viernes, 26 de octubre de 2012

Polizón - XVII

Hola a todos, este es casi el antepenúltimo capítulo, pronto el final. Un abrazo a todos<3

Los días pasaban tan rápido, poco a poco formaban semanas y ellas meses como si nada. El verano había pasado ya hace mucho seguido del otoño y adentrándose al invierno. La navidad se acercaba y los pedidos de vestidos aumentaban. Dunja requería más de ayuda. Bill avanzaba en sus clases y ayudaba a Dunja, se había vuelto una rutina aunque él ya quería el otro trabajo que ella le había ofrecido con su cuñado en otro pueblo, solo esperaba que Bill aprendiera algo más de números y finanzas, era importante eso para el nuevo trabajo, por ahora prefería mantenerlo a su lado como ayudante. 

Bill ahora cosía abrigos, hermosos abrigos esponjosos, la nueva moda para el invierno. 

—Bill —llamó Dunja—, hoy viene Elizabeth. —Le guiñó un ojo y él se sintió incómodo. 

Aquella muchacha tímida le metía en muchos problemas últimamente. Él no sabía cómo reaccionar ante sus insinuaciones. Se supone que ella no tendría el valor para tanto, pero resultaba que probaba a Bill en muchas maneras hasta salirse con la suya sobrepasando los límites o intentado sobrepasarlos. Bill bufó algo resignado y Dunja soltó una risita. 

—Ay, la juventud —canturreó viéndolo y Bill agachó la cabeza tomando el abrigo para seguir cosiendo—. ¿Te atrae esa joven? —preguntó algo tímida, veía en Bill un jovencito reservado en esas cosas. Bill alzó la vista con cara de asombro no sabiendo qué contestarle. 

—Es una amiga señora Dunja, no piense mal. —Ella rió un poco. 


—Tranquilo, no es algo que me incumba o que piense mal, todo lo contrario, conozco su familia y veo que ella viene seguido solo para verte, antes que tú estés aquí ella ni pisaba mi taller. Es por ti. —Bill ante eso solo pudo suspirar con desazón—. Estás en edad de enamorarte. —El menor tragó saliva, claro que él estaba enamorado, pero no de una mujer—. Puedo ser una madre para ti. —Le sonrió sincera—. Si quieres… te puedo ayudar. 

—No es necesario, pero gracias, muchas gracias. —Lo decía por el comentario de ofrecerse como una madre, él valoraría mucho eso. 

Tocaron la puerta y ella sonrió cómplice, Bill se resignó a aceptar la visita. Dunja fue a abrir la puerta y efectivamente era ella, la rubia risueña y amable para con todos, nadie imaginaría que ella sería capaz de provocar a Bill. 

—Los dejo solos —anunció Dunja llevando parte de los vestidos fuera del taller. Bill se puso en pie por educación y se le acercó a saludarla, comenzaba a ponerse un tanto nervioso pues ya ella le había confesado sus sentimientos y él le había dicho que aún no podía concretar algo con ella. 

—Buenas tardes —saludó ella. 

—Buenas tardes —saludó él extendiéndole una silla para que se sentara—. Al fin tengo todos tus pedidos, espero te gusten. 

—Viniendo de ti, absolutamente. —Bill sonrió de lado, ni bien entraba ella ya comenzaba a insinuarse. 

Era una insinuación extraña que terminaba haciendo sentir culpable a Bill. Elizabeth era astuta y Bill carecía de trato con las mujeres, así que siempre estaba a la expectativa. 

—Quisiera probarme este vestido. —Tomó uno de ellos, uno crema con encajes. 

—Por supuesto. —Bill le sonrió y ella se fue al vestidor a probárselo, estaba emocionada. 

Bill le cerró la cortina del vestidor y esperó afuera. Miraba hacia la puerta, buscaba por Dunja, qué atrevimiento de ella dejarlo solo con la jovencita interesada. 

—Bill —llamó ella desde adentro. 

—¿Todo bien? —Bill tragó saliva pues no era primera vez que estaba en una situación similar. 

