domingo, 14 de octubre de 2012

Polizón - XV

Hola a todos, tengan un buen domingo, les traigo capítulo 15 de este fic, ya en la recta final. Besos.

—Andreas, hazte a un lado —dijo Tom algo fastidiado y empujándolo con el pie. 

—Estás caliente, lo sé. —Se atrevió a poner una mano sobre su entrepierna abultada. 

Estaban en la habitación de Tom el cual se había arrepentido de haberle dejado entrar. Andreas le seguía a todas partes, era de hostigarlo hasta hacerlo rabiar, pero por otro lado, no había otra persona que supiera su situación, no había nadie más de confianza al que pidiera contarle cómo estaba o siquiera compartirle algunas cosas, nadie lo entendería, solo Andreas. Así que lo había dejado pasar. Ambos tenían horarios parecidos y el rubio lo invitó a jugar cartas sobre la cama, Tom no se negó, algo de distracción no vendría mal después de un rudo trabajo, pero luego Andreas comenzó a tocarlo en busca de sus reacciones como en el burdel, aunque esta vez Tom sintió una incomodidad en el pecho, eso no era correcto. 

—Nada me une a ti ahora, anda dile al capitán que oculté un polizón el anterior viaje, no lo creerá pues yo se lo negaré. No tienes pruebas. —Andreas sonrió cerca de sus labios y Tom frunció más el ceño. 

—Lo sé, pero tenemos un trato. 

—Ya no lo tenemos. 

—te devolví tu dinero. 

—Ya me acosté contigo, no más de eso, ¡quítate de mi encima! —Andreas se puso a su lado y no salió de su cama. 

—Sé que estás tenso e irritado. —Tom le dio la espalda envolviéndose en las mantas de su cama. 

—Duerme o quítate de mi cama. —El rubio suspiró resignado. 

—¿Y qué harás con lo que te sentí? —Refiriéndose a la erección que tenía. 

—¿Puedes dejar de meterte en mis asuntos? No te importa, solo cállate y duerme, ¿es mucho pedir? —Andreas bufó y se recostó detrás suyo para abrazarlo—. Quita tu brazo. —dejó de abrazarlo y apoyó sus brazos sobre su espalda. 

Tom se quedó un poco incómodo, pero luego pensó en no hacerle caso, sabía que Andreas era inofensivo. 

Cerraba los ojos y ahí estaba su pequeño polizón con esa sonrisa especial, escuchaba el tono de su voz a lo lejos, cuando hablaban en susurros para no hacer ruido. Se lamentó por un momento, debía olvidarlo, su recuerdo estaba atormentándolo. 

Se lamentó, sin embargo no quitó las manos de Andreas cuando le rodearon la cintura otra vez. 

*** 

El profesor que le había tocado a Bill era muy paciente pese a todo y sus compañeros eran la mayoría varones, algunos señores y otros de su edad pertenecientes a clases bajas y en muchos casos inmigrantes de otras naciones que aprendían inglés. 

Lo difícil para Bill era utilizar el lápiz y tener que memorizar cada símbolo de escritura, tanto era su estrés a veces que sus manos sudaban y comenzaba a tartamudear cuando el profesor le preguntaba algo, pero el hombre viejo veía su interés además de que era muy puntual y colaborador. Su acento inglés le simpatizaba y le parecía elegante. 

—¿Cumpliste las tareas? —Bill se acercó a su pupitre con su cuaderno y un libro en el brazo. 

—Sí profesor, aquí tiene. —Extendió su tarea y el profesor se bajó sus lentes para leer mejor. 

—Kaulitz, debemos hacer algo con esto. —Le señaló unas líneas que había escrito—. Tienes un problema con la b y la d esto es algo que debes superar o no podrás leer muy bien. 

—Entendido. 

