Niñerías - XVIII

Hola a todos *-* estamos a mitad de semana, pero tengo capítulo. Un abrazo a todos, los quiero <3

Tom parecía no estar preocupado, estaba sonriente y se acercó a Arthur. 

—Solo vine por algo de cenar. —dijo el señor Arthur quien aún no salía de su asombro, estaba desilusionado más con Bill que con Tom al cual conocía. 

—Ni una palabra de esto —dijo Tom poniéndose serio. 

—Usted sabe que no soy de esos —habló Arthur y evitó entrar a la cocina—. Con permiso, buscaré más tarde. 

El hombre mayor salió de ahí y Bill aún miraba hacia sus pies. Estaba frío y temblaba un poco, no quería mirar a Tom pues se moría de vergüenza, sentía que había arruinado su trabajo, ¿con qué cara miraría de nuevo al señor Arthur? ¿Y si lo delataba? Comenzó a pensar que perdería el trabajo. 

—Bill —llamó Tom acercándose un poco—. Ya se fue… —diciendo eso, extendió su mano para querer tomar su brazo. 

—Déjame —dijo serio y retrocedió—. Lo que acaba de ocurrir puede costarme el trabajo, deja de querer perjudicarme, Tom. —Alzó la vista y lo miró a los ojos—. No confío en ti. 

—Bill… 

—¡Shh! ¡Deja de confundirme, por lo que más quieras! —Alzó la voz y luego, con manos temblorosas, tomó el recipiente de sopa y salió de la cocina. 

Estaba nervioso y asustado, su corazón latía muy acelerado y todos sus sentidos estaban en alerta, Tom lograba desequilibrarlo de esa manera. No se percató que Tom lo seguía y llegó a su lado, en el pasillo que conducía al comedor. 

—¿Nos vemos a la salida? Quiero mostrarte algo. 

—No. Deja de seguirme. 

—Bill… 

—¡Tom, entiende! 

Lo que Bill no sabía era lo mucho que a Tom le disgustaba ser rechazado. No sabía qué hacer cuando eso pasaba porque por lo general nunca lo habían rechazado, siempre tenía lo que quería, ¿por qué tuvo que conocer a Bill y dejar que lo trataran así? 

Se interpuso en su camino, a su frente con ambas manos extendidas a cada lado del angosto pasillo y lo miró serio, Bill abrió la boca sorprendido y ya bastante asustado, estaba pálido y no sabía cómo quitarse a Tom de encima prácticamente. Tom trató de contener su fastidio, trató de relajarse pero casi no podía, quería una explicación de Bill y que le diera la oportunidad de hablar. 

—Tom… —Miró con los ojos muy abiertos—. Me asustas, quítate. 

—Hablaremos a la salida. 

—Debo irme temprano, no deseo hablar, ¿viste lo que acaba de pasar? 

—Arthur no dirá nada, lo juro. 

—Esta vez fue Arthur, mañana qué, ¿tu mamá? No, no quiero perder el trabajo, además tengo prohibido hablarte, lo siento, Tom. 

—Fue mi madre, ¿verdad? Siempre metiéndose en mis cosas. 

—No son tus cosas, Tom, ¡son las mías!, no tengo por qué hablarte, lo siento, pero no deseo hablarte —dijo eso sin poder contener sus molestias, ya no estaba asustado, ahora estaba molesto por la insistencia del otro, ¿qué pretendía? Definitivamente no confiaría. 

Tom se puso serio y hasta frunció el ceño, pero Bill avanzó con el plato de sopa en ambas manos indicándole que quería pasar y al ver que no le hacía caso, avanzó y empujó un poco a Tom y pasó de él caminando muy rápido hacia el comedor no encontrando a Liam, estaba claro que se había aburrido de esperarlo. 

—Liam no está —dijo Tom a su tras y Bill se encrespó un poco. 

—Iré a buscarlo. 

—Está arriba, en su habitación mirando televisión comiendo unas empanadas de queso que le traje, son sus preferidas, no necesita esa sopa. —Bill puso el plato en la mesa y encaró a Tom. 

—¿Qué quieres? —dijo serio y directo—. Basta de rodeos y metidas de mano, anda, dime de una buena vez qué demonios quieres. 

