sábado, 20 de octubre de 2012

Polizón - XVI

Avanzado con este fic, ya casi falta muy poco para el último capítulo. Besos.

Bill intentaba escribir una carta. Estaba en su pequeña habitación y tenía todo el suelo lleno de bolas de papel. Es que su letra debía salir muy linda, según él eso contaba y mucho. 

Estaba gastando tantas hojas intentado escribir algo decente, quería expresarle muchas cosas, todo lo que había cambiado en su vida y lo que aún seguía intacto, su amor por él… 

Al terminar la carta la leyó unas tres veces en busca de errores y luego la metió en un sobre sellándolo con devoción. Al fin, luego de horas, tenía su carta. 

Apagó el lamparín y decidió dormir. Mañana iría al correo y se lo enviaría a Tom. 

Otra vez soñó con él, pero esta vez fue distinto a lo que algunas veces soñaba. No había besos, no palabras de amor. Solo estaba Tom en el barco mirando hacia el océano en un atardecer hermoso, Bill se le acercó por detrás y lo abrazó. Tom se giró asombrado y lo encaró. 

—¿Quién eres tú? —preguntó con el ceño fruncido. Bill se agitó. 

—Soy Bill, tu Bill. 

—Yo no te conozco, eres un polizón, ¡polizón, polizón! —gritó y le tomó del brazo para lanzarlo por la borda. 

Su corazón dio un brinco de pánico y despertó casi gritando, ahogándose en su acelerada respiración. 

¿Tom ya no le recordaba? Esa duda quedó en su mente. Había pasado ya tres meses desde que se había ido. 

Dunja lo llamó a la mañana, estaba emocionada pues ya tenía el vestido de novia para Rebeca, la novia de su hijo Gustav. Era un hermoso vestido blanco con bordados y encajes por todos lados, Bill le había ayudado en su elaboración. 

—Bill, Rebeca vendrá hoy a probarse el vestido por milésima vez, deberás ayudarme, ya sabes, tus palabras son más escuchadas que las mías. —Le guiñó un ojo y Bill asintió con una sonrisa. 

—No se preocupe, lo tendré en cuenta. —Soltó una risita—. Y, señora Dunja, después me gustaría ir al correo a depositar una carta. —Casi sintió sus mejillas arder. 

—Claro que puedes. 

Minutos más tarde, la joven pelirroja entraba en el cuarto de costura para probarse su vestido blanco que significaba pureza. Bill se puso a pensar por un momento sentado en un banco de madera mientras ella estaba en el vestidor mirándose al espejo grande que ahí había, le daba la espalda. Bill suspiró pensando si alguna vez se casaría, él no quería eso, no lo deseaba como otros jóvenes, pero al mirarla detenidamente, la sonrisa que tenía, sintió envidia, cómo ella podía casarse y demostrar su amor por Gustav de esa manera, en un acto público sin ser juzgada, todo lo contrario, ser celebrada y felicitada como lo hacen con las novias. 

—¿Cómo estoy? —dio la vuelta mostrándose ante Dunja y un ensoñado Bill. 

—Hermosa —dijo él con voz sincera—. Luces hermosa y… virginal, como una novia que debe ser amada, pura y casta. Virgen. —Se quedó pensando en esa palabra, era lo que sus ojos veían. Él ya no era virgen, sintió todo un revoleteo en su vientre, había hecho todo mal, se había enamorado, entregado y ahora no estaba con el hombre de su vida. Se sintió extraño, muy extraño. Lo que sentía era especial. Amar a un hombre, quizá nadie en esa sociedad lograría entenderlo. 

—Gracias —contestó ella meneando su largo vestido con cola—. Señora Dunja, ya no quiero más modificaciones, éste es genial, lo amo con locura. —Dunja aplaudió en el aire emocionada. 

La boda sería dentro de dos días. Bill debía apoyar a Dunja en cuanto a todo lo que era la planificación. 

Así lo hizo, luego de los cuatro días, estaba llevando en un auto la comida que habían preparado en la madrugada a un hermoso campo a las afueras del pueblo en donde sería la recepción, Dunja le había encargado todo eso y él debía cumplirlo. 

Llegó a la hermosa finca y se encargó de adecuarla mientras se celebraba la boda en una iglesia. Lo prefirió así, se conocía a sí mismo, sabía que le afectaría ver ese casamiento porque quizá él no tuviese uno como ese. Solo quería estar con un hombre aunque esté prohibido para todos, no le importaba correr riesgos si sabía que sería feliz con Tom. 