—Pues, ven un momento, está suelto… —Ella podía sonar inocente, su voz y hasta sus gestos, pero Bill ahora desconfiaba pues en varias ocasiones ella le había intentado besar y él no sabía cómo reaccionar sin dejar de ser un caballero educado. 

—En seguida. —Apretó sus puños, trataría de ser profesional, estar serio para que ella no le viera fácil y se exceda de confianza. Entró en el vestidor viéndola semi desnuda con el vestido abierto en su espalda, ella le miraba por el espejo del vestidor, lucía avergonzada, ruborizada, y a la vez insinuante—. ¿Deseas algo? —preguntó evitando verla a detalle, solo sus ojos celestes por medio del espejo. 

—Está suelto, aquí —señaló su cadera y Bill pestañeó seguido—, deberás ajustarlo un poco, mídelo. —Le sonrió un poco. Bill salió buscando algunos alfileres y la tiza para marcar puntos sobre la tela. 

—Lo mediré a tu forma. —Se inclinó un poco y comenzó a ajustarlo descubriendo sus curvas naturales y los lunares que tenía en su baja espalda. Tragó saliva, eso era provocador en una manera distinta a lo que era Tom. «No es correcto mirarla, no. Oh, Tomi, quisiera que estés aquí», pensó—. ¿Está bien así? —Las manos de Bill trataban de no tocar su piel, solo la tela, pero ella le tomó de la mano y le guió por su cuerpo causando un sonrojo en Bill, eso ya era atrevido, y no sabía cómo reaccionar sin ser grosero. 

—Así mejor, más ajustado. —Tragó saliva y se levantó. 

—Elizabeth… 

—Dime. —Ella volteó a encararlo y tomó su rostro, Bill abrió la boca de la sorpresa y tomó sus manos sobre su rostro. 

—Ah… yo… —vio de reojo su imagen en el espejo, lo frágil y vulnerable que lucía, ¿cómo salir de ahí?— Por favor… 

—Sé que me quieres y me rehúsas porque tienes miedo, porque aún somos menores. 

—No, no es eso… —Trató de alejarla, no era la primera vez que estaba en esas condiciones con ella. El vestido se deslizó por su cuerpo cayendo al suelo dejándola a ella expuesta a él quien solo jadeó incapaz de reaccionar, solo se sonrojó aún más y ella le besó pegando su cuerpo desnudo. 

Otro beso más de los tantos que ella ya le había dado y él siempre terminaba en un rincón sin salida alguna. Preso en sus manos solo pensaba en ese instante lo mal que eso era, hacía mal, traicionaba a Tom aún después de haberle jurado amor. 

—¡No! —gritó separándose—. No, no, no más; Elizabeth, no más —jadeó cerca de sus labios y ella ladeó la cabeza intentando entenderlo. 

—Sé que quieres, ¿por qué lo haces difícil? 

—Porque no siento amor, es la verdad, perdóname por eso, pero no lo siento. —Casi empujándola, con algo de pesar y la respiración agitada salió de ahí dejándola a ella muy consternada. 

Bill salió de taller y luego salió a la calle por la puerta principal siendo azotado por el frío del invierno, pero no le importó, adentro se sentía ahogado en emociones raras, necesitaba despejarse, tomar aire y tener las cosas en claro. 

«Solo Tom, solo él es mi amor, el único». Comenzaba a tener cierto temor con respecto a Elizabeth, estaba seguro que ella se quejaría donde Dunja por su actitud muy poco cortés y él no sabría cómo objetarlo. Se sentía un poco perdido. 

Caminó por las calles sobándose los brazos por el frío, era mala idea. Y a lo lejos vio al cartero acercarse a la casa de Dunja, una corazonada le atravesó el pecho, una ligera esperanza, una comunicación con su amor. Entonces corrió hacia la puerta y llegó agitado. El cartero aún no había tocado la puerta. 

—¿Bill Kaulitz? —leyó el sobre y el pequeño sonrió ilusionado. 

