que estudiaba en la escuela, Bill le había comentado el caso de su papá y ella había dicho que solo sabrían si estaba loco cuando descuidara su imagen personal y también cuando comenzara a dañar a los demás, cosa que aún su papá no había hecho, y eso para Pamela era nada más que una personalidad obsesiva.

—¿Pretendes que crea a una niña de dieciséis años? Ella no es psiquiatra, él ya nos está haciendo daño, ¿no lo ves? Está haciéndose daño encerrado en el sótano quién sabe qué haciendo, gastando dinero en tonterías, ¡nos hace daño! Descuida su trabajo, nos ha endeudado por comprar tonterías que ni sabemos, ¡se encierra ahí y quién sabe, y si se muere! —gritó a Bill y Simone tuvo que dar un golpe en la mesa.

—¡Basta los dos!

—Mamá, tengo razón —dijo Tom—. Papá no está bien de la cabeza, no es normal, no…

—No quiero ver a mi padre en un sanatorio —le dijo Bill—. No está loco, solo es extraño, siempre lo ha sido, no quiero que un psiquiatra nos tenga que decir que debe ser internado, ¡no quiero!

Y Simone tampoco quería.

Esa era las discusiones cada semana y cuando hablaban con Jörg él siempre intentaba decirles que todo estaba bien, que él en su momento les diría por qué hacía todo eso.

Las horas pasaron y Tom vio llegar a Pamela a la casa, Bill bajaba las escaleras muy arreglado, se veía bonito incluso ante los ojos de Tom. A pesar de vivir en un pueblo era de vestirse muy a la moda y hasta de peinarse extravagante. Tom rió ante lo que vieron sus ojos, el cabello de Bill en puntas, como una melena.

—¿A dónde piensas ir así? —le reclamó Tom.

—No te importa. No me esperes. —Le dio un beso en la mejilla y recibió un puñetazo en el vientre.

—Me las pagarás, Tomi…

Vio a su hermano irse de la mano de su reciente enamorada, y suspiró. Su hermano se le había adelantado y él aún no había tenido más que amigas especiales o con derecho, pero no una chica a quien presentar en una cena.

Retrocedió queriendo subir a su habitación para alistarse y salir a visitar a algún amigo, el día parecía ser aburrido sino buscaba salir, pero luego recordó que hasta el momento no había visto a su padre.

Fue a la cocina y sirvió un poco de limonada en un vaso, se lo llevaría al sótano aunque era muy probable que Jörg no le dejara pasar, ninguno de ellos había visto ese lugar en años.

—De todas maneras él necesita algo de beber, tendrá que abrirme o esta vez lo llevo a rastras al hospital —dijo entre dientes.

La puerta del sótano estaba cerrada como era de esperarse, él tocó muchas veces y comenzó a angustiarse, algo no andaba bien, simplemente no. Y la idea de que su papá se estuviese haciendo daño o alguna locura lograba ponerlo nervioso, así que dejó el vaso a un lado y con un fierro intentó abrir la puerta. Hacía mucho ruido y en realidad su papá debió haberle abierto hace mucho.

—Esto no está bien… —Con su desesperación logró abrir la puerta y unas luces azules de neón le pegaron en los ojos—. Qué mierda… —El sótano era otro mundo…

Comenzó a bajar las escaleras con cierto temor, llevando en sus manos el vaso de limonada. —¿Papá? —llamó con temor, y al terminar de bajar tremenda fue su sorpresa al ver ese lugar, era como un refugio hecho de paredes de concreto, tenía muebles de madera en las paredes en donde había un almacén de cosas, productos de comida, vestimentas, más que eso, eran trajes especiales, como militares con accesorios como botas y guantes; estaban puestos en armarios con nombres “Bill”, “Tom”, “Simone”, “extra 1”, “extra 2”. Había una iluminación un poco tenue. El corazón de Tom comenzó a latir de temor. Su papá estaba loco, no había otra explicación, necesitaba ayuda.

Caminando más al fondo se asustó al ver un armario de armas, muchas de ellas estaban puestas en una repisa de vidrio y tenían símbolos que él no entendía, ¿dónde había podido conseguir semejantes cosas? Su padre era un simple carpintero.