Tom abrió la boca por un momento, nunca antes alguien lo había encarado así, Bill parecía estar molesto y temió responder, no quería ahuyentarlo o decir una barbaridad. 

—Quiero conversar contigo. 

—¿Conversar? ¡No quieres conversar! Quieres que pierda el trabajo, eso quieres. 

—No, lo juro… 

—No es el momento para conversar. —Se dio la vuelta y planeó ir a buscar a Liam. 

—Quiero estar contigo… —Bill se detuvo por un momento, pero no volteó—. Quiero tenerte. 

—Tom, no empeoremos las cosas… 

—Preguntaste qué quería, pues eso quiero. 

—¿Tenerme? No soy una cosa para que me tengas. 

Tom estaba serio y pensaba en ordenar sus ideas, ¿qué quería de Bill? Quería muchas cosas, pero no sabía cómo decirlas y Bill parecía tener las intenciones de irse rápido. Lo vio caminar hacia las escaleras y lo siguió, Bill se percató y aceleró el paso, pero Tom supo tomar su brazo y de un empujón lo acorraló contra la pared al inicio de las escaleras. 

—¡Qué haces! —exclamó Bill comenzando a agitarse—. Suéltame —dijo no muy fuerte, no quería llamar la atención de Arthur. 

Su corazón latía mucho, estaba otra vez asustado, podía anticipar los movimientos de Tom, quería restregarse contra su cuerpo como el animal que era y Bill solo forcejeaba para no perder el control, Tom tenía ambas de sus manos a los lados de su cabeza, pegado a la pared y lo miraba a los ojos apretando los dientes. 

—Te tengo ganas, te deseo, quiero llevarte a mi cama ahora y hacerte mío y que gimas mi nombre hasta hacerte venir, eso quiero. 

Bill se puso rojo de vergüenza de solo imaginarlo y sintió sus piernas temblar. Escuchar eso no había sido nada agradable, todo lo contrario, se sentía humillado, pero Tom parecía sentirse aliviado de haberlo dicho, pues era verdad, deseaba mucho eso y ahora que lo había confesado, esperaba una respuesta de Bill. 

—¡Eres un cerdo! —No pensó que le diría eso. Bill trató de liberarse y Tom lo dejó pues su pierna comenzó a doler—. No puedo creer, ¿solo eso represento para ti? ¿Una cosa a quién follar? 

Tom se mordió la lengua, no quería seguir metiendo más la pata, sabía que Bill estaba muy molesto, no quería que siguiera alejándose de él. —Bill… —El mencionado lo seguía viendo con estupefacción, sin embargo, Tom prefirió callar por temor a arruinar más las cosas. 

Bill casi corrió escaleras arriba, quería escapar, no podía creer cómo así lograba gustar de Tom y ahora que sabía sus intenciones quería alejarse. Lo curioso era que a pesar de sus ganas de sentir asco por él, no lo sentía, todo lo contrario, se lamentó mentalmente por pensar si quiera lo que le había propuesto. 

Entró al cuarto de Liam tocando sus mejillas, no quería estar rojo. 

—Estás como un tomate. —Justamente no quería que Liam le dijera eso, pero por lo visto supo darse cuenta. 

—Corrí hasta aquí porque no te vi, por eso estoy así. ¿Qué haces aquí? —El pequeño comía unas empanadas y estaba recostado en su cama mirando televisión. Bill dio un vistazo fugaz a su cuarto—. ¿Qué pasó acá? Nunca vi tu habitación así de descuidada. —Liam rió. 

—Soy grande —dijo con una sonrisa—. Soy un hombre —habló con voz grave y Bill se cruzó de brazos. 

—No eres más que un niño malcriado. 

—¿Por qué Tom puede tener su habitación así y yo no? Se ve bien como está ahora. —Liam sabía que su mamá había mandado a que ordenara su cuarto, pero no pensaba obedecer. 

—¿Haces esto por Tom? ¡Haces muy mal! No puedo creer que un niño como tú quiera seguir los malos pasos de su hermano mayor, no creo que merezcas reprimendas por algo así, Liam, este cuarto apesta y debe ser arreglado. 

Otra vez Bill debía buscar la forma de convencerlo y eso a veces tardaba tiempo. Aún faltaba mucho para irse y luego de tanta insistencia, entre forcejeos y berrinches, Liam comenzaba guardar sus cosas y Bill lo ayudaba. 