—Por lo demás, matemáticas estás bien, ya sabes los números. —El profesor le sonrió y Bill suspiró aliviado, toda la noche se la pasó en vela tratando de resolver simples ejercicios de suma y resta, pero eso no era tan complicado como escribir o leer, eso último aún no podía del todo, salvo sílabas, pero precisamente se confundía mucho con los sonidos de las letras b y d. 

Se retiró a su asiento y atendió la clase, amaba estudiar, le hacía sentirse muy bien pues sabía que si terminaba de hacerlo podía conseguir un trabajo en algún lado e independizarse. 

Salió de sus clases y regresó a casa de Dunja ya al anochecer. Fue a la cocina a preparar la cena, algo debía de hacer en retribución por todo lo que ella hacía para con él, le daba comida y una cama donde dormir algo que allá en Inglaterra le era difícil de conseguir. 

Exactamente había pasado una semana y media de la partida de Tom, se acercaba la boda de Gustav y Dunja preparaba un vistoso vestido de novia para la prometida de su primogénito, Bill ayudaba en eso, aunque Dunja le había preguntado cuál era su real interés en la vida, Bill exactamente no sabía. Definitivamente no era coser vestidos, pero no tenía una idea clara, aunque sabía que debía ser independiente. 

Dunja regresó a casa con algunas compras y buscó a Bill en la cocina, éste ya había puesto la cena en la mesa, una sopa de verduras con trozos de pollo. 

—Bill, ¿cómo fue tus clases? 

—Bien, creo que estoy aprendiendo algo, aún el profesor dice que me confundo las letras, es algo un poco complicado para mí. —Ella le sonrió. 

—Así es al principio, luego te prestaré todos mis libros que tengo y no pararás de leerlos. —Él suspiró deseando poder leer. Quería ser él mismo quien abriera esa carta que la tenía muy bien guardada—. ¿Ya has pensado qué quieres ser? —Se mordió el labio un tanto dudoso. 

—Aún no, señora Dunja. Si me permite quisiera quedarme a ayudarle con los vestidos. 

—No hay problema por este tiempo, cuando sepas leer y escribir además de manejar números, tengo mi cuñado que administra una tienda en un pueblo cercano, ahí ganarías más dinero que conmigo, entonces quizá puedas seguir estudiando algo, o tener un negocio. Piénsalo. 

—Muchas gracias, lo pensaré. 

Terminó la cena y lavó los servicios. Se retiró de la cocina y se refugió en su habitación, en el mueble relucía el barquito de manera, ese regalo especial que le daba una esperanza. 

—Quisiera ser marinero —dijo al vacío, pero también el sufrimiento que Tom vivía en el barco, lo cansado y estresado que muchas veces lucía le desanimó. Así que cerrando los ojos trató de concentrarse en el futuro, ¿qué le gustaría ser? 

Se imaginó a sí mismo como un empresario, independiente y que pudiera tener el dinero suficiente para no depender de nadie, ayudar a Dunja y buscar a Tom. Sonrió emocionado, él lucharía por conseguirlo, tenía una meta. 

Encendió un lamparín para tener más luz y sacó su cuaderno de su maletín, debía estudiar. 

—Así que la b y la d me confunden… suenan y se ven parecidas, pero debo encontrarles la diferencia que no me confunda… 

Se quedó horas practicando, memorizando la escritura de varias palabras, quizá si las memorizaba podría leerlas más rápido. Luego comenzó escribiendo números y realizando sumas pequeñas. Hasta que la luz del lamparín comenzó a parpadear apagándose, entonces pudo dormir. 

Soñó que estaba en los brazos de Tom y que éste le decía muchas cosas lindas al oído que hacían su corazón acelerarse. Definitivamente seguía enamorado. En su sueño Tom comenzó a desnudarlo, estaban en el barco el cual los mecía en un ritmo suave. Bill le decía algunas cosas que jamás pensaría decirlas a alguien, estaba preso de su propio placer y sentía que su piel quemaba con cada contacto. Tom fue sobre él y comenzó a amarlo de esa forma que él sabía y que enloquecía al menor. Abriendo la boca la cosa comenzó a subir de intensidad, le sentía como algo real, dentro de su cuerpo, lo bien que se sentía. Todo su cuerpo se retorció de placer desbordante y despertó casi gimiendo, sudando en plena oscuridad, suspiró hondamente, se había corrido ahí mismo y aún su cuerpo temblaba. 