Terminó de arreglar el local colocando flores blancas y luego de minutos la gente comenzó a llegar, entre ellos los recién casados. A Gustav le brillaban los ojos, y qué decir de Rebeca, ambos lucían felices. Suspiró desde su lugar y fue al baño a mojarse la cara para estar presentable. Había llevado en una mochila una camisa blanca para estar adecuado, así que se la puso. 

—Oh, Dios, discúlpame —le dijo una jovencita que quería entrar al baño y le vio sin la camisa, ella se sonrojó hasta las orejas y se cayó en el pasillo al reaccionar. 

Era la hermana menor de Rebeca, se llamaba Elizabeth, tenía quince años. 

—Soy yo —le dijo Bill saliendo del baño, abrochándose la camisa. Le sonrió y le extendió una mano para levantarla. 

—Lo siento, de verdad. 

—No te preocupes, no estaba sin ropa. —Ella aún estaba sonrojada y muy nerviosa. 

Se conocían desde hace algunos meses, a veces acompañaba a Rebeca a escoger vestidos y Bill le había hecho algunos. 

Bill no podía percibir el interés que ella tenía en él, lo creía imposible pues él jamás le dio indicio alguno de quererla o que le gustase, pero ella veía en él alguien demasiado amable y muy guapo que siempre ayudaba a Dunja en todo incluso en la boda de su hermana. 

—Ya veo… hola, Bill. 

—Hola. —Bill sonrió contento, tendría compañía para el resto del día. 

Ambos jovencitos salieron del pasillo y fueron al salón principal de la finca. Algunos bailaban ahí con la orquesta. Sintió una enorme nostalgia al recordar el baile que tuvo con Tom, uno romántico que le hizo estremecer. 

—Hey, Bill —le llamó Gustav disimuladamente—. Hay una dama a tu lado —le susurró—. Debes sacarla a bailar, no seas mal educado. —Bill abrió la boca sorprendido, que poca consideración de su parte, Gustav le guiñó un ojo y Bill no entendió aquello, solo asintió. 

—¿Deseas bailar? —preguntó a su amiga y ella extendió su mano en señal de un sí. 

La jovencita estaba como viviendo un sueño, en cambio Bill, él solo trató de recordar lo que esa noche había vivido. Cada vez sentía más lejano a Tom, el solo hecho de no poderle contar a alguien todo lo que sentía le era un pesar en el pecho. 

A la hora de la comida, ella se cogió de su brazo y él la acompañó para servirse algo del bufet. 

—Hay tantos adultos por todos lados —bromeó Bill y ella sonrió. 

—Si quieres podemos ir al bosque, hay un lago de aquí a quince minutos, me dicen que es precioso de aguas cristalinas. —Bill abrió los ojos asombrado, miró a su alrededor, estaba casi por el bosque que había visitado con Tom el último día. 

—Deseo ir, quiero ir… —Ella sonrió emocionada y se le pegó más. 

Ambos chicos, entre risas cómplices, escaparon de la finca y se adentraron en el bosque. Bill tenía una nostalgia instalada en el corazón al ver ese lugar al cual consideraba hasta mágico… Muchas imágenes llenaban su mente, recuerdos de Tom, sus caricias y todo lo que le dijo e hizo en ese lugar. 

—¿Bill? —llamó ella cuando estaban recostados en el césped, mirando el cielo azul. 

—¿Hm? 

—¿Estás enamorado? —preguntó ella tímida. Él suspiró. 

—No sé. —No quería revelar sus sentimientos incomprendidos. Dos hombres enamorados era abominación en ese tiempo. 

—Ah… Es que te oigo suspirar. —Bill suspiró y luego rió un poco al percatarse de ello. 

—Es que estoy relajado, aunque… quizá me guste alguien. —Ella lo encaró y lo miró fijamente a los ojos. 

—¿Alguien? —Él asintió y ella se emocionó. La tenía muy cerca de su rostro, ella era rubia de ojos celestes y mejillas rosadas, muy bonita, pero no la quería. 

Bill alzó una mano hacia su rostro viéndola cerrar los ojos y entreabrir los labios, él ladeó la cabeza algo confundido, ¿Elizabeth le quería? Fue lo que pensó. La jovencita al no sentir ninguna reacción se atrevió a cortar la distancia y lo besó en los labios, aún Bill mantenía los ojos muy abiertos. La sensación de labios sobre los suyos solo le pudo hacer recordar a Tom, esa humedad particular aunque la boca de ella era más pequeña y suave a la de Tom, además de que no tenía ese aro en particular que le hacía estremecer. 