—… Ellos no quieren a Tom —le contaba sobre la última pelea que tuvo con sus padres y Bill solo escuchaba atento—. No quieren que viva aquí. 

—¡Ja! Debería buscarse una vida. 

—¿Buscarse una vida? ¡Él vive aquí! No quiero que se vaya… —Bill lo miró detenidamente, eso logró conmoverlo. Sabía que Tom no era un buen ejemplo para el niño y hasta había dejado de ordenar su habitación por ser como él. Pero podía comprenderlo que pese a todo lo malo que Tom tenía, era su hermano y entendía que el menor quisiera que Tom se quedara en casa. 

—Liam, las personas mayores a veces necesitamos buscarnos una vida, o sea, volar… Como las aves cuando dejan el nido para volar. 

Liam no quiso escucharlo, sabía que quizá Bill no le entendería y solo lo ignoró. 

—No me dejará, me lo ha dicho —habló el pequeño decidido y Bill terminó por entenderlo. 

La habitación quedó mucho mejor a como estaba antes y Liam estaba cansado. Bill mandó a que se pusiera un pijama y abrió su cama para que descansara. 

—Duerme conmigo… —dijo extendiendo sus brazos cuando estuvo recostado en la cama. 

—Ah, no, ¿tú también? —Alzó una ceja con una pequeña sonrisa en sus labios. 

—¿También? —Liam pareció no entender y Bill rió. Si supera realmente las intenciones de su hermano mayor. 

—Olvídalo —dijo acomodando su cama y cubrió a Liam con los cobertores. Tenía una linda sonrisa en sus labios y hasta se parecía a Tom, Bill se quedó mirándolo por un momento, buscando las similitudes en su rostro, era muy lindo cuando estaba tranquilo. 

—No te vayas —pidió con un puchero. 

—Sabes que debo irme. 

—No… Es que me aburro. —Comenzó a mover sus piernas dentro de los cobertores y Bill suspiró resignado. 

—Está bien, me quedo. —El niño gritó de emoción y se acomodó en la cama. Bill se sentó en el banco que había al lado de la cama. 

—Cuéntame un cuento —pidió con una sonrisa. 

—Soy pésimo en eso… 

—¡Ya pues! Karina me contaba cuentos y luego se iba con mi hermano a su cuarto, ella creía que yo dormía pero desde aquí los escuchaba, ella hacía sonidos feos como un cuy. —Liam rió recordando y Bill frunció el ceño. 

—No debiste oír esas cosas. —Bill casi no podía imaginar lo descuidado que había estado Liam antes que él estuviera—. Oye, ¿y el señor Arthur no hacía nada? 

—No, él sabía. 

—Y… ¿nunca recriminó a Karina? —Liam se puso a pensar mirando a Bill con sospecha. 

—¿Recriminar? ¿Por qué? 

—Pues, por encerrarse con Tom en su habitación. —Liam se puso a pensar por un momento, moviendo su cabeza y hasta su lengua. 

—No sé, no recuerdo. —Bill torció la boca, quería saber eso—. Pero una vez… una vez Arthur se besó con Karina. 

—¡Qué! —Bill estaba atónito y Liam rió ante eso. 

—¿Es algo malo? 

—Pues… no sé… —Bill estaba nervioso, no sabía qué decirle, Liam parecía tranquilo y bostezó. 

—Felizmente eres hombre, Tom no buscará hacer esas cosas contigo. —Hizo una mueca de asco—. Puaj, sexo, iuk, cuando sea grande no haré esas cosas —dijo eso sacudiendo sus manos y se pasó la palma de una por su lengua. 

—No hagas eso —rió Bill—. Todo a su tiempo. No pasará eso con Tom. —Liam lo miró y asintió—. No pasará —dijo para sí mismo viendo a Liam parpadear seguido y bostezar otra vez. 

—Mañana trae al conejo, hice algo para él. 

—¿Qué le hiciste? 

—Una sorpresa, tráelo mañana… hum, hasta mañana. —Le dio la espalda y buscó dormir. 

Bill permaneció un momento a su lado y luego se levantó para salir apagando la luz y dejando solo el lamparín encendido. 

Bajó para tomarse la sopa que Liam no tomó porque cenó otra cosa y estuvo alerta por si veía a Tom, no quería cruzarse con él por ningún motivo. 