—Qué vergüenza Bill, cómo sueñas tales cosas —se recriminó a él mismo levantándose de madrugada. 

*** 

Cambio de turno para Tom, ahora dormiría en el día y vigilaría el mar en las noches junto a Andreas. 

—Andreas, te recuerdo que tienes tu propia habitación, ¿qué haces aquí? 

—Quiero estar contigo —dijo con una sonrisa en sus labios, Tom evitó verlo y le dio la espalda—. Sé que estás estresado, ¿por qué no pasamos un tiempo agradable? Sería algo mutuo. 

—No me gustas. 

—Sé qué sí, solo que aún piensas en ese niño que dejaste allá, era muy guapo, no puedo negarlo, pero es solo un niño. —Tom suspiró recordándolo. 

—Tú no entiendes. 

—Estás enamorado. —Tom no respondió—. Eso se nota, el día que partimos nunca creí verte llorar… 

—Andreas, no ayudas, en serio, no me hables de eso. 

—De acuerdo, de acuerdo. —Andreas besó su hombro y acarició su espalda, Tom cerró los ojos en una especie de recuerdo, casi las mismas caricias que Bill le daba, solo que las del polizón eran reales, palpables, sinceras, las de Andreas eran interesadas en busca de algo, de sus reacciones carnales que no dudaron en aparecer saliendo por los poros de su piel, acelerando su corazón y haciendo que se mordiera el labio reprimiendo voltear a encararlo. Eso no pasó desapercibido por el rubio astuto que llevó una mano por la cintura de Tom hacia delante tocando por encima de sus pantalones su entrepierna sintiendo en sus manos como reaccionaba a su tacto, soltó una risita en la oreja de Tom y la mordió siendo atrevido y travieso, Tom cerró los ojos e hizo puños en las sábanas. 

—Te arrepentirás, verás… —Se dio la vuelta y le tomó de los hombros, Andreas jadeó emocionado y lo besó sintiendo a Tom resistirse un poco pero a la vez dejándose. 

Tom buscaba en su mente alguna conexión con sus recuerdos, revivir lo que había vivido con Bill en esa misma cama. 

Andreas gimió emocionado cuando Tom lo tomó de las caderas y lo volteó en la cama aprisionándolo contra su cuerpo y desnudándolo. 

—Sí, Tom… quiero sentirte. —La voz del rubio era muy distinta al de su pelinegro, así que lo chistó presionando su cabeza en la almohada la cual prácticamente mordió de pura ansiedad. 

Comenzó a moverse sobre su cuerpo y lo penetró con saña, Andreas se retorcía de dolor queriendo quejarse, movía las piernas y las abría aún más para darle pase. Tom con los ojos cerrados gruñía apoyando una mano en la cama y la otra agarrando parte de la cadera del rubio para impedir que se moviera. Rudas embestidas colacionaban contra el otro el cual tenía lágrimas en los ojos deslizándose hacia la almohada, estaba disfrutando por encima del dolor. Quizá eso era lo que le gustaba de Tom. Llevó una mano a su propio trasero y descaradamente abrió sus nalgas para el deleite de Tom. 

—Hazlo fuerte —pidió con la voz entrecortada. 

—Eres un enfermo, estás sangrando. —Se levantó de sobre él saliendo para luego correrse sobre su espalda, Andreas gimió adolorido, cómo trabajaría así ahora. Quería agradar a Tom de todas formas. 

El de rastas se sentó en la cama poniendo sus manos sobre su rostro, suspirando, tratando de relajarse y sobretodo evitando lamentarse, eso no había sido como estar con Bill. No había punto de comparación. Andreas se sentó detrás suyo reprimiendo toda queja y lo abrazó por detrás poniendo su mentón sobre uno de sus hombros. 