—Soy yo… 

—Tenga, tiene una carta y debe firmar aquí. —Así lo hizo y luego tomó ese sobre crema algo gastado y se lo llevó consigo, debía buscar un lugar dónde leerlo sin ser molestado. 

Así que caminó al puerto. Había una espesa neblina haciéndolo ver todo fantasmal y triste, Bill pensó que sería ideal leerla cerca de los enormes barcos de las embarcaciones. Buscó acomodarse en la playa misma, había unas rocas así que se sentó sobre una de ellas aguantando el frío gélido. Y abrió la carta. 

«Querido Bill: 

No sabes el gusto que me ha dado leer tu carta, ver tu letra y saber que al fin sabes leer y escribir, bien hecho. 

En estos momentos alisto mis cosas para salir de Priory, iré por las costas africanas, ¿puedes creerlo? Es muy probable que no tengamos polizones, nadie quiere ir a esos países bajos, aunque escapar del frío es una buena idea. ¿Tendrás alguien que te abrigue en las noches? Quizá prefiero no saberlo, pienso muchas cosas últimamente. 

¿Quieres saber cómo estoy? ¿Qué fue de mis hermanos? Ellos están bien, al menos mejor que antes. Esta casa sin mí es un infierno, te lo digo en serio; hay muchas cosas que no conoces, que no sabes de aquí, me cuesta tener que explicarte. Cuando salí de casa lo hice escapando de esta miserable realidad, pero ¿no crees que eso es algo egoísta? Hay gente inocente aquí que sufre y yo puedo darles calma. Mis hermanos pequeños están sufriendo la presencia de un hombre intruso en casa, mi madre espera un hijo de él y aún no ha sanado la tuberculosis que tiene, me temo que mis hermanos corran ese riesgo por falta de alimento. Toda la casa apesta a miseria y dolor, estoy hastiado de eso y no sé cómo librarles a ellos. Por ahora trabajo, mi mente no está en otra cosa que no sea trabajar para poder mandarles el dinero suficiente. Quisiera que pudieran estudiar y ser personas de bien, eso quiero y no pararé hasta conseguirlo. 

Mi Bill, no se angustie. Yo aún pienso en ti, es algo inevitable, es como… no sé, como si contigo hubiese conocido algo importante en la vida, aunque tengo dudas, ¿realmente dices quererme de verdad? Las cosas a tu edad son distintas y pasajeras. Muchas veces me he intentado plantear no enamorarme de ti porque sabemos que esto no llegará a nada, lo sabemos, pero me es imposible en este tiempo olvidarte, no puedo…» 

—No me olvides Tom, no… —exclamó Bill con los ojos aguados al sentir las dudas de Tom plasmadas en su carta y luego continuó leyendo. 

«… Me aseguras que nos veremos y yo no sé qué decirte con respecto a eso. Estoy viajando por tantos lugares y hasta ahora el capitán no ha hablado de ir a América, pero ¿crees que si fuese para allá las cosas serían como antes? No mi polizón, no pienso así. Estaré otros cinco días, quizá menos, y hasta quizá ni pise tierras de Boston, es todo impredecible y no puedo quejarme, trabajo por el dinero no por los viajes. Aún así tú me das esperanzas. Quiero que seas claro, Bill. No quiero tener que esperar por alguien que no tendré. A veces es mejor ser claros, ¿no crees? Como hombres que somos, estas cosas no son tan complicadas como embarazar mujeres o tener que pedir la mano de alguna en matrimonio, esto es diferente y peligroso, quizá no lo veas así porque piensas positivo, pero sé realista y mira a tu alrededor a ver si existen dos hombres enamorados, no lo hay, no a la vista, y a los que descubren los encarcelan, les torturan, les quitan sus derechos y muchas veces los matan, ¿eso quieres?...» 

—Me reclama —se dijo así mismo secando sus lágrimas. Bill se imaginó viviendo con Tom en una casa alejada del mundo en donde nadie tuviera que cuestionarle el hecho de vivir con un hombre, sabía que nadie entendería, pero estaba dispuesto a correr riesgos, por Tom, solo por él. Siguió leyendo la parte final. 