Había un escritorio lleno de papeles y ahí estaba él, durmiendo y casi convulsionando, delirando palabras. De seguro soñando una pesadilla. Tom se le acercó con temor y tomó una de las tantas hojas ahí puestas hasta esparcidas por todo el suelo.

Era un mapa con señales rojas que decía alerta uno, alerta dos, y muchos otros números más, era un mapa de Alemania y estaba señalado con verde su pueblo “Ofdorf, refugio” con un símbolo de una casa.

Se asustó al recoger un dibujo de un monstruo hecho a lápiz, tenía varias cabezas y era gordo, con muchas manos, parecía ser una masa humaniode, como si muchas personas se hubiesen fusionado, era espeluznante y abajo daba una descripción, «zombie tipo C, altamente peligroso, la única forma de vencerlo es hacer explotar su cuerpo pues al tener varias cabezas dispararle a todas no puede funcionar al cien por ciento. Arma a utilizar: granada de guerra».

—Dios mío… —siseó y soltó la hoja para acercarse a su papá y despertarlo de una buena vez—. ¡Papá! —Lo sacudió y Jörg al despertar gritó como loco poniéndose en pie y tratando de tomar alguna cosa del escritorio—. Soy yo, soy Tom.

Jörg lo miró a los ojos y lo reconoció.

—Hijo… qué haces aquí, ¿qué pasó? —Se tocó la cabeza, lucía sudado, con la mirada perdida, tratando de regresar a la realidad, estaba loco, no había otra explicación, había empeorado.

—¡Basta ya de tanta tontería! Sabemos que estás mal y esto lo comprueba, debemos buscar ayuda, papá, esto no está bien, tú estás… estás… —No lo podía decir, le dolía en sobremanera tener que admitir que estaba loco. Jörg le miraba casi con súplica.

—Tom, escúchame…

—No, ya me harté de tus historias de catástrofes, lo único que haces es influirnos miedo de algo que no pasará, papá, ¡no pasará! ¿Entiendes eso? Solo está en tu cabeza y nos quieres volver locos, ¿no ves el daño que ya nos estás haciendo? Mamá sufre, está allá en la casa disimulando todo el tiempo que todo está bien, pero no es así, ¡no lo es porque estás demente! —Jörg tomó parte de su chaqueta para que lo mirase a los ojos, Tom estaba al borde del llanto, le dolía verlo así.

—Escúchame...

—Ya escuché demasiado. No estás bien…

—El día se acerca y…

—¡Cállate! Me perturbas, ¿no lo ves? —Tom rompió en llanto, ya no aguantaba verlo así. Jörg lo soltó comenzando a temblar, no quería perturbar a su hijo, aunque ya lo estaba haciendo.

Se sentó otra vez y comenzó a temblar un poco, tenía tantas cosas que decirle, pero sabía que no sería comprendido. Tom se secó las estúpidas lágrimas y luego de sorber su nariz posó una mano en su hombro. —Debemos ver a un especialista en la ciudad.

—¡No!

—Papá, por favor.

—No, no iré a ver a un loquero, no sin antes mostrarles algunas cosas. Hijo, esto es serio.

Tom retrocedió dándole una de las peores miradas, alzando su mano y apuntándolo con un dedo amenazándole y diciéndole que no se acercara.

Tom salió de ahí pues ya no soportaba el peso de saber que nada con respecto a su padre estaba bien y lo peor era que de seguro su mamá y Bill querrían pasar ese hecho por alto. Ésta vez él iba a insistir para que su papá recibiera el tratamiento adecuado.

Ya en la noche, se encerró en su habitación y esperó a Bill. Esperó hasta pasada la media noche éste subió a su habitación tratando de ser sigiloso y no levantar sospechas, pero Tom lo interceptó en el pasillo.

—Debemos hablar.

—¿De qué? Tengo mucho sueño, ahora qué pasó —preguntó en un susurro entrando al cuarto de Tom y éste cerró la puerta tras sí.

Solo el lamparín alumbraba su habitación llena de cachivaches, a Tom le gustaba mucho coleccionar y reciclar muchas cosas a diferencia de Bill que era más ordenado y tenía una habitación sencilla con algunas plantas y hasta un acuario.