—Ya, Tom. No te pongas así… 

—No digas nada, cállate. 

*** 

Los días se tornaron un tanto grises. Tom comenzaba a llenarse de trabajo y evita pensar en Bill, quizá así es lo mejor. 

Besó a Andreas en la oscuridad de la noche y lo besó con ganas, pensando en el rubio. 

—No pienses que esto es en serio porque no lo es, que te quede claro. 

—Lo sé —dijo él con una sonrisa—. No podría tener algo serio contigo, es ilógico, solo es sexo consentido para pasarla bien, saliendo del barco no te complicaré la vida ni tú la mía. —Andreas parecía sabio, Tom se lamentó por un momento. Pero se había acostumbrado a ese rubio insistente que le traía postres al cuarto y jugaban cartas en los tiempos libres. 

Dentro de su corazón aún estaban las vivencias con Bill, pero su mente se vio decidida a pensar en otras cosas para no sufrir, no valía la pena estar deprimido si tenía que trabajar arduo cada día. 

Una semana más y habían llegado al puerto de Priory en Inglaterra. Andreas y él estaban en el almacén desatando las cajas que bajarían. 

—Tom, tengo una casa cerca de aquí, si no tienes donde ir… 

—Tengo casa y familia, no nos veremos, ¿de acuerdo? 

—Sí, descuida. 

El rubio se había enamorado para su pesar, veía en Tom un tipo bueno aparte de guapo, le costaría alejarse de él por días, pero sabía que estarían en el barco otra vez. 

Un amor en el ancho mar, solo eso. 

El capitán se reunió con su gente al llegar al puerto, les dijo que el próximo viaje sería a otro puerto en la misma Inglaterra y quizás pasaran así algunos meses más. Tom suspiró resignado, ojalá y el mundo fuese más pequeño, el océano fácil de cruzar y los días fáciles de saltar. Pero la realidad era otra. 

Pisar tierra, pisar casa, era una sensación extraña para él. Caminar por las calles de Priory con una maleta llena de regalos y en el bolsillo billetes de la paga por el arduo trabajo que hasta debilitaba su salud, le llenaban de satisfacción, debía aprovecharlo mientras era joven. 

Llegó a unas calles algo sucias de casitas pequeñas y desprotegidas, una de ellas era suya. Tenía una puerta de madera y la pared sin pintar. La tocó con cierto temor de saber si todos estarían bien, su madre, sus siete hermanos, ¿habrían sanados las mellizas de tuberculosis? No sabía… debía saberlo. 

Escuchó el grito de algunos niños ahí dentro, sus hermanos quienes abrieron la puerta viéndole ahí parado con una sonrisa en sus labios. 

—¡Tom! ¡Mamá, es Tom! —gritaron unos niños a los cuales él recibió en abrazos. 

Uno de ellos tenía cinco años, el que le seguía siete, otro de diez y el mayor de los varones aparte de Tom tenía catorce, este era alto casi como Bill, Tom se le quedó viendo, ya había crecido en solo meses, increíble. 

Sus hermanitas eran tres, dos mellizas de siete años y otra de casi doce. Tenían sus ropas muy viejas y todos se encontraban en casa. Eso le disgustó un poco puesto que significaba que no estaban estudiando. 

Analizó en ambiente de su casa, estaban en miseria otra vez y frunció el ceño, ¿qué había pasado con su ayuda? Suspiró buscando con la mirada a su mamá, todos los niños se peleaban por abrazarlo, besarle las mejillas y ver si él les había traído algo. Estaban ansiosos y emocionados. 

—¿Dónde está mamá? —preguntó a uno de ellos. 

—Está en cama —respondió el mayor, Tom fue a la habitación de al fondo y su madre apenas se sentó en la cama. 