«… Quiero tu bienestar y quiero que pienses muy bien en lo que sientes. No quiero ilusionarte si nada de esto tiene futuro. Aún así no sabes todo el deseo que tengo de volver a verte, de siquiera tocar tu rostro y ver tu sonrisa, llevarte conmigo a algún lado y estar solo los dos, recordarte y guardarte conmigo. Es eso lo que siento, un resentimiento con la vida misma que nos obligó a esto. Te dejo tomar una decisión, sé qué es difícil, pero por mi parte, alargar esto nos impediría a ver más allá del horizonte, no seamos egoístas entre los dos. 

Te extraño y quiero mucho. En amor: Tom. 

Post data: destruye este papel.» 

Bill se quedó releyendo la carta una y otra vez. Tom le planteaba las cosas en claro. Él debía pensar en si seguir o no seguir con lo que tenían a lo cual no podían darle nombre. Pero él estaba seguro, Bill amaba a Tom, sentía que sí y no había más seguridad en su mente que saber que solo tendría una sola persona para siempre. Y ese alguien era Tom. 

*** 

Tom viajaba y viajaba en miles de mares envuelto de lleno en su trabajo, soportando el invierno cuando estaba en Europa y disfrutando climas cálidos cuando estaba en otra parte del mundo. 

Los días pasaban también para él. 

—Tom —llamó el capitán y éste lo miró—, te he notado… bueno, estás muy unido a Andreas, ¿qué hay con eso? —inquirió con miraba seria. 

—No hay nada, mi capitán; es solo un amigo. —El capitán alzó una ceja en señal de duda y le extendió una silla para que se acercara y se sentara, así lo hizo Tom aunque por dentro deseaba gritarle a ese hombre barbudo por qué se metía en su vida. 

—Tom, recuerdo aquella vez que llegaste aquí después de… —El capitán prefirió callar, sin palabras sabían de qué hablaban. 

—No sé a dónde quiere llegar. 

—No eres un desviado, Tom. Lo que te pasó no tiene por qué convertirte en uno. —Todo el cuerpo de Tom se tensó, casi se encrespó ante eso que le decía. 

—Mi capitán, es un asunto que no deseo tratar —dijo levantándose, su incomodidad era mucha que se le notaba en los ojos. 

—Lo sé, solo tenía que decirlo, no quiero que arruines tu vida con ese otro, hablo en serio, no quiero desviados en mi barco. 

—No lo habrá —dijo dándole la espalda para salir de su despacho. 

Se adentró a su habitación sintiéndose debilitado. Muy pocas veces alguien ahí le había mencionado lo que había acontecido cuando él había cruzado el océano por primera vez como un polizón. Muchas cosas habían sido olvidadas porque se juró nunca pensar en ellas ya que le ocasionaban daño y le habían enmudecido por muchos días en los cuales creyó estar fuera de la realidad y se sintió morir. 

Su cuerpo estaba frío y algunos recuerdos dolorosos le azotaron esa tarde. Muchos hombres, algunos mayores, se aprovecharon de él por días, días en los cuales se sintió morir, totalmente denigrado, sin poder defenderse, tirado en el piso frío soportando el dolor en su trasero, recuerdos monstruosos que ese día regresaron y le llenaron de una furia tremenda. 

Todo él temblaba queriendo quitarse esos recuerdos, tratando de pensar en otra cosa que no sea eso que le traía dolor. Y a los lejos de su pensamiento llegó Bill. 

Bill era un chico, era hombre, indefenso como lo fue él a su edad, muchas cosas comenzaban a tener sentido en su mente, ¿no sería que querría a Bill por el reflejo que veía de él mismo en el pequeño? Entonces, ¿era eso amor o compasión? ¿Qué era? Él no sabía la respuesta y estaba un poco asustado de saberlo. 

Había descubierto una verdad que había querido ocultar por debajo de su mente. Ahora no sabía qué hacer. 

*** 

Gustav salía con Bill a caminar. Tenía un encargo de parte de su mamá Dunja de tener una conversación de hombre a hombre con el menor, así que sonreía de lado y le tomaba de la nuca mientras caminaban por las frías calles del puerto de Boston botando vaho por sus labios casi morados. 