Se dejó besar solo para sentir el revoloteo que eso implicaba y luego que se agitó, se separó de ella y se sentó sobre el césped. 

—Lo siento —decía ella tapándose la cara muerta de vergüenza, Bill puso una mano en su hombro. 

—Está bien, no ha pasado nada… —Eso no era lo que ella deseaba escuchar, quería que Bill reaccionara, pero él dejó de verla sintiéndose culpable. 

Había permitido ese beso, no había reaccionado a tiempo y aunque ella fuese mujer, para Bill eso era una traición. 

«Que Tom me perdone, que me perdone. Yo no quise esto mi Tom, solo te quiero a ti, solo mis labios te pertenecen todo a ti», dijo mentalmente evitando ver a su acompañante que ahora sí lucía nerviosa, se había comportado como una perfecta atrevida y temía que Bill pensara que tenía poca decencia. 

Regresaron a la finca y Bill prefirió estar solo, se sentía culpable. 

*** 

—Creo que eres un desviado —le dijo Georg con una sonrisa maléfica. Tom le encaró y arrinconó contra una de las paredes del barco. 

—No sé de qué hablas, no soy desviado y deja de seguirme. ¿O te gusto? Capaz el desviado eres tú. 

Georg le había escuchado junto a Andreas en la habitación, estaba seguro que era un afeminado y eso no era aceptado entre marineros aunque la mayoría de ellos había rozado situaciones semejantes por la falta de mujeres en el barco, pero Tom no había ni siquiera acompañado al grupo a los burdeles que solía ir… Ya no prefería gastar su dinero ahí y no sentía esa “necesitad” de compañía sexual, no tanto porque tenía una en el barco mismo, sino porque no quería desperdiciar su vida en eso. 

—Claro que no, tú estás con Andreas, los escuché. —Rió burlándose. 

—¡No has escuchando nada! ¿Oíste? —Lo presionó contra la pared y Georg notó la seriedad amenazante. 

—Ya, Tom, déjame. —Lo soltó y Georg se fue fastidiado. Al parecer las cosas eran serias así que decidió no meterse. 

Rumbo a su habitación encontró a Andreas ahí metido, semidesnudo esperándolo. 

—La gente está sospechando, así que mejor vete —dijo dándole la espalda quitándose la camisa para dormir. 

—Bah, como si eso importara, ya todos saben. 

—¿Te parece bueno? A mí no, así que vete. —Andreas se removió en la cama comenzando a tocarse gimiendo bajito. 

—¿Ya no te agrada lo que hacemos? Creo que la pasamos muy bien… No puedes negarlo. —Tom dio la vuelta para encararlo. 

—Todo cansa en su momento, esta vez no tengo ganas. —Andreas sintió la seriedad en su voz y se removió en la cama para sentarse. 

—Es por ese niñato, ¿no? Si leyera tus pensamientos ése polizón estaría ahí, ¿por qué no puedes dejar de pensar en él? Cuánto quieres apostar que él… 

—¡Shh! Hay cosas que simplemente no entenderás. 

—Quiero entenderlo, en serio. —Tom lo miró y suspiró. 

—Sí, pienso en Bill. —No quiso decir más, abrió la puerta de su cuarto para que Andreas decidiera salir de una buena vez. 

—Cuando te des cuenta que él ya no piensa en ti, vendrás por mí, lo aseguro. —Sonrió triunfante comenzando a vestirse para irse. Salió de la habitación y Tom se recostó en su cama la cual ya no olía más a Bill. 

¿Lo recordaría? ¿Aún lo amaría? Tom no sabía y un pequeño e incómodo presentimiento cruzó su mente. 

Quizá Andreas tenía razón, quizá. 

Bill era tan pequeño cuando lo conoció, quizá sus sentimientos fueron solo de un adolescente enamorado. Tom debía ser realista y dejar de estar atado a alguien que de seguro lo olvidaría o cambiaría fácilmente, y con lo lindo que era, de seguro eso sería muy pronto. 

Se removió en la cama, la impotencia lo llenó de angustia. 

*** 

Luego de meses, Tom regresaba al puerto de Priory, de regreso a casa. A su casa. 

Traía muchas frutas y comidas para todos sus hermanos y su madre. Esperaba no encontrarse con ese hombre que se llamaba Frank, descendiente alemán el cual había enfermado a su madre hasta dejarla en cama, la había debilitado ella matándose por él. Tom estaba indignado y lo echó de la casa cual parásito a golpes ocasionando una pelea en plena calle. Esperaba entonces no verlo más. Pero para su desgracia, cuando entró a casa, sus hermanos lucían angustiados, abrazándolo pero a la vez mirándolo extrañados. 