Clara le había tenido a los dieciséis años de un amor de adolescente que no duró mucho, su padre los abandonó cuando apenas él era un niño y luego sus mamá tuvo varios maridos, producto de esas relaciones se llenó de hijos. Tan joven ella y estaba enferma de tuberculosis, probablemente desnutrida, ¿cómo hacían para vivir? Resultaba que Clara tenía otro hombre, un comerciante que esporádicamente le daba dinero. 

—Mamá. —Se le acercó y la abrazó, ella estrujó en sus brazos al mayor de sus hijos. Tom la vio a los ojos, había surcos de arrugas en su bello rostro, tenía hasta canas y lucía cansada… Los hijos la envejecieron rápido. 

—¿Cómo estás? ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí? —Parecía que le suplicaba con la mirada que se quedara en casa, que les ayudara. 

—Solo cinco días, lamentablemente, pero tengo dinero, no te faltará nada y te llevaré a un médico. 

Él no podía dejarla así, debía solucionar todo eso en cinco días. 

*** 

Bill llevó todos los libros que tenía a su cuarto, estaba ansioso, muy ansioso. Su profesor le había dicho que ya podía leer más que solo sílabas, si se esforzaba dentro de poco leería palabras y luego frases. Aquel comentario le había impulsado a atreverse a abrir la carta que la tenía ya casi un mes… Así que se atrevió a abrirla. 

Muchas letras aparecieron ante su vista, apenas podía descifrar cada letra, las tenía memorizadas y ahora venía lo difícil, leer todo eso junto. Suspiró y las manos le temblaron, entonces comenzó a leerla poco a poco. 

«Querido Bill, mi Bill, si lees esta carta es porque ya cumpliste una de tus metas, te felicito, estoy orgulloso de ti. Quiero que sepas que, aunque no te lo he dicho siempre, eres especial para mí, no sé cómo todo esto comenzó y aunque tenga un final, estarás en mis memorias para siempre. Esta carta es para darte mi dirección en Priory, ¿cómo no nos conocimos antes? Pero no hay marcha atrás. Puedes escribir una carta y yo te la responderé cuando la reciba. Te quiero Bill, no lo olvides. En amor: Tom.» 

Lágrimas caían de sus ojos, esa carta le había tomado leer casi una hora, descifrando cada punto, repitiéndolo para hilarlo con las otras palabras, pero pudo leerlo, en el reverso, una dirección con una calle que él conocía estaba escrita, él podría mandar una carta allá. 

Y lo haría. 

Tom por su lado, cumplía sus últimos cinco días con su familia. Resultaba que la nueva pareja de su mamá era un tipo de mala muerte, quería explotar a sus hermanitos, Tom se fue de golpes y terminó por sacarlo de la casa, sabía que quizá pronto regresaría, pero al menos por un tiempo su familia estaría a salvo. Las mellizas que estaban enfermas también fueron atendidas por un médico, esperaba y pudieran sanar definitivamente. Le prometió a su mamá regresar en dos semanas, estaría viajando por la costa llevando diferentes mercaderías en ese lado del planeta. 

De regreso al barco para su viaje, en su mente estuvo Bill, ¿qué estaría haciendo? ¿Le recodaría? Una intranquilidad le invadió, quería regresar por él, pero lamentablemente aún había cosas por resolver.

¿Qué pasará? ¿Podrá Tom regresar? u_u lo veremos...

4 comentarios:

  1. No puedo creer que Tom se acostara con Andreas, y menos que le ande besando ahora... Bill lo pasará mal por eso :[
    Moria de curiosidad por saber que decia la carta jaja ojala Bill sepa como juntas las letras y las palabras para mandarle una respuesta a su carta. Y ojalá las hermanas y madre de Tom mejoren :l que duro debe ser ver a tu familia sufriendo y no poder hacer casi nada...
    Te leo pronto Pink~
    Saludos! c:

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    1. Hallo <3 bueno u_u Tom tiene sus errores... Bill podrá escribir cartitas, lo verás n_n y veremos cómo Tom soluciona los problemas con su familia...
      Besos <3

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