—Bueno, Bill, hay cosas que debemos hablar. —Bill tragó saliva casi adivinando de qué era—. Ya te deben gustar las mujeres y es normal, somos jóvenes. 

—Es que… 

—Sé que te atrae mucho la hermana de Rebeca, Elizabeth, es una niña educada, pero quizá no sabes cómo acercarte a ella, ¿verdad? Necesitas experiencia, sé lo que es eso. 

—¿Experiencia? La verdad que yo… 

—Sí, experiencia, conocer a una mujer de verdad, luego de eso todo es más fácil. —Bill abrió la boca algo asombrado imaginándose por dónde iba Gustav. 

—Te refieres a… 

—Exactamente, y creo tener la solución, vamos. —Bill se paró en medio de la calle y Gustav tomó su brazo. 

—¿Sabes Bill? A veces la primera vez tiende a ser un hecho que genera temor, incertidumbre; pero si no hay una primera no habrá las demás, todo hombre debe tener experiencia y más si es alguien de poca iniciativa como tú. Recuerdo la primera vez que fui con Tom a perder nuestra castidad con las mujeres… 

—¡Con Tom! —interrumpió Bill asombrado. 

—Sí, con él, cuando llegó frecuentábamos burdeles. Es algo que no debes contarle a mi madre, son cosas de hombres, jamás las mujeres deben de saberlo, ¿te queda claro? 

Bill se quedó paralizado, y es que por más que sabía que Tom había frecuentado mujeres antes que él eso no le limitaba a sentirse celoso, una mezcla de sentimientos que no entendía del todo. 

—Quiero ir a casa, no me siento bien. —Se tocó el vientre y Gustav entendió. 

—Aún eres un niño, pero la otra semana saldremos, ¿de acuerdo? Piénsalo, es necesario. 

Bill no se imaginaba siendo tocado o tocar el cuerpo de una mujer, él solo quería estar con Tom de esa manera, solo con una sola persona. 

*** 

Andreas tocaba la puerta de Tom y éste salió airado para golpearle. 

—¡No quiero saber nada de ti! —gritó mientras estampaba su cuerpo en la pared y le golpeaba. 

—¡Espera! ¡Tom, detente! ¡No vine por lo que crees! —Tom se detuvo y lo miró apretando los dientes de pura ira—. Algo serio pasa contigo… 

—Si vienes a preocuparte, no quiero sabe nada. 

—No vine a eso, suéltame. —Tom lo soltó—. Vine a decirte que el capitán nos manda a desembarcar aquí en Priory dentro de horas y que solo tendremos dos días libres pues tiene pensado ir a América. 

—¿Qué dijiste? 

—A Boston… 

Tom lo dejó para ir corriendo a la cabina del capitán a confirmar si eso era cierto. 

América, dulce América, la tierra en donde Bill lo esperaba.

América, al fin, muchas cosas podrían pasar, veremos cómo logran solucionarlo. Besos

4 comentarios:

  1. *___________________* wiiiiiiiiiiii!!! se viene el gran final asi que yo cierro mi boca :p lallalala adore <3 besos pinkie!

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  2. lei los demás kpis DamitaRosa perdón por no komentar :C Y esa chik molesta y buscona ke kiere kon Billito KE DESCARADA ¬¬ y él siente ke le falta a Thomas, su amor :3 por ese beso robado, Y Dunja kasamentera, klaro ella ni se imagina lo de ellos ;) Pobre rastudo lo ke sufrió siendo polizón komo el pequeño :'( Y ahora podrá reencontrarse kon su jovencito kerido :D otra vez ke pasará???( lo sé jijiji) Bueno seguiré leyendo y komentando bonita TKUM besitos ♥

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    1. gracias por comentar capi por capi *.*~ y verá slo que sigue jojojo te gustará mucho ;-) el reencuentro.
      Besos <33 y u_u sí, tom fue un polizón que lo pasó mal en su momento.. pero ahora cuidará de Bill
      muah <3

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