—¿Qué pasa? —preguntó a todos, y ellos comenzaron a codearse insinuando a Tom que sabían algo—. ¡Hablen! —exigió algo molesto. 

—Es que… —Apenas dijo uno de ellos, el más pequeño. 

—Frank está en casa, regresó —informó el mayor cruzándose de brazos y mirando a Tom con el ceño fruncido mostrando su enojo. 

—Ya veo. —Cerró los ojos por un momento y se pasó las manos por la cabeza, pensando. Él estando ausente sería terrible para sus hermanos. Pero si Frank se iría estaba seguro que otro hombre entraría en casa, ¿qué seguridad habría? 

—Hola Tom —saludó Frank, un hombre ya algo mayor de cabellera gris, delgado y alto que salía de la recámara de su mamá. Tom se puso en pie sacando pecho para encararlo—. Hey, no me mires así. —Se adelantó a decir alzando las manos, todos los niños corrieron lejos de los dos, comenzando a amontonarse y protegerse entre ellos. 

—¿Qué haces aquí? ¡Esta es mi casa! ¡Te dije que no regresaras! 

—¡Espera! —gritó airado—. Tú no eres nadie aquí, vienes cuando quieres y pretendes hacer lo que te venga en gana, ¡tu madre me prefiere aquí! Ten eso en claro, estoy aquí por ella, crío a sus hijos cosa que tú no haces, solo andas en barcos viajando, ¿con qué derecho me pides que me vaya? —Tom se puso rojo de la ira, quería molerlo a golpes como la última vez. 

—Con el derecho de proteger a mi madre porque la estás matando, ¡ahora, largo! —Frank rió un poco. 

—¿Por qué mejor no le preguntas a ella? Ella puede decidir… —Tom sintió algo de temor, era cierto, si él seguía ahí era porque Simone lo permitía. 

Pasó de Frank y se adentró en la habitación de su madre, ella estaba sentada en la cama tosiendo un poco y tratando de ponerse los zapatos pues había escuchado un bullicio afuera. 

—Mamá, qué hace él aquí… 

—Hola Tom, hijo, mi niño. —Tom se le acercó y se dejó abrazar, pero aún no podía creer que seguía con ese mal hombre. 

—Te hice una pregunta. —Ella prefirió no verlo—. Quiero que deje esta casa, que se largue y te deje en paz a ti y a mis hermanos. 

—Tom, pides demasiado, yo lo necesito, los niños lo… 

—¡No! Ellos no necesitan a un monstruo como ese, mira cómo te tiene a ti. —Ella lo miró angustiada y comenzó a llorar—. Mamá… 

—Lo necesito hijo, no puedo dejarlo además… —Sus labios temblaron y se encogió en la cama—. Espero un hijo suyo. —Se tocó el vientre. Tom retrocedió un poco, muchas imágenes vinieron a su mente, él vio dar a luz a muchos de sus hermanos ahí en casa, lo mucho que ella sufría cuando se desangraba y quedaba en cama a veces por semana y él tenía que mendigar para que ella se recuperara. 

—Por Dios, mamá… no puede ser. 

Salió del cuarto en busca de ese hombre irresponsable encontrándolo hablando con autoridad a sus hermanos. Retrocedió un poco y lo miró con socarronería. 

Tom sintió impotencia. Debía pensar algo cuanto ya. Frank salió de casa dejándolo en medio de sus pensamientos, con los puños apretados y el ceño fruncido por lo que le había dicho su mamá. Ese hombre prefirió salir de casa para no ser golpeado, pero regresaría, estaría ahí por mucho y en el fondo Tom no quería dejar sin padre a ese nuevo ser que su madre concebía en el vientre. 

Que difícil era todo. Se sentó en el sofá mugriento de esa casa que ya no la veía tan suya y cargó a sus hermanitas sentándolas en sus piernas. 

—Pásame mi maleta. —Pidió a uno de ellos. 

La cara de los niños brilló de alegría, regalos, muchos regalos del hermano mayor, al menos algo de alegría en medio del estrés que era convivir con un hombre que hacía sufrir al único soporte de un niño: su madre. 

—Tom —le llamó el mayor—. Llegó esto para ti. —Le extendió un sobre de carta y algo en Tom saltó—. Llegó hace más de un mes, lo guardé por ti. 

—Gracias Dave, gracias. —Se levantó de su asiento tratando de disimular sus nervios, sonriendo al ver el nombre del remitente—. Regreso, esperen un momento. 