Entró a la cocina y guardó lo que quedaba de sopa en el refrigerador y luego escuchó pasos que lo sobresaltó, era Arthur quien entró a la cocina y lo encaró serio. 

—Te estás metiendo en problemas —dijo con grave voz, Bill bajó la cabeza comenzando a sudar. 

—Perdone, no era mi intención, no tengo nada con Tom, él se salió de control. 

—Lo sé, siempre pasa y por eso pierden el trabajo todos aquí, menos yo, obviamente. —Bill alzó la vista. 

—Señor Arthur, no me delate, no volverá a pasar. 

—¿Delatarte? No, no lo haré, solo te advierto que lo único que Tom desea es tu pequeño culo, que te quede eso muy bien en claro, no seas ingenuo. —Bill sintió una punzada en el pecho, el señor Arthur le decía la verdad, no veía malas intenciones en sus palabras. Sus mejillas se enrojecieron otra vez por esas duras palabras, tenían mucho de verdad. 

—No lo seré, señor, no pasará nada. 

Se sintió desilusionado. El señor Arthur salió de ahí y luego de eso Bill deseó escapar. Terminó de ordenar las cosas en la cocina y luego salió para irse. Tomó su mochila y caminó hacia la salida, cruzó el jardín y abrió la puerta hacia la calle. 

Y ahí lo vio, sentado en una moto color negro, con un casco puesto en su cabeza y la hizo sonar. 

—Te llevo —le dijo con una sonrisa que pudo ver a pesar del casco y le extendió otro. 

Bill retrocedió un poco, se sintió acosado, estúpidamente acorralado y se inmovilizó. Tom bajó de la moto y se quitó el casco para verlo, tenía una badana sobre su cabeza, su cabello comenzaba a crecer, tenía una casaca de cuero y vestía de negro. 

—Hoy la compré, por eso salí en la tarde, fui a la cocina a querer decírtelo pero… pero te vi y me resistí, quise besarte antes de contarte esto y luego pasó lo que ya sabes. —Bill seguía muy quieto a la expectativa por si debía escapar—. ¿Me permites llevarte a casa? 

—No creo sea buena idea, Tom. Me metiste en un serio problema… 

—¿Acaso Arthur no habló contigo? Él sabe de mis cosas, no es un problema, él puede enterarse hasta de cuando tengo sexo, siempre ha sido así. 

—¡Conmigo no pasará! ¿Entiendes? No seré uno más en tu lista. 

Tom asintió, no quería peleas, no más discusiones ni que Bill deseara no verlo, o que se escapara. Todo lo que eso lograba era que Tom pensara más en él y buscara la forma de acercarse, pero sabía que podía arruinarlo si decía algo atrevido, así que se calmó. 

—Está bien, retiro lo dicho allá en la casa, no pasará nada que tú no quieres que pase… 

—Tenlo siempre presente, no me acostaré contigo, ni me besarás en la casa nunca más. 

—En la casa no, lo prometo. 

—¡En ningún lado! 

—Si tú no quieres, en ningún lado. 

—Promételo. 

—Te lo prometo —dijo Tom mirándolo a los ojos y Bill asintió—. Ahora, ¿me dejas llevarte a casa? 

A Bill le gustaba mucho la sonrisa que Tom tenía, casi lo hipnotizaba y más cuando la luz de los faroles en la noche le daba un brillo especial a sus ojos. Suspiró hondo y asintió recibiendo el casco, no lo vio tan mala idea luego que le hubiera prometido no sobrepasarse. 

Tom se subió a la moto y la hizo sonar, el motor parecía potente. Bill se subió y se puso el casco, quiso poner las manos detrás, en los fierros de la moto para sostenerse, pero no pudo porque Tom había tomado sus manos y las puso en su cintura. Bill dudó pero luego se aferró al otro y cuando la moto arrancó, apoyó su cabeza en la espalda ancha de Tom. 

Habían tantas sensaciones extrañas en su ser que simplemente no quiso pensar, solo se dejó llevar y la velocidad, más la oscuridad de la noche lo llenó de emoción.

Quién los entiende. en el próximo capítulo Bill se pone a pensar acerca de lo que está haciendo, además que Nicole no se quedará atrás. Veremos qué más pasará. Un abrazo a todos.