Bill se recostó en la cama de Tom y sobó su rostro tratando de relajarse, estaba un poco tenso pues podía percibir en Tom preocupación real, su gemelo no podía ocultarle nada.

—Si es sobre papá, ya sabes lo que pienso de él —se adelantó Bill.

—Tiene armas, ¿lo sabías? ¿Crees que eso sea de alguien con personalidad obsesiva? Es más que un obsesivo con ideas locas, está mal, está loco, admitámoslo ya.

Bill se sentó en la cama encarándolo con mirada ruda, frunciendo el ceño.

—¿Quieres ver a mamá llorar por todos los rincones? Es domingo, Tom, mañana lunes papá irá a su taller a seguir haciendo muebles, él no hace daño a nadie, sigue funcionado como todo padre lo hace, no está loco, solo es extraño.

—¡Armas!

—¿Cómo sabes semejante cosa?

—Puff… Entré al sótano, ¿contento? Es una especie de refugio contra desastres, está loco, ¿sabes la cantidad de dinero que ha invertido ahí? Yo diría que mucho y nos mantiene a las justas, no va a querer pagarte la universidad fuera de Ofdorf, lo sabes.

—¿Un refugio con armas? —Bill se quedó pensando—. No quiero hablar con mamá de esto, estoy seguro de que se pondrá mal, papá siempre ha sido su soporte hasta que esos sueños malditos empezaron.

—Tú lo has dicho Bill, hasta que esos sueños empezaron, ahora él necesita que lo apoyemos a… a regresar a la realidad, no está bien.

—Bien, mañana hablaremos con mamá, ¿estás más tranquilo? —Miró a su hermano y éste asintió sonriéndole.

—No, hasta que me cuentes qué tienes con Pamela, te noto distinto —por no decirle distante. Vio como Bill sonreía cerrando sus ojos y volvía a recostarse en la cama, suspirando y estirándose, Tom se deleitó en esa imagen de su hermano y se recostó a su lado.

—Vamos bien, mejor que la otra vez, por eso regresé tarde. —Era ya más de las dos de la mañana. Tom lo miraba de reojo, lo veía ilusionado y suspiró tan cerca de su cuello que eso le fue suficiente para darse cuenta de más detalles.

—Ya veo, humm… lo hiciste.

—Sí, lo hicimos por primera vez. —Tom dejó de verle y posó su mirada en el techo de la habitación—. ¿Quieres que te cuente?

—No.

—Bueno, no fue la gran cosa… pero fue bueno, fue muy corto, no sé, es que…

—No quiero saberlo.

—Oh, lo siento.

Bill podía notar esa incomodidad. Se quedó pensativo y dio con el hecho de que Tom no tenía novia alguna hace ya mucho tiempo. Extendió una de sus manos hacia sus rastas suaves, Tom dejaba que solo Bill se las tocara.

—No es la gran cosa, también sabrás lo que es. —Vio el rostro de su hermano compungirse en una mueca de disgusto—. Tom…

—No es eso, déjame.

—Ahora te molestas por una tontería, vamos, ¿dónde está mi gemelo, mi mitad? ¿No te simpatiza ella? Dímelo. —Tom le dio la espalda al sentarse y Bill permanecer recostado, apoyó una mano en su ancha espalda y Tom se encogió más—. Tomi…

—Ella cree que sabe todo. —Y es que eso era verdad, Pamela era una de las más inteligentes de su clase—. Cree poder analizarme, no me simpatiza por eso, siempre buscando solucionar las cosas de esta casa, ¿qué se cree? Ella no es de aquí.

—¡Tom! —chillo Bill—. Parece como si la odiaras, ¿qué pasa? Ella no es tan mala, pero para que sepas me quiere en serio por eso se preocupa por todos aquí, eso es lo que me gusta de ella.

—Entrometida —musitó Tom y Bill no pudo oír eso.

—¿Qué dijiste?

—Nada.

Los sentimientos extraños estaban carcomiéndole lentamente, tan lento que eran imperceptibles, Tom no sabía que albergaba celos por su hermano, pero no del tipo de celos conocido y permitido, eran celos prohibidos.

 

Así empieza esta historia~ veremos qué más les depara el destino >:3 gracias por leer, no olviden comentar si les gustó~