—No, Tom… Tom… —insistían sus hermanos, pero él quería privacidad. 

Casi corrió a la azotea de su casa y abrió el papel, era de él, una carta de su Bill. 

Su caligrafía era tan pulcra, su letra era alargada y cursiva. Sonrió leyendo esas líneas, sonaba a él… 

«Querido Tom, ha pasado ya tanto tiempo y aún pienso en ti. Decidí escribir ni bien el profesor en la escuela me dijo que al fin sabía escribir. Fue difícil, pero lo logré, ahora sigo estudiando pues hay tantos conocimientos que aprender, parecen infinitos. Te agradezco me hayas pagado el estudio, tengo una deuda contigo ahora y te lo pagaré cuando te vea, pues te veré, algo me dice que sí, te veré aunque no quieras, no me rendiré. 

Te cuento que estamos organizando la boda de Gustav, su novia es muy bonita y Dunja está feliz de saber que permaneceré con ella hasta que se adapte a la idea de no ver a Gustav, me ha propuesto trabajar con uno de sus familiares, trabajar en un negocio que dice será bueno para mi aprendizaje, entonces lo espero. 

Gracias por el barco que dejaste aquí, lo tengo como un tesoro, algo que me recuerda dónde nos conocimos y todo lo que pasó… Lo abrazo cual tú, lo beso y le hablo cada día. 

Espero estés bien, ¿verdad que sí? Te imagino diciendo que sí, que estás bien viajando por los mares para mantener a tu familia, me imagino que todo ellos te están esperando con ansias así como yo aquí, de seguro es así y cuando te ven sonríen emocionados al tenerte como lo haré yo cuando te vuelva a ver, porque, aunque no lo hayas prometido, simplemente lo sé, este mundo no es suficientemente grande para separarnos, el océano no es un impedimento para que llegue hasta allá mi amor por ti. Te amo Tom y te espero. 

En amor: Bill.» 

Tom alzó la vista hacia el horizonte, el mar. Si fuese fácil cruzarlo lo estaría haciendo en ese preciso momento. 

Su corazón latía como cuando estaba con Bill. Un simple papel había sido capaz de revivir todos esos sentimientos que podían dominarlo, esa energía que le impulsaba amar. 

—Bill, ¿por qué tendrás que estar tan lejos? —Se sintió triste. 

Guardando la carta en uno de sus bolsillos decidió bajar. Ahí en la sala sus hermanos estaban intentando abrir su maleta, él los vio desde lejos, no podía dejarlos, no sabiendo que estaban casi abandonados y su madre había perdido toda consideración por ellos. 

Qué difícil, la vida lo era.

La vida es a veces así, lo único que queda es sacar fuerzas de donde sea y seguir. Besos a todos.

4 comentarios:

  1. que hermoso capitulo, fue muy emotivo, tanto que me hizo llorar, en especial el final, con la carta que le escribio bill a tom!!
    cómo me gustaria que pudiesen estar juntos, porque de verdad me parte el alma ver lo mal que lo pasan por esa separacion obligada que tienen, mientras leia la ultima parte se me paso la idea de que lo mejor que podria hacer tom es llevarse a sus hermanos a america y buscar un trabajo estable allá, quizas le resultaria y lo mejor de todo es que ahi podría estar con bill, seria perfecto que pudiese pasar eso *-*
    bueno, me encantoooo el capiii, quiero el otro ya! XD lo voy a estar esperando con mucha ilucion, quiero saber que va a pasar, me muero de ganas por saberlo X3!

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    1. Hallo *-* pues sí u_u es un poco dramático. a veces la vida misma es la que separa a dos personas que se aman y bueno, tu sugerencia es bastante buena, veremos cómo va este fic, está por terminar~
      Besos <3

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  2. Y ese tipo HDP!!! y la madre esta kon él por necesidad(hay tantas mujeres ke se dejan hacer kualquier kosa por NECESIDAD) y la bella karta de Billito llena de sentimientos hacia Thomas ♥_♥ No me gusto el kuestionamiento del Cap. ¬¬ IMBECIL!! Ke le importa!!! Y la noticia del despreciable Andreas... irá a reencontrarse kon Billito :D ♥ AMOOOO ESTE FIIIC!!! ♥

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    1. Hallo y bueno sí u_u hay familas así D: es lo peor. Y bueno, el capitan es medio homofóbico, tiene sus razones... en ese tiempo era así D:
      besos <3 te gustará el siguiente capítulo
      muah<3

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